Consideramos que el duelo es un proceso fisiológico, necesario y absolutamente normal. Se trata de un proceso de adaptación a una perdida, usualmente una perdida que se refiere a una persona querida, un familiar, un amigo, un hijo o un progenitor. Pero tambien podemos utilizar la palabra “duelo” para significar otro tipo de perdidas abstractas, una posición, un trabajo, un entorno o incluso un duelo por una infancia, por un tránsito, por cualquier tipo de cambio, incluyendo los cambios de domicilio (depresión de mudanza). Por ultimo también están sujetos a procesos de duelo las perdidas motóricas o la perdida de integridad del cuerpo o su funcionalidad, sin olvidar los procesos oncológicos con o sin amputaciones (como la mama) y los mismos diagnósticos médicos.
Es obvio pues que todo trauma lleva consigo un duelo, un dolor. Pero para que haya duelo es necesario que se cumplan las siguientes condiciones:
- Es necesario que se reconozca la perdida.
- Es necesario que se reconozca que esa perdida es algo valioso y significativo.
- La perdida es irreversible.
- Es necesaria la sanción social, es decir que haya testigos que ayuden a soportar el dolor.
De manera que en algún tipo de situaciones el duelo no puede complatarse por la falta o déficit de alguno de estos items. ¿Qué sucede con el duelo de una mujer o un niño cuyo padre se ha dado por desaparecido en la guerra? ¿Qué sucede cuando alguien desaparece pero no existe cadáver que haga la muerte literal? ¿Qué sucede cuando en ciertos entornos las victimas no reciben el apoyo social pertinente como sucedió con algunas víctimas de ETA en el pais vasco?
Y hay otras posibilidades para que un duelo pase a convertirse en un trauma por sí mismo, de las que hablaré más abajo.
El trato con los muertos.-
Quiero ocuparme ahora de otra diferencia que me parece trascendental y es el trato que damos a la muerte y al vinculo con los antepasados. Hace poco tiempo me contaba una muchacha rumana los conflictos que le genera la integración de los valores de su familia con su entorno actual, el entorno que vivimos hoy en nuestro país.
En los países del este el duelo no es una tarea individual como sucede aquí en nuestro entorno sino que es un trabajo colectivo , un trabajo que implica a todos los miembros de la familia y de la comunidad, vecinos y conocidos. El trabajo de recuerdo de los difuntos es un trabajo periódico, que es en cierta forma inacabable: no solamente hay que velar al muerto en su propia casa durante dos o tres días sino también festejar con manjares a los que se invita a todos los que asumen esta tarea colectiva, en ciertos periodos: a la semana, al mes, a los tres meses, al año y más allá de él.
Según la muchacha rumana que entrevisté lo que aqui llamamos “duelo complicado”, una forma de depresión que no existe en su país. Es muy probable que no exista con la malignidad que se presenta en nuestros entorno según casos, lo que es seguro es que el trabajo de duelo no es individual sino colectivo y atañe a todos. No se trata de olvidar a nuestros muertos y no pensar más en ellos, sino recordar y sobre todo comer. El banquete funeral me parece la clave de este fenómeno, pero para entender qué es lo que nos comemos en un funeral no tenemos más remedio que retomar algunos conceptos del psicoanálisis y del chamanismo.
Lo que es seguro es que nuestro individualismo está muy relacionado con los sufrimientos mentales que nos complican nuestro estilo opulento de vida.
¿Incorporar o introyectar?.-
Se trata de dos mecanismos bien distintos, el primero descrito por Melanie Klein y el segundo por Sandor Ferenczi y son los precursores ontogenéticos de la identificación. Mientras la introyección consiste en apropiarse de un rasgo, habilidad, una conducta, una manera de hablar, una profesión de alguno de nuestros modelos de referencia, la incorporación es un mecanismo que implica la boca y que está relacionado con comer, tragar o hablar. La incorporación tiene un pálpito canibalístico y tiene como resultado una apropiación indebida, bien distinta a la introyección que es algo muy cercano a la imitación simbólica de algo. La incorporación es literal (en realidad una anti-metáfora) mientras que la introyección es una metáfora.
Mediante la incorporación lo que hacemos es mantener vivo al muerto, y lo hacemos enterrándolo en una cripta, es por eso que Abraham y Torrök han hablado del fantasma en la cripta.
A veces no enterramos a nuestros muertos sino que los escondemos. Y sucede con más frecuencias cuando los sentimientos de deuda o de culpa nos fijan a objeto perdido.
Es por eso que:
“Cuando alguien muere sin que un trabajo o duelo le haga llegar a las puertas de la Gran Luz, entonces se crea, entre el muerto y los vivos, esta entidad relacional denominada fantasma, que les permite, a los dos, seguir viviendo juntos, aunque ilusoriamente. Sin embargo transmitirse de generación en generación, esta entidad relacional se va convirtiendo en patógena, porque no está al servicio de los proyectos de los vivos, sino de los que el muerto no ha podido realizar.”
Pasaje de: Patrice Van Eersel & Catherine Maillard. “Mis antepasados me duelen.”
De modo que la incorporación lo que hace es mantener vivo al fantasma con todos sus proyectos inconclusos, una entidad relacional entre los vivos y los muertos y es por eso que la prevención del duelo consiste en obligar a los vivos a devorar a los muertos y convertirlos en materia fecal. Es así como se expulsa al fantasma y no mediante el silencio o agrandando la cripta.
¿Por qué un duelo puede convertirse en algo traumático?
Contaba Freud en “Duelo y melancolía” que la causa más frecuente por la que un duelo se convertía en depresión era a causa de la identificación con el finado. Algo así como que nos identificamos de tal modo con el muerto que nos negamos a desprendernos de ese recuerdo que vuelve y vuelve a nuestra conciencia que no deja de reexperimentar el recuerdo traumático, no podemos dejarde pensar en él y solo nos alivia el hecho de hablar sobre los detalles de su perdida. Nótese que hablar, comer y tragar están relacionados semánticamente. Hablar es un forma de expulsar por un orificio que no es el natural para el desprendimiento.
Decia Freud que el sentimiento de culpa o de deuda son las principales razones por las que un duelo no se elabora de forma fisiologica. Hay pues en la mayoria de casos cuentas que ajustar que no pudieron ser saldadas. Pues no hay que olvidar que deuda y culpa están relacionadas semánticamente. El deudor es culpable decia Nietzsche.
Otra de las razones por las que un duelo puede convertirse en un acontecimiento traumático es por acumulación de duelos anteriores no resueltos o no-elaborados y por supuesto las perdidas colectivas o aniquiladoras en accidentes de tráfico o catastrofes naturales o bélicas con múltiples victimas, peor aun si existen lesiones que comprometen la integridad corporal.
El caso de Lola.-
En un post anterior ya hablé del caso de Lola y me referí a él como un caso de “duelo por poderes”. Significa que a veces en el seno de una familia, un individuo puede tomar a su cargo el duelo que otros miembros niegan llevar a cabo y ofrecerse virtualmente como chivo expiatoria de la culpa familiar. Naturalmente este tipo de duelos suponen una carga adicional, en la que un individuo lleva a cabo un proceso inacabable e imposible de finiquitar si no se esclarecen sus razones.
Decia en aquel post que:
La depresión por poderes no está establecida en las clasificaciones psiquiátricas y se refiere a qué un miembro de la familia asume el dolor que le corresponderia a otro tal y como propone la teoria sistémica con el rubro “paciente designado”. Un elemento de la familia se erige como “chivo expiatorio” de un dolor que no ha sido explicitado colectivamente, ni asumido por ningún individuo concreto sino que se encuentra vacante de destinatario como aquella carta robada de Edgar Allan Poe (el lector puede visitar este enlace donde hablé precisamente de la construcción de lo imaginario). ¿Pero por qué Lola asumió el dolor que le hubiera correpondido explicitar a la madre?
Los niños que se crian en ambientes impredecibles tratan de articular su vida en torno a ciertas expectativas y a entornos donde sea posible la predicción de los resultados de sus conductas. No es raro que estas personas desarrollen un carácter ciertamente perfeccionista o hiperresponsable, rígido, ordenado, exigente u obsesivo. Han aprendido a parar el movimiento de las cosas de tal modo que los virajes inesperados sean poco probables. Viven en la realidad pero han logrado detener las consecuencias del cambio implícito en toda realidad psíquica, es asi como Lola aparece como un muerto en vida, profundamente desvitalizada y clinicamente deprimida, aunque ni ella ni un observador neutral (en este caso yo mismo) logren encontrar razones para su profunda depresión. Una depresión que no procede de la ambivalencia (aunque pudo haberla) o de la identificación (que tampoco se puede descartar del todo) sino con la necesidad de vivir en un universo estable donde la tristeza de la madre falta y ese es e lugar donde Lola se ubicó: en esa Falta con objeto de taparla.
Es como si Lola hubiera decidido convertirse ella misma en el fantasma en la cripta.
Bibliografia.-
O duelo o melancolia, de Abraham y Torrok