PRIMERA ESCENA
Desde la ventana de mi despacho veo el patio de un colegio, niños de primaria. Observo como juegan mientras leo o pienso en cómo dar forma a este post. Hay niños y niñas en el patio y hay dos grupos bien definidos, uno compuesto por los chicos que juegan con pelotas, a algo parecido al futbol, hay también quienes juegan con coches, motos, etc. Hay otro grupo de chicas que conversan entre sí o llevan a cabo perfomances ininteligibles desde la distancia, otras las más pequeñas escarban la tierra o juegan a pillar. Un tercer grupo de niñas juegan con los chicos, bien a futbol o bien a empujar carricoches. Y luego están los solitarios, esos que no juegan con nadie o lo hacen de forma muy tímida. Me llama la atención que no hay ningún chico que juegue con las chicas.
SEGUNDA ESCENA
Imagínese que a alguien se le ocurriera la idea de organizar un campeonato de tenis donde pudieran enfrentarse chicos contra chicas. Imagine a Rafa Nadal jugando esa final con Serena Williams o con Garbiñe Muguruza.
Esta final es imposible y lo es por una razón: Nadal solo podría perder. Si gana el partido lo hará sin ganancia alguna de incentivos y si pierde será para él una deshonra. Sin embargo Garbiñe no puede sino ganar. Aun perdiendo, sería asumible pero si ganara obtendría muchos beneficios e incentivos.
Ahora imagine que Rafa Nadal es transgénero, que dice que es una mujer y que se ha hormonado lo suficiente para parecerlo. Este enfrentamiento podría darse en la pista y de hecho ya se da en ciertos deportes. Para Garbiñe sin embargo sería inaceptable pues Nadal tendría la ventaja de ser un hombre aunque hubiera optado por la transición sexual.
Dicho de otra manera: algunas chicas quieren jugar en la liga de los chicos porque hay incentivos, sin embargo es poco probable que los chicos quieran enfrentarse en una liga de chicas puesto que ¿qué mérito tendría ganar? Al fin y al cabo los chicos compiten para vencer a otros chicos y no a las chicas. Y es también poco probable que en los deportes -donde los hombres llevan ventaja- las chicas acepten competir con los hombres trans.
Hoy mismo leía un articulo, en realidad una entrevista que le hacían a una doctora llamada Elisabeth Tarrio que se opone a la teoría queer y con mucho fundamento criticaba la facilidad con que los niños y niñas pueden cambiar de sexo, mucho antes de alcanzar el uso de una madurez suficiente para someterse a esos cambios. Lo hace con los mismos argumentos que utilicé en mi anterior post y que no voy a repetir de tan obvios. Lo que propone sin embargo, es una idea feminista basada en la ideología de género. Dice que la mejor manera para prevenir la disforia de género es «educar a niños y niñas sin imposiciones sexistas». Dicho de otra manera, la citada doctora es una feminista que está en contra de la teoría queer, pero también contra la evidencia científica que sostiene que las preferencias de los juegos en niños y niñas no viene de un dictado social, sino que es innata. ¿Qué significará hoy imposiciones sexistas?
Y lo es porque el niño varón está sometido durante toda la gestación a un bombardeo de testosterona. Lo que hace que los niños sean más brutos por así decir, más físicos e intensos, más competitivos, y que prefieran los retos corporales y de equipo que las niñas, que prefieran el contacto físico de la pelea y que sientan preferencia por determinados juguetes durante la infancia: coches, camiones, juegos de montaje, motos, balones, etc. Algo que es durante toda la infancia un handicap para la maduración afectiva y cognitiva de los niños, al fin y al cabo la testosterona es una hormona de estrés.
Esto no quiere decir que no haya niñas interesadas en estos juegos, aunque son minoría. Aun más minoría son los niños interesados en jugar con muñecas o cocinitas. Pero hay una variabilidad importante en estas preferencias, lo que no significa que las chicas que juegan al futbol sean lesbianas -como piensan algunos talibanes- o que los niños que prefieren juegos plácidos sean o vayan a ser gays. Lo cierto es que existe un dimorfismo sexual en las preferencias lúdicas que se conocen con el nombre de paradoja Noruega y que incluye la más tardía vocación al elegir una profesión.
¿Pueden las chicas jugar a futbol?
El caso de Alexia Putellas demuestra varias cosas:
1.- Se puede optar por un juego masculino y no ser lesbiana.
2.- Se puede ser muy femenina y tener gustos de chicos.
3.- Una chica puede alcanzar la excelencia tanto en los deportes como en cualquier otra actividad, oficio, o profesión.
Pero lo cierto es que fueron los hombres los que inventaron el futbol y es muy poco probable que en una sociedad matriarcal se hubiera inventado un deporte así. Las mujeres siguen el rastro de los inventos masculinos para medrar. O dicho de otra forma: las chicas tienen siempre como referentes a los hombres.
Y este es el problema que no se quiere ver cuando se dice que hay estereotipos sexuales y que el resultado es que la sociedad moldea el gusto de chicos y chicas y no caer en la cuenta de que es precisamente al revés: son los gustos de los sexos los que moldean las actividades, los juegos, las preferencias y la elección de profesión.
Las relaciones entre niñas y sus madres son siempre muy espesas, en el mejor de los casos espesas, siempre lo han sido. La novedad es que esta espesura se transformó primero en desprecio y más tarde en un odio radical, tanto que hoy muchas niñas no quieren ser como sus madres y a veces -tal y como comenté en mi anterior post- no quieren ser mujeres en absoluto. No importa lo liberales o progresistas que estas sean, más dificultades tiene, en definitiva, rebelarse contra una madre protectora y liberal que contra una madre integrista cristiana o tradicional, por ejemplo. Lo cierto es que aunque hoy las mujeres han alcanzado un estatus superior al que tenían sus abuelas o bisabuelas no han sido capaces de construir un modelo femenino atractivo para las jóvenes y se han limitado a seguir la estela que marcan los hombres en sus estilos de vida laborales y competitivos donde prima el éxito y el estatus sobre todo. El feminismo ha fracasado en su intento de conseguir una sociedad igualitaria pues están pensando en otra cosa bien diferente a la equidad, porque han trabajado siempre a la defensiva y contra los hombres perdiendo de vista la verdadera razón de estas desigualdades que proceden sobre todo de que las niñas -al no tener un modelo valioso y femenino- del que echar mano se orientan hacia los deseos masculinos, primero les imitan y luego se quejan de que no se las tiene en cuenta cuando no llegan a los rendimientos de ellos. Garbiñe siempre perdería contra Nadal.
No se puede construir una feminidad que sacrifique la natalidad, pues una mujer es sobre todo alguien que puede ser madre.
Pero hay otra cuestión y es la que tiene que ver con la belleza. No todos somos igualmente deseables como parejas, hay mujeres y hombres de 9-10, pero la mayoría somos medianías, sin olvidar a los feos y feas de remate. Naturalmente una mujer o un hombre alfa (de los que puntúan más alto) siempre tendrán ventajas sobre la mayoría que cae dentro de la campana de Gauss. Los Cristianos Ronaldos y Angelinas tienen muchas ventajas sobre los demás, ventajas poco democráticas, es cierto pero muy naturales. El valor de pareja introduce una dimensión de desigualdad que es letal en los adolescentes pues es en esa época donde se configura la identidad sexual y el atractivo tanto como amigo y compañero como de popularidad sexual.
Sin embargo no creo que las chicas tengan una adolescencia más tormentosa que los chicos, el problema de las chicas es que tienen los problemas que tienen por ser chicas y los problemas que tienen los chicos si juegan en su liga.
Y hay muchos que se caen por las grietas del atractivo. No es de extrañar que las redes como Instagram donde ellas se ofrecen al mejor postor con sus culos y tetas depriman a aquellas que no tienen nada que enseñar y que acaben convenciéndose de que carecen de valor sexual y pasarse al otro lado. No deja de ser curioso que el feminismo no haya podido convencer a las muchachas de que no es necesario ser perfecta fisicamente para ser tan mujer o a los chicos de que no es necesario ser un as en los deportes para ser tan hombre como John Wayne.
Esos estereotipos eran para nuestros abuelos, el problema es que el feminismo no ha combatido los estereotipos sino la masculinidad misma y sobre todo la maternidad que sigue siendo el chivo sacrificial de la identidad femenina.