Por su interés cuelgo aqui el articulo de los autores citados que han construido una nueva teoria sobre la superposición del dolor y que viene a decir en pocas palabras que el dolor social (social pain) que se deriva de las situaciones de exclusión y pérdida son computadas por nuestro cerebro como si fuera dolor fisico.
Doy las gracias a la traductora desinteresada de este ariculo la psicóloga Patricia Cantú.
Por que duele que te dejen de lado
Por que duele que te excluyan
[Why it hurts to be left out]
La superposición neurocognitiva entre el dolor Físico y Social
[The Neurocognitive Overlap Between Physical and Social Pain]
NAOMI I. EISENBERGER
MATTHEW D. LIEBERMAN
La teoría de la superposición del dolor [Pain Overlap Theory]
Hipótesis #1: El dolor físico y social comparten una fenomenología y base neural en común.
[Hypothesis #1: Physical and Social Pain Share a Common Phenomenological and Neural Basis]
Hipótesis #2: El dolor físico y social dependen de los mismos mecanismos computacionales.
[Hypothesis #2: Physical and Social Pain Rely on the Same Computational Mechanisms]
Hipótesis #3: La inducción o regulación de un tipo de dolor similarmente influye al otro.
[Hypothesis #3: Inducing or Regulating One Type of Pain Similarly Influences the Other]
Hipótesis #4: Las diferencias de rasgo relacionadas a un tipo de dolor se relacionan de igual manera con el Otro tipo.
[Hypothesis #4: Trait Differences Relating to One Type of Pain Relate to the other type as well]
“Sin amigos nadie escogería vivir, aunque tuviese todos los bienes restantes”. Aristóteles
Conclusión
Reemplace la palabra “amigo”, como está citado arriba, con la palabra “aire”, “agua”, o “comida” y la afirmación de Aristóteles es indiscutible. Sin reparar en su declaración, sin embargo, la declaración de Aristóteles parece más hiperbólica que verdadera. Si se conceden todas las necesidades reales de la vida, como el aire, el agua y la comida ¿podríamos no ser capaces de vivir, o no querer vivir, sin la compañía de otros? ¿Son las relaciones sociales algo que en realidad necesitamos o son mejor descritas como deseables pero innecesarias?
En este capítulo se sugiere que la conexión social es una necesidad tan básica como el aire, el agua, o los alimentos, y que al igual que estas necesidades básicas, la ausencia de conexiones sociales provoca dolor. De hecho, se propone que el dolor de la separación o rechazo social no puede ser muy diferente de algunos tipos de dolor físico.
No estamos solos en esta afirmación. Durante siglos, escritores, músicos, dramaturgos y poetas han señalado que la pérdida de los vínculos sociales puede desencadenar las formas más profundas de dolor y sufrimiento humanos. Los sistemas legales de muchos países también han reconocido esto, como lo demuestra el uso del aislamiento social como una de las formas más extremas de castigo, a veces emitidos de forma intercambiable con la pena de muerte para los delitos más graves (Baumeister, 2000.) Del mismo modo, el dolor de los vínculos sociales rotos impregna el idioma anglosajón, ilustrado por el uso de palabras de dolor físico para describir episodios de experiencias socialmente dolorosas, como cuando se habla de los “corazones rotos” o “sentimientos heridos” [MacDonald y Shaw, en este volumen]. ¿Pudo Aristóteles haber tenido razón?
Hasta hace medio siglo, la mayoría de los psicólogos han respondido con un rotundo “no”. Los psicólogos creían que el apego de un niño a su cuidador era exclusivamente el resultado de la asociación de la cara o la forma del cuidador con el alivio de ciertos estados fisiológicos de deseo como el hambre o la sed (Dollard y Miller, 1950). Sin embargo, en una serie de estudios seminales, Harlow (1958) demostró que los bebés monos de la raza Rhesus (Macaca mulatta) separados de sus madres naturales prefieren una madre sustituta de tela que les proveyese comodidad de contacto en vez de una madre de malla de alambre que les proporcionara alimentos, lo que indica la existencia de una necesidad, más allá de la necesidad de alimentos.
Este estudio, junto con los otros que le han sucedido, hizo hincapié en la importancia de una necesidad fisiológica de deseo en el mamífero que es sobre todo social, sin relación con el hambre o la termorregulación, destinado a mantener la cercanía social o el contacto social. Aunque es posible que esta necesidad de la cercanía social pudo haber evolucionado originalmente para soportar una necesidad fisiológica para la alimentación o el calor, los estudios de Harlow indican que ahora es claramente una necesidad autónoma separada.
Proponemos que junto con la evolución de los mamíferos, una especie única en su necesidad para la crianza y cuidados tempranos, llega una necesidad permanente correspondiente a la conexión social (Baumeister y Leary, 1995, véase también, Pickett y Gardner, Williams & Zadro; en este volumen). De hecho, esta necesidad ha demostrado ser esencial para sobrevivir esa separación social, al igual que otras necesidades no satisfechas, se experimentan como algo doloroso. Nuestra hipótesis es que los mecanismos del dolor implicados en la prevención de daños físicos fueron cooptados durante nuestra evolución para evitar la separación social. En este capítulo, se sugiere que el dolor físico y social comparten el mismo sistema subyacente y que esta superposición o coincidencia tiene consecuencias severas para la forma en que estos tipos de dolores son detectados, experimentados y superados (véase también MacDonald y Shaw, en este volumen). Nos referiremos a esta teoría como Teoría de la superposición del dolor y presentara evidencia de cuatro hipótesis derivadas de esta propuesta.
LA TEORIA DE LA SUPERPOSICIÓN DEL DOLOR
La teoría de la superposición del dolor propone que el dolor social, el dolor que experimentamos cuando las relaciones sociales se dañan o se pierden, y el dolor físico, el dolor que experimentamos después de una lesión física, comparte partes de un mismo sistema de procesamiento subyacente (Eisenberg y Lieberman, 2004). Este sistema es el responsable de detectar la presencia o posibilidad de daño físico o social y de que prestemos atención una vez que algo ha ido mal con el fin de solucionarlo. Evolutivamente, esta coincidencia tiene mucho sentido. En base al largo período de inmadurez y la necesidad fundamental para el contacto y la atención materna sustancial de los bebés mamíferos, es posible que el sistema de apego social (el sistema que nos mantiene cerca de los otros) pudiera irse a cuestas del sistema del dolor pre-existente, tomando prestada la señal de dolor para significar y prevenir el peligro de la separación social (Nelsol y Panksepp,1990; 1998).
Esta hipótesis de la evolución fue propuesta por primera vez para explicar los efectos similares de los opiáceos en el dolor tanto físico como social. Panksepp (1998) observó que los medicamentos basados en el opio, conocidos por su eficacia en el alivio del dolor físico, eran además efectivos en aliviar vocalizaciones de angustia o peligro que emitidas por las distintas especies de mamíferos al ser separados de los de su grupo. Pankseep sugiere que el sistema de apego social puede haber cooptado los sustratos de opiáceos del sistema de dolor físico para mantener la cercanía con los otros, provocando estrés- angustia o sensación de peligro- en la separación y comodidad durante la reunión (Nelson & Pankseep, 1998).
Para la mayoría de las especies de mamíferos, una conexión inicial entre madre e hijo es esencial para la supervivencia en la infancia ya que nacen relativamente inmaduros, sin la capacidad de alimentarse o de valerse por sí mismos. La raíz latina de la palabra mamífero es mamma que significa mama y tiene un parecido sorprendente a la primera palabra pronunciada por muchos niños a través de muchos países, a saber, la palabra coloquial para la madre (Inglés: mom, mommy; español: mami, mamá, francés: maman; alemán: mami, mama, Hindi: ma; Coreano: ama; Hebreo: ima). Por lo tanto, la necesidad para mantener la cercanía con la madre es tan crítica que la primer palabra pronunciada por muchos lactantes humanos típicamente refleja este importante motivación subyacente, la necesidad de la madre.
Debido a que el mantenimiento de cercanía con los cuidadores para la alimentación y la protección es necesaria para la supervivencia de los mamíferos jóvenes, es crítico y necesario un sistema que monitorea la distancia del cuidador y alerta al individuo una vez que una cierta distancia se ha superado. En efecto, el sistema del dolor puede haber sido cooptado para este propósito. Debido a su aversión, el dolor llama la atención, interrumpe el comportamiento en curso, e insta a las acciones destinadas a mitigar dicha experiencia dolorosa (Williams, 2002). En la medida en que la distancia social es perjudicial para la supervivencia, experimentar dolor después de la separación social sería una forma adaptable para prevenir o impedir la distancia social.
El valor de la teoría de superposición del dolor, sin embargo, proviene principalmente del corolario de sus hipótesis . En este capítulo, vamos a presentar cuatro de estas hipótesis, junto con las pruebas correspondientes de cada una. La teoría de superposición del dolor proporciona una estructura y la organización por encima de estos hallazgos que por si mismos tienden a ser interesantes, pero ateóricos. La primera hipótesis es que el dolor físico y social debe compartir una base fenomenológica común y debe basarse en algunas de las mismas estructuras neurales. En segundo lugar, si ambos tipos de dolor se basan en algunas de las mismas estructuras neuronales, deben también compartir algunos de los mismos mecanismos cognitivos o computacionales subyacentes. En tercer lugar, la potenciación o regulación de un tipo de dolor debe influir de manera similar el otro tipo de dolor. En cuarto lugar, los rasgos relacionados con un aumento de la sensibilidad a un tipo de dolor también deben estar relacionados con una mayor sensibilidad hacia el otro tipo de dolor. Antes de examinar estas hipótesis, primero definiremos los términos “dolor físico” y “dolor social”.
El dolor físico ha sido previamente definido como “una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con un daño tisular real o potencial o descrita en términos de dicho daño” (Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, 1979). Para el dolor social, sin embargo, no hay definición pre-existente de este término que capture nuestro significado pretendido. Conceptualizamos dolor social como análogo a la descripción de Bowlby de la angustia de separación que se produce cuando un niño siente malestar debido a la separación de su cuidador (Bowlby, 1969). De una manera similar, definimos el dolor social como la experiencia angustiante – estresante que surge de la distancia psicológica real o potencial de cercanía con los otros o con los del grupo social.
La distancia psicológica podría incluir las percepciones de rechazo, exclusión, la no inclusión, o cualquier indicación socialmente relevante que hace que una persona se sienta poco importante, distante, o no valorada por aquellos que considera de relaciones importantes (compañeros, pareja, etc) (véase también Leary; Baumeister, y DeWall, este volumen). Considerando que los bebés sólo pueden ser capaces de detectar la distancia física real a del cuidador, las capacidades cognitivas emergentes rápidamente proveen a los niños pequeños con la capacidad de controlar no sólo la distancia objetiva por parte del cuidador, sino también perciben la distancia psicológica del cuidador, una evaluación que se basa en una comprensión más compleja de la información socio-relacional. En resumen, el dolor social puede ser pensado como la experiencia angustiante/estresante asociada con la distancia social percibida.
Hay dos factores que hacen que el dolor social sea una experiencia social más amplia y expansiva que la concepción de la angustia de separación de Bowlby. En primer lugar, a diferencia de angustia de separación, el dolor social, se postula para ser una experiencia que persista durante toda la vida. Por lo general, se piensa que la angustia de separación disminuye a medida que el niño madura y se vuelve capaz de cuidar de sí mismo (Bowlby, 1969). Sin embargo, si el sistema de fijación social toma prestados los mecanismos que subyacen en el sistema de dolor físico, la distancia social percibida debe continuar causando dolor social durante el tiempo que el sistema de dolor físico está intacto. De hecho esto parece ser el caso, tal y como se evidencia en la aparición de respuestas duelo, trastornos de ansiedad social y depresión por aislamiento social en los individuos de todas las edades. Aún no se sabe si esta continua sensibilidad a la distancia social sigue siendo adaptativa en la edad adulta o es meramente un vestigio de la fusión de estos dos sistemas.
En segundo lugar, en base a la expansión de las capacidades cognitivas que permiten a ciertas especies representar, manipular, imaginar, y predecir la información social compleja, muchas más señales pueden ser capaces de producir dolor social en los seres humanos maduros que ser capaces de provocar ansiedad-sufrimiento por separación en los niños u otros mamíferos. Por ejemplo, los adultos humanos pueden experimentar dolor social no sólo basados en la percepción de la distancia psicológica de un individuo, sino también en base a la percepción de la distancia psicológica de un grupo social, una representación mental más compleja. Además, los seres humanos pueden experimentar dolor o la ansiedad social, ante la mera posibilidad de la distancia social.
La capacidad para representar ideas complejas, como las del grupo social o la posibilidad de la distancia social sólo puede ser posible para aquellas especies con recursos cognitivos que permiten representaciones simbólicas y propositivas (Deacon, 1992;. Lieberman et al, 2002). Por ejemplo, los bebés humanos sólo pueden comenzar a mostrar el miedo de situaciones previstas una vez que han sido sometidos a un período crítico de la maduración de la corteza prefrontal, al final de su primer año (Bowlby, 1973; Schore, 2001). Las especies que muestran la mayor expansión de las áreas neocorticales, como los primates, los seres humanos y, posiblemente los cetáceos (ballenas y delfines; Panksepp, 1998) pueden ser los únicos mamíferos capaces de mostrar angustia ante estas señales más sutiles de la distancia social. En el resto de este capítulo, vamos a presentar pruebas de las cuatro hipótesis corolarias derivadas de la teoría de superposición dolor.
HIPÓTESIS 1: EL DOLOR FÍSICO Y SOCIAL COMPARTEN UNA BASE FENOMENOLÓGICA y NEURAL COMÚN
La primera hipótesis propone que el dolor físico y social comparten una base fenomenológica y neuronal común. Ya hemos mencionado una razón para creer que estos dos tipos de dolor comparten una experiencia fenomenológica común: comparten un vocabulario común. En el idioma Inglés, las mismas palabras son utilizadas para describir los casos de lesiones tanto físicas como sociales. Entonces, podemos tener un hueso roto o un corazón roto, podemos sentir un dolor de estómago o dolores del corazón, y podemos ser heridos por la mordedura de un perro o por un comentario mordaz. De hecho, el uso de las palabras para describir el dolor en los episodios de dolor físico y social es un fenómeno común en muchos idiomas (MacDonald y Shaw, en este volumen). Sin embargo, la evidencia lingüística por sí misma no justifica la afirmación de que el dolor físico y el dolor social comparten la misma fenomenología subyacente. Un “corazón roto” podría ser simplemente una forma de hablar y podría no ser realmente experimentado como algo físicamente doloroso. Por lo tanto, mostrar que las mismas regiones neuronales están involucrados en la experiencia del dolor físico y social proporciona una evidencia más sustancial e importante de que estos dos tipos de dolor comparten una experiencia fenomenológica común.
En esta sección, vamos a revisar la investigación neuropsicológica y de neuroimagen que sugiere que la corteza cingulada anterior dorsal (CCAD), una gran estructura en la pared medial del lóbulo frontal, es una de las estructuras neurales clave involucradas en la angustia afectiva asociada con la superposición del dolor físico-social. Aunque indudablemente hay muchas otras estructuras neurales implicadas en esta superposición, como la ínsula y la sustancia gris periacueductal, nos centraremos principalmente en el papel que juega la CCAD en el componente afectivo del dolor físico y social.
El dolor físico y el DACC
Durante casi un siglo, se ha sabido que el CCDA juega un papel en la experiencia de dolor físico. Desde mediados de la década de 1930, los neurocirujanos han utilizado cingulotomía, una lesion circunscrita del CCDA, para el tratamiento de trastornos de dolor crónico intratable (Davis et al., 1994). Tras la cingulotomía para el dolor crónico, los pacientes reportan que siguen siendo capaces de sentir la intensidad del dolor, pero que el dolor en sí ya no los molesta (Foltz & White, 1968).
Los investigadores del dolor subsecuentemente han subdividido la experiencia dolorosa en dos componentes: la intensidad y lo desagradable de la experiencia dolorosa (Price, 2000; Rainville et al, 1997.). Calificar la intensidad del dolor se puede comparar a la calificación de la intensidad del volumen (ruido) de una radio, mientras que la calificación de la incomodidad o lo desagradable del dolor se puede comparar a la calificación de la medida en que el volumen de la radio se percibecomo molesto. Mientras que el CCAD ha demostrado estar involucrado en la percepción de lo desagradable del dolor físico, otras regiones neurales tales como la corteza somatosensorial y la insula posterior muestran estar involucradas en el procesamiento de los aspectos sensoriales-discriminativos del dolor (Peyron, Laurent, y García -Larrea, 2000).
Los trastornos del dolor que impliquen daño a las áreas somatosensoriales dejan a los pacientes incapaces de identificar de dónde viene el dolor o lo intenso que es, aunque siguen siendo capaces de experimentar la angustia asociada con tener el dolor en primer lugar (Nagasako, Oaklander, y Dworkin, 2003) .
El primer estudio de neuroimagen que une angustia dolor a la actividad del CCAD utiliza sugestión hipnótica para alterar la percepción de lo desagradable de la estimulación dolorosa sin cambiar la intensidad percibida (Rainville et al., 1997). Utilizando la tomografía por emisión de positrones (PET), se observó que la actividad CCDA correspondía a los cambios en la percepción de lo desagradable de los estímulos dolorosos, mientras que la actividad de la corteza somatosensorial primaria, típicamente asociada con la intensidad percibida de la estimulación dolorosa, permaneció inalterada. Desde entonces, varios estudios de neuroimagen han relacionado el incremento de lo desagradable de una estimulación dolorosa con la activación del CCDA (DACC) (Peyron et al., 2000). De manera similar, individuos sensibles al dolor, quienes reportaron más dolor desagradable al dolor menos intenso, muestran una mayor y considerable inclinación de la actividad del CCAD a la estimulación dolorosa que en las personas menos sensibles al dolor (Coghill, McHaffi e, y Yen, 2003).
Dolor Social y el DACC
Dolor Social en los animales. La circunvolución del cíngulo no posee una contrapartida distintiva en el cerebro reptiliano, que aparece por vez primera filogenéticamente, en especies de mamíferos (MacLean, 1985a, 1993).
Varias características de comportamiento acompañan a la evolución de los mamíferos también. Estás características recién emergidas diferencian a los mamíferos de sus antepasados reptiles, incluyen la comunicación audiovocal para mantener el contacto de descendencia materna y del cuidado de los más jóvenes, junto con la atención materna.
Cómo la corteza cingulada apareció en la escena evolutiva al mismo tiempo que estas características, puede ser un contribuyente a estos comportamientos que son únicamente de los mamíferos. Uno de estos comportamientos únicos de los mamíferos es la producción de vocalizaciones de angustia, que son consideradas como lo más primitivo y básico, con el propósito original de mantener el contacto madre-hijo (MacLean, 1985a). Por lo general, los bebés emiten vocalizaciones de angustia cuando están separados de sus cuidadores y el sonido de estas vocalizaciones provoca angustia en la madre, motivándola para recuperar a sus crías o ir en busca de ellas. En consonancia con la idea de que las vocalizaciones de angustia evolucionaron en el contexto de las relaciones entre padres e hijos, los reptiles recién nacidos que no reciben cuidados de los padres debido a que nacen casi completamente maduros, encontramos que no producen vocalizaciones de angustia (MacLean, 1985b).
Establecer que la circunvolución cingulada juega un papel causal en la angustia de la distancia social y la producción de vocalizaciones de angustia, las lesiones de la circunvolución cingular deben llevar a:
(a) un menor número de vocalizaciones de angustia cuando están separados socialmente y
(b) un menor número de intentos de mantener la cercanía social si la distancia social ya no es angustiante.
De acuerdo con este rol causal, la ablación de la CCAD en monos ardilla conduce a la disminución de las vocalizaciones de socorro (Kirzinger y Jurgens, 1982; MacLean y Newman, 1988). Además, lesiones de la c. Cingulada en macacos conduce a disminuciones en el comportamiento afiliativo, indicada por una reducción en la cantidad de tiempo gastado en las interacciones sociales o en proximidad con otros macacos (Hadland et al., 2003).
Esta caída en la afiliación social puede ser el resultado de una menor necesidad de cercanía social, porque la distancia social ya no es experimentada como aversiva. Además, si elCCAD es una de las regiones neuronales primarias involucradas en la producción de vocalizaciones de angustia, la estimulación localizada de la CCAD debe provocar vocalizaciones de angustia mientras que la estimulación de otras áreas del lenguaje no deberían. Para este fin, la estimulación eléctrica de la CCAD conduce a la producción espontánea de vocalizaciones de angustia en los monos rhesus (Robinson, 1967; Smith, 1945), mientras que, la estimulación de la zona correspondiente al área de Broca en los monos y hominoideos, una área conocida por estar involucrada en la producción del discurso, provoca el movimiento de las cuerdas vocales, pero no vocalizaciones de angustia (Leyton y Sherrington, 1917; Ploog, 1981).
La circunvolución del cíngulo también juega un papel en las respuestas de los cuidadores sobre las vocalizaciones infantiles de angustia. La ablación de la circunvolución del cíngulo en ratas hembras adultas resultados en deficiencias en el comportamiento materno, incluyendo la enfermería y la recuperación de las crías (Stamm, 1955). Tras la ablación cingular en las mujeres, las madres ratas se vuelven menos sensibles a las vocalizaciones de angustia de sus crías. En un estudio, la tasa de supervivencia de las crías de ratas cuyas madres tenían una lesión en el cíngulo fue sólo el 12%, en comparación con una tasa de supervivencia del 95% en las crías de ratas con madres que tenían lesiones simuladas (Stamm, 1955).
Dolor Social en los seres humanos.
Poco se sabe acerca de los correlatos neurales de dolor social de los seres humanos. Sin embargo, si el CCDA está implicado en el dolor social en otros mamíferos, es razonable sugerir que está implicado en el dolor social humano también. Si esto es cierto, lesionar la CCDA en los seres humanos debe tener consecuencias sociales que hacen a las personas menos sensibles al dolor social y potencialmente menos interesados en la afiliación social mientras que la cercanía social no es aliviadora (1. Adj. Que alivia. Ut.c.s. Aliviar – Del lat. Alleviare].
Un estudio anterior señaló que lesionar la DACC para el dolor crónico o trastornos de ansiedad tiene consecuencias sociales. Tras una cingulotomía, los pacientes se hicieron menos socialmente inhibidos, menos tímidos, y con menos sensibilidad social (Tow y Whitty, 1953). En otras palabras, estos pacientes se hicieron menos socialmente interesados y socialmente más desinhibidos. Otra consecuencia frecuente de cingulotomía es mutismo acinético, en el que los pacientes temporalmente no inician vocalización basada en una falta de deseo en lugar de una falta de habilidad -capacidad (Laplane et al., 1977). Aunque altamente especulativa, la renuencia a iniciar la vocalización puede reflejar una reducción en la preocupación por la conexión social. La destrucción de la porción de la corteza cingulada asociada con la detección de la separación social y la vocalización para restablecer la conexión, puede resultar en la ausencia temporal de vocalizaciones por iniciativa propia.
Quizás la evidencia más directa para el papel de la CCAD en el dolor social humano proviene de un estudio de neuroimagen sobre los correlatos neurales de un tipo de dolor social: la exclusión social (Eisenberger, Lieberman, y Williams, 2003).
En este estudio, los participantes se les hizo creer que iban a estar estar jugando un juego de pelota de lanzamiento virtual con otros dos jugadores a través de Internet, utilizando el escáner de fMRI. En realidad, no había otros jugadores, en lugar de eso las imágenes del ordenador de los demás jugadores estaban programadas para incluir el participante durante una ronda del juego y excluir al participante en otra ronda del juego haciendo esto evidente al no tirarle la pelota para el participante. Al ser excluido del juego, en comparación a cuando se le incluía, los participantes mostraron una mayor actividad en CCAD, la región más a menudo asociada con la angustia afectiva y el dolor físico. En general, la cantidad de actividad en esta área resultó fuertemente correlacionada (r = .88) con la cantidad de participantes que reportaron sentir angustia durante el episodio de la exclusión. Esto refleja el resultado de la investigación con animales, la CCAD parece jugar un papel en el estrés y la angustia asociadas con la distancia social percibida en los seres humanos de igual manera.
HIPÓTESIS 2: EL DOLOR FÍSICO Y SOCIAL DEPENDE DE LOS MISMOS MECANISMOS COMPUTACIONALES
Debido a que el DACC está involucrado en la experiencia de dolor tanto físico y social, es plausible que los procesos computacionales subyacentes de la DACC son relevantes en el tratamiento de ambos tipos de dolor. La comprensión de los cálculos subyacentes a este circuito neuronal compartido Es importante para la construcción de un modelo más completo de la superposición de dolor físico-social. Cohen y sus colegas han demostrado que el CCAD actua como un monitor de conflicto o discrepancia, detectando cuando una respuesta habitual automática es contextualmente inapropiada o entra en conflicto con los objetivos actuales (Botvinick et al., 2001). Un ejemplo sencillo de conflicto, a menudo utilizado para provocar la activación DACC, es la tarea de Stroop en la que las respuestas autamáticas de los textos de lectura entra en conflicto con el objetivo de nombrar el color (por ejemplo, el nombre del color de la tinta de la palabra ROJO impreso en tinta azul; MacDonald et al., 2000).
Otros estudios sugieren que la DACC puede ser sensible a conflictos de objetivos y más generalmente a eventos imprevistos (Weissman et al., 2003), la detección de discrepancias entre las respuestas automáticas y las metas-objetivos actuales, entre los eventos reales y esperados, y entre los nuevos estímulos y representaciones pre-existentes que no encajan entre sí. Cuando el DACC detecta estas discrepancias, la corteza prefrontal es notificada del problema de modo que pueda ejercer el control ejecutivo (Miller y Cohen, 2001) reemplazando los procesos automáticos.
Aunque mucha investigación apoya esta cuenta de la DACC como un detector de discrepancia, no está claro cómo esta función se refiere a procesos de dolor físico o social. Por un lado, la DACC ha sido caracterizado como un detector de discrepancia, produciendo actividad a conflictos de respuesta simples, tales como los que se evidencian en la tarea Stroop (Botvinick et al., 2001). Y Por otro lado, la DACC ha sido caracterizada como un centro de angustia, la producción de actividad a los casos de dolor tanto físico y social (Eisenberger et al, 2003;.. Rainville et al, 1997). ¿Cómo se pueden conciliar estas dos caracterizaciones de la función DACC?
Si se conceptualiza la DACC como un sistema de alarma neuronal (Eisenberger y Lieberman, 2004), la conexión entre la detección de la discrepancia y la experiencia del dolor físico y social, rápidamente logra tener más sentido. La mayoría de los Sistemas de alarma en el mundo (por ejemplo, alarmas contra incendios) tienen dos componentes.
El primer componente es el sonido de la alarma, la parte de la alarma que indica que hay un problema, interrumpe la actividad en curso, y dirige la atención a la solución del problema. Esta parte de la alarma puede ser análoga a la experiencia del dolor físico o social, que también es angustiante, alarmante, llama la atención, y es disruptiva.
El segundo componente de la alarma es el mecanismo que detecta cuando algo ha ido mal o se ha apartado de un punto de ajuste deseado (por ejemplo, el exceso de humo en la habitación). En esencia, esta parte del sistema de alarma detecta discrepancias de alguna norma o standard, inicia el sonido de la campana de la alarma, y puede ser análoga a la función de detección de discrepancia del CCAD.
En lugar de que la detección de discrepancia y la angustia sean dos relatos contrapuestos del funcionamiento del CCAD, la analogía sobre el sistema de alarma sugiere que podrían ser en realidad dos caras de la misma moneda: los dos procesos complementarios de un sistema de alarma neuronal. En base a esta consideración, esta alarma multi-propósito debe ser activada una vez que el mecanismo subyacente ha detectado ya sea un daño físico, una discrepancia del estado de salud del cuerpo, o la distancia social, una discrepancia en el estado deseado de la conexión social.
A pesar de que parece razonable que el CCAD podría actuar como un sistema de alarma neuronal, detectar la discrepancia y la producción de los sentimientos posteriores de angustia, estas dos propiedades de actividad CCAD aún no se han unido.
Por lo general, los estudios de la CCAD como un detector de discrepancia no evalúan la angustia fenomenológica y los de la participación del CCAD en situaciones de angustia no evalúan la detección de discrepancia.
Con el fin de examinar si estas dos propiedades de la función del CCAD son las dos caras de la misma moneda, se examinaron dos hipótesis:
(1) si las personas que suelen angustiarse-afligirse con más frecuencia son más sensibles a la discrepancia como lo demuestra el aumento de activación del CCAD durante una tarea de detección de discrepancia, y
(2) si la activación de los procesos de detección de discrepancia agudizan la sensibilidad de una persona a la angustia.
Para probar la primera hipótesis, se analizó si los individuos con alto contenido de neuroticismo, los que tienden a experimentar más angustia a menudo, son más sensibles a la detección de discrepancia, como lo demuestra la mayor actividad del DACC a una simple tarea de detección de discrepancia (Eisenberger, Lieberman, y Satpute, en prensa). Debido a que el neuroticismo suele definirse como la tendencia a experimentar el afecto negativo (Costa & McCrae, 1980; Eysenck, 1967), los neuróticos deberían mostrar una mayor sensibilidad a la discrepancia, si la detección de discrepancias y la angustia van mano a mano. En este estudio (Eisenberger et al., En prensa), los participantes fueron escaneados en el desempeño de una tarea “extravagante”, una tarea de detección de discrepancia simple en la que se presenta una secuencia de letras, una a la vez, en una pantalla de ordenador. En esta tarea, el 80% de las letras son la “X”, pero los participantes son instruidos para presionar un botón sólo cuando ven una carta que no sea X. Debido a la expectativa de la base de tasa de ver una X es del 80%, ver otra letras viola esta expectativa y conduce a la activación de la CCAD (Braver et al, 2001;. Weissman et al, 2003.).
Se encontró que la reactividad elevada del CCAD a los ensayos excéntricos, relativa a los ensayos no excéntricos, fue significativamente correlacionada con los niveles más altos de neuroticismo autoinformado (r = 0,76).
En otras palabras, las personas con más altos niveles de neuroticismo mostraron más del CCAD a esta simple tarea de detección de discrepancia, lo que implica que mayores niveles de angustia y un sistema de alarma más sensible van mano a mano.
El segundo estudio investigó si el aumento de la actividad del detector de discrepancia del sistema de alarma podría al mismo tiempo hacer que las cogniciones relacionadas con angustia sean más accesibles, especialmente en los neuróticos que pueden tener un sistema de alarma más sensibles, para empezar.En este estudio (Eisenberger y Gable, 2004), los participantes fueron expuestos a una tarea normal de Stroop que implicaba la detección de discrepancia o a una tarea de Stroop modificada que no contiene ninguna discrepancia (tarea neutral), en la que se les pidió a los individuos simplemente nombrar el color de diferentes figuras . Después de la manipulación de los procesos de detección de discrepancia, los participantes completaron una tarea de decisión léxica en el que se evaluaron los tiempos de reacción a diferentes categorías de palabras.
Se presume que las reacciones más rápidas a cierta clase de palabras son indicativas de cogniciones que son más fácilmente accesibles. Los participantes fueron expuestos a cinco categorías de palabras tales como:
(1) Las palabras de rechazo social (“abandono”, “rechazo”);
(2) Palabras de rasgos negativos (“flojo”, “aburrimiento”) para el control de la negatividad de las palabras de rechazo social sin el componente de relación social;
(3) Las palabras de confort sociales (“amor”, “ayuda – apoyo”);
(4) Las palabras de rasgos positivos (“encantador”, “inteligente”) para el control de la positividad de las palabras de confort social sin el componente de relación social, y
(5) no palabras (‘tlinking “,” worls “).
En general, los participantes no se volvieron más sensibles a las palabras de rechazo social siguiendo la discrepancia. Sin embargo, los individuos que puntuaron más alto en neuroticismo sí. Se encontró que después de controlar los tiempos de reacción a las palabras de rasgos negativos, los individuos que puntuan más alto en neuroticismo fueron significativamente más rápidos a las palabras de rechazo social siguiendo la tarea de detección de discrepancia en comparación con la tarea neutral. No se presentaron diferencias en ninguno de los grupos en cuanto a los tiempos de reacción a las palabras de confort sociales después de controlar las palabras de rasgos positivos, y no había neuroticismo por interacciones condición.
Por lo tanto, la inducción de los procesos de detección de discrepancias mínimas hacen a los neuróticos más sensibles al rechazo social, lo que sugiere que la activación de este sistema puede hacer que ciertas personas sean más sensibles a las señales dolorosas como las que indica el dolor social. Este estudio, junto con el descrito antes, proporciona evidencia de la noción de que la detección de discrepancia y la angustia son dos procesos complementarios que subyacen en el funcionamiento de la CCAD.
HIPOTESIS #3: INDUCIR O REGULAR UN TIPO DE DOLOR SIMILARMENTE INFLUYE AL OTRO
En esta sección, vamos a proporcionar evidencia que muestra que el aumento de un tipo de dolor o de sus predictores debería aumentar la sensibilidad de un individuo a otro tipo de dolor ( efectos de potenciación del dolor ). Alternativamente, la reducción de un tipo de dolor o sus predictores debe disminuir la sensibilidad de un individuo a otro tipo de dolor (efectos regulación del dolor).
Efectos de la Potenciación del Dolor
Considerando que parece bastante intuitivo que el daño físico produzca dolor físico y el daño social que produzca dolor social, la noción de que experimentar o mejorar la sensibilidad a un tipo de dolor puede potenciar la sensibilidad de uno a otro tipo de dolor está lejos de ser evidente. Sin embargo, hay al menos alguna evidencia que apoya esta hipótesis. Cuentas correlacionales sugieren que la experiencia de un tipo de dolor se correlaciona directamente con un aumento de la sensibilidad al otro. Por ejemplo, Bowlby observó que cuando los niños sienten dolor físico, se vuelven mucho más sensibles a la localización de su cuidador y experimentan angustia con mayor frecuencia y facilidad al notar distancia del cuidador (Bowlby, 1969). Del mismo modo, en comparación con los controles de salud, los adultos con dolor crónico son más propensos a tener un estilo de apego ansioso, caracterizado por un elevado sentido de la preocupación sobre el compromiso de su pareja hacia la relación (Ciechanowski et al., 2003).
Hasta la fecha, ningún estudio ha manipulado experimentalmente el dolor físico para investigar las consecuencias del dolor social o han manipulado el dolor social para investigar las consecuencias del dolor físico. Sin embargo, varios estudios han investigado los efectos de fallo-fracaso en las experiencias de dolor físico. Si la percibida consecuencia de fracasar o fallar es que uno no sería aceptado o del agrado de los demás, el fracaso podría desencadenar sentimientos de dolor social. Esto podria ocurrir en individuos a los que se les ha dicho que han fallado-fracasado en algo que ellos consideran importante para su identidad social o para su aceptación o su inclusión en un determinado grupo.
En línea con esto, participantes en edad universitaria que fueron informados de que se presentaron muy por debajo de la media en un examen de ingreso a la universidad, reportaron aumento de puntuaciones de dolor a la prueba de estimulación de presión con frío (van den Hout et al., 2000).
Para los estudiantes universitarios que participaron en este estudio, la inteligencia es probable que sea una característica que es valorada por ellos mismos y sus familias. Fracasar una prueba académica podría significar que su familia u otros miembros importantes de sus relaciones sociales lo aprobarían o rechazarían, provocando así el dolor social y una sensibilidad correspondiente al dolor físico. En un estudio similar, los participantes en edad universitaria que recibieron retroalimentación computarizada indicandoles que habían obtenido malos resultados en una tarea de comprensión de lectura, también reportaron altos índices de dolor a una tarea de estimulos de presión fría – o de compresor (Levine, Krass, y Padawer, 1993).
Efectos de regulación de dolor
La disminución de un tipo de dolor o disminución de la sensibilidad de un individuo a un tipo de dolor se ha demostrado que reduce la sensibilidad de un individuo a otro tipo de dolor. Una gran parte de la investigación correlacional ha demostrado que los individuos con más apoyo social experimentan menos dolor por cáncer (Zaza y Baine, 2002), toman menos medicamentos para el dolor, es menos probable que sufran de dolor en el pecho después de una cirugía de revascularización coronaria (King et al. , 1993, Kulik y Mahler, 1989), reportan menos dolor en el parto, y son menos propensos a usar Anasthesia epidural durante el parto (Kennell et al, 1991). Así, la percepción o la presencia de apoyo social, presumiblemente indicativa de una menor probabilidad de daño social, se asocia con la reducción de dolor físico en diversos dominios de la salud. La evidencia experimental ha demostrado efectos similares. La investigación en animales ha demostrado que la presencia de otro animal disminuye la experiencia angustiante de estimulación dolorosa (Epley, 1974).
Por ejemplo, el castigo de la descarga eléctrica fue menos eficaz para el entrenamiento de ratas a las que se les aplicó éste tipo de castigo estando en grupo, esto en comparación con ratas a las que se les aplicó estando solas (Rasmussen, 1939), lo que sugiere que los choques fueron menos aversivos y por lo tanto un dispositivo de entrenamiento menos eficaz cuando las ratas estaban en un contexto social, en grupo. Además, se encontró que la inmovilidad de una rata debido a descargas eléctricas se redujo por la presencia de una rata compañera (Davitz & Mason, 1955). Por último, cabras bebés mostraron menos reacciones emocionales a una descarga eléctrica cuando su madre estaba presente que cuando estaba ausente (Liddell, 1954).
Las investigaciones en humanos han demostrado efectos similares (Epley, 1974). La presencia de compañía ha demostrado reducir la cantidad de miedo reportado asociado con descargas eléctricas (Amoroso y Walters, 1969; Buck & Parke, 1972) y para aumentar la tolerancia de los participantes ante la intensa descarga eléctrica, lo que sugiere que la estimulación dolorosa se experimenta como menos dolorosa cuando se está ante la presencia de un compañero (Seidman et al., 1957). Más recientemente se ha demostrado que los participantes en presencia de apoyo, ya sea un amigo o un extraño, reportaron menos dolor a una tarea de estimulación de presión de frío – compresor, a diferencia de aquellos que a los que se les realiza este test estando solos (Brown et al., 2003). En resumen, en la manipulación experimental ante la presencia de otras personas como apoyo puede reducir la sensibilidad al dolor.
Más evidencia de la regulación del dolor proviene de los estudios de drogas. Los medicamentos opiaceos, conocidos como aquellos que reducen el dolor físico, también se han demostrado eficaces para reducir las vocalizaciones de angustia de separación, provocada por los infantes mamíferos cuando están separados de sus cuidadores o el grupo social (Nelson y Panksepp, 1998; Panksepp, 1998). De hecho, una de las formas más seguras para aumentar el consumo de una rata de opiáceos (especialmente para las ratas hembra) es a través de aislamiento social (Alexander, Coambs, y Hadaway, 1978), ya que el aumento del consumo de opiáceos parece regular la experiencia del animal ante la angustia por aislamiento.
Los medicamentos antidepresivos o inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) también tienen efectos similares tanto en el dolor físico como social. Los antidepresivos, prescritos típicamente para el tratamiento de la ansiedad y la depresión, a menudo son relacionadas al dolor social, son efectivas para aliviar el dolor físico también (Nemoto et al, 2003;. Singh, Jain, y Kulkarni, 2001). De hecho, ahora los antidepresivos se recetan regularmente para tratar los dolores crónicos.
HIPÓTESIS 4: LAS DIFERENCIAS DE RASGO RELACIONADAS A UN TIPO DE DOLOR SE RELACIONAN D EIGUAL MANERA CON OTRO TIPO.
La última hipótesis que se considerará en este capítulo es que las diferencias de rasgos relacionadas con la sensibilidad a un tipo de dolor también deben relacionarse con la sensibilidad a otro tipo de dolor. Debido a que el neuroticismo se ha mostrado para enlazar a los dos aspectos de la alarma, una mayor sensibilidad a la discrepancia (Eisenberger et al, 2004.) Y una mayor angustia (Costa & McCrae, 1980; Eisenberger y Gable, 2004), el neuroticismo bien puede representar un rasgo de amplificación de este sistema de alarma. Como tal, el neuroticismo debería estar asociado con una mayor sensibilidad y una mayor experiencia angustiosa tanto de dolor físico como social.
Alguna evidencia observacional ya existe y sugiere que este podría ser el caso. Beck señaló que los dos de los tipos más frecuentes de pensamientos ansiosos que los individuos neuróticos tenían, giran en torno a la posibilidad de daño físico (ser atacado, estar en un accidente de tráfico) y la posibilidad de daño social (ser rechazado, condenado al ostracismo; Beck, Laude , y Bohnert, 1974). Además, Twenge (2000) ha demostrado que el aumento de los niveles de neuroticismo y ansiedad en los Estados Unidos, durante los últimos 40 años, se corresponden directamente con el aumento de los indicadores de distancia social (las tasas de divorcio) y el aumento de la prevalencia de peligros físicos (índices de delincuencia). En la siguiente sección, revisaremos la evidencia que sugiere que el neuroticismo se asocia con un aumento de la sensibilidad al dolor tanto físico como social.
El Neuroticismo y la sensibilidad al dolor físico
El Neuroticismo se asocia frecuentemente con la tendencia a ser hipersensibles a los síntomas físicos, tales como dolor o malestar, y angustiarse por estos síntomas frecuentemente (Watson y Pennebaker, 1989). Los estudios epidemiológicos indican que el 50% de los pacientes que buscan tratamiento para los síntomas físicos sin explicación médica, siendo a menudo dolor visceral o dolor somático, están o ansiosos o depresivos (Katon, Sullivan, y Walker, 2001).
El Neuroticismo, junto con otras construcciones similares, tales como rasgo de afecto negativo y la ansiedad de rasgo, se ha demostrado también que se asocian con menores umbrales de dolor (Bisgaard et al, 2001;. Pauli, Wiedemann, Nickola, 1999; Phillips & Gatchel, 2000; Shiomi, 1978, Wade & Price, 2000) y mayores índices de dolor desagradable (Wade et al, 1992). Además, el neuroticismo predice mayores niveles de dolor postoperatorio después de la colecistectomía (Bisgaard et al., 2001), se asocia con mayores grados de severidad del dolor en los síntomas de dolor de pecho (Costa et al., 1985), y se asocia con mayores niveles de angustia psicológica debido al dolor en las personas con dolor de espalda baja (BenDebba, Torgerson, y Long, 1997).
El neuroticismo y la sensibilidad al dolor social
Tal vez menos intuitiva que el enlace del dolor neuroticismo-físico o físico-neurótico, es la hipótesis de que el neuroticismo se asocia con un aumento de la sensibilidad al dolor social. Aunque algunos han hecho la afirmación de que la experiencia de la ansiedad es fundamentalmente un miedo al rechazo o exclusión social (Baumeister, 1991; Baumeister y Tice, 1990), la mayoría no equiparan intrínsecamente neuroticismo o rasgo de ansiedad con una sensibilidad específica al rechazo social. Sin embargo, los estudios sugieren que el neuroticismo es al menos parcialmente asociado con un aumento de la sensibilidad ante posibilidad o realidad de dolor social.
Varios estudios han demostrado que el neuroticismo se correlaciona bien con las medidas de la evaluación de la sensibilidad al dolor social, tales como las medidas de sensibilidad al rechazo o la sensibilidad interpersonal.Sensibilidad de rechazo se define como la tendencia a esperar el rechazo y se evalúa con preguntas tales como “¿Qué tan preocupado o ansioso estaría sobre si esta persona quiere salir contigo?” (Downey y Feldman, 1996, véase también Romero-Cañas y Downey, este volumen).
Sensibilidad interpersonal se define como la tendencia a reaccionar con excesiva sensibilidad a la conducta interpersonal de los demás o la evaluación negativa percibida o real por los demás y es evaluado por frases como “Me preocupa lo que los demás piensen de mí” (Boyce y Parker, 1989). Estudios recientes han demostrado que el neuroticismo se correlaciona positivamente con la sensibilidad al rechazo (r = 0,36; Downey y Feldman, 1996) y con la sensibilidad interpersonal (r = 0,48 ar = 0,61; Boyce y Parker, 1989; Gillespie, et al, 2001;. Luty et al, 2002;. Smith & Zautra, 2002).
Los reportes del neuroticismo también se correlacionan altamente con la ansiedad social generalizada (r = 0,58;. Norton et al, 1997). Del mismo modo, los toxicómanos que son altos en neuroticismo son más propensos a recaer específicamente en los episodios de rechazo social (r = 0,47;. McCormick et al, 1998). Por último, no sólo los neuróticos son más sensibles a la posibilidad de rechazo social, sino que también pueden experimentar mayores y más duraderos episodios de dolor tras la pérdida real de la cercanía otros (Bailley, 2001;. Ogrodniczuk et al, 2003).
CONCLUSION
Hay algo en estar cerca de hombres y mujeres, y de mirarlos,y en su contacto y en su olor, que es grato al alma. . .Walt Whitman, “I Sing the Body Electric,” 1855
Comenzamos este capítulo con una cita de Aristóteles, quien sugirió que ningún individuo querría vivir sin relaciones sociales. Ahora terminaremos este capítulo con una cita de Walt Whitman, escrito cerca de 2.000 años después, indicando una idea similar — parte de lo que hace que la vida valga la pena vivir es estar cerca de los demás. En efecto, si se solicita identificar las mejores y peores experiencias de la vida, la mayoría de nosotros tomaría esas experiencias que implican la realización y ruptura de los lazos sociales.
Para la mayoría, ninguna ocasión podría ser más feliz que un matrimonio o el nacimiento de un niño, y ninguna podría ser más dolorosa que la pérdida de nuestros seres queridos. Cada vez más, la evidencia apunta a la importancia de las relaciones sociales no sólo para nuestra felicidad y bienestar, sino para nuestra supervivencia también.
A través de los estudios revisados aquí, estamos empezando a apreciar que la necesidad de la conexión social es tan esencial para la supervivencia, al menos en las especies de mamíferos, que estar excluidos o desconectadso del grupo social es procesado por el cerebro de una manera similar a la el dolor físico. Al igual que el dolor físico ha evolucionado para alertarnos de que algo anda mal con nuestro cuerpo, el dolor social es una señal similar potente que nos avisa cuando algo anda mal en nuestras relaciones sociales con los demás, una amenaza igualmente importante para la supervivencia de nuestra especie .
En este capítulo hemos revisado la teoría de la superposición del dolor, que avanza la idea de que el dolor físico y social dependen de las partes del mismo sistema subyacente para su funcionamiento. También hemos proporcionado evidencia de varias hipótesis que se pueden derivar de esta teoría. Hemos demostrado que el CCAD actúa como uno de los sustratos neurales de la superposición de dolor físico-social y que está implicado tanto en la detección de peligro físico y social y en la experiencia alarmante que les sigue. Hemos demostrado que la potenciación o regulación de una de estas formas de dolor influye en la otra forma de dolor de una manera congruente. Por último, hemos proporcionado algunas pruebas que sugieren que el neuroticismo se asocia con una mayor sensibilidad a los indicadores de ambos tipos de dolor.
Estas no son las únicas consecuencias que se pueden derivar de esta teoría. Otras hipótesis que aún no se han explorado incluyen si el dolor físico y social tiene consecuencias similares en el comportamiento, producen resultados similares de salud, o comparten otras estructuras neurales comunes o neurotransmisores no revisados aquí. Continuar explorando y estudiando las similitudes subyacentes entre el dolor físico y social puede proporcionarnos nuevas formas de tratar el dolor físico y las nuevas técnicas para el manejo del dolor social.
Perhaps most importantly, understanding this overlap may provide us with answers to two of our most fundamental questions: why it hurts to lose those we love and why being close to others “pleases the soul well.”
Quizás lo más importante, la comprensión de ésta superposición puede proporcionarnos respuestas a dos de las preguntas más fundamentales: Por qué duele perder a nuestros seres queridos y por qué estar cerca de los demás es grato para el alma?.
NOTAS
1. Aunque nos centraremos más específicamente en las estructuras neurales comunes que subyacen el dolor físico y social, reconocemos que los sustratos de opiáceos compartidos son una parte importante de la superposición de dolor físico-sociales y nos referiremos a ellas de una manera general en todo el capítulo.
2. Aunque podemos usar las consecuencias comportamentales de la cingulotomía para informar nuestro conocimiento de la fenomenología de la activación del ACC, se debe tener en cuenta que las cingulotomias sólo se llevan a cabo en los casos más extremos y severos de dolor o ansiedad. Además, uno debe tener cuidado al extrapolar desde los pacientes con cingulotomía a la población en general ya que el funcionamiento de esta región neural puede ser distinto para los individuos sanos.
3. En los no-primates, la circunvolución del cíngulo es la unidad primaria de análisis, mientras que en los primates y los humanos, los sectores anterior y posterior de la circunvolución se tratan por separado.
4. La evolución del juego es también un comportamiento único de mamíferos, sin embargo, un análisis completo de la evolución del comportamiento de juego no se discutirá aquí (para una revisión completa y la discusión de juego, ver MacLean, 1985a o Panksepp, 1998, capítulo 15).