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La vida íntima de las palabras

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George Lakoff es un lingüista cognitivo que ha investigado y es conocido por su teoría del marco o “teoría del frame” y que ha estado vinculado a equipos “progresistas” es decir democratas de EEUU. Ando ahora leyendo este libro que preside este post que comienza con la siguiente propuesta:

“No pienses en un elefante”

¿Qué supones que sucedería si alguien te pidiera precisamente eso?

Pues que inmediatamente aparecería en tu mente alguna imagen de un elefante, o de sus orejas, o de su piel paquidérmica o de su trompa, de la estepa africana o de cualquier otro elemento relacionado semánticamente con él. Es imposible dejar de pensar en un elefante cuando alguien te pide que no pienses en él. Dicho de otra forma la palabra “elefante” enciende algo en nuestro cerebro que nos lleva de inmediato a enmarcarlo en otro conjunto de imágenes o palabras que extienden su significado a otros elementos.

La idea central de Lakoff es que la metáfora, más allá de ser un aspecto formal del lenguaje, nos permite estructurar conceptos a partir de otros. La forma en que realizamos este proceso depende de nuestra experiencia directa en el mundo, a través de nuestro cuerpo. Sin embargo es que la imposibilidad de dejar de pensar en un elefante va a comportarse como una paradoja y no tanto como una metáfora. ¿Que pasaría si la peticion de dejar de pensar en un elefante procediera de una autoridad militar a la que no se puede desobedecer y que lleva implícito un castigo?

Es por eso que:

“Prohibido prohibir” es una paradoja y no una metáfora. pues las palabras no solo remiten unas a otras sino que atraviesan distintos niveles de complejidad, distintos marcos por así decir, marcos que están en cierto modo jerarquizados: de ahí la paradoja, lo que es verdad en un nivel deja de ser cierto en otro o aparenta una contradicción entre tipos lógicos.

En realidad las ideas de Lakoff no son nuevas, ya Freud entendió que las palabras cuando entran en nuestro cerebro se someten a dos operaciones: la condensación y el desplazamiento que más adelante otros lingüistas como Saussure propusieron llamarlas metáfora y metonimia. La paradoja seria no solo una operación de desplazamiento de las palabras sino un cambio de nivel: de lo concreto a lo abstracto con persistencia de ambas definiciones en una sola frase.

Pues prohibir que no se prohiba algo en en si mismo una paradoja.

Es decir algo imposible, de lo que podemos rescatar solo una verdad que está oculta en algún lugar del lenguaje: que prohibir es una mala estrategia de gobierno, es mejor seducir.

En realidad Lakoff trabaja en el campo de la política y enseña a los políticos a utilizar el lenguaje de un modo eficaz para sus fines, pero tampoco en esto ha sido pionero pues en realidad el uso conceptual de las palabras para modificar intenciones y percepciones de la realidad procede de un comunista italiano llamado Antonio Gramsci al que Mussolini encerró a perpetuidad en la cárcel donde tuvo tiempo para pensar en su teoría que llamaremos una “teoría de la hegemonía”. Para Gramsci la realidad viene definida conceptualmente por aquel que ocupa el poder, de manera que para subvertir ese poder es necesario cambiar las palabras para poder modificar el marco de pensamiento.

Orwell inventó o tomó prestado de Gramsci Orwell el concepto de neolenguaje que viene a decir más o menos lo siguiente:

Antonio Gramsci (1891-1937) fue en realidad el inventor del neolenguaje, de lo que se trata es de cambiar a través de las palabras el significado de una anterior aunque conservando algo de su esencia.

Una especie de traslación, de phoroi o de mudanza entre un significado viejo y su permuta por otro nuevo. Algo así como una metáfora, sin intención poética sino de perversión del lenguaje y del sentido de las palabras.

Recordemos el concepto gramsciano de “hegemonía”:

“Hegemonía es un conjunto de ideas dominantes presentes en la

sociedad, a las que la gente da un consentimiento

aparentemente natural.
La hegemonía manda, no por poder coercitivo económico o político,

sino a través de un discurso, o a través de significados con el que logra un consenso libre y cómplice”.

O lo que es lo mismo si logramos cambiar el discurso y sus significados es posible cambiar el poder de manos. Necesitamos pues una nueva “hegemonía”, en el caso de Gramsci, el ascenso del proletariado al poder. Y para cambiar ese discurso hace falta agitación social, es decir repetir hasta el paroxismo esos nuevos significados a fin de socavar la linea de flotación del poder constituido.

Pero no sólo agitación sino modificar los frames, los marcos conceptuales de la gente, algo que hoy gracias al poder de los medios, la propaganda y el agit prop de las redes se encuentra a disposición de aquellos agentes que intervienen en un debate o pseudodebate.

Observen esta proposición:

“Unidas podemos”

Se trata de un partido político español como todo el mundo sabe, se trata de una marca que contiene dos palabras “Unidas” y “Podemos”. La primera nos remite a pensar en un partido de mujeres, la segunda al eslogan de Obama “Yes we can”, es decir “Si, Podemos”. Se trata del eslogan con el que el partido de Obama se presentó y ganó las elecciones de 2009. Lo interesante del eslogan del partido español es que su jefe (sus secretario general), así como los miembros de su plana mayor son hombres, ¿cómo es posible esa disonancia?

Nuestro cerebro se las arregla para arreglar esa disonancia (que sigue percibiendo) ocultado la evidencia de que “Unidas” no encaja bien con los varones que gobiernan ese partido, simplemente no le presta atención.

Es un ejemplo muy plástico para entender como funcionan los marcos: es un partido de mujeres que “pueden” conseguir lo que quieran (como los hombres): el fin de la guerra, promocionar y visibilizar a ciertas minorías, arreglar el planeta, detener la degradación de los mares, tener casas para todos, etc. Simplemente UP es un partido de mujeres que pueden, ¿quién va a resistirse ante tamaña promesa?

Esta es la idea fundamental de la teoría política de masas que según Gramsci sustituiría paulatinamente a la vieja clase dominante por una clase nueva, que naturalmente y con todo el derecho del mundo barrería a la antigua, lo que no dice Gramsci es qué sucedería en el futuro con esa clase de nuevo poder que una vez establecido tendería a comportarse como el anterior, con formas tiránicas, no hay que olvidar que Orwell era un comunista que escribió 1984 después de su experiencia en España durante la guerra civil. Orwell no hablaba de oídas, estaba hablando en su libro del comunismo real.

El éxito de una ideología ya no depende de la coerción, ni del sentido común o de que nos proporcione herramientas útiles para comprender la realidad. Eso que llamamos post-verdad es una forma de admitir que Gramsci tenia razón y que podo importa si Iglesias, Garzón, Echenique y Monedero son hombres: lo que importa es que Unidas Podemos son mujeres que pueden. Y ahí radica también -aunque sus dirigentes no lo sepan- su debilidad.

Hacer creer a sus votantes que las mujeres en general estarían más y mejor representadas en este partido es un error conceptual aun suponiendo que todas las mujeres fueran feministas y votaran UP, pues deja a los hombres fuera del reparto y no todos los hombres son feministas y son muchos los que perciben la dicotomía. Por otra parte un partido solo de mujeres, de jubilados, de escritores, de periodistas o de cualquier otra división por género, edad o profesión no tendría ningún éxito.

“Todos y todas” me parece una versión más light del mismo mensaje y aunque es una aberración lingüistica no cabe duda de que ha tenido mucho éxito a la hora de que las mujeres se sientan incluidas en él. Al fin y al cabo la política hoy depende de la seducción y no sabe duda de que Pedro Sanchez es un gran seductor.

Otro cambio en el lenguaje cotidiano que ha tenido mucho éxito es la palabra “género”, aplicada no sólo a los crímenes de pareja intima sino a otras cuestiones como la identidad sexual:

Atención a la metáfora:

El sexo es algo cerrado, o se es hombre o se es mujer, (la anatomía es el destino, decía Freud),el género es algo abierto: se puede ser hombre con preferencias de mujer, con la sensación de vivir apresado en un cuerpo que no corresponde a la “verdadera identidad”, se puede ser hombre con orientación sexual inversa a la esperada, se puede ser bisexual, pero se puede ser también un hombre que se siente atraído por las mujeres para hacerlo desde el punto de vista femenino -lesbiano-. vale la pena leer el libro de Jose Luis Sampedro, “El amante lesbiano” para advertir la multiplicidad de identidades que pueden apresarse solo cambiando una palabra de sitio.

De manera que como el sexo no puede cambiarse lo mejor es cambiar la palabra que lo define, ya no hay sexos sino géneros que incluyen todas las diversidades del deseo, cualquier cosa puede ser formulada con esta permuta, basta con desearla y hacer agitación social para que sea aceptada por la mayor parte de una población aturdida y con pocas ganas de ser señalado como “intolerante”.

Pero este cambio tiene efectos secundarios, el principal de ellos es lo que Erickson ha llamado la difusión de la identidad. Este concepto es muy fácil de apresar y puede hacerse contestando a la siguiente pregunta:

¿Si puedo elegir ser cualquier cosa entonces quién soy yo?

El asunto es que si puedo elegir cualquier identidad a la carta como sucede en los restaurantes entonces se nos plantea un problema, ¿Cómo distinguir el capricho del deseo? ¿Cómo puedo estar seguro de quién soy?  Si no existe esa plomada del cuerpo (de la sexuación) que nos enmaraña con un cuerpo determinado, entonces no puedo estar seguro de nada, se ha emborronado la mismidad.

Y puedo ser cualquier cosa, lo que es lo mismo que decir que no sé quien soy, mi identidad de ha esfumado en la pira de las oportunidades de ser.

Las palabras tienen vida propia pues liberan marcos conceptuales diversos en cada persona, son en este sentido nada ingenuas y cuando veamos una permuta de este tipo tenemos que ponernos a pensar, ¿donde me quieren llevar? o ¿a qué marco me pretenden derivar?


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