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Altas prestaciones no intelectuales (VII)

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Cuando yo estudiaba Bachiller todavía existía aquello de los pupitres numerados, cada uno de nosotros tenia un numero que estaba relacionado con nuestras prestaciones en el curso anterior. De manera que las primeras filas siempre estaban destinadas a los «empollones» y las ultimas plazas a los que -entonces se llamaban- «burros». Los demás -las medianías andábamos siempre por el medio, unas veces más atrás y otras más adelante.

Como tengo una muestra de pruebas bastante larga (7 años de Bachiller) tuve tiempo de observar y de detenerme más adelante -retrospectivamente- sobre algunas cuestiones de interés: ¿Qué sucedió con los empollones? ¿Qué sucedió con los burros? ¿Cuantos de aquellos estudiantes llegaron a la universidad? ¿Cuantos la terminaron? ¿A quienes les ha ido bien en su vida laboral y a quién no?.¿Hubo alguno que despuntara en alguna otra actividad no académica?

Naturalmente y aunque vivo en una ciudad pequeña, no tengo noticias de todos y cada uno de ellos, y a la mayor parte de ellos les perdí la pista. Sin embargo y aun así tengo una muestra lo suficientemente representativa del destino de unos y otros.

Para empezar llamaré la atención de mis lectores con un dato fácilmente observable por todos: la mayor parte de los «burros» suspendían casi todo, menos una asignatura: la gimnasia o Educación física. No deja de ser curioso que aun habiendo tres «marías», la religión, la gimnasia y la FEN (formación del espíritu nacional) que aprobábamos todos (un mínimo de 5), había quien sacaba 9 y 10 en gimnasia. Siempre era uno de «los burros».

Recuerdo especialmente a un burro que destacaba entre todos, se llamaba Rodriguez y decía que de mayor quería ser leñador, era hijo de un industrial muy conocido en la ciudad y su padre estaba empeñado en hacer de él un hombre de provecho como se decía entonces. Sin embargo Rodriguez aspiraba a volver al ambiente rural en que se había criado para ser leñador. Rodriguez no pasó de 6ª y al parecer desapareció del mapa no sin antes batir todos los records atléticos que se llevaban en aquella época: triple salto de longitud, relevos, 1500, y velocidad. Estaba en el equipo de balonmano y saltaba todos los potros y plinctons que se le ponian a tiro y era por así decir un líder bueno, de esos que ayudan al personal y acostumbrado a vencer y a desobedecer a padres y profesores y sin embargo era buen compañero.

Esta facilidad para los deportes que tenían algunos siempre me ha fascinado por la razón de que parecía que estaba distribuida de una forma algo injusta: los empollones carecían de esta habilidad que estaba distribuida al azar entre las medianías. Pero podía detectarse un patrón: los empollones eran bastante torpes, mientras que los burros eran muy hábiles y sobre todo muy osados.

Recuerdo también a un muchacho de los burros llamado Llopis que suspendía casi todo, era muy movido (hoy hubiera sido diagnosticado de TDH) y que tenia a gala sacar más ceros que nadie. Un día fue sacado a la pizarra por el profesor de historia y quedamos todos espantados porque Llopis sacó un 10. Para entender mejor lo que había sucedido hay que saber que nuestro profesor de Historia era un señor muy sabio que nos daba a todos un 5. Había un aprobado casi seguro a poco que hiciéramos pero el profesor tenia una técnica nueva: se pasaba la clase paseando por el aula y hablando y contando anécdotas de unos y otros, recuerdo especialmente la historia de la Beltraneja. A veces sacaba a alguien a la pizarra y le hacia preguntas sobre cuestiones no académicas sino puramente retóricas, Llopis que tenia mucha labia le siguió la corriente y acabó sacando sobresaliente en una asignatura que todos aprobábamos por los pelos. Pero eso no quedó ahí, sino que Llopis siguió siendo el «enchufado» del profesor de Historia durante todo el curso y siempre le sacaba a él a la pizarra para disfrute de todos los demás que no queríamos ni por asomo salir a la palestra. Al cabo de los años supe que Llopis se dedicaba a vender coches. De hecho fue él quien me vendió un R-18 que tuve hace años.

Llopis suspendió todas las asignaturas menos la Historia y la Gimnasia de manera que ahí quedó su aventura de bachiller. No pasó a PREU. Pero yo, que ya entonces me interesaba por cuestiones fillosóficas me pregunté ¿Cómo es posible que Llopis fuera tan bueno en Historia y tan malo en todo lo demás? Hoy lo sé, simplemente tuvo una oportunidad y un refuerzo importante al elegirlo el profesor como su voz cantante. No se trataba de repetir la lección como un papagayo, sino de entender la historia como un relato de cuestiones relacionadas con el poder, el sexo, la traición o el engaño, cuestiones para las que un niño espabilado criado en la calle a balonazos puede comprender perfectamente. Nuestro profesor de Historia era un brillante pedagogo.

A PREU no pasaron todos los de sexto y sobre todo desaparecieron los burros. Solo quedábamos las medianías que seguíamos siendo mayoría y los empollones. Ya no ocupábamos los pupitres por prestaciones sino por orden alfabético, de manera que tuve la experiencia de ser el ultimo de la clase, en la ultima fila y en un rincón del aula, casi invisible. Era el momento en que comenzábamos a preguntarnos qué haríamos el próximo año ¿iríamos a la universidad? ¿Qué estudiaríamos? Yo ya tenia claro que quería ser psiquiatra y que no tenia más remedio que estudiar medicina, pero cuando contaba este proyecto a mis compañeros todos trataban de desanimarme. Al fin y al cabo yo era una medianía que -aunque nunca repetí curso- al menos estaba considerado como un estudiante vulgar. Más abajo volveré sobre mi vulgaridad intelectual.

Lo cierto es que de aquellos 40 alumnos que llegamos a PREU solo unos 15 llegamos a la Universidad, de medicina solo yo, 2 para Farmacia, 1 para químicas, el resto Ingenierías y arquitectura. Los empollones optaron por las carreras técnicas, algunos por licenciaturas diversas.

El inexorable destino del talento.-

Con el tiempo he ido investigando sobre los destinos de aquellos compañeros con los que he podido compartir qué sucedió y me llevé una gran sorpresa al evidenciar que los empollones (casi todos ellos) habían terminado en la Banca y que terminaron por salir de la universidad precozmente y que las medianías habían terminado sus carreras con distinta suerte.

Aprendi que los talentos de los humanos no se agrupan en una sola entidad que llamamos «inteligencia» y que se puede medir en números, sino que existen múltiples talentos de los que hablé aquí en este post donde hablo de la sobre excitabilidad de un sistema determinado. Para recordar os diré que las habilidades lingüisticas de Llopis, las psicomotoras de Rodriguez o las intelectuales de los empollones no predicen buenos resultados si entendemos como buenos resultados a tener una profesión compatible con nuestras habilidades o que nos llene la vida de autorealización. Por oposición, muchos de nosotros, medianías destacamos más adelante cuando comenzamos a madurar y a gozar con las materias que nos interesaban.

Mi medianía intelectual.-

hace pocas semanas y estando haciendo turno en la panadería me encontré en la cola con uno de aquellos que más arriba llamamos burros. Ambos estábamos ya jubilados y empezamos a contarnos en qué habiamos trabajado y lo que nos había costado desengancharnos de la vida laboral. El conocía mi periplo laboral que en parte ha sidp publico pero yo desconocía el suyo, me contó que toda su vida habia trabajado en una fabrica de cerámica con distintos puestos dentro de ella pero que había quebrado antes de poderse jubilar y había pasado un calvario con su vida. Hablando y pasando revista a nuestra edad me contó que tenia 73 años y tu -me preguntó- Yo 70. ¿Cómo es posible eso? Pues porque comencé el Bachiller a los 9 años y a carrera con 16, porque cumplo en Noviembre y porque siempre fuí el más pequeño de la clase.

Y de ahí mi medianía, simplemente llevaba un retraso de maduración con respecto a mis compañeros de dos años, era invisible, me mimeticé con el ambiente para no ser visto y sobrevivir en un ambiente hostil donde todos eran más maduros que yo. Estaba indefenso y por eso comencé a refugiarme en mi mundo imaginativo. De ahi viene mi creatividad.

Pero también mi deficit de atención. Hoy no me escaparía del Concerta y quizá me fuera bien.

Nota liminar.-

No todos los estereotipos son sexuales, existen también los estereotipos intelectuales. Nuestras escuelas están diseñadas según el siglo XIX para regular la vida fabril, algo así como una educación taylorista de horarios y de tareas repetitivas. Se pierden muchos talentos psicomotores, imaginativos y sensoriales por esta razón y acaban siendo psicologizados o psiquiatrizados. Mi propuesta seria que hubiera tres bachilleres distintos, uno psicomotor orientado al movimiento y los deportes, otro imaginativo destinado a las artes y la literatura y otro al mundo puramente técnico. Con una impregnación humanística como guía común.

Y una propuesta adherida a la anterior es que no crean a quién les diga que su hijo es un superdotado que se aburre en clase y que habría que pasarle de curso. Hacer un curso por encima de las posiblidades de maduración emocional es un error que se paga con la escasa socialización pues hay que recordar que en la escuela solo existe una posibilidad de socializar: el deporte para los chicos y la confidencia en las chicas. Es necesario superar este estereotipo donde los que no destacan en los deportes es porque son raritos y que los «empollones» no se interesan por los deportes, la musica o el arte.

Descubre tu elemento, descubre tu pasión.

Pues la escuela será tu mundo durante al menos 16 años, y si sacas una mala impresión de la escuela creerás que el mundo es igual de hostil.


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