A los locos se les ingresa en manicomios para separarlos de la sociedad a los niños en escuelas para que socialicen.
Aquellos lectores que siguen este blog habrán ya entendido que los sufrimientos mentales (llamémosles así en lugar de enfermedades) tienen un origen mixto pues siempre están señalando hacia la adaptación o incluso la compatibilidad de una determinada subjetividad con el entorno o medio ambiente en que la personalidad se desarrolla.
Pero cuando hablamos de medio ambiente hemos de ir un poco más lejos que lo que entendemos por nicho ecológico, lugar geográfico, clima, entornos rurales o urbanos, educación recibida, violencia ambiental, etc. Hemos de pensar también -no obstante- en otras cuestiones que nos vienen inscritas en nuestra cultura, en nuestra forma de vivir, en nuestra mentalidad por así decir, pero si hubiera algo que pudiera contener todas las ideas que a continuación listaré, esta variable sería la opulencia, por eso este análisis solo vale para las sociedades occidentales y de ningún modo es una explicación universal sobre el sufrimiento. Nuestro mundo es opulento y nuestras formas de sufrir son también efectos secundarios de esa misma opulencia.
¿Cómo afecta la opulencia a estos sustratos?
En un post anterior que titulé “La rebelión de las identidades” ya dibujé un listado inespecífico -tomado de Antonio Colina- para observar como ciertos cambios sociales se encarnaban en los cerebros humanos en forma de enfermedades, me referí a estos:
- la dinámica social del deseo.
- las formulas educativas.
- la administración y expresión de los duelos y las pérdidas.
- los estilos de crianza.
- la intensidad de los apegos y la adhesión a ego y etnocetrismos.
- los hábitos de consumo y el deseo de tener.
- la relación con el cuerpo y la subjetividad e incorporeidad del esquema corporal.
- la relación con la lealtad y el poder.
- la idea y la relación con Dios y lo divino, así como la creencia o descreencia en los espíritus mediadores (psicopompos) entre lo divino y lo humano.
- el concepto de salvación y perduración.
- la imagen del pecado y del Mal
- en el trato con la palabra.
- el declive del padre y de la función paterna.
“Al lugar de la evaporación del padre vienen las normas sociales. Ante el declive de la Ley proliferan las normas, el sentido común (ordinario). Por eso, dice Marie-Hélène Brousse, “Cuando hablamos de psicosis ordinaria se trata de comportamiento supersocial, de sumisión absoluta, metonímica sin duda y no metafórica, a los usos comunes, a la banalidad tal como se define por la mediana de la curva. Las estadísticas no se contemplan ya dentro de marco de la probabilidad, sino con valor de certeza”. Marie-Hélène Brousse retoma la proposición de Lacan, “estar loco ya no es un privilegio” para relacionarla con la función de la excepción: “La psicosis ordinaria parece retorcerle el cuello a la psicosis, ser la adaptación de la psicosis a la época en que el Padre, la excepción, ha sido reemplazado por el número. ¿Es la psicosis del número y no del nombre?”
Lo importante es que todas estas condiciones afectan al fenotipo de una manera u otra a través de mecanismo intermedios. En un post anterior me referí a la hiper-reflexividad, ahora voy a nombrar otra cuestión muy importante y que en cierta forma se le opone, me refiero a la sobresocialización.
La sobresocialización es un concepto inventado por un terrorista conocido con el nombre de Unabomber. (de verdadero nombre Ted Kadzinsky) que escribió desde la cárcel un manifiesto donde pone en blanco y negro sus ideas sobre la sociedad de la tecnología a la que considera el origen de todos los males sociales. En este post de Agnosis podemos refrescar las ideas sobre socialización y sus efectos sobre la política y sobre nuestro psíquismo.
Si pensamos un poco el mundo en el que habitamos coincidiremos en que está presidido de instituciones totales secuenciales que están dirigidas o bien a separarnos o bien a integrarnos con nuestros semejantes. desde la guardería, hasta el hospital nuestra vida transcurre de forma institucionalizada y dirigida casi siempre a socializarnos, es decir a interactuar con otros, si bien en ciertos entornos lo que se busca es precisamente lo contrario, pienso en las cárceles, o los manicomios.
Los niños antes de cumplir un año ya están en la guardería y allí seguirán hasta que entren en pre-escolar hacia los 3 años y ya ha habido autores como Janet Belsky que han investigado sobre el efecto poco saludable de las guarderias. Lo cierto es que los veterinarios no aconsejan a los propietarios de cachorros jóvenes sacarlos a la calle antes de destetarse y que reciban completamente su calendario de vacunación, pero también tratan de evitar malos encuentros con otros chuchos y sobre todo los contagios. Entre nosotros socializarse en una guardería es la mejor forma de contagio de toda la panoplia de virus conocidos, pero pasar 8 horas en una guardería tiene otros efectos, y el peor de ellos es el hacinamiento, el ruido y el trato impersonal de los cuidadores.
Los niños aprenden a relacionarse o a aguantar a otros bien pronto, antes de saber hablar, controlar esfínteres o estarse quieto sentado, no es pues de extrañar que los niños se resistan a hablar, a abandonar el pañal o a no soportar la separación de la madre. Nuestra vida transcurre en relación con otros, iguales o figuras paternales o maternales desconocidas. No cabe duda de que el Estado ha irrumpido en todos los niveles de la educación configurando individuos supuestamente sociales que aprenden a compartir con sus semejantes y que necesariamente han de sacrificar parte de su psíquismo cuando no son adoctrinados directamente desde la escuela y les imponen un tipo determinado de pensamiento. El Estado ya no se conforma con socializarnos quiere enseñarnos a pensar.
Naturalmente los niños han de jugar con otros niños, eso es obvio pero la duración de las estancias en esos lugares siniestros que llamamos guarderías exceden en mucho al tiempo que cada niño necesita para no ahogar su subjetividad en el grupo, someterse a una disciplina a veces feroz u obedecer ordenes cuando a sufrir malos tratos. Es en la escuela donde los niños -con más frecuencia- van a sufrir malos tratos o exclusiones por parte de sus iguales, de manera que la socialización tiene una parte bien oscura: el mobbing.
Sobre los efectos psiquicos de la socialización sobre nuestro psiquismo me referiré en el próximo post y me referiré sobre todo al efecto en sí de la socialización con independencia de si se ha sufrido o no maltrato en esos entornos. Pero antes permitaseme que me refiera al deseo
La socialización en realidad consiste en la uniformización del deseo. algo sometido a la dinámica de la socialización:
Una forma de definirlo es decir que deseo es aquello que necesitamos, o creemos necesitar, en cualquier caso en una primera aproximación el deseo es sinónimo de necesidad, deseamos porque tenemos necesidades, porque estamos o nos encontramos en falta, el deseo es la condición deficitaria de lo humano. Lo que sucede es que una vez cubiertas las necesidades de la parte baja de la pirámide de Maslow van apareciendo nuevas necesidades y el deseo se hace más y más complejo al ocuparse cada vez más de abstracciones, intangibles, de futuribles y de aplazamientos que van haciendo cada vez más y más complicado el acceso a las satisfacciones del mismo.
Pues una de las caracteristicas del deseo es la temporalidad, ningún deseo puede satisfacerse de inmediato pero quizá si el capricho. Esperar. La condición del deseo es la espera.
Otra característica del deseo es la localización, no es conveniente aunque si muy frecuente confundir los propios deseos con los intereses, las conveniencias o lo que es peor: con los deseos de otros. La confusión entre deseo e Ideal (el deseo del otro) es muy frecuente entre los adolescentes que manifiestan muy claramente la idea de que “no saben lo que quieren”. Un deseo deslocalizado o no desplegado es una de las condiciones que hacen vulnerable cualquier sustrato, no se puede vivir sin deseos propios, pues otra de las características del despliegue del deseo es la voluntad de vivir, llamada también ímpetu o drang, es decir acción. He sido testigo de suicidios amotivacionales en adolescentes donde faltaba ese deseo y sin falta no puede desplegarse el drang de la vida.
Los deseos son por definición inalcanzables, no en el sentido práctico de la palabra sino porque apenas se alcanza un hito sobre algo, un logro, aparece otro para relevarlo, los deseos son insaciables en el sentido de que operan como modelos o guías de la voluntad, son por así decir la gasolina, la energía que precisamos para movernos o dirigirnos a algún objetivo.
Ahora bien, el deseo es por varias razones algo muy vulnerable, ya he nombrado algunas de las confusiones que pueden acaecer con respecto a la identificación del mismo, pero existe al menos otra contrariedad: los deseos suelen ser inconscientes o sólo muy parcial o indirectamente conscientes. Es por eso que cuando un deseo se hace consciente se transforma en Consciencia, es decir en un saber sobre el deseo propio que eleva la plataforma de lanzamiento un peldaño más.
Tuve una paciente que declaraba que quería ser enfermera pero ignoraba totalmente las razones que le habían llevado a esa predilección y que no eran otras sino sus motivaciones ocultas, en realidad sus habilidades forzadas de cuidado. En realidad ella ya era la cuidadora universal de su familia y ser enfermera no seria otra cosa sino objetivizar desde lo simbólico tal actividad. Otra cosa es si en el despliegue de su deseo pudiéramos encontrarnos en que renunciara a tal cosa una vez averiguada su procedencia. En realidad mi paciente era la mayor de sus 4 hermanas y en cierta forma había sido obligada a esa función de cuidado por el Ideal familiar, de forma que el deseo de ser enfermera ha de ponerse entre interrogantes a largo plazo.
Las satisfacciones fáciles y atemporales de las sociedades opulentas son el principal enemigo del deseo. Todo aquello que puede alcanzarse aquí y ahora, sin esperar y sin esfuerzo y que llamaremos goce, es el principal enemigo del deseo.
El goce socava el deseo individual pues brinda al sujeto el anzuelo de que cualquier cosa que pueda “desear” puede ser conseguida de inmediato. Las sociedades de consumo privilegian el goce sobre el deseo a través de muchos mecanismos, el principal de ellos es el crédito (disfrútelo hoy y page mañana), que permite que no sea necesario esperar para conseguir aquello que se desea. La subjetividad humana inventa continuamente nuevos goces que a la postre caen sobre el sujeto con un coste adicional de sufrimiento ¿soy hombre o mujer?¿puedo agenciarme el cuerpo que desee?
El goce es pues siempre superfluo a diferencia del deseo que es permanente y pesado de soportar, la inmediatez de las satisfacciones gozosas socavan en los humanos la capacidad de desear y el individuo queda vacío de aquello que le identifica como humano: la facultad de anticipar, prolongar y postergar el placer y le transforma en un cuerpo de goce que puede maltratarse a si mismo a través de dietas, vómitos o intervenciones quirúrgicas si el individuo cede en su deseo transmutándolo en satisfacciones inmediatas..