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Mirar sin ver

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ojo

Decíamos el otro día lo muy importante que es observar (contemplar). Es todo un arte al cual uno debe dedicar enorme atención. Vemos sólo de un modo parcial, nunca vemos algo por completo, con la totalidad de nuestra mente y no lo hacemos porque el mundo de nuestra percepción lleva subtitulos. Vemos el mundo a través de unas gafas conceptuales.

Hemos de aprender este arte extraordinario o siempre andaremos funcionando, viviendo a través de una parte muy pequeña de nuestra mente, de un pequeño segmento del cerebro: el prejuicio.

Nunca vemos nada de manera total, debido a diversas razones, y no solo nuestra visión es parcial sino que no vemos nunca “la cosa en si” sino más bien la utilidad de las cosas. Por ejemplo este teclado que ando aporreando en este momento, es un “teclado”  que sirve para escribir en mi ordenador, ¿pero qué es en realidad un teclado, ¿sabemos qué es un teclado en sí?

 Estamos tan comprometidos con nuestros pequeños problemas, tan densamente cargados con creencias, con tradiciones, con la memoria y con la utilidad, que esto nos impide realmente mirar o escuchar simplemente. Nunca vemos un árbol, lo miramos siempre a través de la imagen que tenemos de él, del concepto acerca de ese árbol; pero el concepto, el conocimiento, la experiencia es algo por completo diferente del árbol real.

En este lugar uno está rodeado ‑afortunadamente‑ por una gran cantidad de árboles; y si ustedes miran en torno mientras proseguimos con este tema, si verdaderamente miran, descubrirán lo extraordinariamente difícil que es ver de manera tal que ninguna imagen, ninguna pantalla se interponga entre el ver y el mirar. Por favor, háganlo; no me miren a mí, miren el árbol, descubran si pueden verlo completamente. Por «completamente» quiero significar con la totalidad de la mente y el corazón, no con un fragmento de ellos, pues lo que vamos a investigar esta noche requiere una observación así, un ver así. A menos que lo hagan realmente (sin teorizar, sin intelectualizar o traer a colación temas que no hacen al caso) me temo que no podrán seguir de cerca aquello que intentaremos examinar juntos.

Este párrafo de Khrisnamurti al que he modificado en algunos tramos me viene perfecto para hablar de algo que esta mañana me ha estado rondando por la cabeza. Es la dificultad que tenemos los humanos para observar un fenómeno sin meter en esa observación algo nuestro, sea emociones, el miedo, la rabia, la compasión o nuestro prejuicios -creencias- politicas o de cualquier otra clase.

Y si he estado pensando en esto es a raiz de una polémica sobre el tema -tan candente este verano- de “la inmigración” que se generó en uno de mis post y que Sergodelvalle18 zanjó con la siguiente idea:

Para él (mi interlocutor en el foro), aparentemente, es prioritario atender a “quién” «DEBE» “dignarse” a mover primero una pieza del tablero, y para ti, al igual que para mí, lo prioritario no es señalar sino contemplar en toda su enorme complejidad este fenómeno. Pretender discutir con alguien que (aparentemente) para sus adentros no traza una línea divisoria entre voz imperativa(lo que se debe) y voz descriptiva(lo que es); entre su deseo de apreciar (visualizar) “Lo que es” y “Lo que debería ser”; es pretender y nada más que pretender realizarlo.

Creo que este comentarista puso el dedo en la llaga entre las diferencias entre contemplar un fenómeno y resolver un fenómeno problemático,

Ver y mirar no son la misma cosa.

La psiquiatría es una disciplina observacional.-

Creo que es necesario ser psiquiatra para entender que es eso de la observación, y lo es porque:

La psiquiatría es una disciplina observacional, significa que nuestra epistemología tiene que ver con la conducta observable, con lo que vemos, sean conductas puras (acciones o movimientos), o bien juicios, pensamientos o discursos. Nuestro ámbito de conocimiento es lo que los pacientes hacen, si bien tanto “decir” como “callar” son también una forma de hacer.

La psiquiatría nació para poner orden en el desorden epistemológico en que nació en un entorno de emergencia naturalistica en el siglo XIX y lo hizo a través de descripciones y más tarde con ayuda de la fenomenólogia y la psicopatología. Poner orden significa clasificar entre un montón de sintomas observables que son muy parecidos y filiar sus linajes.

Un loco es una persona que está demasiado triste o demasiado alegre, que ve visiones, u oye voces amenazadoras, que repite constantemente conductas inútiles, o que no es capaz de ocuparse de si mismo, que es irresponsable o tan responsable que se encuentra paralizado. Una persona que adopta posturas incómodas, antianatómicas, que se encuentra apático o irritable, que no habla o habla demasiado, que pierde el conocimiento o no recuerda lo que hizo ayer, que se siente perseguido o amenazado por entes invisibles, que come demasiado o no come en absoluto, que no duerme o se pasa el dia en la cama, que carece de un lenguaje con una semántica comprensible, que tiene el juicio alterado y no comparte con la mayoria de su entorno cultural los valores que definen a esa cultura. Que está siempre agresivo, colérico, que ataca a los de su alrededor sin niguna razón, que abandona a sus hijos en un contenedor y luego no recuerda nada. Que tiene reacciones emocionales intempestivas o exageradas o construye creencias que nadie de su alrededor comparte, etc.

Para un lego, todas estas conductas son similares, lo que caracteriza la locura es el disenso con las reglas, valores, creencias de un tiempo determinado, la inadaptación, la falta de autonomía, la peligrosidad y el desvarío. Dicho de otra manera no es fácil discriminar al criminal, del loco, del mistico, del santo o del genio.

Este es el magma experiencial en el que los psiquiatras del siglo XIX trataron de hincar el diente. Primero observar, para poder clasificar y ver que conductas eran vecinas de otras, trataron de poner junto lo similar y separar lo distinto. Fue asi como emergió la psicopatología que es una ciencia de la observación. Y asi supimos que:

Los sintomas psiquiátricos (observables) son una sopa o macedonia de frutas y aparecen enmarañados y mezclados entre sí. Dicho de otra forma: no constituyen entidades discretas (discontinuas) sino indiscretas o continuas.

Observar una enfermedad o trastorno mental no es lo mismo que tratar de curar o poner remedio a una enfermedad. Hacer algo es lo opuesto a contemplar algo. Más que eso: si tratamos de hacer algo estamos modificando lo observado. Es por eso que los clinicos clásicos y los actuales se parecen tan poco, los actuales tratan mucho antes de haber obervado sino lo más superficial. Entre los grandes observadores clásicos tenemos a Clérambault que describió las alucinaciones caleidoscopicas de la deprivacion del hidrato de cloral y una forma de paranoia que aun podemos observar con cierta frecuencia: la erotomania, es decir la creencia usualmente femenina de que un hombre de alta alcurnia está perdidamente enamorado de ellas.

Ver más profundamente y más allá.-

Hay personas que en lugar de ojos ostentan microscopios bajo sus párpados y todo adviene bajo su mirada de aumento, claridad. Todo es disecado minuciosamente e identificado por la momificación casi quirúrgica de unos ojos. Clérambault fue uno de los psiquiatras que se interesaron por la microsintomatología que antecede a la eclosión de una psicosis, por aquellos síntomas sutiles acabalgados entre la alusión y la perplejidad, aquellos que no se dejan atrapar fácilmente por la mirada del clínico, aquellos que se resisten y aún desmienten cualquier clasificación. Su mirada escrutadora y hasta cruel intuyó que “cuando el delirio explosiona la psicosis es ya antigua”. ¿Qué sucedió antes de eso?, Clérambault investigó el desgarro de la identidad que es “la lesión nuclear” de la psicosis y le dio nombre: el pequeño automatismo mental.

Si, ver, sin mirar la vida de Clérambault carecía de interés, por eso se disparó un tiro en la boca con su viejo revólver, un día de noviembre de 1934, dejando a la posteridad aquella frase que le distinguirá, “mi obra está toda ella inédita”. Clérambault no se distinguía precisamente por su generosidad, toda su obra está recogida en dos tomos que son en realidad apuntes de sus clases, apuntes de sus alumnos o discípulos, entre otros de Lacan que le otorgó el mérito de ser su único maestro en psiquiatría.

Dicho de otro modo la Psiquiatria es una disciplina del mirar, una disciplina del Logos a pesar de que Psiquiatria no contiene la palabra “logos” (no hay una psiquialogía) y no la contiene porque en su emergencia no se proponiá saber el por qué de la locura -a la que se consideraba en cualquier caso incurable- sino tan sólo el qué. Fue mucho más tarde cuando abordó los porqués de las cosas que la Psiquiatría entró en el desorden en que la conocmeos hoy, No hay una psiquiatria unificada.

La potencia del mirar sin ver.-

Mirar sin ver, o escuchar sin oir es una de las estrategias más potentes en Psicología y una de las caracteristicas de ciertas formas de psicoteraìa como el psicoanalisis. “Escuchar sin tiempo y sin deseo” de Bion, o la escucha flotante de Freud hacen referencia a esta actitud de mirar sin ver.

Y es potente porque uno de los obstaculos que oponen los pacientes frente a su propio inconsciente es su necesidad -resistencia- a remover sus representaciones sobre las cosas y sobre si mismos. Nosotros sabemos que la representación de algo no es la cosa en sí y es por eso que nos limitamos a mirar huyendo de esa necesidad compulsiva del “furor curandi”. Nadie puede cambiar sin sufrir y es por eso que mirar es la mejor opción cuando romper esa barrera entre representación/cosa sea insalvable.

Pero mirar sin ver no sirve solo para tratar con nuestros sintomas neuróticos o de cualquier otra clase, sirve sobre todo para construir una realidad-tunel que vaya más allá de la impronta que hemos construido para nuestra comprensión del mundo. Más profundamente y más allá.

Del Yo.

En conclusión parece como si mirar y ver respondieran a talentos bien distintos, unos empeñados en contemplar la realidad tal y como es y otros empeñados en encontrar los porqués de situaciones tan complejas que se resisten a dejarse penetrar.

Así hay quien mira-contempla y quien se empeña en poner remedio a lo que ve. Se trata de dos realidades-túnel bien diferenciadas: el que mira vive en una realidad más allá de lo racional, en un mundo ingrávido por asi decir mientras el que ve usualmente utiliza para todo su impronta moral y trata de imponer su visión a los demás. Es inevitable..

 



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