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Civilización y barbarie

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voltaire

La compasión es la comprensión plena de la necesidad del mal (John Gray citando a Leopardi).

“Si el progreso es un mal tan grande, ¿Cómo es posible que no hagamos nada por deshacernos de él inmediatamente?… Estábamos hechos para vegetar, para dilatarnos en la inercia, y no para perdernos en la velocidad y en la higiene responsable de la enorme cantidad de seres desencarnados y asépticos que pululan por todas partes, de ese hormigueo de fantasmas donde todo se agita y nada está vivo. Una cierta dosis de suciedad es indispensable para el organismo (fisiología y mugre son términos intercambiables), por eso la perspectiva de una limpieza a una escala universal inspira una legítima aprensión. Deberíamos habernos atenido, piojosos y serenos, a la compañía de los animales, vivir al lado de ellos durante algunos milenios más, respirar el olor de los establos antes que el de los laboratorios, morir de nuestras enfermedades y no de nuestros remedios, dar vueltas alrededor de nuestro vacío y hundirnos suavemente en él… La civilización, nuestra droga, nos ha intoxicado a tal grado que nuestro apego a ella presenta los síntomas de un hábito mezclado con el éxtasis y de aborrecimiento. Tal y como va, acabará con nosotros, no hay duda; en cuanto a renunciar a ella, no podemos hacerlo, hoy menos que nunca.” E. M. Cioran.

Algunos pueblos prefieren un gobierno tiránico o dictatorial cuando salen de un guerra o de una catástrofe colectiva, una especie de gobierno autocrático que siendo más o menos benevolente asegure el orden y la convivencia bajo unas reglas mínimas aunque estas reglas no sean democráticas.

Se trata de una idea que empasta mal con nuestros ideales democráticos. ¿No es cierto que las potencias occidentales exigen de sus aliados (hasta donde pueden) ciertas prácticas como eso que hemos llamado “Derechos humanos”, elecciones libres o al menos si la alianza es demasiado necesaria, una especie de sucedáneo?. ¿Pero por qué la democracia liberal empasta tan mal con las tiranías o con los regímenes teocráticos de medio mundo?

Hay dos maneras de pensar la civilidad, una – la más frecuente- es pensarla desde una idea opuesta al caos, al desorden, imaginamos la civilización de un modo pulcro, a través de la supresión de todo lo indeseable, a través del blanqueamiento del mal (Baudrillard), de la moralización del pensamiento, a través del fortalecimiento de la cooperación, de la empatía, de la compasión yde la tolerancia. Este es en efecto la forma en que nos imaginamos la civilización. Algo opuesto a la barbarie, al desgobierno, al desorden.

Y sin embargo está manera de pensar es falsa,dicotómica y categorial. La realidad biologica o social no funciona de ese modo.Funciona como una amalgama de hechos, algunos de los cuales y en ciertos periodos de tiempo parece que apuntan a lo civilatorio mientras que en otros apuntan más bien al caos, son tiempos de hambre, guerras, persecuciones, desastres naturales, pestes y adversidades. Hay una alternancia entre civilización y barbarie,en forma de ciclos de mayor o menor duración pero inexorables.

Más aun, el paroxismo del bien parece que nos acerca paradójicamente al mal. Y que las buenas intenciones provocan -cuando se enfrentan a problemas complejos- nuevas lacras con las que no contábamos.

Todo sucede por una razón: en las ideas civilatorias se encuentran plegadas las ideas barbaras aunque ocultas. Y una de las ideas más perniciosas que existen en la naturaleza humana del hombre de hoy, es la idea de que los humanos somos perfectibles. Y que basta con inculcar reglas de perfectibilidad para que los ciudadanos mejoren y sean mas laboriosos, cooperativos, menos violentos y altruistas.

Uno de estos autores es John Gray.

El mundo se divide, en este sentido entre tres grupos de pensadores:

1.- Los que creen que la ciencia con el tiempo dará respuesta a todas las necesidades del hombre, siempre y cuando el hombre sea capaz de desembarazarse de las mentiras piadosas que la religión esconde como premio de consolación. En esta linea se encuentra Richard Dawkins por ejemplo.

2.- Los optimistas racionales como Ridley o Pinter nos presentan sus datos y sus gráficos un poco para convencernos de que el mundo es cada vez más pacífico, algo contraintuitivo. Pinker en su libro “Los ángeles que llevamos dentro” es un buen ejemplo de esta idea: el mundo va bien y en la buena dirección, solo necesitamos saber más sobre él.

3.- Y por el contrario hay otros, -que podríamos llamar los ilustrados oscuros- como John Gray que piensan en términos de una antigua tradición “pesimista racional” que estaría  presidida por el mismo Sigmund Freud y que podría traducirse en esta idea: ” el progreso no existe en términos morales”.Fue precisamente el propio Freud en su libro “El malestar en la cultura” uno de los primeros en intuir que nuestra naturaleza humana moriria de exito precisamente a causa de la incapacidad de encajar lo instintivo con las reglas de la civilización. El tema principal de la obra es el irremediable antagonismo existente entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura. Es decir, una contradicción entre la cultura y las pulsiones donde rige la siguiente regla: Mientras la cultura intenta instaurar unidades sociales cada vez mayores, restringe para ello el despliegue y la satisfacción de las pulsiones sexuales y agresivas, transformando una parte de la pulsión agresiva en sentimiento de culpa. Por eso, la cultura genera insatisfacción y sufrimiento. El eterno conflicto entre lo micro y lo macro, lo abarcativo-holistico que hoy llamamos globalización y lo individual y lo reductible a escala humana.

Es verdad que hay civilizaciones que son mejores o más cómodas que otras, pero Gray niega el carácter universal de este fenómeno que otros se imaginan como algo teleológico, algo que tiene una dirección predefinida como la trayectoria de una bala, algo inexorable.

Al contrario, -y aunque  estos pensadores no niegan el progreso tecnológico ni el progreso médico por ejemplo-, son beligerantes con la idea de que existe una correspondencia moral. Piensan que la conciencia humana viene determinada por la civilización de origen y sobre todo en una cuestión seminal: la evolución de la conciencia es cíclica y no lineal, lo que viene a señalar que es posible el retroceso y que los valores que abrazamos en nuestra cultura no han venido aquí para quedarse. Todo puede venirse abajo, en la próxima vuelta de la rueda. especialmente si estos valores no son sostenibles y es seguro que no lo son.

Radiografias cuchillo cabeza

Entendiendo la escisión y la dualidad.-

La dualidad no es una cuchillada del pensamiento, o algo que nos inculcara Descartes, por error a través de su concepción de la mente humana, la dualidad nos viene de serie y es inevitable que seamos seres duales, no somos pues individuos sino dividuos como decía Schopenhauer.

No se puede acorralar al caos, ni se puede exiliar a la barbarie. Viven entre nosotros y han venido para quedarse.

Y paradójicamente la barbarie que pugna por emerger desde sus escondites culturales lo hará a través de la deriva moral. Nuestra civilización está enferma de moralidad y de valores intramitables.

“Como todo proceso evolutivo, el progreso moral occidental causa subproductos y consencuencias inesperadas. Entre ellos: la destrucción de la familia biológica y el declive demográfico de los pueblos de origen europeo es quizás el más grave, pero hay otros costos a pagar: aumento epidémico de las enfermedades depresivas, incremento en las “brechas de género” en personalidad, disminución paradójica de la movilidad social, la amenaza de nuevos patógenos (sí, los demonios existen), el infraestudiado problema del altruísmo patológico y un largo etcétera de limitaciones que sustentan el pesimismo racional”. (Eduardo Zugasti)

Bibliografía,.

John Gray 2015: El alma de las marionetas: Un breve estudio sobre la libertad del ser humano



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