La empatía es una simpatía donde no hay identificación, es la buena actitud terapéutica. La simpatía estalla por identificación cuando alguien nos cuenta algo que resuena en nuestro interior, por eso se llama sim-patía. Sin embargo la empatía no depende de esa resonancia, se es empático simplemente porque alguien cuenta algo humano, algo que nos sobrecoge con independencia de si lo hemos experimentado por nosotros mismos o no.
En este sentido la simpatía es una empatía caliente, trabajo de la amígdala que convoca la identificación mientras que la empatía es un trabajo de la corteza cerebral y no implica identificación, la buena herramienta de los terapeutas.
Ayudar no significa intentar arreglar la vida a la gente que sufre sino estar presente, tener presencia y resistir ese impulso tan humano que es aconsejar o intervenir demasiado intrusivamente.
La simpatía no cura sino que atrapa, pero la empatía es curativa solo por el hecho de que deja ir.
Pero hay dos tipos de empatía, una es la empatía del cazador (del psicópata) que sabe discriminar bien a sus presas a veces solo por su manera de caminar y luego la empatía del benefactor, ese que cree en la libertad y que no pretende inmiscuirse en el relato del otro, salvo para confrontar con realismo su verosimilitud.
La empatía del que comprende a secas.
La que cura.