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La máscara de la cordura

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La perversion es el negativo de la neurosis (Sigmund Freud).                                                              Mucho se habla hoy en todos los entornos, clínicos, psicológicos y periodísticos sobre los psicópatas. Yo mismo en este blog he hablado últimamente de los aspectos benéficos que subyacen en la personalidad psicopática. Pero lo cierto es que cuanto más leo sobre psicópatas más me doy cuenta de que existe una enorme confusión entre esta palabra (que es un término clásico y no un diagnóstico DSM) por ejemplo la palabra “narcisismo” o la misma confusa etiqueta de “trastorno antisocial de la personalidad”.

En mi opinión la confusión procede de un repudio. Del repudio de la palabra “perversión” que en si misma como se verá enseguida supone el ejercicio de un repudio, de un rechazo. Y en mi opinión es imposible entender qué es un psicópata si antes no hemos sido capaces de entender qué es perversión. Aunque naturalmente no todos los perversos son psicópatas.

Probablemente la palabra “perversión” ha sido excluida del discurso psiquiátrico y psicológico por mala conciencia. Está demasiado vinculada a lo sexual. Y lo políticamente correcto hoy es considerar que todos somos en cierta forma pervertidos sexuales, en el sentido de que el sexo oral, los juegos sadomasoquistas o el fetichismo de la lencería están tan extendidos en nuestras pulcras sociedades que prácticamente todos estaríamos de acuerdo como dice Jesse Behring en que todos somos perversos, sin embargo lo que define la perversión no son las prácticas sexuales en concreto sino la manera en que volvemos la espalda a un significante concreto.

Y si todos somos perversos lo mejor es liquidar esa palabra de los diagnósticos operativos. Será por eso que las perversiones sexuales han tomado el nombre criogénico de parafilias que le quita a las palabras “desviaciones o aberraciones sexuales” todo el hierro y toda la condena al infierno con que nos viene dada por la historia.

En realidad todos poseemos algunos rasgos perversos pero no todos somos perversos. Y no siempre sexuales. De manera que Behring se equivoca, todos somos, en cierta manera neuróticos con algunos rastros perversos colgando pero los perversos son en realidad una minoría. Y es una minoría porque ser perverso es bastante difícil y exige operaciones psíquicas muy sofisticadas y extravagantes.

La operación más sofisticada que hacen los perversos es lo que podemos llamar repudio o denegación. Pero lo importante, más allá del rechazo moral que algunos actos perversos tienen para nosotros, es la consideración freudiana de que perversión es algo así como “poner del revés” o “invertir”. La idea fundamental es que los perversos no son aquellos que cometen simples actos inmorales, pues lo perverso no es una conducta: es una estructura psíquica.

Según Freud existen tres posiciones o estructuras psíquicas: la neurótica, la psicótica y la perversa. Cada una de ellas utiliza un mecanismo nuclear fundamental como defensa de los afectos, ideas, emociones o sentimientos que entran en conflicto con el Superyó: los neuróticos utilizan la represión, es decir ese no saber que pregunta, que interroga y que plantea dilemas. El psicótico utiliza el rechazo absoluto, lo que Lacan ha llamado la forclusión, una especie de obturación del agujero psíquico que se agranda con cada embestida libidinal y el perverso que utiliza el “repudio” que Freud llamaba “verleugnung”, que es un saber que ya sabe y que por tanto no pregunta ni inquiere. El perverso sabe que sus actos son inmorales, abyectos, irresponsables o ignominiosos pero no le importa pues se comporta como un hombre hueco, una conciencia vacía, a cambio mantiene la apariencia, la máscara de normalidad, incluso su capacidad de dar una buena impresión a los demás, pues conoce perfectamente las leyes que gobiernan entre las personas.

Las estructuras psíquicas son diferentes maneras de decir “no”.

mascara

Lo importante es comprender que la máscara del psicópata esconde un vacío, una oquedad y que a veces puede ser compensado con una gran hiperempatía, una empatía fría que se ocupa de saber cómo piensan los demás, en esa dinámica depredador-presa que se establece entre Brandon y sus “víctimas” como en esta escena de la película de Steve Mc Queen (no confundir con el actor), titulada “Shame” un verdadero tratado sobre esa perversión sexual que llamamos “adicción al sexo” y que más que una adicción es una manera de llenar ese vacío interior, ese despoblamiento de objetos interiores que es el background del narcisismo, de la psicopatía y claro está de la perversión..

El lector puede observar el erotismo de esta escena donde Brandon seduce y quizá lleva hacia el orgasmo a una viajera desconocida viajando en metro.

Shame.-

Shame es una película del 2011 donde se nos muestra la vida de un joven de unos 30 años, llamado Brandon y su estilo relacionan, una vida solitaria, adicto a la pornografía, a los encuentros ocasionales con mujeres desconocidas, a su trato con prostitutas y que va recorriendo a medida de que su vida entra en crisis hacia una mayor degradación y abyección. El lector interesado en un post sobre esta película puede visitar este articulo o bien puede visionar el film, es la mejor forma de saber más sobre la perversión.



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