La palabra inglesa “delusion” carece de una traducción concreta al castellano a pesar de formar parte de la jerga psiquiátrica clasica.
En castellano lo traducimos como ilusión o como delirio, pero en realidad la palabra “delusion” no es solo sinónimo de lo ilusorio o lo delirante sino que va un poco más allá.
Tomaré prestado un argumento de Elias Capriles en el libro que mas arriba señalo y que me sirve como introducción a este post para señalar que delusión es una percepción distorsionada siempre y cuando se trate de una distorsion sensorial. Aqui tenemos este claro ejemplo tan conocido de ilusión visual donde podemos ver un pato o un conejo.
Y luego está el delirio, tan vinculado a lo delusivo al construir una narración fantástica que resulta de una distorsión en la percepción de la realidad. Lo interesante del delirio es que no es una ilusión sensorial tan solo (más o menos transitoria) sino que es una construcción narrativa que puede implicar o no ilusiones sensoriales mas o menos sofisticadas. Asi, el delirante no es obligatorio que alucine. El delirio es un constructo cognitivo, una idea o creencia, mientras que la alucinación es un constructo sensorial, una imagen o un sonido en cualquier caso algo que penetra por los canales sensoriales ad hoc; se ve aquello que no está, o se desea, o se teme, pero en cualquier caso la alucinacion se manifiesta a través de un canal sensorial, y además se ve fuera -por eso decimos que se proyecta-, como si estuviera ocupando espacio, si es una voz aparecerá como si la fuente del sonido estuviera en algun lugar alejado del oido, es pues una percepción distorsionada con algo más a lo que vemos en la fotografia del pato: vemos (u oimos) algo que no está, hay algo más que la distorsión.
La diferencia entre alucinación y ilusión, es que en la alucinación falta el soporte fisico de la percepción, la ilusión es por asi decir, una confusión o más concretamente una percepción ambigüa (ahora es pato y después conejo) o una ilusión catalizada por las emociones cuando estamos sometidos a una emoción como el miedo. ¿No solemos ver sombras amenazadoras cuando transitamos por una calle oscura y desconocida?
Capriles señala hacia el hecho de que la palabra delusión y mucho mas las palabras delirio o ilusión- nos impiden profundizar en aquello que se distorsiona y para ello propone un termino budista como herramienta de conceptualización: la avidya.
La manera mas fácil de traducir la palabra sánscrita avidya al castellano es hacerla equivaler a ignorancia o desconocimiento, el antónimo de lo que nosotros entendemos como “saber” o “conocer lo que nos es dado”, un saber que incluye tanto al mundo como a nuestro mundo interior, saber algo acerca de nosotros mismos.
A través de esta lente conceptual el universo de la delusión se abre permitiéndonos comprender fenómenos que nos estarían vedados con nuestras palabras occidentales, es por eso que algunos autores como Francisco Varela han propuesto la fenomenología budista como una fuente de inspiración para atrapar fenómenos en las redes de nuestras toscas conceptualizaciones.
Asi, la primera de estas acepciones nuevas apunta a la confusión. Lo delusivo es un fenómeno que muchas veces lleva el apellido del error conceptual, cognitivo o perceptual.
La heautoscopia puede resultar un buen ejemplo para entender como lo delusivo se presenta de forma corporea ante nuestras narices, cuando estamos cansados, deprivados, asustados, cansados, narcotizados o nos despertamos de una anestesia o de una parada cardiaca. Aqui escribí un post sobre este fenómeno tan conocido que llamamos heautoscopia.
La psiquiatria clásica identificó tambien algunos cuadros orgánicos que presentaban delusiones por confusión. Mas concretamente esta confusión procede de la disminución del tono y la luminosidad de la conciencia: todas aquellas condiciones que oscurecen el sensorio presentan manifestaciones de este tipo, algo que un psiquiatra alemán llamado Bonhöeffer describió minuciosamente y que denominó psicosis exógenas (por su parecido con las endógenas) y nos permitió separar las distorsiones por confusión con las otras confusiones más sutiles: desde la gripe, la abstinencia alcohólica, la demencia tipo Alzheimer o la de cuerpos de Lewi se caracterizan por presentar alucinaciones visuales es decir errores por oscurecimiento de la conciencia, o por confusión en clave de la avidya. Nosotros le llamamos delirium para diferenciarlos de los delirios lúcidos o paranoides.
La segunda acepción de la avidya es el ocultamiento. El ocultamiento es bastante parecido a lo que nosotros entendemos como represión, pero no sólo de represión -como veremos un poco más tarde- está hecho el ocultamiento.
Imaginense que son ustedes los porteros de una discoteca y que selecciona y abren el paso a los cientos de personas que se concentran en la puerta. Ustedes han de seleccionar quien entra y quien no entra, de manera que lo más probable es que ustedes -siguiendo instrucciones del dueño de la discoteca- dejen entrar a aquellas personas que tienen “buena pinta” y que una vez dentro consuman, que es lo que quiere el dueño de la discoteca, y que no haya peleas, ni lios, ni demasiada gente dentro para no rebasar el aforo. Esta primera manera de proceder -eligiendo- no seria represión propiamente dicha sino supresión. Ahora imaginen que unos cuantos ciudadanos rechazados, se disfrazan de camareros para poder entrar al recinto. El vigilante les abriria la puerta creyendo que son camareros cuando en realidad solo llevan el disfraz de camareros. Esto es lo que hace la represión con los contenidos censurados, les disfraza para que la censura no sepa quienes son y parecer agradables a la conciencia. Freud supuso que los disfraces eran los sintomas neuróticos.
Pero este creer ser quién uno no es o no aceptar ser quien realmente se es, no procede tan solo de la represión sino de otras jugarretas del narcisismo, puesto que lo que se reprime no es sólo aquello que nos parece inmoral sino también aquello que tememos, aquello que disminuye nuestra autoestima o entra en conflcito con nuestro Ideal del Yo.
De manera que la impostura sea con disfraz o sin él forma parte de la avidya, de ese ocultamiento que dicen los budistas y que los psicólogos evolucionistas han llamado engaño y autoengaño (Trivers 1971). No cabe duda de que el autoengaño es el mismo concepto que la delusión por ocultamiento.
La tercera acepción de la avidya seria ya lo que entendemos como delirio. El delirio es una creencia irracional pero no todas las creencias irracionales son delirantes. Lo que caracteriza al delirio es el disenso conceptual, la autoreferencia, la megalomania y la hostilidad universal. Dicho de otro modo; los delirios se cosntruyen con los materiales del nepotismo identitario, del egocentrismo y los conflictos de figura-fondo que se dan en los sujetos cuando el Yo ocupa demasiado espacio en la atención.
Por ultimo he de señalar la ultima y definitiva característica de los delirios, me refiero a la certeza, un misterio psicológico. Los delirios son intratables una vez se han constituido como eje central del sujeto, son irreductibles y las creencias que acoge el delirio son inmodificables, lo cual impone una doble conclusion:
1.- El delirio es una metadelusion, un ir mas allá de la confusión o el ocultamiento. No hay delirio sin bifurcación, sin la aparición metanoica de algo nuevo que impide modificar las condiciones iniciales.
2.- Es muy probable que tal y como han señalado muchos psiquiatras y psicoanalistas el delirio sea una construcción defensiva destinada a proteger la personalidad de un desmembramiento total, de una aniquilación disgregadora y de un colapso total del Yo.
Todo lo cual señala en la direccion de que para el Yo lo que importa es la identidad aunque para alcanzarla sea necesario renunciar al principio de realidad por una lado e instalarse en eso que he llamado “nepotismo identitario” que es en realidad el mismo concepto de regresión narcisista descrito por Freud..
