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El angel de la guarda

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Angel de la guarda

dulce compañía

No me desampares

ni de noche ni de día

no me dejes solo

que me perdería.

Esta era la oración que los niños de cuando entonces rezábamos antes de irnos a dormir. La preocupación de nuestros padres era precisamente esa: que nos perdiéramos y que alguien se nos llevara a algún lugar. Un “alguien” que no tenia una intencionalidad concreta, no era un pederasta (entonces no había pederastas y si los había estaban muy cerca), ni había tráfico de órganos, ni de niños. Dicho de otra manera entonces no se raptaban niños perdidos por la calle, al menos en mi entorno, pero nuestro padres (concretamente nuestras madres) estaban aterrorizadas, ante la posibilidad de que nos raptaran. También existía miedo a las enfermedades, concretamente a la TBC, entonces no había vacunas por tanto los niños pasábamos, si o si por todas las enfermedades posibles que eran mucho más virulentas que ahora, con diferencia.

De manera que los padres de entonces tenían algunos miedos más o menos razonables y otros menos razonables como los de ahora. Pero como podemos observar en la oración lo que pedíamos era protección cuando andáramos solos por la calle, cuando andábamos desamparados.

Pero si cuento este recuerdo infantil es porque vi recientemente un episodio de Black mirror que se titulaba “Arcangel” dirigida por Jodie Foster y que me recordó mucho a mi oración infantil.

Pero no se trataba de un ángel de la guarda cualquiera, sino de un superángel.

El episodio cuenta el caso de una madre soltera y sobreprotectora que tiene una hija (Sara) a la que decide implantarle una especie de chip, a través del cual puede modelar su mundo visual, de tal forma que puede pixelar cualquier escena desagradable para que la niña no la vea y puede además -a través de un terminal- ver todo lo que su hija ve, saber donde está a través del GPS y controlar así todos los órdenes de su vida.

El problema es que en un determinado momento decide poner fin a aquel espionaje al caer en la cuenta de que es una intrusión severa que está influyendo demasiado en la vida de su hija, pero el daño ya está hecho puesto que la niña ya ha conformado su personalidad con una forma de apego evitativo que tiende a dividir el mundo en dos posibilidades: obedecer o ponerse en peligro.

El asunto es que en una de esas salidas nocturnas con mentira incluida que suelen hacer los adolescentes, ella decide volver a conectar su ordenador y averiguar donde está Sara. Y lo que ve acaba de enloquecerla: presencia el acto sexual y el consumo de drogas que su hija lleva a cabo con su pareja de turno, lo que le lleva a actuar de una forma desproporcionada, violenta e inadecuada.

Pero si traigo este episodio de la serie (que dicen que es una de las mejores que se emiten hoy en día), es a causa de su contenido de “tecno-terror”, algo que va más allá del género de ciencia ficción. En efecto, no se trata de contenidos que pueden suceder en el futuro sino de algo que ya está aquí: la omnipresencia de los smarphones, las tablets y los programas que sirven para vigilar, detectar, escanear peligros y que muy frecuentemente se convierten ellos mismos en el peligro. Pongo como ejemplo este software israelí que promete detectar individuos peligrosos a bordo de un avión y dejo en la imaginación del lector los efectos secundarios que podrán establecerse cuando su uso se extienda a la policía, las empresas o los seguros médicos.

El cerebro de una persona sometida a tal escrutinio desde la infancia desarrollará sin duda un exceso de temor, no necesariamente cognitivo sino afectivo y andará siempre en dos tipos de conductas: o bien estará barriendo continuamente su realidad a través de su detector de humos (la amígdala) encontrando siempre amenazas falsas (falsos positivos) o bien desafiará como hace Nemo en este video la autoridad de su padre, desobedeciéndole y sometiéndose al peligro. En este sentido las advertencias del padre parecen operar como una profecía autocumplidora.

¿Qué es una profecía autocumplidora?

Aquellos tipos de crianza donde los cuidadores se muestran demasiado ansiosos por los peligros que acechan a sus hijos y que tratan de evitarles a toda costa esos riesgos acaban por configurar un mundo donde solo es posible o bien obedecer a los padres, perdiendo la capacidad de exploración y de aprendizaje o bien de desafiarles desobedeciendo. No todas las desobediencias son peligrosas pero como el adolescente Nemo no sabe aun valorar los verdaderos riesgos de aquellos asumibles no tiene más remedio que ensayar a través de pasos que aun no ha aprendido a valorar. Es por eso que las profecías (paradójicas) se cumplen, pues están formuladas de una forma en que el receptor de la misma lleva a su cumplimiento: “ya te lo dije yo” es lo mismo que “cuanta razón tenias”.

Aqui teneis un post sobre paradojas y profecías autocumplidoras.

human etology

La etología es una disciplina relativamente reciente que tuvo su mayor visibilidad cuando Lorenz, Tinbergen y Von Frisch recibieron el Nobel de medicina en 1973, por sus estudios observacionales sobre modelos animales en crianza libre. De ella hemos aprendido mucho sobre nosotros los humanos, llamo la atención por ejemplo en como el concepto de “impronta” y el aprendizaje por impronta.

La conducta de sumisión fingida.-

La conducta de sumisión fingida llega a estar organizada al final del segundo año de vida y sirve para varias funciones. Su significado puede derivarse del estudio etológico de conflictos intraespecies. Cuando dos animales están en conflicto y uno es claramente el perdedor, éste pone fin al conflicto antes de ser destruido. Lo hace exhibiendo un conjunto de conductas encaminadas a reconocer el dominio del otro animal y desactivar su agresión (Eibl-Eibesfeldt, 1979). Estas señales incluyen el exponer el vientre, ofrecer el cuello, abrir la boca cubriendo los dientes y bajar la mirada ante el vencedor. Las primeras dos señales hacen al animal vulnerable a la destrucción; así se clarifica la dominancia jerárquica. Pero si el animal perdedor es meramente sumiso, será atacado o expulsado del grupo social (Barnett, 1975). En ambos casos está expuesto al peligro. Se necesitan, entonces, señales que restablezcan la sumisión del animal en una relación social con el animal dominante. En contraste a mostrar los dientes, señal de agresión, y sonreír, señal de aproximación amistosa, una boca abierta con los dientes descubiertos es una sonrisa con exagerada evidencia de falta de agresión y también una señal infantil de solicitud de alimento, lo que llamamos sonrisa de hiena. El contacto visual huidizo indica el deseo de mantener el contacto, pero con exagerado esfuerzo para asegurarse que la señal no pueda ser tomada, erróneamente, como mirada agresiva. Ambas señales  trasvasan información oral, morder, mostrar los dientes, es decir están ligadas a la nutrición. En los humanos esa “sonrisa de hiena” parece denotar una confusión o duda entre el hecho de sonreir o someterse, hablamos de ellos cuando decimos que alguien “habla entre dientes”

Dicho de otro modo la conducta de sumisión fingida tiene como objeto desactivar la agresión del oponente y al mismo tiempo ocultar la rabia propia.

Cualquiera que haya tenido un perro sabe de que hablo y también sabe reconocer esos gestos de sumisión que usualmente tienen los canes con sus amos, sin embargo en nuestra especie estas señales suelen pasar desapercibidas.

Los niños con apegos ansiosos (sobreprotegidos o no) sustituyen las conductas de evitación por inhibición psicológica. Ellos miran y hablan a sus figuras de apego sin señalar su deseo de proximidad. Sin ser rudos, mantienen un intercambio entre ellos y sus cuidadores, frío, formal y cortés.

Las crianzas sobreprotectoras son tan distorsionantes para el equilibrio mental a largo plazo como aquellos niños criados en entornos negligentes o rechazantes. Y eso mismo le sucede a la madre de Sara: acaba provocando precisamente aquello que temía.

Un corolario.-

A pesar de la ayuda de mi ángel de la guarda, durante mi infancia me perdí tres veces y sin llevar ningún chip encontré mi casa y mi calle, preguntando, siempre a una mujer claro.

 


El Imperio del trauma

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imperio

¿Debes cargar el horror sangriento del combate en tu corazón para siempre? (Homero, La Odisea).

Los lectores de mi blog conocen bien mi seminario acerca de la historia del trauma que denominé “La traumática historia del trauma”. Aquellos que siguieron los post también habrán leído uno de los últimos donde ponía el acento en los sobrediagnósticos y en la banalización de termino “trauma” cuando sacamos de contexto el fenómeno bien conocido desde la antigüedad. El trauma de la guerra lo podemos perseguir desde Homero y según algunos autores Aquiles fue el primer psicotraumatizado conocido.

En este sentido de banalización y sobreactuaciones terapéuticas (sobre las que volveré mas abajo) me gustaría recordar a mis lectores un párrafo de aquellos posts dedicados a la historia del trauma:

“Ser víctima de una agresión y aparecer victimizado son dos cosas bien distintas. La victimización es un resorte de nuestra mente que viene favorecido o des por nuestro entorno. Aparecer como víctima de algo es deseable, mucho más que aparecer como perpetrador. la víctima recoge simpatías sociales, y a veces seguidores para una causa. Pero la victimización tiene otras ventajas psicológicas adheridas: la principal es el mantenimiento de cierta autoestima. En la medida en que el culpable es el otro, yo soy inocente. Esta escisión categorial entre culpables/inocentes es una de las variables que han de abordarse en la psicoterapia de un trauma, puesto que el que divide el mundo en esta dualidad está muy cerca de dividir su mundo psíquico en estas dos totalidades: completamente inocente/completamente culpable. Ellos y yo”.

En cualquier caso y tal y como conté en mi exposición sobre la historia del trauma, lo que es cierto es que el concepto de “trauma” es patoplástico, es decir depende de la sociedad que lo legitima o deslegitima: hay que recordar que los primeros traumas descritos por Janet estaban relacionados con los abusos sexuales que le contaron sus pacientes asiladas y que fueron necesarios algunos años para que “la neurosis de guerra o traumática” adquiriera carta de naturaleza psiquiátrica y aun así, algunos países se negaron a reconocerlo, entre ellos Alemania. El mismo Freud cambió de opinión sobre el trauma psíquico cuando cayó en la cuenta (al cambiar su clientela, es decir su foco de observación) que sus pacientes no tenían antecedentes ni de maltrato ni de abuso sexual y construyó una nueva teoría sobre el trauma poniendo el énfasis no tanto en “que había ocurrido” sino en lo que él llamó “el impulso inaceptable”. Este fue el principio del fin de la adherencia de las feministas a las teorías freudianas, a partir de ese momento se acusó a Freud de haber traicionado la verdad. Y la verdad para aquellas feministas de entonces -como las de ahora- es que el abuso sexual en el seno de la familia está generalizado y es la causa de múltiples patologías.

Es por eso que las feministas de hoy -al renunciar a las enseñanzas de Freud- se han extraviado en explicaciones políticas y no saben nada de sexo. Es también por eso por lo que hoy “el espíritu de nuestro tiempo”, incluso en lo clínico gira alrededor de la sospecha de que cualquier enfermedad que afecte más frecuentemente a las mujeres es siempre sospechosa de merecer un enfoque de genero, dicho de otro modo, si el TLP o la anorexia mental son enfermedades predominantemente femeninas debe ser por:

Siguiendo esta linea de argumentación el mayor indice de suicidios de hombres en todo el mundo debería seguir también un implacable enfoque machista.

Dicho de otra manera: las víctimas existen pero no son siempre mujeres, también hay hombres, niños o ancianos victimizados. Lo que es nuevo en el escenario actual es que ser víctima es algo que “es moralmente aceptable como un añadido de valor moral”. Del estigma de la exageración o de la simulación hemos pasado al supremacismo.

La cultura del victimismo.-

Para comprender mejor el espíritu de nuestro tiempo en relación a nuestra relación con los estatutos victima o de agresor os recomiendo este post de Pablo Malo, del que tomaré no obstante un párrafo:

Según algunos, estamos viviendo una evolución moral que nos ha llevado a una cultura del victimismo. En las últimas décadas, en las sociedades occidentales hemos sido testigos de una creciente tendencia de grupos minoritarios a presentarse a sí mismos como víctimas para conseguir un reconocimiento social. En ese contexto se ha visto un fenómeno que consiste en que miembros de una minoría expresan actitudes negativas hacia otra minoría a pesar de que esa otra minoría no es responsable de ninguna manera de su pasada victimización. Por ejemplo, Khalid Muhammad, de la Nación del Islam, dijo que “el holocausto negro fue 100 veces peor que el llamado holocausto judío”. Este fenómeno ha sido catalogado por algunos autores en términos de una competición por un reconocimiento simbólico, una competición por la declaración de víctima definida como la creencia de que “hemos sufrido más que el otro grupo”.

¿Por qué ese deseo insaciable o esa necesidad desesperada de reconocimiento? Todo parece indicar que el reconocimiento es una necesidad humana fundamental porque es un constituyente de la identidad. Los seres humanos sólo existen plenamente cuando son reconocidos. Si experimentamos una falta de reconocimiento se produce una lucha para obtenerlo. En las sociedades occidentales actuales, además, se busca el estatus de víctima porque las víctimas son percibidas como moralmente superiores, como autorizadas a una mayor consideración y simpatía y les confiere también una protección frente a las críticas. En la teoría de Honneth el reconocimiento implica amor, respeto, autoestima y desde luego un mayor estatus.

El juego adquiere tintes dramáticos precisamente porque no es un juego de suma cero: es decir el reconocimiento de haber sido víctima no excluye que otra víctima haya sufrido lo mismo o más. Es absurdo competir por ser más víctima que los demás.

Un antropólogo, Didier Fassin y un psiquiatra, Richard Rechtman, acaban de editar “El imperio del trauma” precisamente para investigar la condición de víctima en nuestro tiempo: examinan y plantean cómo las víctimas han pasado de un rol de marginación a otro mucho más respetado y que supone la consideración de que el trauma es en sí mismo algo genuino que ha pasado de ser considerado desde un defecto personal a una categoría moral.

El Imperio de trauma está dividido en cuatro partes, cada una con varios capítulos. La Parte I rastrea la historia del trauma desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. El trauma solía ser visto como una respuesta anormal que refleja el carácter de la víctima en lugar de la situación. Sin embargo, a fines del siglo XX, un cambio importante modificó la percepción común a una de respuestas normales a situaciones extremas.

Las partes II a IV exploran casos de estudio, que ejemplifican tanto un cambio en el concepto de trauma como cómo la política juega un papel en la forma en que opera el concepto en la sociedad. La Parte II, “La política de la reparación”, examina la explosión de 2001 de la fábrica química AZF en Toulouse, Francia. Fassin y Rechtman sostienen que este evento demuestra un punto de inflexión en el que el trauma abandonó el ámbito clínico y entró en el ámbito público en Francia. El énfasis de la respuesta al desastre estuvo en el apoyo psicológico y los proveedores no necesitan ser expertos sino simplemente oyentes. Además, uno no necesita ser diagnosticado con trauma para ser considerado una víctima de trauma, suele hablarse de supervivientes en lugar de enfermos.. Sin embargo, hubo muchos factores que determinaron cuán traumatizada se consideraba a alguien, lo que a su vez afectó las reparaciones. Algunos de los factores se basaron en la proximidad al evento, pero otros fueron dictados por determinantes sociales, como el estado profesional y económico.

La Parte III, “La política del testimonio”, examina la psiquiatría humanitaria a través de un estudio de caso de Palestina, que según Fassin y Rechtman demuestra un cambio clave en la psiquiatría humanitaria para centrarse en dar testimonio. Las organizaciones comenzaron a reemplazar el testimonio de primera mano con testimonios de segunda mano, pero no sin defectos. La idea de que dar testimonio es un acto de humanitarismo fue una idea novedosa. Fassin y Rechtman sostienen que dar testimonio requiere que elimines la otredad para que puedas ver a la persona como otro yo, y el concepto de trauma lo hace posible. Sin embargo, como señalan, esto funciona mucho mejor en un nivel teórico que en la realidad. Cuando las organizaciones humanitarias proponen el testimonio de israelíes y palestinos, las historias específicas se borran y se combinan en una narración más amplia de los traumas.

La Parte IV, “La psicotraumatología del exilio y el asilo”, examina los cambios en la forma en que los factores de trauma entran en el proceso de asilo. Los solicitantes de asilo son vistos con más recelo ahora que hace unas décadas, y ha habido un cambio en el que “la violencia política prevalece sobre todas las demás experiencias, todas las otras formas de sufrimiento que el concepto de exilio, en virtud de su imprecisión, de manera flexible abarca “(238). El concepto de exilio ha sido reemplazado por una definición estrecha de trauma, que a su vez ahora requiere una forma de prueba. Mientras que las personas solían necesitar un certificado de un médico, ahora en lugar de esto, la certificación de un psiquiatra es una parte esperada y necesaria de la solicitud de asilo en Francia.  Curiosamente, esta prueba de trauma en realidad ha silenciado a los individuos y les ha quitado poder. El hecho de que se requiera la confirmación de un experto de su trauma devalúa su propia palabra. 

En conclusión, lo que Fassin y Ratchman proponen es que discriminar la verosimilitud y legitimación clínica de los sujetos traumatizados es banal. Lo que sugieren es investigar las razones por las que el concepto de trauma tiene tanto prestigio en la psicología popular, al mismo tiempo que el publico en general sigue considerando a los sujetos traumatizados como poco fiables y simuladores, en cualquier caso personas que exageran sus vivencias para obtener algún tipo de beneficio.

Mi opinión personal está relacionada con la idea de la dignidad en lugar de la victimización. Dignidad para cualquier tipo de opresión real, sufrimiento, o enfermedad proceda de donde proceda, un enfermo de cáncer no es menos digno que una violada que desarrolle un trastorno de estrés postraumático.

La intrusión de la política en los malestares individuales y la introducción de políticas de reparación son mi juicio las culpables de que la gente prefiera ser víctima publica a sostener privadamente su opresión y sufrimiento si lo hubiere y en cualquier caso a pedir ayuda profesional si ese sufrimiento traspasa las barreras de lo razonable: mostrarse, o visibilizarse nunca han servido como remedio de ningún trauma  . Tenemos mucho que aprender de ciertos testimonios como el de James Rhodes

Rapsodia evolucionista

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Una rapsodia es una forma musical, como la sonata, la sinfonia, la canción, la fuga, el canon, o el concerto grosso, es decir una especie de marco o molde del mismo modo que los marcos y moldes sirven para soportar pinturas.

La rapsodia es una forma que data del siglo XIX y consiste (según la wiki) en relación con la musica con un tema que se compone a partir de la unión libre de diversas unidades rítmicas y temáticas, que no tienen vínculo entre sí. En siglos pasados, compositores como Johannes Brahms y Franz Liszt crearon rapsodias que se volvieron populares. El termino rapsoda puede tambien aludir a la declaración en voz alta de una poesia, de modo que el termino podemos rastrearlo ya en Grecia,

No obstante, no podemos pasar por alto otras composiciones de ese tipo importantes a lo largo de la historia. Este sería el caso, por ejemplo, de las siguientes que te damos a conocer a continuación: -“Rhapsody in blue”. En el año 1924 fue cuando se escribió esta composición por parte de George Gershwin que la estrenó ese mismo año en Nueva York. Elementos clásicos y otros propios del jazz se combinan en la misma, cuya versión de 1946, realizada por Ferde Grofé, está considerada como una de las piezas más importantes de todos los tiempos en Estados Unidos. -“Rapsodia sobre un tema de Paganini”. El compositor ruso Serguéi Rajmáninov (1873 – 1943) fue quien llevó a cabo la creación de esta pieza que viene a ser un conjunto de algo más de veinte variaciones respecto a “Capricho nº 24” del violinista y compositor italiano Niccoló Paganini Bocciardo.

Más cerca en el tiempo, una de las rapsodias más famosas es “Rapsodia bohemia” (o “Bohemian rhapsody”, en su idioma original) del grupo Queen. Fue compuesta por Freddie Mercury y editada en el disco “A night at the opera”, que salió a la venta en 1975.

Aqui os dejo esta rapsodia que creo que es una obra maestra del pop-rock si bien he elegido una versión un poco más polifónica y “a capella” del grupo Pentatonix.

 

Ahora ya sabeís qué he querido decir con esto de una rapsodia evolucionista. Se trata de mi seminario de despedida del curso 2018 para los residentes de mi Hospital.

En ella hablo de algunos temas interesantes y complementarios a los que han seguido este curso que llamé “Sexo, sexualidad y sexuación”. Los temas que podeis encontrar son los siguientes:

  • La teoría de juegos y la evolución.
  • El grooming. Interacciones de cooperación.
  • El pulpo, el congrio y el bogavante. Estrategias competitivas en alta mar.
  • Algunos conceptos importantes del “Gen egoísta” de Dawkins y el equilibrio de Nash.
  • Brechas de género en enfermedad.

 

Tu mes de nacimiento y tu enfermedad

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Si bien ya Hipócrates describió una conexión entre la estacionalidad y la enfermedad hace casi 2.500 años“, no debemos confundir la estacionalidad que es un ritmo que tienen ciertas enfermedades como los trastornos del humor (depresión y manía) ni tampoco los efectos meteorológicos que tienen -en ciertas enfermedades (como por ejemplo las osteoarticulares)- con la humedad, el viento con los estudios más recientes que han relacionado el mes de nacimiento con enfermedades neurológicas, reproductivas, trastornos endocrinos  e inmunes / inflamatorios,  e incluso con la duración total de la vida.

Para tal cosa era necesario disponer de datos muy robustos y abundantes, algo que comienza a ser posible gracias al Big Data. En el articulo que enlazo los autores han trabajado sobre una cohorte de N = 1749400 individuos) que fueron tratados en CUMC (entre 1985 y 2013), El estudio se llevo a cabo con esa muestra de nacidos entre 1900 y 2000 inclusive, los datos de obtuvieron de registros oficiales y la población estudiada es americana de USA.

Ya Zipursky (1992) y otros autores habían investigado a la relación entre el mes de nacimiento y la incidencia de esquizofrenia. Los resultados no habían sido nunca demasiado robustos o concluyentes, pero todos los autores estuvieron de acuerdo en que la mayoría de esquizofrénicos se agrupan (en su fecha de nacimiento) en los meses de invierno (Noviembre y Diciembre), con otro pico en primavera. Estos trabajos necesitaban una hipótesis explicativa y fueron muchos los que pensaron que posiblemente esta incidencia estuviera relacionada con virus gripales comunes durante el embarazo. Fuller-Torrey (1994) y Maurizi (1984) son -por citar solo a dos- de los que más han investigado sobre el tema.

No solamente la esquizofrenia, sino otras enfermedades como el asma, la alergia a ácaros y la rinitis se han relacionado con nacer en verano. Además algunas enfermedades neurológicas pueden estar asociadas a los ciclos de la síntesis de la vitamina D.

El articulo al que refiero y que estudia cohortes muy amplias presenta una metodología algorítmica, es decir se ha diseñado un algoritmo que llama SEAWAS para determinar las relaciones existentes entre el mes de nacimiento, literatura sobre el tema y ciertas enfermedades. El lector interesado puede consultar el artículo y su metodología aquí.

Me ocuparé tan solo de sus resultados que son en cierto modo sorprendentes:

Las afecciones cardiacas (condición cardiaca) parece ser el grupo de enfermedades mas representadas y entre ellas:

La fibrilación auricular, trastornos de la válvula mitral e isquemia miocárdica crónica.

A modo ilustrativo, seleccionamos las afecciones cardiovasculares cuyo patrón de asociación entre el mes de nacimiento y el riesgo de enfermedad difiere. El trastorno de la válvula mitral muestra un patrón estacional bimodal claro con un pico de riesgo de enfermedad importante entre los nacidos en marzo y un segundo pico de riesgo de enfermedad más pequeño para los nacidos en agosto. Mientras que, el riesgo de fibrilación auricular es unimodal y alcanza su punto máximo entre los nacidos en marzo con una depresión entre septiembre y noviembre.

Al menos se descubrieron 16 asociaciones con el mes de nacimiento que nunca se habían estudiado explícitamente previamente. Nueve de estas asociaciones estaban relacionadas con afecciones cardiovasculares, lo que fortaleció el vínculo entre las afecciones cardíacas, el desarrollo temprano y la vitamina D. Los mecanismos de desarrollo temprano estacionalmente estacionales podrían desempeñar un papel en el aumento del riesgo de enfermedad de por vida.

De nueve asociaciones cardiovasculares descubiertas, seis tuvieron meses de nacimiento de alto riesgo en marzo o abril, lo que sugiere que los meses de nacimiento de alto riesgo pueden agruparse por categoría de enfermedad. Examinaron la relación entre la categoría de enfermedad y el mes de nacimiento y descubrieron que las personas nacidas en marzo tenían un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares ( Figura 5 ), pero tenían una mayor protección contra enfermedades respiratorias y afecciones neurológicas. En contraste, las personas nacidas en octubre tenían un mayor riesgo de padecer afecciones respiratorias con una mayor protección contra el desarrollo de afecciones cardiovasculares. En general, encontramos que algunos meses, a saber, mayo y julio, tenían cero enfermedades de riesgo ( Figura 5 , arriba). La lista completa de enfermedades protectoras y en riesgo por mes de nacimiento se proporciona en Datos Complementarios con todas las 55 condiciones y sus patrones en Datos Complementarios .

Lo que me pareció mas curioso es que el TDH es más frecuente en los nacidos en Noviembre y aunque el trabajo de investigación carece de hipótesis previas yo me arriesgaré a dar una para esta cuestión: los niños que nacen en Noviembre son los más pequeños de su clase, lo que significa que se llevan casi un año con los nacidos en Enero. Esta diferencia de edad en según que niveles educativos es significativa. Si usted tiene un hijo nacido en Noviembre sepa que tiene un alto riesgo de ser diagnosticado de TDH (síndrome de deficit de atención con hiperactividad). Otra explicación podría estar relacionada con bajos niveles de vit D.

So tambien interesantes los riesgos de padecer ciertas enfermedades por mes de nacimiento y del mismo modo los meses protectores para esas mismas enfermedades. Para hacerlo más fácil para el lector propongo que visite la tabla 2 del trabajo original.

Bibliografía.-

Fuller Torrey E, Yolken R. “Viral studies of schizophrenia and developmental etiology”. XIX CINP Abstracts. 1994.

Zipursky RB, Schulz SC. “Seasonality of birth and CT findings in schizophrenia”. Biol-Psychiatry 22 (1288–1292). 1992.

Maurizi CP. “Influenza and schizophrenia: a possible connection with the substanti nigra”. Medical Hypotheses. 15–2 (163–167). 1984.

 

Locuras ordinarias

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psicologia patologica

Ni están todos los que son, ni son todos los que están (Proverbio castellano)

Jose Maria Alvarez es un psicólogo de orientación psicoanalítica y que pertenece a un grupo del saber psiquiátrico que se conoce informalmente como “Alienistas del Pisuerga” con domicilio en Valladolid (aprovecho para recordar que el Pisuerga pasa por Valladolid) y más formalmente como miembro de la “Otra Psiquiatría”.

Es sin ninguna duda uno de los clínicos más interesantes del panorama actual siempre dentro de los profesionales que de alguna forma nos contamos entre esos que trabajamos con la transferencia. Alvarez es un erudito del clasicismo psiquiátrico al tiempo que es también psicoanalista de orientación lacaniana y trabaja además en la sanidad publica. Una rara avis pues.

Este libro es en realidad una fusión de ensayos diversos y he escogido por su interés para mi, un capitulo concreto para comentar aquí, me refiero al capitulo sobre las psicosis ordinarias, una teorización de J. A. Miller.

En incontables ocasiones mis lectores habrán observado que mi posición frente a las enfermedades mentales no coincide exactamente con el canón políticamente correcto. Un canon que está representado por la sucesiva edición de manuales de diagnostico que son en realidad consensos americanos, de la APA, mas concretamente. En Europa hay otra versión muy similar editada por la OMS que ha sido criticada muchas veces aquí, no sólo por mi sino por otros autores. El asunto para que el lector medio lo entienda es que las enfermedades mentales no son entidades discretas como las enfermedades físicas, sino que tienen características particulares: a veces parecen discontinuas (discretas) y a veces no lo parecen sino que se nos muestran como una especie de continuidad entre la locura y la razón.

Existe pues dos posiciones, una categórica (o estás loco o no lo estas) o bien está otra (o eres un neurótico o eres un psicótico). El asunto es que esta manera de pensar tiene muchos huecos epistemológicos, porque la verdad es que “se puede estar medio loco” o estar loco solo en un aspecto del psiquismo” y por supuesto existen entidades a medio camino entre la neurosis y la psicosis. ¿Qué es la anorexia mental?¿Qué es el TLP? ¿Qué significan todos esos estados mentales acabados en “oide” (paranoide, esquizoide, histeroide, etc.

El problema ha sido investigado desde que los alienistas antiguos se transformaron en psiquiatras y comenzaron la tarea de clasificar el pathos, es decir los sufrimientos y goces mentales. Desde entonces los clínicos se han enfrentado a la tarea de clasificar lo inclasificables, a fin de llegar a alguna clasificación que es necesaria para orientar los tratamientos. Sin diagnóstico no puede haber tratamiento pero el diagnóstico muchas veces se encuentra con el problema de que las locuras personales no encajan ni en la psicosis, ni en la neurosis, ni en la perversión (una división ternaria que introdujo Freud a fin de exorcizar este problema). Lo cierto es que la tensión neurosis-psicosis o la procedente de la locura-razón es demasiado potente para arrastrar cualquier conceptualización. De hecho ya nadie piensa en las perversiones en la clínica, arrebatados por esa tensión entre neurosis-psicosis.

Precisamente porque existen esos dos polos categoriales que también podemos imaginar un punto medio, equidistante entre ambos. El TLP descrito como trastorno border-line de la personalidad ya lleva implícita esa característica de fronteriza. No es ni una neurosis, ni es una psicosis. ¿¿Entonces qué es?

cvr-locuras-razonantes

Para entender qué es tenemos que hacer una pequeña excursión histórica.

Serieux y Capgras, psiquiatras franceses del XIX ya habían especulado con la idea de que se puede estar medio loco y no loco del todo. La idea es muy importante porque otros autores no estaban en absoluto de acuerdo con esta idea. Eran muchos, sobre todo aquellos que buscaban homologar las enfermedades mentales con las somáticas, como Falret, que creían que o se está loco o no se está, del mismo modo en que una persona o es diabético o no lo es. Falret fue uno de los impulsores de la idea -condicionada por el naturalismo de Condillac- de que las enfermedades mentales eran entidades naturales del mismo modo que las enfermedades del cuerpo. Esta idea fue ganando adeptos hasta que la psiquiatría kraepeliniana se impuso en todo el mundo culto. Desde entonces los psiquiatras somos médicos y no alienistas, es decir no nos ocupamos de la alienación sino de las enfermedades mentales.

Pero el concepto de enfermedad mental es muy discutible porque la mente es un intangible que no puede enfermar sino el cerebro. Esta es la razón por la que la psiquiatría biológica haya ganado la partida a las otras psiquiatrías, incluyendo al psicoanálisis que no obstante ha hecho aportaciones esenciales a la comprensión de los malestares mentales, el pathos.

La trama histórica.-

Lo cierto es que no tenemos más remedio que utilizar nuestro pensamiento categórico para conceptualizar las cosas. Significa que un concepto necesita de su opuesto para poder organizar nuestras ideas sobre las cosas. Así locura-razón, norma-transgresión, enfermedad-salud, etc. La idea interesante que defiende Alvarez en su libro es que es precisamente esa dicotomía, o división entre opuestos lo que genera precisamente los casos inclasificables.

En un anterior post que titulé “la rebelión de las entidades” decía:

“Todo pareciera indicar que las enfermedades mentales se resisten a cualquier conceptualización, del mismo modo que las personalidades normales: a pesar de que existen multitud de catálogos sobre este asunto lo cierto es que ninguno de ellos ha resultado ser eficiente para clasificar lo humano. La mayor parte de nosotros somos inclasificables”.

De manera que la historia de un síntoma o la aparición de otros síntomas no catalogados nos dice más del pathos de toda una generación o del Zeitgeist de una época que el estudio del cerebro.

Y lo somos tanto políticamente como mentalmente.

Usualmente hablamos de “izquierdas” o “derechas” o de “conservadores” o de “progresistas” o de “autoritarios” y “libertarios”, en USA entre “demócratas” y “republicanos”, ya podemos ver que en las clasificaciones políticas existe una tensión entre polos o extremos que tiene mucha potencia. Todo el mundo puede ser clasificado en esa especie de jaula ideológica de la que nadie -en teoría- puede escapar al menos en la presunción de los diagnosticadores de ideologías. Es precisamente esta polarización la que deja una tierra de nadie que es ocupada por otra fuerza: el Centro. El Centro seria políticamente algo muy parecido al trastorno border-line. Equidistaría tanto de la derecha como de la izquierda (de la neurosis como de la psicosis) sin ser ni una cosa ni otra.

Este tipo de posiciones fronterizas entre polos existen en lo real y siguiendo la argumentación tato de los clásicos como de Alvarez solo es posible apresarlos mediante un oximoron. Locuras razonantes o locuras ordinarias equivaldrían -siguiendo la metáfora política- a izquierdas conservadoras y a derechas progresistas. ¿Puede existir tal cosa en la realidad?

Dejo al lector que lo piense por si mismo.

Personalmente me inclino por la teoría de la continuidad aunque no rechazo la teoría contraria, la de la continuidad. Creo que lo más sensato es dejarse iluminar por ambas formas de pensar lo psíquico. Sencillamente: en algunas ocasiones es mejor apelar a la teoría de la continuidad y otras veces es mejor apelar a la teoría de la discontinuidad. En esto estoy totalmente de acuerdo con Jose Maria Alvarez: en Psiquiatría hoy no tenemos más remedio que ser eclécticos.

Es precisamente este oximoron propuesto por Alvarez que resquebraja toda las certezas que proceden de nuestra tradición médica y kraepeliniana. En este sentido el TLP sería una de las posibilidades que tenemos los humanos de llevar adelante un pathos oscuro, medio escondido y velado por una personalidad aparentemente sana y normal. Los microsintomas que podemos observar en estas personas no interfieren en que podamos percibirles como personas comunes: es precisamente en la relación intima, profunda o bajo transferencia cuando pueden observarse estas microsintomatologías amplificadas que o bien están emparentadas con la melancolía o bien con la psicosis, bien su forma paranoide o bien su forma esquizofrénica.

En este sentido tendrían mucha razón aquellos autores que entrevieron que existían ciertos síndromes entre las neurosis y las psicosis y que podeís ver el post de Juan Rojo sobre “las esquizofrenias que ya no existen”  que teneís enlazado más abajo: esquizofrenia ambulatoria, psicosis mitis, pseudoesquizofrenia, trastorno border-line, los síndromes narcisistas y fronterizos descritos por Kernberg y Kohut son las evidencias históricas de que existen “locos” que solo están locos a medias, o bien en determinadas situaciones (como en el hogar) pero son completamente lucidos en otros entornos.

En conclusión: el libro de Alvarez es una buena ocasión para abrirnos a la contradicción de saber que no sabemos los suficiente sobre la complejidad de la mente y entender porqué nos resulta tan difícil meterle el dedo al pathos humano. Probablemente porque sea tan inclasificable como cualquier otro elemento que afecte a la complejidad del deseo del sufrimiento o del goce. A mi la ventana que se me abre con la lectura de este libro es que ciertas conceptualizaciones psicoanalíticas como esta de “locuras ordinarias” nos abre una ventana a la posibilidad de pensar que después de todo es muy probable que estemos todos locos.

O dicho de una forma menos contracultural:  que hay más locos de los que creemos.

Locos pero no enfermos.

Ver:

Esquizofrenias que no existen

La macedonia psicopatológica

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“Pathos” es el conjunto de todo lo que se siente, percibe, piensa sea en un tono emocional, pasional o lúcido, cuerdo., De ahí viene la raíz “pathos” que nosotros solemos relacionar con lo patológico, con lo pasional. “Pathos” son el origen de los síntomas que configuran un síndrome completo en nuestras conceptualizaciones clínicas y que se identifican con la locura. Nosotros los psiquiatras (y también los psicólogos) nos ocupamos del “pathos”.

Lo contrario de “pathos” no es “la salud mental” o la lucidez (que también es pathos) pues toda nuestra vida psíquica, incluyendo los contenidos cuerdos es fundamentalmente “pathos”, de ahí la dificultad de separar locura y cordura, pues hasta en las intenciones más nobles y más elevadas surgen del “pathos”. Lo contrario de “pathos” es “ethos”, que alude al componente ético o nuestra parte moral que se encuentra a su vez enredada en el “pathos” de una forma tal que son imposibles de separar. El “pathos” y el “ethos” se encuentran profundamente enredadas en las psicopatías por ejemplo. Discriminar lo que es “pathos” de lo que es “ethos” ha sido la tarea que desde la Ilustración ocupó a la psiquiatría. No se trata de una tarea fácil de acometer y ya Sócrates avisó:

“Cuando Dios trató de separar “ethos” y “pathos” se hizo un lío y desde entonces ambos se encuentran enredados en la mente del hombre”. Un acto puede ser pático al tiempo que es inmoral o profundamente ético. La psiquiatría es la disciplina encargada de separar -a veces convencional o arbitrariamente- ambos campos de modo que una parte de ellos caen bajo la denominación de enfermedad mental mientras que otros caen dentro del campo del crimen..

La macedonia del pathos.-

El “pathos” es como una macedonia de frutas donde cada trocito de fruta es distinto al vecino. El gastrónomo sabe diferenciar el melón de la uva o el melocotón pero lo que aparece al gusto es una mezcla de sabores. Del mismo modo el psiquiatra conoce cada uno de los síintomas que componen esa retícula de especies: su labor es agruparlos y dotarles de una significación heurística. Más abajo volveré sobre esta habilidad heurística que llamamos diagnóstico. Es cierto que los síntomas -algunos de ellos- vienen en ciertos packs que les hace reconocibles y fácilmente identificables. Por ejemplo en la depresión, la anorexia, la fatiga, y la desgana suelen venir en un mismo paquete, pero en la psicopatología las cosas no son tan fáciles. Muchas veces un síntoma o un síndrome completo pueden aparecer en otras estructuras o categorías bien diferentes. Así un síndrome depresivo puede ser orgánico y responder al uso de ciertos medicamentos como los corticosteroides. Los síntomas y síndromes son ubicuos y pueden participar de distintas categorías o estructuras.

De manera que diagnosticar es la habilidad de reconocer e identificar las estructuras clinicas. Una estructura clínica no es simplemente la sumatoria de ciertas agrupaciones de síntomas, sino la construcción de un abstracción que abarque una amplia gama de posibilidades sintomáticas y que resulte en si misma explicativa.

Pero no se trata de construir un abstracción nueva o arbitraria sino que esa abstracción debe respetar ciertas reglas: 1) Estar justficada clásicamente por la psicopatología clínica, dicho de otra manera: una estructura debe venir avalada por la tradición psiquiátrica: el síntoma debe tener historia, inventar nuevos síntomas o nuevas denominaciones no hacen sino emborronar la episteme psiquiátrica. 2) No deben haber contradicciones epistémicas entre las observaciones y nuestras proposiciones, el psicopatólogo no trabaja tratando de encajar su caso en una estructura sino que debe ser guiado en todo momento por: 3) La observación clínica es la madre de todas nuestras proposiciones evitando el error más común entre los clasificadores: tomar como estructuras algo que es sindrómico, algo que el DSM ha consagrado hasta el paroxismo.

Una estructura contiene como “clase” a otros tipos, del mismo modo que la clase “vertebrados” incluye el tipo “mamíferos”.En psiquiatría cuando decimos “depresión” en realidad estamos hablando de un tipo leve de “melancolía”. Curiosamente en el DSM nos encontramos de hecho en una inversión metonimica cuando habla de que la melancolía es un sub-tipo de depresión (cuando contiene síntomas psicóticos). El DSM (clasificación de la APA americana) es un ejemplo de fragmentación de las entidades con sentido histórico y heurístico. Sacrificar el sentido informativo que ciertas etiquetas como “histeria” llevaban consigo ha llevado a fraccionar y separar las partes que le eran constituyentes, hasta el punto de que hoy resultan incomprensibles. Esta es una de las criticas que algunos de nosotros haceos al DSM y a las clasificaciones con intención operativa.La operatividad ha logrado oscurecer el hecho de que la conversión, la somatización (el lenguaje del cuerpo), la disociación y otros síntomas y síndromes aislados en las clasificaciones internacionales son en realidad histerias.

Decir “histeria” siempre es mas informativo que decir ·”depresión” pertenece a un nivel superior, es una clase o meta-entidad. Y aunque haya sido suprimida de las clasificaciones, la histeria sigue existiendo con otros nombres. Debemos a un ponente del DSM-III llamado Elliot Slater (1965) ese repudio y su consiguiente fragmentación en sub-entidades dispersas. La razón por la que Slater propuso la desaparición del término era que se había constituido en un insulto, una forma de descalificación sexista. Para Slater la histeria era un mito. Ya veremos que sucede en el futuro con otras etiquetas que apelan directamente a las mujeres, como la anorexia o el TLP: es posible que también desaparezcan y con ellas todo el conocimiento que arrastran en la tradición.

Por ejemplo: pocos profesionales saben hoy que la anorexia mental fue considerada desde 1876 y a través de sus descriptores Lasègue y Gull como una forma de histeria (gástrica para mas señas). Posteriormente Janet le adscribió otro origen: el psicasténico (hoy diríamos obsesivo), si bien para Janet la psicastenia era también la etiología común de todas las neurosis, una especie de flojedad en las asociaciones. Es casi seguro que  Pierre Janet era un defensor de la neurosis única, pero en cualquier caso, la anorexia mental sería un síndrome no una enfermedad (o categoria) y podría participar de otras categorías de orden superior, como la histeria, la neurosis obsesiva, pero también con la melancolía, la paranoia o la psicosis en general. En este sentido la anorexia mental seria un tipo y no una clase.

Antes de concluir este post me gustaría dejar apuntadas cuales son esas categorías y como se relacionan entre sí. Probablemente en próximos post vaya desgranando uno a uno esos pares de significantes o como dice Alvarez binomios significantes que es otra manera de hablar de los opuestos. Como humanos no tenemos más remedio que recurrir a estas categorías de contrarios para tratarnos de explicar la realidad que observamos. Si podemos hablar de locura es porque podemos hablar de cordura, si clasificamos como inmorales ciertas conductas es obvio que hemos de construir representaciones sobre lo moral. Y así sucesivamente. Uno de los pares más estudiados y más recurrido en nuestra especialidad es el par neurosis-psicosis que delimita y propone un perímetro sobre el “pathos” a estudiar. En el post anterior ya hice una cierta indagación sobre ello, de manera que en esta ocasión voy simplemente a nombrar los otros pares.

  1. Histeria-obsesión
  2. Paranoia-melancolia
  3. Depresión-manía.

El resto de estructuras clínicas como la angustia o la esquizofrenia que es a mi parecer la entidad que mejor se aviene al modelo de la discontinuidad, puede estar compartiendo binomio con otras estructuras o síndromes, la depresión, la obsesión y la melancolía, también con la histeria (psicosis histérica). Es por eso que en Psiquiatria existe tanta comorbilidad, en realidad la mezcla de frutas en esa macedonia es siempre posible, lo que no justifica de ninguna manera la descripción de nuevas entidades como el trastorno esquizoafectivo por ejemplo como si se tratara de una entidad nueva. Es más sencillo que eso: la esquizofrenia puede estar contaminada con otras entidades, prácticamente por todas o ser -en la psicosis- un punto de ruptura de otras categorías.

De manera que entre los dos modelos explicativos de nuestra macedonia: el de la continuidad entre entidades y el de la discontinuidad que sostiene que las entidades psiquiátricas son discontinuas (discretas) como las enfermedades físicas, lo mejor es fluctuar entre ambos: sencillamente algunas entidades se explican mejor con un modelo que con otro.

Y eso mismo vamos a encontrar en casi todas, con una excepción: los psicópatas no padecen depresión ni se angustian. Nunca encontrareís a un psicópata hipocondriaco.

Nota liminar.-

Este post ha sido escrito bajo la influencia de una lectura apasionante a la que me referí en el post anterior, un libro de Jose Maria Alvarez con el que concuerdo en casi todas sus hipótesis clasificatorias aun con todas las contradicciones que es necesario resolver.

Valjean y Javert

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Los Miserables es una novela de Victor Hugo que leímos obligatoriamente en el Bachiller y que más adelante se convirtió en un musical y en una película. Un musical que he visto dos veces y una película que he visto también dos veces, precisamente porque el género de los musicales siempre me ha interesado.

El caso es que recientemente ha vuelto a ser emitida por la Sexta y después de verla por tercera vez caí en la cuenta de que Javert y Valjean tienen mucho en común. Precisamente andaba pergeñando un post para explicar uno de esos ejes de los que hablé en mi post anterior (el  binario melancolía-paranoia) cuando echaron la película. Es por esa razón que he decidido dedicar a esos dos personajes de Victor Hugo este post. Pues Valjean y Javert son las dos caras de un mismo personaje.

Valjean es un melancólico que vive afligido por su pasado, por una pequeña falta que cometió en su juventud mientras que Javert es un perseguidor obsesionado con capturar a Valjean que había huido mientras estaba en libertad condicional. La persecución  implacable de Javert a Valjean es el leit-motiv de la obra y lo es mientras en Francia suceden muchas cosas que parecen no interferir en absoluto con la intencionalidad del uno de redimirse (en el caso de Valjean) o de darle caza en el caso de Javert.

Lo que destaca del personaje de Valjean es una búsqueda culpable de redención, algo que sucede cuando después de haber robado al obispo que le dio cobijo y protección mientras era un fugitivo es perdonado por él y es además premiado con el mismo candelabro de plata que había robado. Podríamos decir que Valjean es redimido socialmente por ese gesto del obispo y puede así rehacer su vida, pero su redención moral tardaría algún tiempo en suceder. EL dolor moral y la culpa son sus síntomas perpetuos.

Valjean es un melancólico porque se siente en deuda, primero con el obispo que le perdonó pero también con Fantine que es una mujer que trabajaba en una de sus fábricas y es despedida (sin que el lo supiera) y arrojada a la calle y abocada a la prostitución y a la degradación física. Esas dos faltas le perseguirán de forma insistente hasta el punto que se pregunta ¿Quien soy yo?, varias veces a lo largo de la obra. Para deshacer su deuda con Fantine decide hacerse cargo de su hija Cosette que es explotada por un tabernero sin escrúpulos y su esposa. Dedicará su vida a reparar en Cosette el daño (involuntario) que infringió en su madre Fantine. Deuda y culpa tienen en alemán la misma raíz y ya aqui hablé de ese concepto Nietzschiano de culpa= deuda. Es por eso que el deudor necesita un castigo pues sin castigo no hay reparación si bien es cierto -que como buen melancólico- Valjean no merece un tribunal tan riguroso o severo como él mismo se infringe.

Dicho de otro modo Valjean es un héroe shakesperiano que se debate entre la condena (si se entrega a la justicia) o a la maldición si sigue huyendo.

Javert por su parte es un policía cuya extracción humilde es muy similar a la de Valjean solo que se siente en cierto modo superior a él en tanto que representante del Estado, de la Ley y de Dios se siente legitimado a perseguirle de por vida no importa que obstáculos tenga que superar. Lo que destaca de Javert es su rigor, implacable en esa persecución.

Muchas veces pensamos que un paranoico es un perseguido pero pocas veces pensamos en ellos como perseguidores. Javert es precisamente el ejemplo literario más palpable de esta inversión paranoica. A pesar de que Valjean le perdona la vida en dos ocasiones nada parece hacerle dudar de su misión pues como todo paranoico le ciega la certeza, lo que distingue a un paranoico es su trato con la verdad. Javert tiene toda la razón y es por eso que él es bueno y el otro totalmente malo y es además incapaz de toda compasión al considerarse vehiculo de una Justicia divina que está más allá de él mismo. Es precisamente porque no puede soportar sentirse en duda con Valjean que es a fin de cuentas un ladrón que al final se suicida.

Melancolía y paranoia.-

Melancolía y paranoia pueden ser vistas como entidades separadas (discontinuas) o como entidades continuas según sostengamos la teoría de la continuidad o de la discontinuidad. Lo cierto es que la melancolía tiene delirios propios (como la autoacusación, de ruina, indignidad, el delirio de culpa y otros) pero también es posible hallar en algunos melancólicos delirios propiamente paranoides como las celotipias o envenenamiento, querulantes o de plagio. Así hay melancolías con tinte kraepeliniano y melancolías con tinte kreschmeriano. ¿Es la melancolía la causa de la paranoia? ¿Que es antes, o son simultáneas? ¿Protege la melancolía del rigor paranoide o del crímen? ¿Sufre el melancólico el castigo que el paranoico llevará a cabo?

Hay tantos ejemplo en la clínica como para sostener cualquiera de las dos teorías explicitadas anteriormente. El lector puede visitar este post donde hablé del caso Wagner que fue seguido durante mucho tiempo por Robert Gaupp y puede aportar algunos datos a la pervivencia de ambos clusters (lo paranoico y lo melancólico) en una misma estructura clínica.

Lo que vemos en “Los miserables” es un subjetivación de ambas posiciones a través de dos personajes unidos por un mismo aunque opuesto deseo: el uno de capturar a aquel que tiene demasiadas misiones que cumplir antes de dejarse arrestar. El otro (Valjean) ha de cumplir primero con su tarea que no es otra sino dejar a su hija Cosette en manos de su reemplazo: Marius, un joven revolucionario pero burgués que podrá cuidarla en su ausencia.

Una vez muerto Javert, y culminada su tarea Valjean vuelve al lugar donde renació: a  la abadía donde aquel obispo le cambió la vida y a reunirse por postrera vez con Fantine -con las cuentas ajustadas-  mientras Francia parece revivir en un nuevo orden.

Filosofía del inconsciente

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Cuando yo era un adolescente  ya estaba muy interesado en la filosofía, aun antes de saber de qué se ocupaba tal disciplina. Solía preguntarme lo que hoy entendemos como preguntas filosóficas, un ejemplo: ¿Por qué vemos los sueños si estamos dormidos con los ojos cerrados?. También solía comunicar estas dudas a mis amigos que usualmente las liquidaban con la frase “Tu le das demasiado a la calabaza”. Por lo visto la tarea de pensar/filosofar estaba mal vista y yo diría que aun lo está. El caso es que después de estas descalificaciones dejé de preguntar , hasta que un día

El mito de la caverna.-

Algún profesor deprimido nos contó “el mito de la caverna de Platón” y entonces pude responder en parte a la pregunta de porqué vemos nuestros sueños (y no solo los vemos sino que los oímos), los vemos proyectados en una pantalla (hoy sabemos que esa pantalla es la corteza cerebral, pero poco importa la pantalla), lo que interesa es caer en la cuenta de que la mejor explicación es la metáfora óptica para explicarse los sueños. No voy a repetir aquí el mito de la caverna que podéis encontrar por doquier en Internet salvo para decir que “el mito de la caverna” es un mito fundacional de la filosofía y que tiene mucho que decir sobre el fenómeno de pensar tal y como cuenta el autor -Pedro Alemán- en el libro que preside este post.  y del que procede el siguiente gráfico

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Tal y como podemos ver en el gráfico hay un prisionero (P) que mira al frente donde existe una pantalla. Por detrás de él hay una hoguera (H) que proyecta su luz hacia delante donde existen unas formas (F) que transportan toda clase de utensilios (cosas). Un tabique o mampara de la altura de un hombre (T) separa este desfile de formas (F) del prisionero (P), de tal manera que lo que la hoguera proyecta es solo una parte (lo que los hombres portan sobre sus cabezas), contornos de figuras incompletas pues. El prisionero (P) cree que aquello que ve en la pantalla (sombras y asombros) es la realidad pues no conoce otra cosa sino la vida encadenada en el interior de la cueva desde que nació.

Pero hay una segunda escena (la viñeta de abajo): sucede que hay prisioneros que han logrado escapar de la cueva y han observado dos cosas: 1) la cueva en toda su perspectiva , desde atrás (desde S) , son personas (filósofos) que han visto la hoguera, han visto las formas completas que desfilan constantemente y han visto la mampara. Es decir son personas que ya saben que lo que veían proyectado en la pantalla no eran sino trozos de una realidad que ahora pueden ver en su completud. 2) Pero S a su vez no es solo un lugar de observación sino también una apertura al mundo exterior donde el sol (B) proporciona una mayor claridad de observación a la realidad real. El filósofo que pudo escapar de la cueva e iluminar su conocimiento a través del sol, obviamente ya no cree en el mundo que los prisioneros ven sino que por decirlo de alguna manera se ha liberado de la ilusión de los prisioneros. Ha visto la verdad.

El mito de la caverna tiene muchas interpretaciones y muchas derivadas, una de ellas es ¿Qué pasa si los liberados vuelven al interior de la cueva a intentar convencer a los prisioneros que se liberen? Otra interesante sería ésta ¿Existe en la superficie otra cueva que puede -a pesar del sol- proyectar también sombras y ser -a su vez- otra ilusión? o ¿Es real la realidad?

Pero para mi lo interesante de este mito es su metáfora óptica que me permitió en su momento responder a la pregunta que más arriba me hacía ¿Por qué vemos (y oímos los sueños). Lo que vemos en nuestros sueños (no importa donde pongamos la pantalla del sueño) son sombras, formas y también voces (representaciones-cosa (huellas mnémicas) que proceden de nuestro inconsciente. Llamamos inconsciente a lo que hay detrás del prisionero (P) incluyendo a la mampara de la talla de un hombre y también a la hoguera que más tarde entenderemos como “el esquema en peine” de Freud de alguna manera recupera estas ideas de la caverna para proponer un modelo sobre el psíquismo.

Más tarde, cuando leí “La interpretación de los sueños” de Freud me di de bruces con un esquema que el propio Freud dibujó en su articulo original y que no era sino una propuesta del itinerario (óptico) que recorre un estimulo desde P (polo perceptivo) hasta M (polo motriz). El lector puede recurrir a este post donde expliqué el esquema en peine.

peine

Como puede observarse en la figura, un estimulo entra en el aparato psíquico por P y después ha de sortear varias barreras hasta llegar al polo M (en el preconsciente) que es el output motriz. Este es el itinerario convencional que sigue un estimulo perceptivo cualquiera pero la idea de Freud es que los sueños y las alucinaciones hacen el camino inverso: desde el polo motriz (M) hasta el sensorial (P). Es por eso que podemos ver los sueños a pesar de tener los ojos cerrados y estar inmóviles durante el sueño. Y es por eso que podemos alucinar (situar en la realidad impresiones mnémicas que en realidad) tanto de formas como de contenidos (voces), están dentro de la cueva.

La simbología de la cueva.-

No cabe duda de que la cueva simboliza el cráneo y lo que hay dentro de él, la mente, el aparato psiquico, encerrado en sí mismo y sujeto por tanto a las ilusiones que como en un teatro de polichinelas podemos ver ignorando las manos de los actores que están por debajo de las bambalinas. Lo importante está en el backstage por así decir, aunque nosotros seguimos la trama que se nos muestra en escena.

La hoguera es el deseo, lo que Lacan llamó el objeto A. ¿Pero qué es el deseo?¿Deseo de qué?

El deseo del filósofo es el deseo de saber, y Platón sitúa este deseo en la cúspide de la escalera del amor. El deseo existe porque no estamos completos, porque nos falta algo y sabemos y reconocemos que nos falta ese algo. En la medida en que nos reconocemos incompletos perseguimos esa completud que es por otra parte inalcanzable. Somos en este sentido seres deseantes y es la curiosidad (que me movió en mi adolescencia) a buscar una explicación a aquella pregunta sobre los sueños. Curiosidad que Heidegger llamaba asombro. Sin asombro o curiosidad no hay búsqueda filosófica o de conocimiento. El deseo de saber es la octava alta del amor.

Las forma (F) que desfilan por delante de la hoguera son impresiones mnémicas, es decir recuerdos, figuras humanas o de animales en cualquier caso representaciones-cosa que incluso pueden hablar entre sí. Lo interesante es que de ellos solo podemos ver en la pantalla aquellos objetos que portan sobre sus cabezas y que nos aparecen en sueños como elementos discordantes, estúpidos o simplemente incomprensibles. Lógicamente porque no son sino recortes de la figura completa.

Lo interesante es el simbolismo de la mampara o tabique (de la altura de una persona) Se trata del Superyó o la Censura onírica que solo deja pasar parte de la información que transita por detrás del mismo como un guardia jurado. Un Superyó que contiene tal y como ya he contado en algún lugar un Ideal del Yo y un Yo ideal. Es interesante conocer las diferencias entre ambas estructuras. En cualquier caso se trata de una estructura que pertenece al inconsciente a lo imaginario diría Lacan. Hay que recordar ahora que el inconsciente no es un lugar, ni un órgano sino que está construido a través del lenguaje y sus leyes semánticas.

Por ultimo la pantalla donde discurre la vida sensible del prisionero es la conciencia (lo consciente), lo simbólico según Lacan. Y es interesante observar como no todo ha sido simbolizado sino que hay elementos que escapan de la simbolización precisamente por no tener correspondencia en las representaciones-cosa. Las representaciones-palabra necesitan de esa equivalencia pues los saltos desde la hoguera (lo Real) a lo simbólico sin ese pase por el imaginario representan a la psicosis y su defecto en la simbolización.

Para terminar este post me gustaría recomendar al lector dos cosas, primero leer este libro de Pedro Alemán Laín, profundo y comprensible a la vez si queréis profundizar en la tarea del filósofo y comprender conceptos alambicados como los que propone Jacques Lacan, siempre en los limites del lenguaje. Por otra parte recomiendo ver “Matrix” que es una revisión del mito de la caverna en clave moderna y de ficción.

 


Más allá de una ética superyoica

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Aquellos de mis lectores que leyeron el post anterior recordarán que en la metáfora óptica iluminada por el mito de la caverna, había un muro, un tabique o mampara detrás del prisionero (P) y que esa mampara era la que desdibujaba los objetos proyectados por la luz de la hoguera (H). Quedamos en que esa mampara era el Superyó o la Censura onírica.

¿Qué es el Superyó?

Freud al describir la segunda tópica divide el psiquismo humano en tres partes: el Ello, el Yo y el Superyó. Siendo el Superyó la parte moral del individuo, la estructura que contiene las prohibiciones, pero también la parte punitiva, es decir los castigos de las conductas indici¡vicuales. Usualmente llamamos culpa a este tipo de puniciones, aunque probablemente muchos malestares corporales de deben a la punición inconsciente que el Superyó lleva a cabo en nuestro cuerpo., pues una parte del Superyó es inconsciente mientras que otra parte es consciente y contiene valores (ideales) como los que están presentes en la tabla virtuosa siguiente:

El Superyó podríamos pensarlo como una estructura que dice “No”, mientras que el Ello y el Yo ideal es una estructura que siempre dice “Si” mientras el Ideal del Yo contiene ideales y vuelve a decir “Si”. El Yo ha de mediar entre ambas y proponer una solución.

Esa estructura que llamamos Superyó contiene a su vez dos subestructuras:

El Yo ideal es el Yo al servicio del Ello, es decir de los instintos-pulsiones. Es una delegación que el narcisismo abre en en el Superyó, una especie de franquicia y que más abajo explicaré. En el extremo es el Superyó del psicópata: es bueno lo que para mi es bueno, es bueno lo que me proporciona placer. En el centro: es bueno lo que todo el mundo piensa que es bueno, hay que ser como los demás creen que hemos de ser. La falacia moral que muchos usamos en nuestra vida moral  es un buen ejemplo de ello: “Es bueno que sea así luego es así”.

La falacia moralista es una buena apoyatura de esta instancia psíquica que efectivamente es moral aunque enfocada hacia nuestros intereses.  Y a la mayor parte de las personas les gusta sentir que son buenos e incluso se ha hablado de exhibicionismo moral, es por eso que los dictámenes de la mayoría social se siguen sin crítica. Es verdad porque es bueno que así sea.

El Ideal del Yo, por el contrario es la parte punitiva del Superyó, es la que nos castiga cuando nos desviamos de la norma introyectada, la responsable de la culpa y del remordimiento. Cuando hacemos algo que sabemos “malo” o no damos la talla que nos exigimos nos castiga de una u otra forma: con ideas culpables o con malestares corporales, con caidas intempestivas o con accidentes. “Es bueno que sea así porque ciertas coerciones son necesarias para la vida”.

El Ideal del Yo es el representante de la primera instancia punitiva que conocimos en nuestra infancia, representante de la madre o del padre y de sus normas y castigos. Más abajo hablaré de cómo nos identificamos con esa instancia dependiendo de nuestras figuras parentales y de los mecanismos que usamos para defendernos de sus embates. El Ideal del Yo, junto con la empatía es un potente inhibidor de la agresión.

Lo importante es comprender que mientras el Yo Ideal sigue el rastro del principio del placer (ser bueno por el placer y las ventajas de serlo), el Ideal del Yo es una instancia antiinstintiva que censura y castiga ese mismo placer. Mientras que el Yo ideal es una fuerza pro-narcisista el Ideal del Yo es profundamente anti-narcisista y se opone a la grandiosidad del Yo tan típica en ellos. Es por así decir su antítesis, la pócima anti-narcisista por naturaleza.

Entendiendo el Yo ideal.-

El Yo ideal es un resto narcisista insertado en el Superyó, pero ¿qué significa ser un resto narcisista y sobre todo que relaciones guarda con el Ideal del Yo y con el Superyó completo?

Para entender este concepto es necesario comprender algo sobre el deseo y sobre Eros, es decir sobre el amor. Una persona puede amar simplemente por el hecho de que necesita ser amado. Muchos actos de generosidad aparente esconden en realidad un resto narcisista negado: la necesidad de ser amado, admitido, o admirado. Pensemos en la palabra hemofilia. En realidad todas las palabras que llevan el sufijo “filia” están hablando del amor, pero de un tipo especial del amor. Hemofilia significa “amor por la sangre”, pero en realidad el hemofíilico necesita de la sangre. Es un amor, por así decir interesado. Eros necesita ser amado, no olvidemos su origen como hijo de Poros y Penia.

El Yo ideal es el disfraz con el que se nos presenta el deseo con su versión más moral.

Para entender esta cuestión pondré dos ejemplos, el amor de la madre y el amor a los animales.

No cabe duda de que las madres quieren a sus hijos porque son suyos. Se trata de un nepotismo que nos viene de serie como buenos mamíferos que somos. El vínculo que se establece entre madre-hijo es una magnifica ventana para observar el narcisismo de la madre en bruto. Pero en este caso estoy hablando de un tipo de narcisismo muy especial, el narcisismo guardián de la vida, pues el narcisismo no es siempre una estructura neurótica o maligna, sino que evolutivamente tiene su fundamento en el hecho de que todos los recién nacidos por su condición de déficit no podrían sobrevivir sin los cuidados de la madre. Esos cuidados que la madre opera sobre su bebé no son actos morales en absoluto: ser una buena madre no tiene nada que ver con la ética, se trata de una necesidad vinculada con ese mismo narcisismo que se despliega renunciando (paradójicamente) a su propio bienestar, una especie de reflexión (una doble flexión) sobre el propio bienestar. Es un sacrificio que no se siente como sacrificio (aunque lo es) porque el cerebro de la madre ha sufrido un torrente hormonal que le induce a cuidar de su hijo, como quisiera ser cuidada ella misma. Como necesita ser cuidada.

Con eso no quiero decir que una mujer no pueda querer a un niño que no sea el suyo. Lo hacen por contigüidad. Todas las mujeres están diseñadas para el cuidado de bebés y para amar a aquel que es suyo más que al resto de los humanos. Hay en eso un mandato antidemocrático: “amarás a los tuyos mucho más que al resto de los humanos”.

Así deben ser las cosas durante el primer año de vida al menos, que es el periodo en que los bebés desarrollan la primera parte de su neurogénesis y de sus habilidades motóricas y cognitivas, pero este tipo de narcisismo debe cesar y transformarse en otro tipo de vinculo que pondrá a prueba a la madre durante toda su vida (de ahí la doble flexión). Ese cordón umbilical ha de ser cortado gradualmente para que el niño acabe independizándose del todo de ella. “te quiero tanto que he de dejarte partir”, es la contrapartida anti-narcisista y que responde a una ética anti-superyoica de la que hablaré más abajo. El niño ha de dejar de ser una prolongación de su madre pronto a tarde, usualmente cuando comience a estar interesado en otros objetos de amor.

De manera que no hay buenas o malas madres porque ser madre no es un precepto moral sino narcisista. Sencillamente hay mujeres que no pueden hacer esta flexión porque el nacimiento de su bebé les pone enfrente de algo muy incómodo: su propia falta de amor que no recibieron cuando eran bebés y que por tanto vuelve a aparecer desde fuera: a través del hijo.

Otro ejemplo que quería poner es el del amor a los animales. Es obvio que los animales son dignos de un buen trato y que el maltrato de animales es una lacra contra la que hay que manifestar nuestra repulsa. El problema está en definir qué es y qué no es maltrato, algo que varía con respecto a las culturas. En la nuestra, no somos budistas ni creemos en la reencarnación por lo tanto no tenemos ningún prejuicio en eliminar insectos molestos en nuestros domicilios, en los cultivos y en entornos humanos, asi como ratas y otras alimañas.

Muchas personas hacen de esa pulsión: el amor a los animales, un acto moral, una flexión y reivindican para los que no piensan como ellos el mayor castigo. Son esas personas que apedrean a los mozos que pretenden encerrar toros y no parecen captar la contradicción entre su pulsión moral animalista y el derecho de las personas a pensar de otra manera. Y no caen en esa contradicción porque han convertido su pulsión (el amor por los animales) en una pulsión narcisista que les hace sentir mejores. Son como supremacistas morales y por tanto encuentran derecho a manifestar su agresividad frente a los que no operan del mismo modo.

Pero defender los derechos de los animales no es un acto moral aunque lo parezca, es una forma de mostrar cierto exhibicionismo moral. Es muy discutible que los animales tengan derechos. Entre ellos y nosotros se abre una grieta: un conflicto de intereses. Un Superyó normal por si mismo se encargará de no maltratarles, un Superyó infiltrado por un Yo ideal narcisista se encargará de defender supuestos derechos.

Hacia una ética antisuperyoica.-

El Superyó y los ideales son muy poco de fiar, no solo porque contiene prescripciones imposibles de cumplir, y en otras ocasiones prescripciones injustas, sino también y como hemos visto es un buen disfraz para ocultar pulsiones narcisistas.

No cabe duda de que la gracilización de las creencias corre pareja a la gracilización morfológica y está emparentada con el tema de la moralización. No hay moralización sin efectos secundarios, todos los preceptos morales tienen algún inconveniente (Diderot) y muchas veces incluso pueden llegar a los extremos de la patologización de las conductas. Existen victimas de la moralización.

Es por eso que algunos autores proponen una moral que vaya más allá del Superyó aun admitiendo a trámite las virtudes que se encuentran inscritas en su Fundamento, Algo así sucedió con Kant y su imperativo categórico que en realidad es una sustitución de la vieja metafísica por la ética. Y esa es precisamente la función del psicoanálisis, un discurso que trata de a-moralizar, no para volver al viejo Fundamento teológico (hemos de ser buenos por amor a Dios o para no condenarnos en infierno). Hemos de ser buenos porque hemos superado nuestro narcisismo.

Todo lo cual tiene implicaciones políticas, jurídicas y sociales muy importantes.

¿Es posible una ética más allá del Superyó?

Bibliografía.-

Marinás, J.M: El contexto ético y politico del psicoanalisis en “Lo politico y el psicoanálisis: el reverso del vinculo”. Madrid 2009.

La forclusión

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Forclusión es un término propuesto por Jacques Lacan para explicar las psicosis. Como es sabido Freud no trató nunca psicóticos pero si pergeñó una teoría las de estructuras donde a cada una de ellas le correspondería un mecanismo concreto. Así a la neurosis le correspondería la represión, mientras a la psicosis le correspondería el término werwerfung que puede traducirse como “desmentido”.

Freud construyó esta hipótesis en función de un caso literario, “Las memorias del Dr Schreber”, que fue un juez alemán, hijo de un exitosos y conocido medico rehabilitador que a raíz de una serie de escaladas en su vida laboral sufrió una paranoia (hoy hablaríamos más de una esquizofrenia paranoide a pesar de su desencadenamiento tardío) que le indujo a creerse “la mujer de Dios”, de ahí procede la celebre teoría de que la paranoia seria debida a una supuesta homosexualidad latente que el propio Lacan se ocuparía de rebatir al sustituirla por la teoría del “empuje hacia la mujer” de la que hablaremos otro día.

Lacan amplió y de alguna manera sustituyó la werwerfung por la forclusión, que viene a decir que hubo algo que se expulsó del foro. Forclusión= foro+ clusión. Algo ha sido eliminado de su inscripción inconsciente. Para Lacan este algo es un significante primordial, es decir un significante muy importante. A este significante expulsado le llamó “El nombre del padre”.

Y es muy importante porque este significante es el inicio del resto de significantes, algo así como el significante rey que da inicio a la cadena de significantes con la que nos representamos el mundo. Es por eso que Lacan llama a este despliegue de significantes, la Ley, que no es otra cosa sino las leyes gramaticales por las que -queramos o no- discurre nuestra vida psíquica, pues es obvio que existe aquello que podemos representarnos con palabras y este despliegue de palabras tiene leyes semánticas y sintácticas. Ese orden o Ley permite que el lenguaje sea capaz de construir metáforas y metonimias. El nombre del padre es una metáfora, la metáfora paterna, que podemos pensar a través de desplazamientos y condensaciones, así es como se despliega la cadena del lenguaje. Es interesante además saber que para Lacan el inconsciente no es un lugar sino que es precisamente todo él, lenguaje.

De manera que una falla en el despliegue de esta cadena de significante obviamente llevar al sujeto con esta falla a un marasmo explicativo de si mismo. Una persona así no podría entenderse ni hacerse entender por un ciudadano que hable el mismo idioma.

No todos los profesionales utilizamos este concepto (solo los psicoanalistas lacanianos), yo mismo tampoco lo uso con frecuencia porque no estoy seguro de que tenga nada que ver con la psicosis, pero es un concepto que me gusta y que estoy seguro gustará al lector cuando les explique en qué consiste y les ponga algunos ejemplos de forclusiones que podrá aplicar a su propia experiencia de vida.

Ejemplos de forclusión.-

Imagine que usted vive con su pareja en una ciudad y tiene tres o cuatro hijos (no importa el numero). Por razones de su trabajo o el de su mujer ambos están obligados a vivir separados viéndose de tarde en tarde. Los niños permanecen con la madre. ¿Qué sucede en una familia así?

Bueno, pueden suceder muchas cosas que no tienen nada que ver con la forclusión sino con la distancia. Lo que tiene que ver con la forclusión es la no implicación emocional y afectiva usualmente por parte de uno de los progenitores. Diríamos que hay uno de ellos que o bien por decisión propia o bien por las circunstancias no participa en la vida familiar emocionalmente hablando. Esta situación de no-involucración puede ser por dos razones A) o bien uno de los progenitores no está interesado en absoluto en sus hijos en cuyo caso hablaríamos de una forclusión egosintónica o B) bien, uno de ellos (usualmente al padre) es expulsado por el otro miembro de la vida afectiva de la familia que se apropia de los hijos en exclusiva.

Este tipo de dinámica familiar era antes mucho más frecuente que ahora, me refiero al reparto de  roles tradicionales en el interior de la familia. No era raro en tiempos de mis abuelos e incluso de mis padres, que los padres no participaran en la vida de sus hijos. Las mujeres se ocupaban de la familia y la casa y los hombres de su trabajo y la vida social. Esta es una posición egosintónica, y lo es mientras los dos miembros de la familia mantengan este pacto, pero puede romperse y se rompe usualmente o bien por las vicisitudes laborales del padre o bien por la incomodidad creciente de la madre en una vida monótona y gris. En un escenario de este tipo no hay una forclusión completa: el padre puede existir más allá de su ausencia que en cualquier caso depende de la consideración de su esposa: de si tiene o no tiene una marido interno, es decir su propia metáfora paterna.

Un ejemplo mucho más extremo de este mecanismo de forclusión , en este caso impuesta es lo que hoy se conoce cono síndrome de alienación parental. Donde usualmente la mujer expulsa al padre no solo del hogar sino también de la estima de su hijo socavando la necesidad y el cariño del niño o bien devaluando gradualmente el recuerdo del padre ausente, probablemente tras un divorcio complicado. El niño es usado como moneda de intercambio vengativo y aunque este síndrome aun no está aceptado por los consensos internacionales, es obvio que existe si bien sus consecuencias son inciertas. Se trata de una verdadera forclusión forzada es decir no es un trastorno psiquiátrico en si mismo sino un termino jurídico que no puede entenderse sin operar con el concepto de forclusión.

Y no olvidemos que la forclusión es una expulsión. Y no olvidemos tampoco que se trata de una expulsión del padre, y de la patria potestad como se decía antes. Hemos de recordar ahora que la forclusión afecta siempre al padre y es así porque es el padre lo que opera como metáfora. Seria imposible forcluir a la madre, pues la madre está más acá de la metáfora. La madre esta en la naturaleza, el padre en la cultura.

manos

La función del padre consiste en separar madre e hijo e introducir al niño en la cultura y en la Ley. La función del padre consiste en no dejar que su hijo haga lo que quiera o que consiga siempre sus caprichos y solo puede hacerlo a partir de una aceptación de esa potestad por la madre y por supuesto del hijo. El padre no puede operar como metáfora paterna si él mismo es un niño o bien cuando ya ha sido rechazado y expulsado, o se ha autoexpulsado del hogar viviendo una vida “como si” fuera todavía un niño. Pues un padre es aquel que ya no es un niño. Peter Pan no podría ser padre aunque tuviera hijos con Wendy. Sin embargo Wendy podría cumplir su papel de madre sin cambiar nada de sí misma.

Se me ocurren muchos ejemplos de forclusiones intermedias en ciertos núcleos familiares tanto actuales como pasados. Es casi imposible que ambos progenitores se involucren de forma similar en la crianza de los hijos. Es obvio que aquí la igualdad es imposible, siempre habrá uno que romperá la igualdad poniendo más esmero que el otro en la crianza de sus hijos. Pero aquí no se trata de respetar la equidad en los esfuerzos, de lo que se trata es de conservar los roles que operan en el inconsciente y es bueno recordar que el padre siempre opera como metáfora, lo que no le imposibilita para cuidar, alimentar o vigilar a sus hijos como haría una madre. Un padre puede hacer de madre, pero una madre es muy complicado que ejerza de metáfora paterna sin renunciar a su esencia maternal, pues una madre es aquella que amará a sus hijos hagan lo que hagan, lo que debilita su posición en relación con la Ley.

Hoy hablamos de familias desestructuradas cuando el poder deja de ser funcional y piramidal y se convierte en transversal y disfuncional, allí donde los hijos tienen más poder que los padres y/o el padre ha desaparecido o vive una vida errante con entradas y salidas del campo familiar añadiendo incertidumbre y confusión. Allí donde se encuentre este fenómeno podemos empezar a pensar en la forclusión.

Personalmente no creo que la forclusión sea la causa de la psicosis pero creo que es uno de los fenómenos que causan mayor malestar y disfunciones psicológicas en los adolescentes de hoy necesitados cada vez de limites más claros debido a un exceso de oferta de goces que no operan desde el deseo sino desde el capricho.

Lo mejor seria no forcluir la forclusión, me refiero al “concepto” que es uno de esos conceptos malditos que parecen haber sido sustituidos por otros políticamente más correctos. Me pregunto cuantos pacientes son diagnosticados de apegos patológicos y que en realidad son hijos de padres expulsados del edén. Niños que viven sin metáfora paterna.

El tirano que hay en tí

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eros

“Somos o al menos sentimos que somos criaturas incompletas e incapaces de descansar hasta que esa fuerza que experimentamos dentro se realice fuera,” (Platón)

No cabe duda de que nuestra especie se caracteriza por un déficit estructural, nacemos a medio hacer si, pero no me refiero a esa cualidad del déficit sino a la-falta-en-el ser de la que hablan algunos filósofos. Una falta en el ser que es la responsable de nuestro deseo, somos deseantes en la medida en que estamos incompletos.

Freud le llamaba pulsión, Platón le llamó Eros, Spinoza, conatum, Bergson le llamo élan vital, y Lacan deseo. Lo interesante de este deseo es que nos impulsa -como decía Platón- a proyectarnos en la realidad, es decir a conseguir que la realidad se pliegue a nuestros deseos y que estos se reflejen en ella. Es por eso que Platón adelantándose a Freud en muchos años aseguraba que:

“lo que lleva a ciertos hombres a albergar el deseo de la tiranía es un impulso psicológico de la misma índole (pensaba Platón) que el que lleva a otros hacia la filosofía”

O dicho de otra manera: el impulso hacia el bien, la justicia y la verdad bebe de la misma fuente que el impulso contrario: el de la tiranía, la maldad y el dominio. Bebe de la fuente del deseo. Todo dependerá no del deseo mismo sino de las maniobras que hagamos para dominar y encauzar ese mismo deseo, algo que solo puede conseguirse con el “Conócete a ti mismo” que podría traducirse de la siguiente manera: “Conoce al tirano que hay en ti”. Es decir de la filosofía, de ese amor a la verdad que llamamos hoy introspección o análisis de la subjetividad.

platon

Platón estuvo muy interesado -por boca de Sócrates- en la aplicación de la filosofía a la política, es decir al gobierno justo de las ciudades y los territorios. En la República escribe un verdadero tratado acerca de esta imposibilidad, pues: del mismo modo que un médico no puede curar a un paciente contra su voluntad, el filósofo no puede convencer al político para que aplique en su gobierno las leyes y proporciones del sabio y si lo consiguiera no podría evitar que el tirano utilice esa misma sabiduría para el dominio de su pueblo. Es por eso que Platón concluye en la imposibilidad de un rey filósofo, sabio y justo.

Sucedió que en Siracusa hubo un tirano llamado “Dionisio el viejo” que al morir legó su trono a su hijo Dionisio el joven despertando muchos anhelos en su pueblo. Platón fue llamado a Siracusa por medio de un antiguo discípulo llamado Dión. Platón acudió a la llamada de Dión e intentó instruir al joven Dionisio pero este era demasiado joven e impulsivo para aprender nada, de modo que en su primer viaje Platón fracasó y se hizo a la mar hacia Atenas. Aun hubo otro intento de Dión de hacer volver a Platón al asegurarle que Dionisio había cambiado de actitud y ahora se encontraba mucho más dispuesto a instruirse. Lo cierto es que Dionisio comenzaba a tener enemigos en Siracusa y el pueblo comenzaba a ver en él maneras de su padre, el odioso tirano. Este segundo viaje de Platón fue también una decepción en el sentido de que efectivamente Dionisio estaba más dispuesto a aprender pero intuyó que en realidad lo que quería Dionisio era hacer más sutil y más efectivo su dominio tiránico sobre la ciudad: algo así como una “dictablanda”.

A partir de este momento Platón regresa a Atenas mientras que Dion se levanta en armas contra Dionisio. En este desdoblamiento podemos entrever como Dión es el reverso del personaje de su maestro, Platón. Uno opta por la guerra mientras el otro se retira de la vida política y vuelve a la filosofía: hoy diríamos que Platón es un intelectual nada interesado en cruzar ese Rubicón que separa filosofía (ideas) de su aplicación o política. Dión tiene una causa justa pero perecerá en su intento.

Lo interesante de este relato es considerar que el deseo de Dionisio, Dión y el de Platón eran similares: la búsqueda de la verdad o la aplicación de unas ideas concretas a la acción publica con dos vertientes éticas: una (la de Platón) la ética de la responsabilidad y otra (la de Dionisio) la ética de la convicción y más aun la ética de la guerra en el caso de Dión. Todos los tiranos -y ahora estoy pensando en los tiranos del siglo XX- eran grandes idealistas, quisieron cambiar el mundo, llevar sus ideas al plano de la realidad social. Es precisamente eso lo que les hizo tan peligrosos: vale más un tirano estúpido que un tirano con pretensiones intelectuales.

Lo que nos lleva de vuelta a los materiales del deseo, a esa especie de fuerza que nos impulsa a pensar y nos impulsa a amar, a poseer, a orientarse hacia el saber o hacia el dominio, a la guerra o a la concordia. ¿Qué es lo que hace que unos deseos tengan esa dirección justa y otros se inclinen hacia el mal, ahora que ya sabemos que todos los deseos son inevitables como seres deseantes que somos?

El ser humano es un auriga que dispone de dos caballos, uno tiene alas y es capaz de volar, otro está apegado a la tierra y fascinado por el poder, el dinero, el dominio y lo ctónico. Depende de qué caballo sea más fuerte el individuo podrá volar (hoy diríamos sublimar) mientras que otros acabarán arrastrándose por el barro del pathos.

¿Qué deseo?

Algunas personas optan por desear objetos materiales, posesiones riquezas, artilugios de toda índole, eso hacen los niños mientras andan codificando el mundo en comparación con los demás. Otros desean el amor y o bien son mártires -sometiéndose- o verdugos -dominantes- de ese amor tiránico que mueve las más bajas pasiones. Otros por fin desean el poder, otros el saber, otros la belleza. Un deseo que en cualquier caso va perpetuándose a sí mismo porque se retroalimenta. Y lo hace precisamente porque representa nuestra condición deficitaria. El deseo no puede saciarse y es siempre tiránico y es precisamente por eso que hay neuróticos que optan por el poder o bien por ese tipo de amoríos que resultan destructivos o debilitantes.

El deseo se puede acallar o mitigar como hace los obsesivos a través de múltiples trampas que se le oponen. La más conocida es la momificación del deseo o bien la momificación del deseo-del-otro. Otra alternativa es el asesinato del mismo, como hace el depresivo haciéndose el muerto y en nuestra época de esplendor consumista lo más frecuente es el desfallecimiento del deseo de aquel que lo tiene todo pero no puede disfrutar de nada.

También son bien conocidas las estrategias histéricas que se manifiestan como un cluster en el que participan, la queja, la insatisfacción y el desafío.

En realidad el sujeto histérico mantiene abierto su deseo proyectando sus deficiencias de satisfacción en los demás. Son los demás siempre los causantes de su insatisfacción sin caer en la cuenta de que la función del deseo es estar siempre vacío y con un hueco expectante, nunca colmado salvo pequeños intervalos ilusorios. De eso va la vida: lograr ese saber averiguando que maniobras hacemos para hallarnos a nosotros mismos en ese vacío existencial que sugiere que se desconoce en profundidad la cualidad de lo humano.

Eso mismo hizo Platón cuando entendió que no podía existir un rey justo, pues el poder y el exceso por si mismos embriagan y lleva la pasión hasta un limite de donde es  complicado retroceder. El pathos también embriaga y esta es la razón por la que es tan complicado traer de vuelta al enfermo, muchos de los cuales no quieren ya volver, como Dionisio.

La felicidad de estar triste

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La melancolia es la felicidad de estar triste (Victor Hugo)

¿Qué ha sucedido con las neurosis, la histeria, la paranoia, la melancolía, la neurosis obsesiva? ¿Qué ha sucedido con conceptos como el de perversión, el de repetición? ¿Qué se hizo del concepto de monomanía esquiroliana, del concepto de Zwang freudiano? ¿Por qué las nuevas nomenclaturas como el DSM han rechazado estos conceptos tan cargados de saberes empíricos y los ha sustituido por etiquetas diagnósticas donde se toma el síntoma como ejemplo de una estructura o clase?

Casi todos los psiquiatras que conozco y también los no-profesionales interesados en el tema están de acuerdo en que el eje I del DSM está sobresaturado de entidades nosológicas más que discutibles. Algunos autores critican esta proliferación de entidades y auguran que con tal manual en la mano todos nosotros podríamos ser diagnosticados de una cosa u otra. Los que hacen esa critica tienen razón. Es obvio que el manual de clasificación de enfermedades psiquiátricas reemplazó los criterios empíricos e históricos por etiquetas compartibles. Tomemos como ejemplo la palabra “depresión”, que ha venido a sustituir a la vieja “melancolía”, tan cargada de razones y de saberes. No cabe duda de que los intereses de la industria farmacéutica han tenido mucho que ver en esa proliferación de “depresiones”, pero también es cierto que se trataba sobre todo de una lucha contra el psicoanálisis y su enorme contribución a la psiquiatría moderna para sustituirla por un pastiche donde queden, irreconocibles las raíces.

Y una patología mental o un síntoma sin historia no es aceptable.

Y también hay que nombrar a la medicalización del sufrimiento humano: no cabe duda de que la etiqueta “depresión” es más soportable que cualquier otra etiqueta clásica pero aparece desposeída de los conocimientos que arrastró la palabra “melancolía”, un ejemplo de esta sustracción es la idea que preside este post sobre esa curiosa ambivalencia donde la tristeza aparece preñada de una atmósfera de satisfacción. La palabra “depresión” no está estigmatizada, es soportable por médicos, pacientes y familiares, no asusta a nadie y apunta para su solución a un fármaco prometedor. Pero está castrada en origen.

La “depresión” no es una estructura ni una enfermedad como diríamos hoy, en todo caso un síntoma o un síndrome que puede acompañar a unas estructuras u otras. La palabra “melancolía” sin embargo si es una estructura en litigio lineal con la paranoia. El eje melancolía-paranoia es el enrosque natural de estas dos formas de sufrimiento-goce. La depresión es un epifenómeno también en la histeria y en la neurosis obsesiva, pero es importante no olvidar que la melancolía es una psicosis y no una neurosis. De manera que melancolía y depresión no son la misma cosa y aunque hoy en día utilicemos la palabra “depresión” metonímicamente para describir a la melancolía (depresión con síntomas psicóticos) lo cierto es que hay síntomas depresivos en las melancolías pero no siempre los síntomas depresivos señalan hacia ella..

Dicen que el siglo XXI va a ser el siglo de las depresiones y no me extraña nada si consideramos la buena prensa que tiene la depresión y sus tratamientos médicos, sus bajas, sus pensiones y sus prebendas laborales y familiares. En un post anterior ya planteé la idea de que la depresión no era siempre una enfermedad mental, más concretamente hablé de las relaciones entre la inflamación y la depresión, es decir hablé de las condiciones somáticas del síndrome que reproduce los síntomas espontáneos que se dan sin esta concurrencia. En este post voy a explorar otra de las caras de la depresión, en referencia a la pregunta: ¿Es la depresión una patología ética?

tusculanas

Cicerón y la depresión.-

La palabra melancolía es tan antigua como la medicina griega (hipocrática). En aquella época se consideraba “melancolía” a toda forma de psicosis sin fiebre, lo que hoy entendemos como psicosis funcionales. En la antigüedad sin embargo no se consideraba a la tristeza (la emoción central de la melancolía) del mismo modo que hoy. Para un griego, el triste era alguien que se dejaba engatusar por los arrumacos de un goce que llevaba a la inacción, una especie de debilidad o cobardía. De modo que lo que hoy llamaríamos inhibición psicomotriz seria la cara oculta del afecto triste. Algo intolerable para un clásico como toda forma de pasividad. Sirvan como botón de muestra las siguientes referencias extraídas del libro de Jose Maria Alvarez “Estudios de psicología patológica”:

“La enfermedad es una fiesta para los pusilánimes pues así no van a su trabajo” ((Estobeo).

“Hay algo no solo más deplorable sino mas ignominioso y grotesco que un hombre abatido, y derrotado por la aflicción” (Ciceron).

“No puede ser un hombre grande y triste” (Séneca).

“Toda tristeza es un mal por su propia naturaleza” (Gregorio de Nisa).

La idea de que la tristeza o la aflicción eran venenos naturales que todo hombre o mujer un día u otro tendrá que probar es constante en la literatura clásica y medieval, pero también lo es su medicina: dejarse arrastrar por ella hasta la inacción es un vicio, algo que una persona formada  y moral no puede sino enfrentar con todas sus fuerzas. Pues las causas de la melancolía ya fueron identificadas en la antigüedad: la depresión tiene una causa perfectamente clara e identificable, las perdidas y los fracasos, pero en los afectos siempre hay trampa (Alvarez 2018).

La vida de Cicerón es muy interesante para aquel que quiera profundizar sobre aspectos políticos, literarios, jurídicos, filosóficos y clínicos de la época en que Cicerón vivió. Una época llena de conflictos civiles y de lealtades difíciles de compaginar. Precisamente Cicerón era un hombre hipersensible, y probablemente sufría lo que hoy llamaríamos “fobia social” a pesar de ser orador y abogado y pasar parte de su vida profesional hablando en público. Cicerón tuvo una carrera meteórica a pesar de no formar parte de la aristocracia romana, fue partidario de la República y detestaba la tiranía pero tuvo una actitud “equidistante” en el conflicto de la guerra civil y después del asesinato de Cesar del que era débilmente partidario por su alta capacidad intelectual aunque no compartiera sus ambiciones, algo que su enemigo Pompeyo no le perdonó jamás. De hecho fue asesinado por orden de Pompeyo.

Su retiro a Tusculum estuvo provocado precisamente por sus dudas éticas respecto a sus lealtades, más tarde se convirtió en un exilio electivo sobre todo después de la muerte de su hija Tulia. Es posible afirmar que los dos últimos años de su exilio estuvieron presididos por la melancolía, provocadas por perdidas y fracasos. De él y su carácter se ha dicho que:

“Ojalá hubiera sido capaz de soportar la prosperidad con mayor autocontrol y la adversidad con mayor energía!”

El interés de ese retiro en Tusculum fue precisamente porque durante él fue cuando escribió a mi juicio su obra maestra, una especie de tratado sobre la melancolía y sobre métodos para superarla. Como hemos visto Cicerón que era un estoico, estaba persuadido de que la depresión era una retirada moral sobre un problema determinado y que el mantenimiento de la dignidad era necesario para no sucumbir a una segura derrota. Dicho de otra forma: Cicerón pensaba que era vergonzoso deprimirse a pesar de tener razones fundadas sobre ello. Deprimirse era de cobardes y egoístas, en cualquier caso una experiencia inútil, idea que también encontraremos en Séneca.

Hoy hemos modificado nuestro punto de vista sobre la depresión a la que consideramos una enfermedad natural y la hemos desposeído de todo elemento ético. Es por eso que Jacques Lacan en “Televisión” plantea una vuelta a la concepción ética de la aflicción, devolviéndole al hombre su capacidad -ahora secuestrada y alienada- por “algo que nos sucede” y que “no podemos controlar sin medicamentos o ayuda especializada”.

 

Bibliografía.-

Jose Maria Alvarez: “Estudios de psicologia patologica” (2017) Xoroi Edicions.

 

 

Los oximoron de tu mente

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yinyan

He recibido algunos emails de lectores llamando la atención sobre un hecho en relación con mi post anterior. ¿No es su titulo “la felicidad de la tristeza” un oximoron?.

Claro que lo es.

Un oximoron es una figura retórica, una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una misma expresión. Es algo así como una contradicción lógica (in terminis) y se trata de una figura literaria muy buscada por los poetas. El asunto es que la contradicción procede de un hecho cerebral que nos viene con el lenguaje, nuestro mundo conceptual está regido por la dictadura de los opuestos, es por eso que nos resulta incomprensible que en la tristeza haya cierta felicidad, pero quien así piensa es porque no ha visto en su vida un enfermo melancólico profundo, de esos que deliran con contenidos de indignidad o de condenación. Esos enfermos que creen que son merecedores de un castigo ejemplar por haber llevado a cabo un “pecado”, una maldad (en el pasado) por la que merecen y buscan una redención personal en ese castigo y que usualmente se proporcionan a sí mismos. Obviamente estos enfermos exageran o inventan (deliran) ese supuesto pecado de juventud, pero lo que les hace diferentes a lo que entendemos como depresión simple en la actualidad es un secreto goce en la aplicación de un correctivo proporcional.

Quien no haya visto nunca (y la mayor parte de los profesionales no han visto nunca) a un melancólico profundo no puede comprender que sufrimiento y goce vayan de la mano en la clínica real que presentan los humanos y que la exageración, el orgullo vanidoso y un cierto placer grandioso de ser único (aun para lo más perverso) pueda coexistir con el dolor moral más profundo, la inacción más espantosa, la casi-muerte del deseo.

Y sucede porque las dos cosas pueden ir juntas. Se trata del oximoron de nuestra mente.

Supongamos estas dos definiciones:

1.- Los españoles somos  ricos.

2.- Los españoles somos pobres.

De esta dos definiciones -que no pueden ser ciertas a la vez- surge una síntesis: “los españoles no son (en su mayor parte) ni ricos ni pobres, lo que significa que pueden ser las dos cosas a la vez”. Pero si pueden ser las dos cosas a la vez es porque las premisas anteriores son falsas, pues la verdad es una nueva premisa que es capaz de dar cuenta de ambas proposiciones. Lo mismo sucede con la salud y la enfermedad o la locura y la cordura.

Lo usual es que podamos tener achaques más o menos compensados siguiendo sanos o sintiéndonos enfermos. Pues las dos cosas pueden darse a la vez. Podemos elegir -si estamos demasiado comprometidos con el pensamiento dual-categórico- en sentirnos enfermos incluso sin enfermedad o en sentirnos sanos enmedio de una enfermedad si somos capaces de escapar del influjo categórico como sucede en el pensamiento lateral..

El aufheben hegeliano.-

Cuando estamos sometido a los tironeos de la contradicción, contradicción que es la simiente del propio lenguaje en el sentido de que el lenguaje es categorico/dual y por tanto sometido a contradicciones, no tenemos mas remedio que echar mano de la dialéctica y es eso precisamente lo que hacemos.

La palabra aufheben [eliminar] tiene en el idioma (alemán) un doble sentido: significa tanto la idea de conservar, mantener, como, al mismo tiempo, la de hacer cesar, poner fin. El mismo verbo “conservar” ya incluye en sí el aspecto negativo, en cuanto se saca algo de su inmediación y por lo tanto de una existencia abierta a las acciones exteriores, a fin de mantenerlo. De este modo lo que se ha eliminado es a la vez algo conservado, que ha perdido sólo su inmediación, pero que no por esto se halla anulado.

Hegel reconstituyó -como todo el mundo sabe- las leyes de la dialéctica y le añadió el concepto que hoy mantenemos yendo más allá de la identificación entre diálogo y busqueda de la verdad que procede de la epoca clasica. Para Hegel la dialéctica es:

El acto mismo del conocimiento es la introducción de la contradicción. El principio del tercero excluido, algo o es A o no es A, ( en el caso que nos ocupa felicidad y tristeza serian opuestos y por tanto una excluiría a la otra) No- A es la proposición que quiere rechazar la contradicción y al hacerlo incurre precisamente en contradicción: A debe ser +A ó -A, con lo cual ya queda introducido el tercer término, A que no es ni + ni – y por lo mismo es +A y -A. Una cosa es ella misma y no es ella, porque en realidad toda cosa cambia y se transforma ella misma en otra cosa. Esto significa la superación de la lógica formal y el establecimiento de la lógica dialéctica.

Todas las cosas son contradictorias en sí mismas (en el pensamiento dominante categórico-dual) y ello es profunda y plenamente esencial. La identidad es la determinación de lo simple inmediato y estático, mientras que la contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad, el principio de todo automovimiento y solamente aquello que encierra una contradicción se mueve.

La imaginación corriente capta la identidad, la diferencia y la contradicción, pero no la transición de lo uno a lo otro, que es lo más importante, cómo lo uno se convierte en lo otro. (Tomado de la wikipedia).

Para Hegel dialéctica es el movimiento mediante el cual la vida se abre paso a través de las contradicciones: todo conocimiento contiene el germen de la contradicción, lo que se nos oculta son las transiciones , el cómo resolvemos esta tensión entre contrarios.

Hegel adelanta en su Lógica que este proceso de superación de los contrarios tiene tres tiempos, tres fases que están contenidas misteriosamente en el verbo aufhebenSuspender, conservar y elevar. Vamos a verlos más de cerca.

Necesitamos suspender (dejar de hacer o empeñarse en) aquello viejo, obsoleto que ya no nos sirve y sustituirlo por algo nuevo. Pero lo viejo no se destruye, se conserva de una u otra forma. La transición de lo nuevo a lo viejo se realiza para encontrar un nivel de definición nuevo que pueda abarcar lo que se suspendió y lo que se conservó (lo suspendido), algo así es el metabolismo alimentario: unas cosas se aprovechan, otras se guardan y otras se desechan.

Piense en este dilema muy frecuente en la vida de todos nosotros: una mudanza. Usted compra un piso nuevo porque puede permitírselo económicamente, porque su familia se ha ampliado o simplemente porque ha cambiado de ciudad. La mudanza, es una traslación emocional que puede contemplarse desde el punto de vista dialéctico. Lo viejo es abandonado o vendido (pero no destruido o aniquilado), lo viejo dejará huellas emocionales en su memoria y usted podrá conservarlo o no dependiendo de sus recuerdos. Pero usted se ha mudado para vivir mejor (u obligado por las circunstancias en caso de ser un menor), para mejorar aun sabiendo que quizá echará de menos a sus vecinos o los rincones de su antigua casa. Esta es la evaluación que solemos hacer cuando nos mudamos de domicilio, estamos felices porque ese cambio de vida nos eleva hacia un lugar supuestamente más feliz, cómodo o amplio que el anterior, pero no somos demasiado conscientes de ciertas operaciones que también hacemos en nuestro intus psicológico y sobre las que podemos aprender si contemplamos la interioridad de las depresiones por mudanza (descritas por Lange en 1934).

Lo que les sucede a estos pacientes es que se deprimen después de haberse mudado y quedan presos de una especie de perplejidad pues ellos mismos no comprenden su estado de ánimo, reconocen que han mejorado y sin embargo están deprimidos. Esta es una de esos tipos de depresión que no pueden ser explicados a través del duelo o fracaso entendido como pérdida sino de ganancia. En mi opinión se han dado explicaciones muy exóticas a este fenómeno que para mi tiene sólo una explicación: la dificultad del depresivo en desprenderse de lo viejo y su tendencia a conservar lo inservible.

Un desprenderse de lo viejo distinto a lo que sucede en el sindrome de Diógenes o en el TOC donde está dificultad parece más bien relacionada con objetos, aqui la dificultad parece que está relacionada con lo simbólico, el depresivo acapara basura, colecciona trastos inservibles en el sentido de que es incapaz de dejar de hacer algo que hizo durante mucho tiempo tal vez porque es incapaz de mudar de deseo. Se trata de un desprendimiento al que nosotros, los seres humanos comunes ni siquiera codificamos puesto que los tres tiempos de la dialectica en realidad transcurren en un mismo momento dialéctico.

Es bien sabido que los depresivos toleran muy mal la ambigüedad lo que es lo mismo que decir que carecen de resistencia frente a las contradicciones dialécticas, mostrándose por lo general incapaces de integrar el episodio anterior, es por eso que los ataques depresivos suelen ser recurrentes con o sin alternancia maníaca. El depresivo parece no haber aprendido nada de su crisis y es precisamente este hecho el que perpetua la oscilación tímica hasta el infinito.

Tal y como comenté en este post tanto la pena como la alegria se seleccionaron -evolutivamente hablando- porque funcionan como relés -conmutadores- de nuestro psiquismo señalando hacia tareas conclusas o recompensas a compartir. Decia alli que:

La euforia de la manía es una averia del hemisferio derecho que es el que trajina con la deshinbición, una actitud fundamentalmente adaptativa y que surgió para compartir, como un modo de comunicar al resto del grupo social la euforia por el hallazgo de comida, seguridad o haber alcanzado un determinado objetivo comunal. También para propiciar la promiscuidad sexual y fortalecer los vínculos sociales en el clan, dotando a los sujetos de una energia suplementaria y de una sensación de poder hacer cualquier cosa. Es lógico que una emoción asi fuera seleccionada positivamente.

La tristeza por su parte es tambien muy adaptativa (aunque no lo parezca), pues es necesaria como marcador emocional para reconocer las pérdidas y más importante aun: para no seguir invirtiendo recursos en proyectos destinados al fracaso. La tristeza o la pena es pues una emoción muy importante pues nos permite -cuando es adaptativa- despegarnos de la rutina, del pasado o de vínculos imposibles de recuperar. Es una emoción de hemisferio izquierdo y seguramente apareció más tardíamente en la evolución tal y como conté en este post.

El objetivo de la alegria es aumentar la sociabilidad y es por eso que la logorrea, la desinhibición, el hipererotismo, la disminución de la necesidad de dormir y la expansividad forman parte del cluster de síntomas de toda mania. El objetivo de la depresión es la retirada o escape social social (withdrawal) tal y como comenté aqui a propósito de la hipótesis del rango social de Price (1967) y es por eso que síntomas como inhibición psicomotora, anhedonia, abulia, quietud y desinterés forman parte del cluster de sintomas de la depresión, una conducta que viene a decir algo asi como “Yo ya no compito, dejadme en paz”.

Las tres partes o tiempos del proceso dialéctico son pues el mismo proceso y se encuentran gobernados por emociones arcaicas de escalada y desescalada seleccionadas por la evolución por su cualidad de señalamiento y reconocimiento de tareas que implican inversión de recursos y gasto. Es necesario reconocer que nuestros esfuerzos en una determinada tarea están destinados al fracaso para que dejemos de empeñarnos en esa tarea y la sustituyamos por otra nueva.

De manera que el proceso dialéctico a través del cual resolvemos problemas definiendo una tercera categoría abarcativa y de distinta escala que las anteriores en conflicto, es el proceso mediante el que resolvemos las contradicciones a la que nos condena nuestro pensamiento dual/categórico. Pero el problema no acaba aquí puesto que una vez instaurada la nueva categoría volverá a entrar en contradicción pronto o tarde con su contraria. A este proceso le llamamos vida.

Es por eso que el oximoron no me parece solamente una categoría literaria más o menos absurda sino una transgresión a las leyes del lenguaje que es utilizada por algunas mentes lucidas y sabias como herramientas de innovación intelectual como sucede con los koan zen.

Bibliografia.-

G.W.F. Hegel, La ciencia de la lógica.

H. Tellenbach: “Melancolía: vision histórica del problema, endogeneidad, tipologia, patogenia y clinica”. Morata. 1975

El narcisismo primario

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La palabra “narcisismo” ha pasado a formar parte de la psicología popular de un modo similar a como se suelen utilizar las etiquetas psiquiátricas: para estigmatizar. Una especie de insulto que congrega muchas suposiciones y sobreentendidos sobre lo que tal palabra significa. De manera que he decidido escribir este post precisamente para aclarar que es lo que significa este concepto más allá de ciertas características de una personalidad concreta: la personalidad narcicista que está descrita en los manuales  operativos en el cluster B, junto a la personalidad limite y la histriónica.

Mucha gente creerá que “narcisismo” es un préstamo que Freud pidiera al mito de Narciso para sus especulaciones ontogenéticas pero se equivocan en realidad el término se le ocurrió a Alfred Binet, que lo usó efectivamente para describir a esas personas que creen ser más importantes de lo que son, vanidosas y egocéntricas y que es la definición que la mayor parte de la gente se ha apropiado.

Pero Freud en su ensayo: “Tres ensayos y una teoria sexual” de 1905 inauguró una nueva forma de definir este concepto y es al que me voy a referir en este momento: una fase del neurodesarrollo del bebé. Es decir el narcicismo primario (pues el narcisismo se despliega en dos tiempos) es lo que le sucede al bebé tanto en su vida intrauterina como durante el primer año de vida. La serie de eventos por los que atraviesa el bebé y donde cada hito impulsa hacia otro que se visibiliza y objetiviza en una maduración del SNC.

El narcisismo además de esto no solo es una etapa del desarrollo o un rasgo o conjunto de rasgos de personalidad sino también una metacategoría, similar a esa otra metacategoría de la que he hablado mucho en este blog: la histeria. Así podemos hablar de neurosis narcisistas, Para Freud las neurosis narcisistas eran aquellas que no podían efectuar transferencia, un termino parecido a lo que hoy entendemos como “psicosis”. Sin embargo los desarrollos posteriores a los que llegó el psicoanálisis sobre todo con los psicoanalistas de tercera generación como Otto Kernberg llegaron a una clasificación mucho más sutil de estos trastornos acabalgados entre las neurosis y las psicosis. De estos trastornos merece la pena señalar al TLP (trastorno limite de la personalidad) como paradigma de una patología narcisista. Vale la pena que el lector lea este post donde precisamente hablé del narcisismo normal, del patológico y del maligno.

De manera que existen tres acepciones de la palabra “narcisismo”. 1) El rasgo o rasgos de carácter, 2) la matriz o metacategoría que engloba distintas patologías y 3) La etapa evolutiva que atraviesa el bebé durante su primer año de vida. Hoy en día ciertos autores tienden a extender este concepto a la vida intrauterina, al menos a la ultima parte de la misma ante la evidencia de que determinadas circunstancias de estrés de la madre perjudican al bebé de una manera impredecible como todo lo que sucede en un cerebro en formación donde el estrés y los mecanismo de resiliencia juegan su partida en sentidos opuestos. En cualquier caso el termino “narcisismo” en este sentido ontogenético no es en ningún caso una patología sino una etapa más del neurodesarrollo. Una etapa donde lo que predomina son los mecanismos de autopreservación.

Regulación emocional y sincronización con la madre.-

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Los primero meses de vida extrauterina son claves en el desarrollo cerebral y mental del niño (en realidad todo el primer año es vital). Y lo son porque las neuronas del tallo cerebral emprenden un viaje hacia el sistema límbico y la corteza cerebral más tarde, mediante esas guías que llamamos la glía y que van conectando distintas áreas cerebrales y a la larga distintas funciones, primero emocionales y más tarde cognitivas, siempre de atrás adelante y de abajo arriba: del cerebro profundo al cerebro más moderno. Este trabajo de conexión se lleva a cabo mediante la estimulación de los canales perceptivos (la vista, el oido, el tacto y el olfato) sobre todo, es por eso que a los niños hay que hablarles, cantarles, tocarles y mecerles pues el movimiento sincrónico es necesario para calmarles como saben instintivamente todas las madres.

Pues la madre está sincronizada con su bebé y es ella la que a través de su juego interpersonal ha de llevar a cabo esa tarea de regulación emocional en la que interviene también el nervio vago y no solo los ojos, los oídos o la nariz. la regulación autonómica de un bebé se lleva a cabo mediante la sincronización con su madre, algo parecido sucede con el sueño, puesto que el niño no dispone aun de una reloj biológico maduro para dormir de noche y estar despierto durante el día, aun así el niño precisa muchas horas de sueño si lo comparamos con un adulto. De modo que existe también un trabajo por parte de la madre para adaptarse a estas carencias de su bebé, la falta de sueño es probablemente la más conocida de entre ellas.

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Dicho de otra forma: la dependencia de un niño con respecto a su madre es total y no se refiere tan solo a la alimentación o a los cuidados higiénicos sino que -más allá de eso- es necesaria para regularse autonómicamente, y sobre todo emocionalmente, el contacto emocional es mucho más importante para la maduración del niño que cualquier otra consideración. Madre e hijo son un circulo cerrado que se agrietó en el momento del parto pero que permanecerá cerrado hasta bien entrado el segundo año. Y es por eso que a esta fase antes de Freud se le llamó periodo urobórico, esa serpiente que se come la cola y que cierra el circulo.

En otro orden de cosas, el narcisismo primario es una especie de Edén particular para el niño, de modo que podemos considerarlo como un punto de fijación. Es ahí donde volvemos cuando las cosas se ponen feas en nuestra vida a través de la regresión. tanto las personas que tuvieron averías en esa fase de su vida como las que tienen dificultades mas tarde “regresan” a ese estadio de felicidad “estúpida”. Es por eso que Freud llamó a las psicosis, neurosis narcisistas, pues siempre encontró una regresión a esa fase (que el llamó oral) y que se caracterizaba por un bienestar del que nuestra memoria guarda algún recuerdo en forma de confianza -llamada básica- u optimismo vital.

Se llama narcisismo primario a la siguiente constelación:

  • El niño no tiene Yo, solo tiene sensaciones corporales.
  • El tiempo no existe, ni tampoco el espacio.
  • El niño flota en el mundo y el mundo es su madre.
  • Aparición de la sonrisa social a partir de los tres meses, antes solo es una mueca arcaica.
  • La vocalizaciones proceden de la imitación y de la euforia del narcisismo primario. El niño disfruta oyendo sus propias vocalizaciones.
  • El niño experimenta una unidad fusional con la madre y no se sabe separado de ella. Esta es una experiencia no dual que es clave para entender el narcisismo. Y es clave también para entender porque volvemos a ella.
  • El niño responde con sonrisas a las gestalts (caras) que se le presentan hasta que aparece más tarde la ansiedad ante el extraño. Y con ella la ansiedad de separación. Todo ello acaecerá a partir de los 8 meses aproximadamente y supone un hito evolutivo pues indica que el niño ya sabe a partir de ese momento que se encuentra separado de la madre.
  • La boca es el centro de todo conocimiento.

Y las neuronas siguen migrando hacia adelante atravesando estructuras mesencefálicas y límbicas y aparecen nuevas emociones. La más antigua de todas, el miedo, que vendrá a sustituir a las inervaciones arcaicas como el sobresalto y esas sacudidas que poco a poco van menguando en su frecuencia y que señalan en la dirección de que las estructuras arcaicas (del tallo cerebral) van siendo subsumidas por otras de rango superior. Y el miedo es siempre miedo a lo otro, es por eso que el miedo tarda más en aparecer. No lo hace hasta que hay un otro.

Y esto es el narcisismo primario pero nos quedará hablar en otra ocasión del narcisismo secundario.

Etica y moral

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Aunque ambos conceptos se usan de manera indistinta, tiene mucho interés para nosotros los psiquiatras, los psicólogos y también para politólogos y antropólogos diferenciar ambos conceptos. Etica y moral no son equivalentes.

La ética como la etología procede del vocablo griego ethos y efectivamente, esta palabra hace referencia al lenguaje común -en contraposición al pathos de las pasiones- pero también (costumbre) está emparentada con la latina mor-is que significa lo mismo, es decir los usos y costumbres (la virtud y los valores) que llevamos y compartimos con nuestro grupo para vivir en sociedad y eludir los conflictos. El conjunto de reglas que gobiernan nuestra vida en común. Sin embargo entre nosotros cabe hacer una distinción, la ética es individual, la moral es colectiva, grupal. En este sentido la ética tiene una dimensión más psicológica y está de alguna manera individualizada, mientras que la moral la tiene más social y tiene una carácter mas normativo.

De lo que se trata en la ética es de favorecer la supervivencia y la indemnidad de los individuos y también de sus modos de orientarse en la vida, sus elecciones y opiniones y su idiosincrasia. La ética tiene un mandato “No hacer daño” y otras colaterales como ayudar a sobrevivir a cualquier ser vivo de nuestra especie, mientras que la moral vigila por los intereses del grupo y de la supervivencia del mismo en un plano mucho más colectivo. Para la moral lo que interesa es el grupo, para la ética lo que interesa es el individuo.

No es raro pues que individuo y grupo vivan en una continua tensión puesto que a veces lo que es letal para el grupo puede ser considerado como vital para el individuo. La mayor parte de las veces sin embargo, ética y moral conviven sin particulares disonancias. Por ejemplo el homicidio es una actividad prohibida y perseguida por la moral y el derecho y también está penado éticamente.

Pero no siempre sucede así y me propongo en este post poner algunos ejemplos de qué sucede cuando los individuos rotulamos un problema como moral moral que en realidad corresponde tratarlo como ético y viceversa. Pero antes me gustaría señalar que la moral es anterior a la ética individual y evolucionó como conducta como una forma de minimizar las ganancias de los tramposos y de castigar a los infractores. La dialéctica entre grupo e individuo se encuentra además en el  centro de la biología evolucionista, aun hoy existe una discusión sobre si la unidad evolutiva de las especies es el gen como propone Dawkins o el grupo como propone E. O. Wilson entre otros y lo cierto es que existen pruebas tanto en un sentido como en otro.

El ejemplo del animalismo.-

toros

El animalismo podría definirse como la sensibilidad que algunas personas tienen hacia los animales y que les acerca a considerarles casi como personas y depositarias por tanto de derechos  y por tanto de  deberes éticos para con ellos. Sin embargo esta idea se topa con una contradicción pues la ética implica solamente a lo humano y no alcanza a los animales ni al resto de seres vivos. Pero esta contradicción no es la más importante, lo peor es cuando se moraliza esa conducta ética y se convierte por tanto en una imposición frente a aquellos cuyas sensibilidades hacia los animales no son similares. Es algo que podemos ver en los detractores de la tauromaquia organizados de forma hostil contra todos aquellos que en su parecer “maltratan a los animales”. Menos moralizante me parece el veganismo que en cualquier caso es una conducta individual y ética que implica no comer carne animal y por tanto no contribuir a sacrificar a ninguno. El veganismo no trata de imponerse en principio por la fuerza, no divide el mundo entre nosotros y ellos y si lo divide no ataca -de momento- a los que consumimos carne.

Significa que una de las maneras de discriminar lo ético de lo moral es que lo moral y lo moralizante (aquello que ha sufrido un proceso de moralización y que otrora fue neutral) tratan de imponerse por la fuerza: conseguir un mundo donde se alcanzara un consenso forzado sobre qué es maltrato y que es fiesta nacional o simple costumbre y festejos populares de iniciación para jóvenes. Es congruente con el origen de la moral que no es otro sino vigilar, identificar y castigar al disidente.

El ejemplo de la inmigración.-

Otras veces el conflicto entre la ética y la moral procede de un exceso de ética, podríamos decir de un exceso de empatía. Algunos autores como Paul Bloom han señalado precisamente que nuestro mundo no es que carezca de empatía sino que sufre de un exceso de la misma. Un exceso de empatía puede llegar a ser letal para un individuo concreto y también para el grupo, basta con recordar las noticias sobre cooperantes que han muerto en lugares inhóspitos llevados por sus excesos de empatía y su escasa valoración (o minimización) del riesgo.

Obviamente ofrecer comida al hambriento, bebida al sediento, posada al peregrino, atención al enfermo, cobijo al necesitado y atención a los niños son actitudes éticas universales y pertenecen a un cluster de conductas basadas en el eje Daño-Cuidado del que habló J. Haidt en su libro ya de culto “Mentes virtuosas”. Pero esta posición se encuentra en conflicto con otra prescripción moral que procede del grupo de pertenencia. Los recursos no son infinitos y por tanto no se pueden compartir indefinidamente. ¿Qué sucedería si Europa se llenara de 30.000.000 de inmigrantes? Bueno, pues que no habría nada que repartir ni ética que aplicar más que la pura supervivencia de cada cual, el regreso a la jungla. Es aquí donde aparece la política al decidir donde acaba la ética individual y comienza la defensa del grupo.

En conclusión moral y ética no son equivalentes y aunque hay solapamientos entre ambas, también existen antagonismos y dificultades para sincronizar las actitudes éticas individuales con las grupales donde de lo que se trata es de asegurar la supervivencia colectiva. Aquí os dejo un video del profesor Gustavo Bueno, muy cortito que habla de estos temas.


La tarea del héroe

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Los sueños son mitos personalizados, los mitos son sueños despersonalizados (Campbell)

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Sobre Joseph Campbell ya escribí hace tiempo algunos post y recientemente he vuelto a leerlo después de que una persona conocida me hiciera llegar un sueño. Un sueño de esos que llamamos arquetípicos y que representan a nuestro héroe o heroína en tránsito en esa tarea que nos compete como humanos. Campbell es para mi uno de esos autores de culto al que hay que volver constantemente para reverdecer nuestras ideas, sobre todo aquellas que buscan patrones en la conducta humana, sea patológica o no. Patrones que Campbell busca en las religiones, en los mitos y en una cierta impregnación jungiana.

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Resumiendo mucho, la idea de Campbell es que los humanos somos finitos, lo que significa que nacemos (en el seno de un hogar) y morimos después de completar una serie de tareas o trabajos perfectamente sistematizados a través de los mitos que emplea para señalizar esos itinerarios. Lo dibuja como un círculo pues de lo que se trata es de volver al origen, al lugar de donde salimos, a eso que Jung llamó el pleroma. Volvemos al mismo lugar que ocupábamos antes de nacer: al hogar.

Hay pues un camino largo que rodea el circulo pero también hay un camino corto, la vuelta atrás. Es necesario cruzar el umbral que señala la puerta y que encierra todos los peligros imaginables. El umbral está custodiado por un cancerbero, perros o figuras amenazantes (como esas gárgolas que asoman en las catedrales) o monstruos híbridos de dragones, serpientes y águilas (los animales arquetípicos). Su función es dar miedo, pero también existen personajes dispuestos a ayudar al viajero: ancianos, mujeres sabias, príncipes o caballeros, etc.

Un sueño arquetípico.-

Esta noche, he soñado algo que tenía que ver con ir a hacer una segunda subida al Carros de Foc, (es un trekking de 70km en el parque de Aigüestortes, en Lleida) del que hicimos una parte con V hace unos días, debíamos hacerla entera pero mi rodilla – y tal vez mi mente también- nos hicieron acabar como a la mitad. Pues bien, en mi sueño iba a hacerla sola, como por acabar lo empezado, pero al final no acababa de subir, como que no encontraba la manera, no físicamente sino logística o psicológica mente. Es decir no llegaba de donde estaba hasta el lugar de realizarla. 

Así que seguía en la urbe. No llegó a ver si Barcelona o P. o donde era) y me encontraba a mis padres que iban como a alguna fiesta social, tipo fiesta mayor o así. Entonces miraba el mapa con mi padre, como para ver por donde empezar. Yo me sentía un poco avergonzada por no saberlo encontrar yo sola, aunque no había ningún reproche por parte de nadie.

Mientras veía si me iba o no, estaba alojada en algún sitio con gente, gente conocida y desconocida, algunos de la universidad y otros que no sé quienes eran. Era un lugar desordenado y un poco sucio… Y perdía los pendientes! 

Interpretación.-

Nótese que la heroína se enfrenta a una tarea, en este caso una escalada. Una escalada que ya enfrentó con su pareja pero que no pudo culminar. En el sueño trata de llevarla a cabo sola, sin ayuda de nadie y vuelve a fracasar.

De repente el sueño cambia de escenario y se encuentra en un lugar conocido, -el hogar- con sus padres de por medio. La heroína vuelve atrás por sus dificultades (el camino corto) y trata de encontrar el camino en un mapa con ayuda de su padre pero no llega a ninguna conclusión: la heroína se siente avergonzada por no ser lo suficiente autónoma para “hacerlo sola”.

“Perder los pendientes” es algo imposible de interpretar pues corresponde a un nivel simbólico personal de la soñante, pero obviamente los pendientes no son necesarios para las escaladas, de manera que perder los pendientes tiene algo que ver con esa lucha que la soñante mantiene con su autonomía de la que no es ajena su pareja, pues no olvidemos que el amor se enrosca necesariamente con la dependencia.

El país de lo misterios está lleno de pruebas y dificultades, Psiché ha de superar las pruebas que su suegra Afrodita le puso enfrente antes de perdonarla por su traición a su hijo Eros. Se trata naturalmente de una metáfora sobre la adquisición de la femineidad, algo que una mujer ha de conseguir antes de poder encontrar las recompensas que la vida reserva a quienes han encontrado su lugar.

 

 

El viaje completo del héroe (conferencia pronunciada por el Dr Francisco Traver)

La candidez

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Dislocada de sus quicios la conducta se desquicia (J. M. Errasti)

 

Ingenuo

Según el diccionario de la RAE la candidez es una especie de simplicidad sin malicia, una ingenuidad, pero me ha parecido que esta definición no encaja demasiado bien con lo que J. M. Errasti ha llamado la sociedad de la candidez, un concepto más profundo que puedes perseguir en este post donde el autor pone algunos ejemplos de candidez, desde su experiencia como profesor universitario.

Utilizaré pues la definición que Errasti da a este concepto más allá de la definición de la RAE.

Definimos la “candidez” como una forma de estar en el mundo occidental actual en donde el individuo asume que el voluntarismo y el sentimentalismo es la escala que le es propia a todas las cuestiones micro y macrosociales, aquélla en donde se desenvuelve la vida y la que, en último término, fundamenta todas las demás al margen de los determinantes materiales de dichas cuestiones. La candidez, aunque no es exactamente lo mismo, está relacionada con la ligereza de la que habla Gilles Lipovetsky (“De la ligereza”, 2016), con la inocencia de la que habla Pascal Bruckner (“La tentación de la inocencia”, 1995) o con el infantilismo del que habla Frank Furedi (“Qué le está pasando a la universidad. Un análisis sociológico de su infantilización”, 2016)”.

Podríamos añadir también el concepto de ” la sociedad del cansancio o del rendimiento” de Han de la que hablé aqui.

Comencé a ejercer la Psiquiatría en los 70, de modo que he sido testigo de un fenómeno que, en mi opinión no ha sido lo suficientemente investigado: me refiero a los cambios de la clínica psiquiátrica que se han producido entre aquellos años y el cambio de siglo. Entonces los ingresos eran fundamentalmente psicosis funcionales, esquizofrenias, brotes maniaco-depresivos, paranoias y catatónicos, también cuadros orgánico-cerebrales, y sobre todo epilepsias con síndromes psiquiátricos sobreañadidos.  En el nivel ambulatorio eran raros los cuadros melancólicos o depresivos, no existían los trastornos alimentarios (o eran muy raros). La primer anoréxica que vi, seria ya bien entrada y cercana la década de los 80.  El TLP carecía de traducción nosológica, recuerdo que el primer caso que traté sería también de esa época y lo catalogamos como esquizofrenia. Los alcohólicos han existido siempre pero la drogadicción no existía. Las psicosis infantiles no existían y las encefalopatías sin nombre que atendíamos eran calificadas como oligofrenias sin más, el TDH no sabíamos lo que era. El dolor psicogeno y la fatiga crónica eran una rareza exótica. El autismo era muy raro. Los trastornos de personalidad se englobaban en la etiqueta “psicópatas” siguiendo las descripciones de Kurt Schneider pero no los ingresábamos casi nunca sin patología comórbida de por medio, se trataba de personas muy disfuncionales que tendían a abusar del resto de enfermos.

De modo que el panorama clínico de las instituciones psiquiátricas de entonces poco tiene que ver con el panorama actual, con niños de corta edad que presentan patologías diversas abigarradas, alimentarias o no. Pareciera que la barrera que separaba los niños de los adultos se hubiera quebrado, hablamos entonces de la delgada brecha que separa la infancia de la juventud. Hoy no es raro sino habitual atender niños maníacos, depresivos o con patologías de personalidad tipo TLP, síndromes severos de hiperactividad, trastornos de conducta inespecíficos, etc. Tampoco es raro que los adolescentes se suiciden o se metan en líos que más tarde van a repercutir en su salud mental. Las salas de agudos están llenas de trastornos de personalidad con patología psiquiátrica asociada al consumo de drogas (patología dual) y los esquizofrénicos siguen siendo, sin duda los pacientes que parecen no haber acusado el tránsito de siglo.

La mejor descripción de estos cuadros psiquiátricos actuales pertenece a Antonio Colina en un articulo llamado “Gente sin rumbo”:

“Son sujetos impetuosos, que se sienten siempre víctimas inocentes y les cuesta entender la palabra responsabilidad, que carecen de recursos para disfrutar del goce de la lentitud y de la lujuria de la austeridad, que siempre eligen mal a los amigos y que no conciben proyectos ni  someten el deseo a una dosis dulce de voluntad. A estos males los han llamado “trastornos límites”, porque ni siquiera como diagnóstico se atreven a ocupar un lugar. Viven en las fronteras de todas las enfermedades y están llamados a ser los representantes genuinos del destierro del hombre actual”.

De manera que estos cambios en la patología mental necesitan una explicación. Una explicación que procede en primer lugar de la patoplastia propia de las enfermedades mentales. Todo el mundo sabe y acepta que las enfermedades mentales mutan según la época, unas más y otras menos como la esquizofrenia que parece ser siempre la misma (a pesar de que hoy es más benigna que hace 50 años). Han aparecido patologías nuevas y sobre todo se han infiltrado en rangos de edad que no le eran propias hace solo unos cuantos años. Los adolescentes por ejemplo son un rango de edad donde se dan cita patologías diversas y en cierta forma nuevas y graves como el TLP (trastorno límite de la personalidad). Se ha dicho que la sociedad postmoderna tiene mucho que decir acerca de la emergencia de estas enfermedades nuevas.

Enfermedades nuevas que tienen que ver con la opulencia, los excedentes y la urbanicidad tal y como conté en este post, al tiempo que se relacionan con una hipertrofia de la subjetividad y del individualismo. Lo que es lo mismo que decir del narcisismo.

Pues el narcisismo es la versión psicológica del marketing y la propaganda capitalista, más concretamente de la fe neoliberal que privilegia el esfuerzo, y la competencia de los rendimientos en busca de la perfección en los resultados finales de esos esfuerzos. La mayor parte de las patologías mentales en la actualidad son narcisistas, lo que las hace más difícilmente abordables que las neurosis clásicas que eran -por decirlo así Edípicas- y tal y como Freud señaló, eran abordables precisamente porque llevaban a cabo transferencia, algo que no parece al alcance de los narcisistas.

Edipo y Narciso están perpetuamente en desacuerdo y a veces en guerra pues las necesidades de autoafirmación y placer (Yo ideal) y las necesidades del deber (Ideal del Yo) viven en una continua conflagración. No es necesario decir que las sociedades actuales (me refiero a las sociedades occidentales) y sus valores son absolutamente narcisistas, hasta el punto de haber anulado casi completamente a Edipo que ha pasado de ser un héroe trágico a un héroe de cómic.

La dificultad estriba en explicar como esos cambios sociales han logrado penetrar en el imaginario humano y han sido capaces de transformar las mentes de buena parte de la población enloqueciendoles en unas formas de locura completamente nuevas.

Me ha gustado la explicación de Errasti a este fenómeno al relacionar la opulencia con el narcisismo:

“Y el principal es una sociedad opulenta en donde los determinantes materiales que la estructuran quedan ocultos en un segundo plano tras una abundancia que parece brotar “per se” y constituir la naturaleza misma autosustentada de las cosas. La sexualidad explota en todas sus combinaciones aritméticas desvinculada de la reproducción. Desaparecido el hambre, la dimensión identitaria de la comida va ganando cada vez más terreno a la dimensión nutritiva. Los Estados políticos parecen cristalizar a partir de sentimientos nacionalistas previos y no al revés, y cualquier recordatorio a los elementos coercitivos para su mantenimiento desasosiega a la ciudadanía. Las nuevas familias han roto cualquier vínculo con aspectos como la herencia, la propiedad privada o el reparto de las tareas y los cuidados en función de las diferentes edades de sus miembros. Dislocada de sus quicios, la conducta se desquicia”.

No cabe duda de que la alimentación y la sexualidad son dos de los campos donde estas nuevas subjetividades florecen gracias a la candidez de sus clientes.

La anorexia mental como paradigma de la candidez clínica.-

Muchas teorías se han explicitado para arrojar luz frente a esta patología que considero endémica de las sociedades opulentas y postmodernas. No cabe duda de que hay factores evolutivos ( la competencia intrasexual), genéticos (la mayor resistencia de las mujeres a la inanición y los genes relacionados con la obsesividad o escrupulosidad), sociales (la mayor sensibilidad de las chicas a la exclusión del grupo) y biológicos (la necesidad de las chicas de resultar atractivas para el sexo opuesto), por no entrar en las dificultades de maduración psicológica de las adolescentes que han de enfrentar múltiples problemas en su entorno, y rendimientos a la par que pelean por resultar atractivas para el sexo opuesto.

No cabe duda de que el perfeccionismo es una patología emparentada con la anorexia mental y mucho más difundida que la propia patología medica completa. El perfeccionismo es el representante, la franquicia psicológica de la fe neoliberal.

El perfeccionismo sin embargo, no es ni una idea, ni una conducta ni un endofenotipo sino una creencia, más concretamente formulada en forma de duda. El perfeccionista cree en la excelencia y opta siempre por lo mejor que es para él un icono moral. Se trata de alguien que no sabe que “lo suficientemente bueno” es preferible a lo mejor. Esta idea es probablemente el origen de sus dudas, siempre hay algo que podría ser mejor, más barato, mejor posicionado, se trata pues de buscarlo pues ¿cómo saberlo?. Supongamos que tenemos que hacer una compra. Hay dos tipos de actitudes con respecto a eso: recorrerse todas las tiendas con la intención de maximizar el coste/beneficio o conformarse con lo que hay después de haber visitado algunas.

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Para comprender mejor esta idea de maximizadores versus satisfactores es mejor que el lector vaya a este sitio donde se habla de Barry Swartz y su libro “Por qué más es menos”.

Extraígo de alli este párrafo:

Schwartz denomina “satisfactores” a aquellos que, sin ser meros conformistas que cogen lo primero que ven, buscan optimizar su compra, pero que en cuanto encuentran algo razonablemente bueno se detienen y eligen. Frente a ellos nos presenta otra figura poética, los “maximizadores”. Estos últimos son personas que quieren obtener lo mejor de lo mejor, algo único que reúna unas cualidades excepcionales en precio, calidad, originalidad, modernidad o lo que al maximizador le pase por la cabeza. El caso es que estas dos figuras poéticas (estos seres ideales), habitan en distinta proporción en cada uno de nosotros, y me atrevería a decir que también en cada uno de nuestros distintos yoes a lo largo de una vida que va de la maximización a la búsqueda de la satisfacción. El maximizador, a la hora de comprar, por ejemplo, un coche, no parará de dar vueltas hasta dar con aquel que cumpla al máximo con sus expectativas ideales (tantas veces irreales), o acaso un libro, o un pantalón, o un servicio de telefonía para llamadas internacionales, o un seguro médico. El satisfactor, en cuanto haya dado un par de vueltas y comparado dos o tres productos, si uno de ellos le satisface, lo tomará y se irá tan contento a su casa ahorrándose quebraderos de cabeza del tipo: “¿y si hubiera mirado en una tienda más?”, y sufrimientos como el de ver, al día siguiente, a un amigo que tiene ese producto que estaba buscando obtenido a mejor precio y más de su gusto. Como  dice Schwartz, aunque con otras palabras, todos llevamos dentro un homúnculo maximizador y otro satisfactor. Pero el problema reside en quién gana la batalla el mayor número de veces. Los que en una escala de maximización realizada por Schwartz daban puntuaciones más altas solían ser bastante desdichados (medido esto con otra escala de felicidad y complacencia con sus propias vidas y elecciones).

Aqui hay un video interesante de Barry Swartz sobre una de sus ideas fundamentales:la paradoja de la elección. En realidad la abundancia no nos hace más libres sino más insatisfechos. Algo sobre lo que volveré más abajo.

En realidad la perfección es la creencia que sostiene a los escrupulosos, la parte visible de su concepción del mundo por así decir. No hay que insistir demasiado en la idea de que las personas que tienen esta disposición genética y que aspiran a la perfección tienen una alta vulnerabilidad biopsicológica, la razón fundamental es que lo perfecto no existe y además lo humano requiere una conformidad con lo alcanzable (Necesidad), aquel que sustituye lo “suficientemente bueno” y que tiene al alcance de la mano y lo sustituye por lo óptimo corre el riesgo de toparse de bruces con lo inalcanzable. Son personas que sufren enfermedades y padecimientos bien diversos, algo que procede de un sentimiento crónico de infelicidad y desdicha.

Lo interesante de la formulación de Errasti es la idea de que la alimentación ha dejado de ser algo relativo a la nutrición para convertirse en una identidad. no es raro pues que las dietas, el veganismo, la preocupación por lo que comemos (ortorexia) y la anorexia mental estén relacionados. La delgadez es una forma de identificarse con el cuerpo, una forma de candidez que no contempla el hecho de que no podemos tener el cuerpo que queramos tener (salvo con grandes sacrificios y renuncias quirúrgicas) por más que los mercaderes de la identidad insistan en ello.

Si la comida y el comer son arrancados del eje o la plomada que les hace ajenos a la elección, entonces suceden cosas extraordinarias y sus victimas ejercen su voluntad de delgadez y aparece el desquicio pues ya no existe quicio.

Rene Magritte - Victoire La

 

 

Síntoma y fantasma

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fantasma

La fantasia es uno de los registros de nuestra mente, un lugar donde nos dedicamos a simular una realidad que no existe. En cierto modo es posible definir la fantasía como lo opuesto la realidad. Ya Freud habló de la Phantasie como de uno de los registros potenciales de nuestro psiquismo. Pero no conviene confundir la fantasía con el “fantasma”.

Más abajo veremos como el fantasma tiene una función bien distinta a la fantasía pues el que está habitado por él, no sabe que lo está, mientras que de alguna forma la fantasía siempre es algo consciente y voluntario, si bien de menor definición que la realidad pero siempre atendiendo a esa función de simulador intencional que es a veces nuestra mente.

Este concepto psicológico de fantasma al que voy a referirme y que en griego significa “aparición” está tomado de la propia definición que da la wiki sobre el fenómeno:  “seres muertos (más raramente aún vivos) que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible (por ejemplo; visual, a través de sonidos, aromas o desplazando objetos —poltergeist—), principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas”. El fantasma habita en la intersección entre los vivos y los muertos. Es de alguna manera un vinculo relacional.

Es una de las prestaciones de nuestra imaginación pero en este post voy a ir un poco más lejos y voy a referirme al sinthome, una palabra que es en realidad una fusión entre síntoma y fantasma, una conceptualización lacaniana que otros autores procedentes del psicoanálisis han tomado para explicarse ciertos síntomas que son inanalizables y que caen fuera de la secuencia verbal que construye sentido y que en consecuencia puede desvelarse a través de la interpretación. El sinthome es pues un síntoma sin sentido.

Personalmente he escarbado mucho en internet para encontrar una definición del “sinthome” que me resonara personalmente a fin de poderla explicar a mis lectores. Ya en su día escribe un post sobre una novela “La soledad de los números primos” donde escarbé e interpreté los desencuentros de sus protagonistas en esta clave. Hablé para entender mejor esta idea del sinthome de “la suplencia”:

La mente humana es un vacío con conciencia.

Un vacío que existe tanto en la mente normal como en la mente patológica. Es por eso que existe el deseo.

El deseo es la consecuencia de la vacuidad y es la suplencia que utiliza la mente normal.

Las personas comunes -todos nosotros- construimos una suplencia para obturar ese vacío insoportable que es nuestra existencia, el amor, los hijos, la carrera profesional, el éxito, el dinero, el coche, nuestros bienes o colecciones de sellos, nuestra misión en el mundo, nuestras gestas diversas y las causas que abrazamos proceden de ese deseo de ser a que nos impulsa nuestra conciencia de vacío.

La diferencia que existe entre las suplencias más o menos neuróticas que todos construimos para saciar ese apetito insaciable de ser y las suplencias de aquellos que han sido golpeados por un evento del tipo que aparece en la novela arriba señalada es que aquellas suplencias: las de Mattia y las de Alice carecen de sentido.

Se trata de reemplazos que no taponan ni obturan esta necesidad de ser sino que son simples significantes en estado puro, sin relación alguna de contigüidad con ningún sentido otorgado, sin significado. Se trata de un intento de anudamiento destinado al fracaso: hablamos entonces de sinthome, una palabra acuñada por Jacques Lacan para señalar la confluencia entre síntoma y fantasma. El síntoma-fantasma, es decir el síntoma que no comunica de nada más allá de sí mismo (significante vacío) es un sinthome que sigue sin anudarse a lo simbólico.

Más adelante encontré este mismo concepto en Maria Torok una psicoanalista de origen húngaro que estudió sobre todo los duelos y la melancolía. Así mismo construyó una conceptualización similar a la de sinthome, habló del “fantasma en la cripta” para referirse a esos duelos eternos generalmente infiltrados por síntomas depresivos que son refractarios a cualquier tratamiento :

¿Incorporar o introyectar?.-

Se trata de dos mecanismos bien distintos, el primero descrito por Melanie Klein y el segundo por Sandor Ferenczi y son los precursores ontogenéticos de la identificación. Mientras la introyección consiste en apropiarse de un rasgo, habilidad, una conducta, una manera de hablar, una profesión de alguno de nuestros modelos de referencia, la incorporación es un mecanismo que implica la boca y que está relacionado con comer, tragar o hablar. La incorporación tiene un pálpito canibalístico y tiene como resultado una apropiación indebida, bien distinta a la introyección que es algo muy cercano a la imitación simbólica de algo. La incorporación es literal (en realidad una anti-metáfora) mientras que la introyección es una metáfora.

Mediante la incorporación lo que hacemos es mantener vivo al muerto, y lo hacemos enterrándolo en una cripta, es por eso que Abraham y Torök han hablado del fantasma en la cripta.

A veces no enterramos a nuestros muertos sino que los escondemos. Y sucede con más frecuencias cuando los sentimientos de deuda o de culpa nos fijan a objeto perdido.

Es por eso que:

“Cuando alguien muere sin que un trabajo o duelo le haga llegar a las puertas de la Gran Luz, entonces se crea, entre el muerto y los vivos, esta entidad relacional denominada fantasma, que les permite, a los dos, seguir viviendo juntos, aunque ilusoriamente. Sin embargo transmitirse de generación en generación, esta entidad relacional se va convirtiendo en patógena, porque no está al servicio de los proyectos de los vivos, sino de los que el muerto no ha podido realizar.

”Pasaje de: Patrice Van Eersel & Catherine Maillard. “Mis antepasados me duelen.”

De modo que entre la imaginación y la realidad se abre un campo nuevo y a ese campo nuevo le podríamos llamar “fantasma” a falta de algo mejor. Algo así como lo que Winnicott llamó “objeto transicional“, ese peluche que el niño necesita para irse a dormir y que no es la madre pero la representa en su ausencia. Dicho de otra forma “el fantasma” es una prótesis (una suplencia) a la que el individuo se adhiere para minimizar -en este caso- el miedo a la oscuridad o a la separación. En este caso aun es posible encontrar sentido para esta costumbre infantil por otra parte omnipresente en los niños pequeños y sobre todo en los muy miedosos.

En un post anterior puse un ejemplo clínico de eta imposibilidad para resolver un duelo y que nos permite hablar de duelo traumático.

Para ilustrar mejor este concepto de sinthome me referiré a continuación a dos patologías emergentes en los últimos tiempos, me refiero a las autolesiones y a la anorexia mental.

Las autolesiones representan un dilema clínico, nadie sabe porque algunos adolescentes recurren a hacerse heridas a propósito o a hacerse daño a si mismos cuando están atravesando épocas de estrés que están relacionadas casi siempre con la adolescencia y sus volcanes interiores. La psicología cognitiva habla de “conductas de escape” pero lo cierto es que nadie ha dado una explicación causal y definitiva a estas conductas que efectivamente son incomprensibles y muy tórpidas evolutivamente a la vez que son bastante refractarias al tratamiento.

Uno de los paradigmas empleados para esta comprensión de lo incomprensible es la regulación emocional:

La regulación emocional quiere decir que podemos llegar a aprender a manejar nuestras emociones de una forma adaptativa, lo que significa: 1) admitirlas a trámite (saber que tenemos una emoción determinada, aprender a nombrarla), lo que es lo mismo aceptar y reconocer. 2) Saber quién o qué nos provoca tal emoción y 3) la proporcionalidad de la respuesta emocional al estimulo que la generó. Dicho de otra manera, para regular nuestras emociones hemos de aprender algo sobre nosotros mismos. Si estamos enfadados, saber con quién y por qué. Además hemos de procurar que este enfado sea proporcional al agravio que lo provocó y mantener -además- la integridad de nuestra personalidad es decir evitar la desorganización conductual.

Regular las emociones supone un compromiso con los demás y con nosotros mismos. Dicho de otra forma: los muchachos que recurren a estas maniobras sería muchachos disregulados, sin que sepamos muy bien qué significa tal cosa.

Conductas de escape.-

Sin embargo las personas podemos estar en situaciones tempestuosas con nuestras emociones y no saber o poder regularlas de una forma adaptativa, entonces es cuando recurrimos a una conducta de escape.

Darse cabezazos contra la pared es desde luego un buen sedante para la rabia, pero es una mala solución a corto plazo. Se trata de una conducta disadaptativa que suelen llevar a cabo personas que en un acceso de rabia no saben modular esta emoción y sufren por tanto una desorganización conductual que les lleva a la autoagresión.

Es verdad que las autolesiones generan un buen baño de endorfinas y esta es la explicación neurobiologica determinista de la cuestión, pero si es así ¿por qué no recurrimos todos a procurarnos de este modo placer y tranquilización? ¿por qué no nos autolesionamos en lugar de masturbarnos o copular?

Es obvio que los argumentos neurobiológicos no sirven para explicar el fondo de la cuestión, pues las autolesiones son un sinthome, no tienen ningún significado ni sentido, salvo el de constituir una especie de gremio de autolesionables que obviamente se conocen y compiten entre sí. Las autolesiones son inmanejables e ininterpretables, tan solo algunas maniobras conductuales pueden mitigarlas pues se trata de un sinthome identitario. Algo que construye una identidad y sostiene un nudo entre lo imaginario y la realidad.

Algo parecido sucede en algunos casos de anorexia mental. Personalmente creo que esta patología es inespecífica, es decir representa un “escape” a múltiples problemas que las adolescentes han de tramitar, por eso decimos que es policausal. ¿Pero por qué dejar de comer?. Es obvio que la delgadez y su búsqueda forman parte de la vida de una mujer (de todas las mujeres) pero en mi opinión, no se trata tanto de la búsqueda de la delgadez por sí misma sino de la juventud. Las mujeres hacen dieta para parecer más jóvenes de lo que son, pero esto no explica el por qué son precisamente las más jóvenes las que pueden llegar a convertirse en anoréxicas. Si la búsqueda de la delgadez fuera la causa de la anorexia la enfermedad seria mas prevalente de lo que es y a todas las edades. Muchas mujeres hacen dieta y les supone un enorme sacrificio mantener la linea, pero para la anoréxica lo que es un sacrificio es lo opuesto: comer. La dieta hipocalórica no es la causa de la anorexia sino el mimetismo competitivo entre las muchachas adolescentes.

Dicho de otra manera, ser anorexica construye una identidad y la identidad es uno de esos nudos que sujetan lo imaginario con la realidad.

La anorexia es un sinthome, sobre todo en esos casos donde la muchachas se presenta diciendo:

-“Soy anoréxica”

 

Bibliografia.-

O duelo o melancolia, de Abraham y Torrok

Un articulo lo suficientemente hermético entre las relaciones entre síntoma y fantasma.

El rey loco

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felipe V

Retrato de Felipe V boca abajo que se conserva en el museo del Almodí en Xativa (Valencia).

Al morir Carlos II, el último rey de la dinastía de los Austrias se presentó en España y no solo en España un problema de proporciones colosales. No se trataba de un problema puramente local sino geoestratégico, de manera que eran de esperar -como así sucedió- grandes conflictos internacionales. Carlos II, era descendiente directo de Felipe el Hermoso y su esposa Juana la loca, hijo de Felipe IV y nieto de Felipe III, sin duda un linaje en decadencia genética paralelamente a la decadencia del Imperio. Carlos II era tio abuelo de Felipe V.

Carlos II padecía un probable síndrome de Klinefelter y padecía un raquitismo muy severo que le impedía mantenerse en pie. A pesar de todos los remedios médicos -incluyendo los remedios sobrenaturales y espirituales- no consiguió dejar embarazada a su mujer Maria Luisa de Orleans sobrina del rey Luis XIV de Francia de quien estaba muy enamorado y suponemos que mantenía con ella una relación de intensa dependencia. Al morir ella quedó abrumado por la aflicción. Posteriormente volvió a casarse con Mariana de Neoburgo sin éxito en la descendencia a pesar de que algunos nigromantes le aconsejaron dormir con la momia de San Isidro.

Al morir sin descendencia hubo al menos dos países interesados en la corona española: por una parte los Austrías y por otra parte los reyes franceses. Ambos estaban emparentados en distinto grado con el rey de España. Dicen que en su testamento optó por dejar la corona a Francia y fue por eso por lo que un francés, un Borbón, el segundo hijo del rey Luis tuvo que aceptarla. A su pesar, puesto que el que seria Felipe V, no tenia mucho interés en ser rey como más tarde recordaría a través de su abdicación en favor de su primogénito Luis, que murió prematuramente.

A los 17 años Felipe entró en Madrid siendo aclamado por la multitud, pronto contrajo matrimonio con su primera esposa Maria Luisa Gabriela de Saboya, su prima con la que tuvo cuatro hijos varones aunque solo dos llegaron a edad adulta.  Y muy pronto tuvo que guerrear con el aspirante Austria – el archiduque Carlos- al trono español, la llamada guerra de Sucesión que duró 12 años e implicó a distintos territorios españoles en una guerra civil donde aparentemente se dilucidaba la herencia al trono de España. Las regiones que dieron cobertura y apoyo a Carlos de Austria fueron severamente castigadas, como siglos después volvería a suceder con las guerras carlistas. Aragón, Cataluña y Valencia perdieron sus fueros en favor de los Decretos de nueva Planta mientras que Navarra y las Vascongadas los conservaron por mostrarse fieles al rey. Aragón y Valencia nunca recuperaron su derecho foral y debe ser por eso que en Xativa y como venganza, los valencianos mantienen al rey boca abajo.

Los primeros síntomas de su enfermedad se manifestaron durante este matrimonio en forma de hipererotismo. Algunos autores hablan de adicción al sexo, lo cierto es que sus necesidades y gustos sexuales eran constantes, así como sus requerimientos a su esposa que al principio se mostraba ciertamente rechazante aunque poco a poco aprendió a manejar mejor el fervor” de su esposo”. Por desgracia a los 24 años murió de tuberculosis dejando al rey postrado, deprimido e iniciando un proceso psicopatológico que se manifestaría más claramente con su segunda esposa Isabel de Farnesio que le sobrevivió siendo regente de España de forma discontinua, dado que la locura del rey era periódica y atravesaba fases más o menos melancólicas junto con otras más claramente maníacas, sin abandonar prácticas sexuales exageradas, continuas y para aquella época aberrantes.

Es por eso que hoy la mayoría de autores piensan que Felipe V padecía un trastorno bipolar, más concretamente un trastorno bipolar tipo II, que presenta alternancia entre fases depresivas y fases hipomaníacas que con el tiempo se hicieron más severas, profundas y con sintomatología comórbida asociada.

Al parecer ya manifestaba de joven accesos melancólicos significativos sin bien su cuadro psicopatológico fue haciéndose cada vez mas grave con la edad. Su madre Mariana de Austria también era propensa a la melancolía, al enclaustramiento y a la ansiedad de conciencia, un síntoma que Felipe reproduciría más adelante. Cuentan las crónicas que al venir a España quedó impresionado por presenciar una corrida de toros y que la sangre le atraía de forma especial, siendo durante la guerra cuando tuvo oportunidad de derramar y presenciar toda clase de atrocidades que al parecer le gustaban.

Sin embargo la sintomatología que presentaba el rey Felipe no se correspondía claramente con un trastorno bipolar tipico, ya que presentó síntomas obsesivos, alucinatorios y delirantes. También trastornos alimentarios y trastornos del sueño.

El sindrome de Klein-Levine.-

El sindrome de Klein-Levine es un trastorno neurológico con múltiples síntomas psiquiátricos que se clasifica junto a otras hipersomnias, la más frecuente y conocida de las cuales es la narcolepsia, aunque también se ha observado este síntoma en ciertas depresiones atípicas donde aparecen juntas tanto la hipersomnia como la hiperfagia. Se trata de síntomas atípicos porque lo típico en la depresión es el insomnio y la anorexia.

Hasta donde se, no está demostrado que Felipe padeciera hipersomnia pero si que se han referido múltiples escenas donde el rey no abandonaba su dormitorio y que se levantaba al atardecer y nunca temprano. Hoy en una hipersomnia es necesario establecer un diagnostico diferencial sabiendo, acaso que el síndrome de Klein-Levine es una enfermedad muy rara de la que se han descrito pocos casos. Su etiología es fundamentalmente orgánica, y probablemente afecta al hipotálamo. Quizá se trate de una afección inmune del mismo estilo que la narcolepsia puesto que están afectadas los instintos primarios, sexo, comida y sueño. Los síntomas maniaco-depresivos acompañan con frecuencia al síndrome y muchas veces se confunden con la actividad sexual frenética y los trastornos del sueño junto  un curso periódico.

Lo cierto es que el rey loco estaba muy loco y creía que era víctima de una conspiración del sol (es muy probable por esta razón delirante que durmiera de dia). Tampoco soportaba la ropa blanca de la que creía emanaban miasmas destinados a enfermarle. Dicho de otra manera sufría delirios, algunos de ellos muy bizarros como creer que se había convertido en una rana, o estar muerto. El colorido de estos delirios hace pensar en un síndrome de Cotard comórbido a su patología de base.

También presentaba ideas obsesivas y se alimentaba de forma estereotipada (consumía gallina todos los dias) junto a pócimas y remedios diversos para aumentar su potencia sexual. Del mismo modo el abandono de su aseo personal, junto a episodios violentos contra su segunda esposa Isabel de Farnesio, están documentados junto a su ansiedad de conciencia: al parecer necesitaba comprobar continuamente el estado de su conciencia moral lo que le impulsaba a comportamientos compulsivos relacionados con la confesión.

Isabel de Farnesio.-

Pero la segunda esposa de Felipe V no era como la primera. si bien consiguió apaciguar sus ardores matrimoniales plegándose a sus caprichos, era una mujer ambiciosa y manipuladora que -rodeada de sus validos italianos- era de hecho la que gobernaba el Imperio. El rey -que nunca quiso ser rey- acabó por abdicar en su primogénito Luis, pasando su segundo hijo, fernando a príncipe de Asturias, de manera que durante 8 meses fui Luis el rey de españa, si bien su muerte prematura por causa de la viruela volvió a dejar al rey Felipe frente a frente con sus responsabilidades, a pesar de que ya se habia retirado de la escena publica junto a su esposa italiana Isabel de Farnesio.

Fue precisamente ella quien le disuadió para que volviera a abdicar esta vez en Fernando, su segundo hijo, fruto de su anterior matrimonio con Maria Luisa Gabriela. Con Isabel tuvo 7 hijos.

Felipe V murió a consecuencia de un ictus cerebro-vascular a la edad de 67, habiendo pasado los ultimos años de su vida con una decrepitud física y mental notable. Fernando VI heredó el trono y aisló a la Farnesio de la corte.

La reina nunca mostró afecto, sino desdén, por sus hijastros. Para ella, los descendientes del primer matrimonio del rey con María Luisa Gabriela de Saboya constituían un escollo más para lograr su principal objetivo: dotar a sus hijos Carlos (futuro Carlos III) y Felipe de un reino donde gobernar. Mientras Felipe V vivió, la relación entre Isabel y sus hijastros (sobre todo con el infante Fernando) se caracterizó por un continuo ninguneo mutuo, pese a una aparente cordialidad.

Isabel Farnesio con su hijo mayor, Carlos III a la sazón rey de España.

“Isabel tampoco se reveló como una madre amorosa con los seis hijos que tuvo, ya que consumió todo su tiempo y energías en las intrigas políticas para, precisamente, forjarles ese brillante porvenir que tanto ansiaba para ellos.

Su política estuvo orientada a recuperar para la monarquía española los territorios italianos perdidos por el tratado de Utrecht. Así, consiguió para su hijo Carlos el reino de Nápoles y Sicilia, y para su otro hijo, Felipe, el ducado de Parma. Cuando quedó viuda se trasladó junto con sus hijos Luis y María Antonia desde el Palacio del Buen Retiro hasta el palacio del duque de Osuna, que estaba situado en la zona de la actual Plaza de España de Madrid; pero un año después, en agosto de 1747, su hijastro, ya Fernando VI de España, la desterró al Real Sitio de la Granja de San Ildefonso en Segovia, aunque ella se construyó otra residencia cerca, el Palacio Real de Riofrío. En esos años de destierro, Isabel Farnesio vivió dedicada a sus tareas privadas, pero siempre atenta a la evolución del reinado de su hijastro, sobre todo atenta a su salud y muy especialmente tras la muerte de su esposa, Bárbara de Braganza. Al morir Fernando VI sin descendencia en 1759 subió al trono el hijo de Isabel, Carlos, por lo que esta volvió a la corte. Sin embargo, las continuas peleas y discusiones con su nuera, María Amalia de Sajonia, la hicieron retirarse hasta el fin de sus días en la localidad madrileña de Aranjuez”. (Extraído de la wiki)

Y la historia se repite.

 

Acaparadores

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Suspender, conservar, elevar (la dialéctica de la vida según Hegel)

diogenes

El “trastorno por acaparación” ya tiene, desde el DSM-V, entidad propia. Hasta ahora estaba considerado como un subtipo de TOC (trastorno obsesivo-compulsivo) pero los ponentes de la APA han decidido que ya existe suficiente evidencia de que el citado trastorno existe y es independiente del TOC clásico.

Lo cierto es que no todos los obsesivo-compulsivos son acaparadores y -como veremos más tarde- no todos los acaparadores son obsesivos. Acaparar es una trastorno que induce una conducta de acumulación, usualmente de objetos en forma excesiva acompañado además de una incapacidad para deshacerse de ellos. Un apego excesivo a objetos materiales acompañado de una angustia a que otros los toquen o manipulen y una conducta francamente evitativa con respecto al hecho de desprenderse de ellos. Los objetos son tratados como si tuvieran un valor que no tienen objetivamente.

Como puede observarse de la definición anterior todos podríamos ser descritos como acaparadores. No cabe duda de que cada uno de nosotros desarrolla un apego excesivo frente a objetos, fotografías, libros u otros cachivaches. De ahí la dificultad para una definición objetiva que queda como casi siempre sucede en Psiquiatría oculta detrás del adjetivo “exagerado”, “inadaptativo”, etc.

Nuestra tendencia a acaparar puede verse en una cierta escala analógica, en un extremo estarían los coleccionistas, esas personas que disfrutan viendo sus colecciones de sellos (filatelia), monedas (numismática), libros (bibliofilia), dinero, música en distintos soportes o distintas posesiones de carácter subjetivo. Pero esta conducta no se considera patológica y suele acompañarse de un cierto placer por las cosas que se poseen. En el centro de esa escala ya podríamos encontrar personas que compran artículos que posteriormente no desembalan, que llenan pasillos o cuartos de baño, es decir “acaparadores compulsivos” propiamente dichos. El desorden de sus viviendas suele estar acompañado de racionalizaciones sobre los valiosos de estos artículos que muchas veces son porcelana, muñecos, maquinas, etc. Es interesante señalar que los pacientes que sufren este desorden gastan mucho dinero en suscribirse a colecciones que siguen recibiendo a veces después de morir. Incluso es interesante señalar que estas personas si viven solas pueden sufrir lesiones derivadas de avalanchas de objetos e incluso incendios si guardan material inflamable como son los periódicos o los libros.

Aun así, lo que distingue al trastorno por acaparación del síndrome de Diógenes, -en el extremo más severo de la escala-, es que los objetos acumulados si bien en exceso son de algún modo útiles, aunque muchas veces esa utilidad se vea emborronada por el desorden.

acaparamiento_de_animales

Existen además otros cuadros de acaparación emparentados con esta manía compulsiva. Me refiero al llamado “sindrome de Noe”. Se trata de personas que comparten su vivienda con multitud de gatos o perros (usualmente) que el paciente rescata de la indigencia o compra y que a veces es necesaria la intervención de la policía o los servicios municipales a causa del mal olor de las viviendas o las dificultades higiénicas de mantener esas viviendas de una forma practicable. Naturalmente los animales en esas condiciones no tienen tampoco demasiado buenos cuidados y es frecuente que incluso algunos de ellos mueran. Es bien sabido el efecto que causa el hacinamiento o el confinamiento en los animales y en nosotros en espacios reducidos. En mi vida profesional incluso conocí un caso donde la paciente -que presentaba un síndrome esquizoafectivo- y que vivía sola metía en el frigorífico los cadáveres de los perros que iban muriendo debido a la inanición o a distintas enfermedades no tratadas.

De donde se deduce que no existe una patología unívoca que explique estos fenómenos de acaparación. En su forma más grave se encuentra el síndrome de Diogenes.

El sindrome de Diogenes.-

Se trata de la forma extrema de esta conducta de acaparación. Si bien llamábamos acaparación a una forma de coleccionismo compulsivo de objetos que tomados de uno en uno son razonables, el síndrome de Diogenes se caracteriza por la acumulación de objetos inservibles, basuras, excrementos y desperidicios de la mas variada índole.

Lo cierto es que no se de donde procede este nombre de “Diógenes” para nombrar a este síndrome pues lo cierto es que Diógenes no tenia ninguna voluntad de acaparación, vivia con cuatro o cinco objeto personales y no deseaba tener nada propio. Quizá -y aunque sabemos poco de su vida- se debe a que Diogenes no cultivaba demasiada higiene para consigo mismo y era capaz de defecar, orinar o masturbarse en público, haciendo de esta manera pública indiferencia por las recomendaciones sociales. Diogenes era un “epatante” y lo que le gustaba al parecer era escandalizar a sus conciudadanos. Una escuela filosófica que llamamos cinismo. 

El síndrome de Diogenes aparece mayormente en demencias, esquizofrenias y personalidades esquizotipicas, así como en obsesivo-compulsivos, del mismo modo también hemos visto casos en personas aparentemente normales. Lo que caracteriza a este tipo de pacientes es la soledad.

La dificultad para desprenderse de lo viejo es una característica de los depresivos y muchos acaparadores no son depresivos pero si obsesivo-compulsivos. Es como si los objetos de apego estuvieran sustituyendo otro tipo de apegos que no se pudieron elaborar con los cuidadores de la infancia. Se ha descrito el apego inseguro como un antecedente común para varios subtipos de acaparadores, pero a mi la explicación que mas me gusta es la que procede de la dialéctica hegeliana.

Para Hegel dialéctica es el movimiento mediante el cual la vida se abre paso a través de las contradicciones: todo conocimiento contiene el germen de la contradicción, lo que se nos oculta son las transiciones , el cómo resolvemos esta tensión entre contrarios.

Hegel adelanta en su Lógica que este proceso de superación de los contrarios tiene tres tiempos, tres fases que están contenidas misteriosamente en el verbo aufhebenSuspender, conservar y elevar. Vamos a verlos más de cerca.

Necesitamos suspender (dejar de hacer o empeñarse en) aquello viejo, obsoleto que ya no nos sirve y sustituirlo por algo nuevo. Pero lo viejo no se destruye, se conserva de una u otra forma. La transición de lo nuevo a lo viejo se realiza para encontrar un nivel de definición nuevo que pueda abarcar lo que se suspendió y lo que se conservó (lo suspendido), algo así es el metabolismo alimentario: unas cosas se aprovechan, otras se guardan y otras se desechan.

Piense en este dilema muy frecuente en la vida de todos nosotros: una mudanza. Usted compra un piso nuevo porque puede permitírselo económicamente, porque su familia se ha ampliado o simplemente porque ha cambiado de ciudad. La mudanza, es una traslación emocional que puede contemplarse desde el punto de vista dialéctico. Lo viejo es abandonado o vendido (pero no destruido o aniquilado), lo viejo dejará huellas emocionales en su memoria y usted podrá conservarlo o no dependiendo de sus recuerdos. Pero usted se ha mudado para vivir mejor (u obligado por las circunstancias en caso de ser un menor), para mejorar aun sabiendo que quizá echará de menos a sus vecinos. Esta es la evaluación que solemos hacer cuando nos mudamos de domicilio, estamos felices porque ese cambio de vida nos eleva hacia un lugar supuestamente más feliz, cómodo o amplio que el anterior, pero no somos demasiado conscientes de ciertas operaciones que también hacemos en nuestro intus psicológico y sobre las que podemos aprender si contemplamos la interioridad de las depresiones por mudanza (descritas por Lange en 1934).

Lo que les sucede a estos pacientes es que se deprimen después de haberse mudado y quedan presos de una especie de perplejidad pues ellos mismos no comprenden su estado de ánimo, reconocen que han mejorado y sin embargo están deprimidos. Esta es una de esos tipos de depresión que no pueden ser explicados a través del duelo entendido como pérdida sino de ganancia. En mi opinión se han dado explicaciones muy exóticas a este fenómeno que para mi tiene sólo una explicación: la dificultad del depresivo en desprenderse de lo viejo y su tendencia a conservar lo inservible.

Un desprenderse de lo viejo distinto a lo que sucede en el síndrome de Diógenes o en el TOC donde está dificultad parece más bien relacionada con objetos que sustituyen a algo de valor a lo que no se tuvo acceso, aquí la dificultad parece que está relacionada con lo simbólico, el depresivo acapara basura, colecciona trastos inservibles en el sentido de que es incapaz de dejar de hacer algo que hizo durante mucho tiempo tal vez porque es incapaz de mudar de deseo. Se trata de un desprendimiento al que nosotros, los seres humanos comunes ni siquiera codificamos puesto que los tres tiempos de la dialéctica en realidad transcurren en un mismo momento dialéctico.

Es bien sabido que los depresivos toleran muy mal la ambigüedad lo que es lo mismo que decir que carecen de resistencia frente a las contradicciones dialécticas, mostrándose por lo general incapaces de integrar el episodio anterior, es por eso que los ataques depresivos suelen ser recurrentes con o sin alternancia maníaca. El depresivo parece no haber aprendido nada de su crisis y es precisamente este hecho el que perpetua la oscilación tímica hasta el infinito.

En mi opinión al trastorno por acaparación es un mecanismo para eludir las consecuencias de la depresión y la angustia. En tanto funciona -de algún modo adaptativo-, sirve de prótesis a este agujero que se abre en algunas personas atrapadas por un pasado que no son capaces de abandonar.

Vaciar una vivienda habitada por un enfermo de estas características no es fácil. Aquí hay una empresa que se dedica a hacerlo asesorada por psicólogos (según dicen). En su misma web hay una buena “colección” de datos y consejos para lidiar con este problema, del mismo modo hay tambien casos de esos extremos que sirven para hacer una serie de terror.

 

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