Los sistemas no colapsan se autodestruyen (Felix Rodrigo Mora)
Sigmund Freud escribió en 1900 un texto que tituló “La interpretación de los sueños” donde describe su concepto anatómico -en realidad tópico- del aparato psíquico. Son bien conocidos estos lugares (pues tópica es en realidad una palabra que señala hacia un lugar) que toman el nombre de inconsciente, preconsciente y consciente. Más allá de eso Freud adelanta otra versión -que llamó dinámica- presidida por un principio que denominó “principio del placer” y que trata de las relaciones que establecen entre si estas distintas entidades del aparato psíquico. La idea es muy intuitiva y consiste en seguir el rastro de aquello que entendemos como placer y placer es en realidad una descarga, una descarga de excitación. En esta idea viene comprimida otra sub-idea: la de que el exceso de excitación provoca malestar y tiende a la descarga. Toda motivación humana era -en esta época para Freud- coherente con este esquema: una excitación creciente que provoca malestar y que busca la descarga a través de las rutas del placer.
Pero la cuestión no acaba aquí, pues el displacer, el dolor, las emociones llamadas negativas como la culpa o la vergüenza o la angustia también buscan algo y ese algo que buscan es sobre todo la evitación o la ocultación. O dicho de otro modo un poco más completo: los humanos buscamos el placer para liberarnos de la excitación creciente al tiempo que evitamos el displacer. Placer y displacer comparten excitación.
Para obtener placer nos encontramos con dos adversarios, uno es el displacer y otro es “el principio de realidad”, tan robusto y potente que casi siempre se impone al principio del placer.
En 1920 y después de la primera guerra mundial, Freud escribió la que para mi es la mejor de sus obras, me refiero a “Más allá del principio del placer” donde elabora la segunda tópica, es decir añade a su primera clasificación, otras tres entidades: Yo, Ello y Superyó, pero como se puede ver en el esquema anterior, estos tres nuevos conceptos atraviesan a los otros tres anteriores aumentando la complejidad, así el Ello es siempre inconsciente pero tanto el Yo como el Superyó tienen parte consciente y parte inconsciente.
Freud escribió esta obra precisamente después de caer en la cuenta de que su primera hipótesis era en realidad algo inacabado y seguramente ingenuo. No sufrimos solo porque la realidad el principio de realidad” se imponga sobre el principio del placer sino porque hay algo más. Este algo más le vino revelado por las neurosis de guerra. ¿Cómo explicar los síntomas de los traumatizados de guerra con su vieja teoría del “principio del placer”?, ¿Cómo explicar los síntomas del estrés postraumático?¿Por qué se repiten las escenas traumáticas una y otra vez?¿Cómo explicar el síndrome del superviviente?¿Por qué el insomnio y las pesadillas si la guerra ya terminó?, Habría que esperar a la segunda guerra mundial para que los psicoanalistas de segunda generación comenzaran a tratar a los veteranos traumatizados con la nueva técnica psicoanalítica.
Pero para entonces Freud ya habría descrito la compulsión repetitiva, es decir la tendencia a la reexperimentación de todo aquello traumático que no pudo procesarse de forma simbólica a su debido tiempo. Para Freud la compulsión repetitiva es característica de las neurosis y una franquicia de la pulsión de muerte.
Placer y goce.–
El realidad el término “goce” (jouissance) no se debe a Freud sino a Jacques Lacan y aunque en castellano son sinónimos ambos conceptos son como las caras de Jano, cada una de sus trayectorias apunta en direcciones opuestas, aunque su propósito final sea el mismo: la destrucción del sujeto.
Esta tendencia a la destrucción del organismo (de todo lo vivo) que Freud calificó de tanática, es en realidad un principio físico que Freud no conocía: todo lo vivo tiende a su destrucción, todo lo orgánico tiende a lo inorgánico, la vida tiende a la muerte, pues la muerte es el gasto energético 0, entropía 0 (toda excitación es superior a 0) y es precisamente esa cifra a la que tiende tanto la excitación del placer como el displacer. ¿No es la descarga de la excitación la que nos ofrece ese consuelo que llamamos placer o en otro orden de cosas lo que hacemos para lidiar con el displacer?
Freud añadió además otro recorrido dimensional a sus ya conocidas “tópica y dinámica”, les añadió otra proposición: la económica, algo que habla de cantidades, de proporciones. Si estamos vivos y nos mantenemos deseantes es porque predomina en nosotros la vida (la libido), Eros sobre Tanatos. Lo importante de la idea freudiana es que ambas tendencias: la entrópica y la neguentrópica van en el mismo paquete, o diho de una forma mas directa: todo lo positivo tiene su aspecto negativo, todo lo erótico tiene una parte agresiva, todo es dialéctico. No en vano en la mitología griega Eros y Tanatos eran hermanos, inseparables. En toda búsqueda de placer ha de haber un limite, traspasado el cual el placer conlleva dolor o enfermedad. Todo exceso tiene un peaje a veces mortal, otras veces se paga con la neurosis y el sufrimiento.
Imagínese que usted que vive en un país tiránico tiene la obligación de copular tres veces al día con su pareja. ¿Como cree que terminaría? Bueno, al principio es posible que no midiera bien las probabilidades de agotarse o simplemente de llegar a sentir aversión por tanto sexo, en cualquier caso usted no tiene más remedio que obedecer para evitar el castigo. Se trata de un experimento mental para entender que hay un más allá del principio del placer y con los términos morales cambiados en esa distopía, podemos observar que tanto si copula por propio interés como si copula para evitar el castigo su destino no es otro sino el marasmo y la muerte. No es extraño que las cosquillas que son un juego (erótico) se usen para torturar.
Podría poner otros ejemplos para ilustrar este doble mecanismo mediante el cual operamos consciente o inconscientemente. Hace poco un seguidor me preguntaba si podría poner un ejemplo para discriminar placer y goce. Le hablé de la envidia y de ese doble circuito:
Si usted envidia a alguien -estoy hablando de envidia y no de admiración que a veces es una sublimación de la envidia o incluso un fenómeno autónomo-. Me refiero a esa clase de envidias que son tan malignas y que precisamente por su malignidad son tan fáciles de detectar en los demás (no tanto en nosotros mismos). El doble circuito aquí sería el siguiente:
- Me siento mal cuando las cosas a ese alguien le salen bien, cuando tiene éxito u obtiene algún beneficio que desearía para mi.
- Me siento feliz y alegre cuando a ese alguien le salen las cosas mal, cuando fracasa en algo o incluso cuando está enfermo o desvalido.
Naturalmente estas dos envidias no son iguales, hay una envidia positiva (la primera) que es consciente y una envidia negativa moralmente que es inconsciente (la segunda). Que sea inconsciente o inmoral no significa que -en otro lugar- no genere un goce añadido.
“El placer es algo que se añade a la vida y el goce es algo que se sustrae a la muerte” (Jacques Lacan).
Pero aun existe otra posibilidad: la posibilidad narcisista que describí precisamente en este post. Decía allí que:
“Existen personas que no sienten envidia por los éxitos concretos de nadie -pues no están interesados en nada- sino que sienten envidia de que los demás tengan objetivos, se aficionen o se enamoren de algo y persigan un camino personal. Su apatía raya en la depresión pero en realidad no es una depresión sino una incapacidad para desear nada (de lo otro) que no tenga relación con el mantenimiento de su Yo grandioso”.
Nota liminar.-
La pulsión de muerte tiene poco que ver con el deseo de morir, no hay que confundir al suicidio con este concepto del que hemos hablado y que es la consecuencia física de la dinámica de todos los sistemas vivos. Vivimos en confrontación dialéctica continua con nuestras pulsiones libidinales y nuestras pulsiones tanáticas. A veces gana la partida una y a veces otra: por ejemplo el asesinato es una forma tanática de destruir al objeto con el que uno se identifica regresivamente o al objeto que impide el placer. Cuando la pulsión tanática se asocia al placer entonces hablamos de sadismo.
Bibliografía.-
Para bajar: Más allá del principio del placer (Freud. 1920)