Lo mejor de este libro, que me recomendó un amigo es que está escrito por dos alemanes. Confieso que con ese titulo no lo hubiera leído si hubiera sido escrito por especialistas de otra nacionalidad. Ser alemán asegura un cierto regusto de seriedad, si bien el libro “La enfermedad como camino”, contiene algunas ideas que no comparto del todo y otras que me parecen demasiado especulativas cuando no pretextos para ir más allá de lo que nos interesa como médicos, una de ellas es ésta: Si la enfermedad es un camino ¿Donde conduce ese camino?
La idea de que la enfermedad es un camino para hallar la salud me parece una idea extravagante, demasiado “new age“, es como si pretendiéramos que en la enfermedad existe un propósito, como si la enfermedad fuera un mensaje sobrenatural que hay que descifrar. Personalmente me parece un disparate. La enfermedad es una fatalidad y la medicina es la ciencia que se ocupa de las enfermedades para tratar de mitigarlas y no de sacralizarlas.
Pero es cierto que a veces la enfermedad nos hace cambiar o modificar nuestra manera de pensar o mejorar ciertos hábitos de vida, aunque no necesariamente en la mejor dirección y así y todo, ante una enfermedad grave la gente se muere igual, con cambio o sin él.
La verdad del asunto es que la enfermedad nos embrutece, nos envejece, nos envilece y empeora no solo nuestra calidad de vida, sino también nuestra contractualidad social, nuestras mejores prestaciones por asi decir. Personalmente estoy en contra de la enfermedad aunque como médico me resigno, hemos de resignarnos a ella y conseguir, -eso si que es posible, gracias a la medicina cientifica-, mejorar los entornos y mejorar la vida de los individuos concretos, minimizar los daños y prevenir las complicaciones y secuelas de las distintas enfermedades. Algo que sin duda se ha conseguido en cierto modo en nuestras sociedades modernas.
Ahora bien, es cierto que hay ciertos esqueletos en el armario para airear que están por resolverse y en eso tienen razón aquellos que ponen el énfasis en la cronicidad o en las patologías psicosomáticas. Este post está destinado a arrojar alguna luz sobre este tipo de enfermedades.
Como es bien sabido fue la histeria de conversión, la primera de las patologías caracterizadas por una falta de razones fisiológicas claras en su manifestación y de ponernos en la pista sobre la idea de “acausalidad”. Las anestesias y parálisis histéricas fueron descubiertas – y aceptadas- a falta de algún tipo de explicación neurológica para las mismas. Todo pareciera que sucedía en otro registro distinto de la inervación, como si hubiera dos planos en la misma: una neuroanatómica y otra que se forjaba a gusto del propio consumidor.
Y luego vino el concepto de somatización.
La razón por la que la conversión histérica y la somatización llegaron a separarse y a conceptualizarse de forma distinta hay que ir a buscarla a la historia de las guerras entre el psicoanálisis y la tradición europea de la psiquiatría contra la pragmática psiquiatría americana personalizada en Alexander y la escuela de Chicago. Alexander convirtió la vieja idea de la “neurosis de órgano” de Fenichel en algo nuevo que desde entonces conocemos como trastorno psicosomático o enfermedad psicosomática que ha tenido un inmerecido éxito. Naturalmente el abandono de las conceptualizaciones psicoanalíticas -como siempre que se fragmenta la tradición- llevó a la psicosomática a un callejón sin salida ateórico que se ha mantenido hasta nuestros días, esta vez bajo la etiqueta del concepto aun más ambigüo de estrés o enfermedades inducidas por estrés.
Lo psicosomático pues carece de una teoría que explique los “fenómenos psicosomáticos” y es precisamente aquí donde recojo las ideas de estos alemanes de nombre imposible que figuran en la ilustración del post.
Hacia una reconceptualización de lo psicosomático.-
Podríamos definir un fenómeno psicosomático diciendo que es la consecuencia física de algo que presumimos emparentado con lo psíquico. Hay algo mental que se infiltra en el cuerpo dando lugar a un síntoma físico.
La mayor parte de la gente y de los médicos que conozco estaríamos de acuerdo en aceptar la idea de que las enfermedades del cuerpo (las somáticas) afectan al psiquismo. En sentido contrario también hallaríamos a algunos (aunque menos) convencidos. Lo psíquico y lo somático se afectan mutuamente. ¿Pero cómo?
Si usted lo piensa seguramente caerá pronto en la cuenta de que lo hace de una manera lineal. Pensamos algo así como si desde lo mental, algo pasara siguiendo las autopistas del cerebro profundo hasta las estructuras emparentadas con lo neural, lo inmunológico o lo endocrinológico y desde ahí y según el órgano emparentado con cualquiera de estas estructuras pasara al territorio de lo físico causando enfermedades concretas.
Dicho de otro modo, lo pensamos de un modo mecánico y lineal.
Y la cosa no funciona así.
En realidad toda enfermedad es psicosomática, pues toda enfermedad transcurre en dos planos: no es que un plano afecte al otro sino que un evento cualquiera se escribe simultáneamente en dos niveles distintos de definición: uno sigue las leyes de la causalidad y otro sigue las leyes de la analogía.
Solemos pensar en el concepto de “trauma” para que venga a servirnos de auxilio en este problema, pensamos así: algo que nos impacta y que viene del exterior y que compromete nuestras defensas mentales, logra penetrar a través del cerebro -usualmente moviliza emociones negativas- en estructuras más profundas y desde allí genera todo tipo de malestares dependiendo de la plataforma de expresión que utilice.
En un post anterior ya abordé este problema, el lector interesado puede volver a él para refrescar algunas ideas que están relacionadas con la teoría del caos y la no-linealidad.
Lo que es lo mismo que decir que entre el “trauma”y sus efectos somáticos no hay un solo paso, pero que tampoco podemos entenderlo como una suma de pasos más o menos complicados. Complicación no es complejidad.
Y la complejidad exige una bifurcación. Ciertos eventos no siguen las leyes de la causalidad estrictas sino que en cierta forma se bifurcan, hablamos entonces de una estructura disipativa (ED), se crea una fondo y una forma, un efecto causal y un efecto analógico.
No siempre la normalidad (la salud) es estable, ni siempre la enfermedad es inestable. Algo que podemos observar en las enfermedades crónicas: islas de orden, alejadas del equilibrio (para refrescar la teoría del caos)
Algo que podemos ver en relación con las enfermedades cíclicas o recurrentes. Cuando una enfermedad es cíclica y se repite no cabe duda de que existe una estructura disipativa pues precisamente las ED son islas de orden. El orden está implícito en la predicción de que hay algo que se repetirá, aunque no sabemos cuando, ni cómo ni qué gravedad tendrá. Algo así sucede en un trastorno bipolar, una vez establecido que existe esta enfermedad sabemos que el individuo necesariamente recaerá, pero no sabemos si el próximo episodio será depresivo, maníaco o qué intensidad tendrá, hasta que la ED se bifurque de nuevo en cuyo caso puede incluso desaparecer..
La primera opción que se presenta a una persona cuando sufre un estrés o una impresión psíquica para conformar una ED es que el individuo ha de colapsar una opción: o se convierte en un sufrimiento psíquico o se deja pasar hacia abajo.
Dicho de otra manera, lo psicosomático exige un “no querer saber” un “no tomar en cuenta”, un repudio, un descuido.
El cuerpo somatiza sólo lo que el psiquismo no ha querido saber.
Ahora bien, hemos de huir también de la idea de que “eso que no se ha querido saber” sea algo importante, algo que se ha reprimido. Muchas veces es algo banal, algo imperceptible, algo que sin embargo compromete al sujeto en algún lugar de su economía psíquica que trata de salvaguardar: es inútil buscar traumas graves, importantes o intensos en el inicio de una somatización. Muchas veces lo que vamos a encontrar es una situación de estrés inespecífico relacionado con algún evento trivial de la vida. Pero el cuerpo nunca se equivoca cuando emite una queja. Hay algo que merece la atención de la mente, algo que se dejó pasar.
En este sentido, un estrés se comporta como lineal cuando es aceptado como genuino pero no lo es cuando se niega su naturaleza por ser contraría a las ED del carácter. Hay EDs que se oponen a otras como zombies, sombras o inconsciente reprimido. Da igual como le llamemos siempre que entendamos esta confrontación.
El Cisma de Occidente: la Gran Escisión histórica
La Spaltung.-
Otra de las teorizaciones que me interesaron del libro anteriormente citado, es lo que los autores han llamado “la polaridad”. En realidad el concepto de polaridad del que hablan es un concepto que ya Freud describió con el nombre de “Spaltung” que en español se traduce como escisión. La escisión freudiana que Lacan rebautizó con el nombre de “sujeto barrado” (de un lado el sujeto, del otro el objeto ($), viene de origen en los humanos y es consecuencia de la lateralización cerebral y de poseer dos hemisferios cerebrales, algo de lo que ya hablé en aquella serie que titulé ¿Una conciencia dual?. De manera que no voy a volver sobre el tema de la Gran Escisión de nuestro cerebro sino para recordar la principal consecuencia mental de este fenómeno: el pensamiento categórico. Y recordar también que una de las secuelas de pensar categóricamente es la contradicción: los conceptos opuestos se contradicen entre sí y nos imposibilitan para aprehender el Todo, es decir de ver el mundo como una totalidad. Nos obliga a ver las cosas de un modo sesgado, fraccionado o amputado.
La siguiente consecuencia de la spaltung es la invención del tiempo. El tiempo en realidad no existe sino solo la duración de las cosas. El tiempo a escala de totalidad es la eternidad, asi como el espacio es el vacío o la nada. El tiempo es una proyección de nuestra conciencia escindida, luego si el tiempo no tiene existencia objetiva entonces la causalidad no es lo que pensamos.
Puesto que no puede haber causalidad sin tiempo. La causalidad implica un antes (la causa) y un después (el efecto). Pero si el tiempo es solo una proyección de nuestra conciencia, entonces la causalidad no es exactamente como la pensamos. Es por eso que Freud descubrió ya en su época a propósito de un paciente que delinquía buscando el castigo que:
La culpa es anterior a la falta.
Lo que significa una inversión total de la causalidad, efectivamente no es que el paciente de Freud se sintiera culpable por haber infrinfigo tal o cual precepto moral sino que era precisamente porque se sentía culpable por lo que buscaba el castigo infringiendo la ley.
Y es precisamente porque existe la polaridad y que existe la contradicción que existe el inconsciente. Allí están todas las mitades de las cosas que no hemos sido capaces de integrar en nuestra conciencia. Jung le llamó la Sombra, eso que desconocemos de nosotros mismos.
Dramatis personae.-
De manera que ya tenemos el reparto general de ese parlamento cerebral donde se dan cita los procesos que intervienen en ese trasiego que llamamos proceso psicosomático, son estos:
1.- Un evento.
2.- La spaltung.
3.- El inconsciente o la Sombra.
4.- Una estructura disipativa.
5.- Un juego de acausalidad-causalidad. Y de analogías.
6.-El cuerpo.
7.-La construcción de un síntoma y la aparición de la enfermedad.
Seguiremos en el próximo post.