Presentamos (supuestos) hechos científicos a 174 participantes estadounidenses que apoyaban o cuestionaban su posición sobre los matrimonios del mismo sexo. Cuando resultaba que los hechos se oponían a sus puntos de vista, nuestros participantes -de ambos bandos del debate- estaban más dispuestos a decir que el matrimonio homosexual realmente no trataba sobre los hechos, sino que era más una cuestión de moralidad. Pero, cuando los hechos resultaban estar de su parte, afirmaban más a menudo que sus opiniones estaban basadas en los hechos y trataban menos de la moral. En otras palabras, observamos algo que va más allá de la negación de unos hechos particulares. Observamos una negación de la relevancia de los hechos.
(Justin Campbell y Justin Friesen, 2015)
Tal y como comentan en este post de Cultura 3.0 al que pertenece el párrafo anterior, solemos adjudicar a criterios morales aquello con lo que no estamos de acuerdo y al campo de los hechos (de la realidad) aquello que concuerda con nuestros puntos de vista. ¿El matrimonio homosexual es algo que pertenece al campo de los hechos o al campo de la moral? ¿El aborto es una cuestión de hechos (de toma de decisiones racionales) o de moralidad?
Lo que Campbell y Friesen señalan es un mecanismo mediante el cual un hecho racional puede ser negado para dar atribución causal a un hecho moral, una especie de escape de los hechos.
Ni siquiera en el mundo de la ciencia, las pruebas, las evidencias y los hechos señalados como racionales llevan siempre las de ganar, cuando un argumento moral se interpone en nuestra toma de decisiones, las creencias sean religiosas, o de matiz ideológico interfieren en nuestro intelecto y provocan interferencias. Interferencias que a su vez crean irrealidades y distorsionan nuestra percepción de las cosas. Se trata de algo bien conocido, pero en mi opinión este hecho no ha sido lo suficientemente estudiado en relación con las enfermedades mentales. ¿Son mentales todas las enfermedades mentales o podríamos hablar también de enfermedades morales?
Hasta donde yo conozco, solo Paul Rozin ha abordado este tema de las relaciones entre moralidad y enfermedad, en su libro “Moral and health” y es el asco, una emoción a medio camino entre lo biológico y lo cultural la mediadora imperfecta y analógica entre el origen evolutivo de la repugnancia que naciera como un medio de evitar alimentos ponzoñosos o putrefactos y la repugnancia moral que es un sentimiento mucho más elaborado y mental que secuestra mecanismos biológicos diseñados para otra cosa.
Son el sexo y la alimentación las actividades humanas que más han sufrido las coerciones sociales. Y probablemente en nuestro entorno la alimentación está aun más reglamentada que el sexo que ha sufrido un proceso de “naturalización” progresiva en los ultimos 50 años. Sin embargo con la alimentación ha pasado algo muy distinto: ha pasado de ser algo neutro desde el punto de vista moral a convertirse en una de las principales preocupaciones de nuestros contemporáneos. La comida natural, la alimentación sana, las calorías, los alimentos que engordan , los alimentos naturales, las dietas, los transgénicos, las plantas medicinales etc, forman parte de la cultura general de amplias capas de la población que luchan por seguir un régimen de vida “saludable” sin que esta supuesta salud tenga nada que ver con los hechos o las evidencias.
La evidencia es que las dietas no funcionan, esta es la verdad, pero sigamos. Y sigamos con las ideas de Jonathan Haidt sobre la moral: para Haidt la moral no es una cuestión binaria, no es algo que se tiene, sino una categoria dimensional. Son bien conocidas las ideas de Haidt sobre las que ya he hablado en este blog lo suficiente como para insistir, pero una vez mas voy a tomar esta tabla que resulta muy ilustrativa de estas ideas y dimensiones.
Como puede observarse el asco es la emoción que se vincula con ese cluster de variables que Haidt ha denominado pureza- santidad y que está destinado a evitar contaminantes. Esta es la razón por la que todas las religiones tienen prescripciones alimentarias casi siempre arbitrarias como comer carne de cerdo o evitar el alcohol.
Segun Paul Rozin (1987) existirían tres niveles en el asco: uno relativo a lo concretamente ponzoñoso, otro relacionado con nuestra propia naturaleza animal y detritus propios y otro asco que pertenece ya a un nivel puramente simbólico: el asco moral. Jonathan Haidt es el autor que más ha investigado sobre las relaciones de vecindad del asco con lo moral.
De manera que no es raro que ciertas patologías se encuentren enroscadas en esta emoción -aun mal identificada- destinada a preservarnos de los venenos y ponzoñas de otros seres vivientes. La paradoja de esta cuestión es que estas adaptaciones se produjeron en entornos ancestrales, obsoletos para nosotros, de manera que hoy muchas de sus caracteristicas precautorias han terminado y se convierten en estorbos y muchas veces en manías o patologías que lejos de ser adaptativas resultan inadaptativas e interfieren en la vida de muchas personas.
Gran parte de los trastornos de ansiedad, el TOC (con sus temores a la contaminación), algunos trastornos alimentarios y probablemente los vómitos cíclicos se encuentren enroscados en esta emoción del asco en su origen. Pues el asco se encuentra vinculado muy frecuentemente con las funciones corporales, comer, defecar, orinar, sangrar, y con los fluidos corporales, semen, saliva, menstruacion, etc.
Pero hay más:
La hiperemesis del primer trimestre del embarazo, un paradigma clínico de asco.-
Existe además una situación que presenta una sensibilidad particular al asco, las mujeres son más sensibles que los hombres y las mujeres embarazadas todavía más pues existe una relación entre la hiperemesis del primer trimestre y el asco. Margie Profet es una neurocientifica de Harvard que desarrolló en su carrera profesional algunas hipótesis que fueron muy criticadas en su momento pero que hoy son muy citadas por los investigadores, una de ellas es la idea de que la hiperemesis del embarazo es una conducta adaptativa que tiene como fin desprenderse de teratógenos. Para demostrar su teoria Profet intentó correlacionar la frecuencia de abortos espontáneos con la presencia o ausencia de vómitos en el primer trimestre. Lo que encontró fue que, efectivamente, las mujeres que más vomitan son las que menos abortan (espontáneamente). Es como si la repugnancia psicológica protegiera de un aborto espontáneo.
Aversiones e intolerancias alimentarias.-
Existen tres grandes bloques relacionados con el asco o la repugnancia:
Las neofobias.-
Los alimentos nuevos, que nunca se han probado pero que sin embargo pueden ser la base de la alimentación en otras culturas provocan un buen número de repugnancias, los insectos fritos y la carne de serpiente.
Lo relacionado con la muerte.-
Las cabezas de animales y las visceras de animales , son pues y después de los alimentos exóticos el siguiente plato que rechazaríamos más frecuentemente de nuestra dieta. Era de esperar, todo lo que nos recuerde a nuestra condición de animales finitos nos provoca repugnancia. No hay nada tan repugnante como una cabeza de cordero presidiendo una mesa o una cabeza de conejo flotando por la sopa.
Lo crudo.-
No cabe ninguna duda de que nuestra dieta y probablemente nuestro cerebro cambió después de haberse inventado el fuego y que los alimentos cocinados representaron un hito en nuestro medraje evolutivo al hacerlos más digeribles y precisar de intestinos más cortos. Un desarrollo que pudo dedicarse a otros menesteres como por ejemplo el tamaño cerebral, el gran consumidor de glucosa. El marisco y el pescado crudo.
Es tambien lógico puesto que los alimentos crudos, (sin cocinar) representan peligros por la posibilidad de hallarse infectados de bacterias o de temibles parásitos como el anisakis que se destruyen con una simple cocción.
Mi conclusión es que el asco evolucionó como un sistema de defensa psíquico destinado a protegernos de tóxicos, infecciones, parásitos y otros venenos relacionados con la alimentación. El gusto y el olor (a podrido) salieron en ayuda de estas defensas señalando que lo amargo (alcaloides) es peligroso mientras que lo dulce (sacaridos) era comestible.
No obstante, esta primera barrera defensiva es tosca y poco de fiar pues se encuentra dependiendo de los condicionamientos simples (clásicos o paulovianos y aprendizajes indefinidos). Significa que del mismo modo como parece que nos ha servido como defensa para eludir sustancias tóxicas tambien puede erigirse como guia de elusión de alimentos inocentes como las aceitunas.
Curiosamente el alcohol (que es un tóxico) no tiene ningun voto aversivo, lo cual representa una paradoja similar a la aceptación general que tienen los pasteles y los dulces en general (0%) de aversiones a pesar de su efecto metabólico bien conocido, lo que viene a señalar en que el asco no evolucionó para mejorar nuestra salud sino para apartarnos de peligros entendidos en clave ancestral.
Moralización e internalización.-
No se moraliza lo que uno quiere, sino algo que de alguna manera viene definido por el grupo de pertenencia, pero moralizar tiene consecuencias, separa el mundo entre lo bueno y lo malo, entre lo aceptable y lo rechazable, entre ellos y nosotros.
Rozin Paul: “Moralidad y salud”.
Rozin, P y A, Fallon (1987): «A perspective of Disgust», Psychological Review, nº 94,pags. 23-4.