El narcisismo primario es un concepto freudiano que muchas personas ignoran y en mi opinión la ignoran porque es difícil de entender y sobre todo no aclara qué cosa trata de conceptualizar. En mi opinión prefiero hablar de consciencia primigenia.
A pesar de ello, y sin discriminar primario de secundario lo cierto les que a palabra «narcisismo» ha pasado a formar parte de la psicología popular de un modo similar a cómo se suelen utilizar las etiquetas psiquiátricas: para estigmatizar. Una especie de insulto que congrega muchas suposiciones y sobreentendidos sobre lo que tal palabra significa.
Recientemente he leido en redes a un psicólogo que pretende demostrar que nuestro presidente del gobierno es un narcisista. Yo no se si lo es porque no le conozco y en cualquier caso hay otras formas de explicar lo que hace sin apelar a una etiqueta psiquiátrica que se supone que entendemos todos, un lugar común para perderse, Para qué diagnosticar a un supuesto enfermo si podemos entender mejor su conducta apelando a cuestiones simples como la ambición y el deseo de sobrevivir político. No me gusta nada que se usen etiquetas psiquiátricas para desautorizar a nadie. ¿Por qué no usar el lenguaje común?
Lo cierto es que aunque la etiqueta «narcisista» ha tenido mucho éxito la mayor parte de los profesionales la usan como un trastorno de la personalidad, pero el concepto freudiano va mucho más allá: se trata de una metacategoría, como la palabra «histeria».
De manera que existen tres acepciones de la palabra «narcisismo». 1) El rasgo o rasgos de carácter, 2) la matriz o metacategoría que engloba distintas patologías y 3) La etapa evolutiva que atraviesa el bebé durante su primer año de vida. Hoy en día ciertos autores tienden a extender este concepto a la vida intrauterina, al menos a la ultima parte de la misma ante la evidencia de que determinadas circunstancias de estrés de la madre perjudican al bebé de una manera impredecible como todo lo que sucede en un cerebro en formación donde el estrés y los mecanismo de resiliencia juegan su partida en sentidos opuestos. En cualquier caso el termino «narcisismo» en este sentido ontogenético no es en ningún caso una patología sino una etapa más del neurodesarrollo. Una etapa donde lo que predomina son los mecanismos de autopreservación.
Para saber más sobre este concepto de narcisismo primario recomiendo al lector que visite este post.
Por eso prefiero hablar de consciencia primigenia que comparte con el narcisismo primario la siguiente constelación:
-El niño no tiene Yo, solo tiene sensaciones corporales.
-El tiempo no existe, ni tampoco el espacio.
-El niño flota en el mundo y el mundo es su madre.
-Aparición de la sonrisa social a partir de los tres meses, antes solo es una mueca arcaica.
-La vocalizaciones proceden de la imitación y de la euforia del narcisismo primario. El niño disfruta oyendo sus propias vocalizaciones.
El niño experimenta una unidad fusional con la madre y no se sabe separado de ella. Esta es una experiencia no dual que es clave para entender el narcisismo. Y es clave también para entender porque volvemos a ella cuando las cosas se ponen feas.
El niño responde con sonrisas a las gestalts (caras) que se le presentan hasta que aparece más tarde la ansiedad ante el extraño. Y con ella la ansiedad de separación. Todo ello acaecerá a partir de los 8 meses aproximadamente y supone un hito evolutivo pues indica que el niño ya sabe a partir de ese momento que se encuentra separado de la madre.
La boca es el centro de todo conocimiento y lo seguirá siendo un poco más hasta el destete total.
La consciencia primigenia.-
La conciencia no es un órgano de síntesis sino de separación, desune lo que anteriormente estuvo unido.
Hubo un tiempo en que el mundo estuvo más vivo que el que nosotros nos representamos hoy y lo estaba porque el mundo y nuestro interior eran la misma cosa, sin separación. Y esa etapa donde no había separación entre el mundo y nosotros duró eones de tiempo, es precisamente esa la razón por la que el inconsciente nos persigue constantemente, siempre esta ahí, haciendo de las suyas, es mucho mas antiguo que nuestra mente autoconsciente. El inconsciente tiene mucha más potencia que nuestra consciencia autorecursiva (Egoico-racional), pero a cambio esta ultima «apaga» y obtura la posibilidad de vislumbrarla, del mismo modo que la luz del sol nos impide ver las estrellas. Y sin embargo están ahí.
La intimidad urobórica.-
Erich Neumann fue un psicólogo de inspiración jungiana e intereses evolucionistas que describió esa consciencia primigenia a través de su teorización sobre el yo urobórico, del que ya hablé aquí. Y que se simboliza con el uroboros, esa serpiente que se muerde la cola, el circulo, un símbolo de la unidad perdida.
El Yo urobórico es la consciencia primigenia -preconsciente-, el Yo con el que el niño viene dotado de serie para venir al mundo desde lo que Jung llamaba el pleroma es decir la indiferenciación absoluta. En el estadío urobórico el niño percibe eventos pero se trata de eventos desconectados del tiempo y del espacio, indiferenciados en el afuera y el adentro: una percepción de completud donde la madre es una prótesis yoica que cuida, alimenta, acaricia y acude a resolver cualquier necesidad interna del niño, es el momento de la omnipotencia y de una extraña sensación de euforia. Es el momento en que fuimos dioses mordiéndonos la cola como la serpiente urobórica que cierra a su vez el círculo.
Un circulo, figura perfecta que se cierra sobre sí misma y mándala universal que tiene que ver con la díada madre-hijo y con esa suficiencia edénica que nos viene representada por el mito del jardín del Edén: fue el tiempo en que fuimos dioses, si bien unos dioses ignorantes, unos dioses prepersonales que sólo comiendo del árbol del bien y del mal podríamos alcanzar el conocimiento. Es decir adquiriendo los aprendizajes concretos que alimentan el Yo, siendo el lenguaje y la recursividad de la consciencia sus principales herramientas, en una explosión que se produce alrededor de los tres años y que llamamos la gran escisión: el momento en que dejamos de ser Uno para ser Dos.
Neumann intenta averiguar más sobre esa consciencia primigenia y lo hace buceando en el mito, al caer en la cuenta de que todos los mitos sobre la creación se parecen con independencia de la cultura que los generara, así el mito del jardín de el Edén es un relato, una buena metáfora (la metáfora es a su vez un invento de la consciencia autorecursiva) para entender de dónde procedemos, no es que Dios expulsara a Adán y Eva por haber pecado (el pecado o la transgresión no podían existir en un mundo así), sino que una vez que se ha producido la escisión que divide el mundo en Bien y Mal, el humano ya no puede volver atrás y aquella consciencia primigenia pasa a constituirse en inconsciente velado por la luminosidad de la consciencia vigíl, pero que sigue apareciendo en los sueños, en la conducta, en nuestras fantasías diurnas, modelando y ejerciendo una enorme influencia en nuestro deseo y también en la patología mental si es que logra imponerse a la autoconciencia. Y dejando algunos restos como los que Mavromatis (Mavromatis, 1987) ha llamado hipnagógicos que serian los ancestros de la capacidad alucinatoria en humanos, incluyendo las imágenes oníricas.
Hasta Dios parece haberse convertido a la autoconciencia cuando dice:
«Yo soy el que soy»
Y si somos los que somos es otra forma de decir que hemos conseguido ser conscientes de nosotros mismos (autoreferencia), ha habido un plegamiento, una separación, una desconexión entre el mundo y la mente, se ha roto nuestra privacidad urobórica, ese idilio con el mundo que caracterizó a la consciencia primigenia.
Y apareció el miedo, pues el miedo siempre es miedo de lo otro, de eso otro que aparece en la separación de la unidad.
Una forma de acercarse psicológicamente a la consciencia primigenia es hacerlo a través de la idea psicoanalítica de «inconsciente», no tanto del inconsciente freudiano que es forzosamente individual sino del inconsciente jungiano, es decir la persistencia de esa consciencia primigenia en todos y cada uno de nosotros. ¿Qué características tiene esta consciencia?
- Es atemporal. Y el espacio no es un continente de algo a través de lo que nos desplazamos sino una continuidad de nuestro estado interior.
- No existe la contradicción. La contradicción solo puede existir en la mente categorial pero no puede existir allí donde mundo y mente son la misma cosa.
- No existe el «no» en el inconsciente, por la misma razón de la ausencia de opuestos que afirmen o nieguen algo.
- – No existe separación entre lo que está afuera y lo que está adentro.
- La parte y el Todo es la misma cosa, o por decirlo de otra manera, la parte no existe sino el Todo, la consciencia es cósmica, no individual.
Contestaré ahora y provisionalmente a ciertas preguntas que me planteo en este momento.
¿Qué sucedió para que aquella simetría se rompiera en favor de una consciencia dividida y dual? ¿Cómo y por qué surgió la autoconsciencia?
Julian Jaynes en su libro «mente bicameral» propone una teoría catastrófica, y alude a la erupción del volcán de Santorini que al parecer supuso un hito catastrófico en la antigüedad, apela también a la irrupción de un mundo hostil, lleno de peligros y de amenazas desconocidas para nuestros ancestros.
Personalmente no creo en la hipótesis de Jaynes, creo que la explosión de la consciencia no fue puntual sino un hito evolutivo gradual, más bien relacionado con el descubrimiento del símbolo -aquello que representa a un objeto en su ausencia- y creo también que si este hallazgo fue un hito evolutivo es porque representaba ventajas para la supervivencia de los individuos concretos, tal y como conté en este post sobre Lucy y la huella del oso.
Dicho de otro modo: los homínidos que escindieron su conciencia haciéndola autoconsciente tuvieron un enorme ventaja sobre los que no lo hicieron, puesto que podían separarse del determinismo puro de la naturaleza y predecirla. Si la huella del oso representa al oso sin ser el oso, es obvio que este hallazgo tuvo ventajas sobre aquellos que lo adoptaron. En primer lugar porque pudieron atenuar sus repuestas fisiológicas al separarlas de la visión de la fiera y por otra parte porque pudieron exorcizar mágicamente al oso al pintarlo en las paredes de sus cuevas, apareció así la magia simbólica, que evoca a al oso, sin ser el oso.
Efectos secundarios de la escisión.-
Efectivamente ese plegamiento de la percepción que llamamos «autoconciencia tuvo muchas ventajas para nuestros antecesores pero también tuvo sus efectos secundarios y no cabe ninguna duda de que estos efectos indeseados están relacionados con una de las principales ganancias de esta autocociencia, me refiero a la aparición del lenguaje y más allá de eso a la aparición del alfabeto y la escritura.
Y sobre todo la gran desventaja: la aparición de las enfermedades mentales, más concretamente la esquizofrenia o las esquizofrenias.
El propio Timothy Crow ha señalado que la esquizofrenia es una secuela, un precio evolutivo que pagamos por la hominización, y dice más: por la adquisición del lenguaje. ¿Qué tiene el lenguaje que tiene consecuencias tan abyectas en la mente de los humanos?
Existe un alejamiento entre el símbolo (lo representado) y lo que representa en la realidad y además esta equivalencia es arbitraria: la palabra «pájaro» representa al pájaro real pero es arbitrario llamarle pájaro. La disociación está pues en la naturaleza del lenguaje.
Y es por eso que en la naturaleza primordial no puede existir la locura y es por eso que en el paleolítico no existían las enfermedades mentales, pues para que exista enfermedad mental es necesario un hombre dividido.
Bibliografía.-
T. Crow (2000):
«Schizophrenia as the price that homo sapiens pays for language: a resolution of the central paradox in the origin of the species». Brain Res Brain Res Rev. 2000 Mar;31(2-3):118-29.
Orage, A, R: «Consciousness, animal, human and superhuman». Weiser. New York, 1978.
Neuman, Erich: «The origins and history of consciousness». Princeton University Press. Princeton 1973.