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La locura y sus dioses (XXX)

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Los dioses son voces en nuestra cabeza (Julian Jaynes)

Recientemente he leído -por recomendación de un amigo- un libro de Salvador Freixedo que me ha interesado notablemente a pesar de no compartir ninguna de las hipótesis que el autor plantea en su libro que se titula “Defendamonos de los dioses” y del cual escribí un post aquí. Quizá ustedes se sorprendan de esta declaración por mi parte lo que merece una aclaración: no considero a las ideas como verdaderas o falsas sino como sugerentes o inanes. Una idea puede llegar a una conclusión falsa pero lo importante es que esta idea sugiera y lleve a otra indagación que podrá resultar verdadera o falsa, pero si es sugerente no cabe duda de que habrá cumplido la función de las idea, que no es otra sino servir de apoyo a otra mejor.

De eso va este post de una interpretación por mi parte del libro de Freixedo lleno de sugerencias para un psiquiatra interesado en indagar sobre fenómenos que por parte de la ciencia oficial no merecen ningún tipo de atención. En este post voy a hablar sobre las psicosis en general y sobre la esquizofrenia en particular.

Freixedo es un ex-jesuita ya fallecido que se conoce por sus investigaciones paranormales y ufológicas y no habla en su libro de enfermedades mentales aunque en él se encuentra latente la vieja idea de la “posesión demoníaca” cuando atribuye a ciertos dioses menores la influencia sobre personas concretas a través de apariciones, contactos, sacrificios, escritura automática, conversaciones, ocurrencias o intuiciones. El lector interesado debería antes de seguir mis argumentos leer el post que le dediqué hace pocos días para entender porque pienso que está equivocado al concederles a estas entidades “sobrenaturales” carta de materialidad.

Naturalmente yo no creo en esas entidades benéficas o maléficas que Freixedo describe en su libro como habitantes de otra dimensión y que con frecuencia nos visitan o nos contactan pero estoy de acuerdo en la sugerencia de que existe un dominio mental de ciertas entidades psíquicas sobre nosotros los humanos. Para mi esta entidad que nos domina, que nos viola psíquicamente e incluso que nos lleva a obrar de manera muy distinta a como nos es natural en nosotros, no es una entidad sobrenatural sino muy natural y reside en nuestro cerebro o mejor dicho en nuestra conciencia.

La teoria bicameral de Julian Jaynes.-

Julian Jaynes fue un psicólogo interesado en los orígenes de la conciencia humana, es decir un psicólogo evolucionista que indagó sobre nuestra conciencia ancestral, antes de que se produjera la “ruptura de la simetría”, una especie de explosión o big bang en nuestra conciencia que algunos atribuyen a la aparición del lenguaje. Y la aparición de la la asimetria interhemisférica que para Jaynes supone la preexistencia de dos cerebros en vez de uno.

Aunque nosotros tenemos la sensación de que nuestra experiencia es unitaria, en realidad este fenómeno -para Jaynes- es bastante reciente. Se trata de un hito evolutivo, un acontecimiento que sólo apareció hacia el 2000 antes de Cristo. La idea es que en el hombre primitivo había dos mentes funcionando independientemente de manera que la conciencia tal y como la entendemos hoy -de forma unitaria- es el producto de aquella ruptura de asimetrías entre el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho, algo así proponía Rojo Sierra en su teoría del hemisfericidio que publiqué en este post.

Según Jaynes alrededor de 1250 a. C ambos hemisferios se soldaron a través del cuerpo calloso. Comenzó así la hominización propiamente dicha que representó la lateralización hemisférica definitiva en nuestra especie, quedando -por alguna razón desconocida-  el control del hemicuerpo derecho a cargo del hemisferio izquierdo y viceversa si bien mantenemos cierta anisotropía, por ejemplo podemos ser zurdos de pierna pero no de brazos. A su vez estos hemisferios cerebrales se especializaron cada uno de ellos en un tipo de procesamiento concreto -y bien conocido en la actualidad- sobre todo a través de las experiencias que los neurocirujanos (Gazzaniga 1999) han llevado a cabo sobre cerebros epilépticos a quienes la sección del cuerpo calloso pudo detener sus convulsiones impidiendo su generalización.

No voy a referirme a la cuestión de esta especialización hemisférica sino para señalar lo que me interesa en este momento que es: ¿Como era la conciencia humana o prehumana antes de esta ruptura de la simetría?

Jaynes afirma que hasta 1250 a. C. todos los seres humanos eran como personas con el cuerpo calloso seccionado. La primera conclusión que podemos extraer de esta idea es la relativa a la consciencia humana antes de esta unión. Se trataría de una consciencia humana sin posibilidad de mantener una relación con su interior. Un hombre sin vida interior.

De modo que este tipo de personas eran incapaces de mantener diálogos consigo mismos de la manera que hoy hacemos todos nosotros, no se preguntaban ¿Qué haré hoy? o ¿hacia donde debo caminar? sino que más bien estas decisiones las tomaba su hemisferio derecho y los hombres alucinaban esas otras voces. Esta es la verdadera raíz de la religión según Jaynes y es por eso que afirma que “los dioses son voces en la cabeza”.

Cualquier decisión que un individuo tomara no lo hacía siguiendo el libre albedrío o la voluntad propia en la que creemos hoy sino una interpelación alucinatoria.

Y curiosamente las voces alucinatorias son casi siempre imperativas, insultos, imprecaciones y casi siempre órdenes. Como si procedieran de un dios a quién el individuo no puede sino obedecer ciegamente y al que no puede usualmente ver pero si oír perfectamente como si esa voz procediera del exterior.

Jaynes trató de encontrar en textos antiguos las pruebas indirectas de esta idea. La Iliada fue escrita por Homero en el siglo VIII o IX a. C. y describe los hechos de la guerra de Troya durante la época micénica acaecidos seis o siete siglos antes. Jaynes quedó extrañado en sus sucesivas lecturas del libro de que no existiera en él ninguna descripción o palabras que susciten estados mentales, ni emociones, en su lugar un vacío vinculado al designio y a una guerra que tiene lugar entre dioses, algo bien distinto a lo que suele suceder en la narrativa actual o incluso en los poemas clásicos antiguos, su conclusión es que estos individuos carecían de un mundo interior similar al nuestro. No eran autoconscientes, lo que es lo mismo que decir que su subjetividad era distinta a la nuestra en el sentido de que no se encontraban disociados o escindidos del mundo como Totalidad.

En este sentido aporta Agustin Morales:

“Lo que Jaynes sostiene es que aunque existía el lenguaje oral y escrito eso no era condición suficiente para una autoconciencia tal como la conocemos hoy. Para decir esto se basa en la premisa de que los textos escritos de la antigüedad carecen de pasajes que hagan pensar que sí la tenían. Si leemos la epopeya de Gilgamesh vemos que tiene una narrativa fría, casi carente de subjetividad, con menciones continuas a los dioses, es decir a algo externo. Observad también el uso intensivo del imperativo que recuerda al imperativo divino.
Lo mismo con otros textos antiguos como la Ilíada en el que cuando cabría esperar algún tipo de razonamiento, en su lugar se resuelve según el principio del “Deus ex Machina” es decir surgiendo de la nada un dios que todo lo resuelve en el momento oportuno.
Normalmente atribuimos eso a una literatura aun no desarrollada, a un estilo primitivo comparado con el actual, pero la tesis de Jaynes es: ¿Y si ese “deus ex machina” no fuera un recurso literario? ¿por qué no atribuirlo a la propia concepción del mundo del que lo escribe? ¿no es acaso la literatura un reflejo del pensamiento que tenemos en la vida real?
Él concibe la “conciencia” como un software que en tiempos antiguos aún no estaba formado o desarrollado y que funcionaba a través de una mente bicameral en la que una parte emitía órdenes (de ahí la insistencia en los dioses) y otra lo recibía.
Analizando la Biblia se da cuenta también de que hay una primera fase en la que hay un Dios tipo Pantocrator que solo da órdenes (primeros libros del Antiguo Testamento), luego una fase de transición y de mayor conciencia que vendría dada por los profetas y que se correspondería con una mayor evolución de la autoconciencia, y finalmente una en la que estos profetas prácticamente desaparecen (el Nuevo Testamento)

Sea o no cierta la idea de los hemisferios desconectados en esa especie de consciencia primordial que antecedió a la nuestra, la pregunta que nos viene a la cabeza es ésta: ¿Qué sucedió para que aquella simetría se rompiera en favor de una consciencia dividida y dual? ¿Cómo y por qué surgió la autoconciencia?

Antes de contestar a esta pregunta  me gustaría adelantar alguna opinión personal sobre la teoría bicameral de Jaynes. No es posible imaginar un cerebro dividido (dos cerebros) o que el cuerpo calloso apareciera en el momento en que él plantea a fin de convertir esos “dos cerebros en uno”, lo cierto es que todos los mamíferos (excepto los marsupiales) tienen cuerpo calloso.

Ahora bien, el error de Jaynes no atenta contra su idea esencial: que la conciencia primigenia y la autoconciencia del hombre moderno y actual son absolutamente diferentes y que además de eso el nacimiento de esta autoconciencia sugiere un repliegue de la conciencia original sobre sí misma, como si una placa fotográfica pudiera fotografiarse a sí misma (Orage, 1987)

De manera que no se trata de que hubiera dos cerebros que posteriormente se fundieron en uno solo a través del cuerpo calloso como sugiere Jaynes, sino que había un cerebro que a través de la autoconciencia se dividió en dos. Una división (Spaltung) que no es exactamente anatómica sino que se relaciona más bien con lo categorial, con la capacidad simbólica y con el manejo de los opuestos, una especie de explosión de la consciencia.

Algo que se conoce en mitología con el nombre de La caída.

Pues muy probablemente autoconciencia y lenguaje aparecieron simultáneamente pues el lenguaje no es es solo la capacidad de hablar o emitir sonidos (capacidad que ya teníamos) sino la capacidad de navegar entre símbolos y símbolos de símbolos.

Y el primer símbolo que apareció es la capacidad de nombrar lo ausente.

Dicho de otro modo: los homínidos que escindieron su conciencia haciéndola autoconsciente tuvieron un enorme ventaja sobre los que no lo hicieron, puesto que podían separarse del determinismo puro de la naturaleza y predecirla. Si la huella del oso representa al oso sin ser el oso, es obvio que este hallazgo tuvo ventajas sobre aquellos que lo adoptaron. En primer lugar porque pudieron atenuar sus repuestas fisiológicas al separarlas de la visión de la fiera y por otra parte porque pudieron exorcizar mágicamente al oso al pintarlo en las paredes de sus cuevas, apareció así la magia, que evoca a al oso, sin ser el oso.

Pero también tuvo efectos secundarios y en el próximo post me ocuparé de esas desventajas.

Bibliografía.-

Julian Jaynes:”El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral”. 1987. Fondo de Cultura económica.

Orage, A, R: “Consciousness, animal, human and superhuman”. Weiser. New York, 1978.


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