Los que hayáis leído mis post anteriores donde presenté algunos casos de trauma con T y trauma con t ya habréis comprobado que los efectos o impacto del trauma son bien distintos cuando el trauma es algo objetivo, identificable con T y cuando el trauma como sucedía en el caso de Rosetta es un acontecimiento de la vida que tiene la capacidad de modificarla crónicamente, para siempre podríamos decir. Como el caso de Rosetta.
Lo interesante es que los traumas con t generalmente procuran un impacto bien diferente a lo que sucede con los trauma con T que en la dimensión patológica del adulto generan TEPT es decir trastornos de estrés postraumático. Siempre he observado en mis pacientes psiquiátricos que cuando eran sometidos a pérdidas o sobredemandas importantes reaccionaban de forma más adaptada que cuando andaban con su vida cotidiana. Es como si al tener que agarrar «el toro por los cuernos» la lucidez volviera a ellos, y no solo a ellos sino a los que padecen distintas dolencias como la fibromialgia o incluso a personas comunes.
Es como si hubiera dos sistemas de balanceo, uno que se ve alterado de forma aguda y que genera una respuesta de cómputo a largo plazo, llamémosla X y otra donde el acontecimiento es crónico, duradero en el tiempo y que no opera tanto por sí mismo sino por la perturbación social que genera en el largo plazo. El caso de Rosetta es paradigmático: la muerte de su padre le cambió la vida, una vida que andaba proyectándose de una manera determinada y que se vio interrumpida por ese acontecimiento. Su reacción vino precedida por un empobrecimiento social (una precariedad) y ya sabemos que el dolor social es un dolor. Es decir nuestro cerebro computa la perdida social como un dolor tal y como podemos ver en este articulo de Lieberman y Eisemberger.
Recordemos ahora que la exclusión social al empobrecer nuestro ambiente tiene la particularidad de generar dolor, el mecanismo implicado es la sensibilización nerviosa o inmunológica pues recordemos que la sensibilización es la manera que aprenden nuestras neuronas cuando están sometidas a ambientes amenazadores o deprivados.
Un nervio, un grupo neuronal, una vía nerviosa pueden sensibilizarse. Naturalmente la via implicada en la fibromialgia es la vía del dolor. Lo interesante del dolor es que no tenemos receptores periféricos para computarlo ( hay receptores para la temperatura, la vibración o el movimiento pero no para el dolor) de manera que el dolor se elabora siempre en el cerebro no es el órgano periférico quien lo señala sino en todo caso el receptor usualmente por una cadena de inflamación (cuando nos damos un golpe por ejemplo), pero ¿qué sucede cuando sentimos dolor sin daño?
La clave está en la via eferente.
La copia eferente.-
Guardamos copia de los movimientos, sensaciones y emociones que hemos sentido en nuestra vida o de nuestras experiencias siempre y cuando lleven un afecto adherido y la guardamos para refinar la respuesta motora o sensitiva a nuevos estímulos.
Esa memoria existe, pues los algoritmos de este movimiento que hemos aprendido por repetición se encuentran archivadas en la vía eferente. Pero no en la vía eferente principal que es por donde viaja la orden de teclear aquí y ahora, sino en una vía paralela que conocemos con el nombre de copia eferente. Allí se encuentran los PAFs (patrones de acción fijos) que hemos ido archivando con el paso del tiempo y que nos permiten teclear sin apenas pensar donde están las letras, de este modo solo debemos concentrarnos en lo que queremos decir y olvidarnos casi del lugar que ocupan los símbolos del teclado, los conocemos de memoria, casi instantáneamente. Automáticamente.
De manera que la vía eferente contiene como un resguardo de las acciones que ya hemos realizado, que hemos llevado a cabo millones de veces y que nos permite refinar y maximizar los resultados de cualquier acción al mismo tiempo que minimiza el “gasto” de esas mismas acciones. La función de la copia eferente es atenuar e inhibir a la propia vía eferente refinando su perfomance.
Pero ya sabe usted lo que pasa con las copias con respecto a un original, una copia puede:
- Perderse
- Perder definición o contener borrones.
- No haberse nunca realizado.
- Contener errores o discrepancias con el original.
Es por esa razón que cuando usted quiere validar un documento le piden siempre el original. La administración pública por ejemplo no admite copias sino que exige el original a efectos de compulsar su veracidad. Las copias son poco de fiar, precisamente porque pueden estar falsificadas o no contener la misma información que sucede con los originales.
En el sistema nervioso sucede con bastante frecuencia que la copia eferente de un movimiento no sea fiel al propio original. En este post hablé precisamente de ciertos fenómenos muy conocidos como las cosquillas -que no pueden nunca ser autoinducidas- o el mareo del acompañante del conductor como ejemplos de distintas funciones de la copia eferente: si no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos es porque nuestro cerebro predice el movimiento que vamos a hacer y lo atribuye al Yo y a la intención voluntaria, para que pueda haber cosquillas tiene que haber un no-Yo, el efecto sorpresa, etc. Del mismo modo el conductor de un coche no se marea nunca a diferencia del copiloto porque aquel mantiene (o cree que tiene) el control sobre el movimiento del coche (al que siente como una prolongación de su propio Yo) mientras que el copiloto – sobre todo los niños o aquellos que aun no han tenido tiempo de congifurar una copia eferente del movimiento- creen que es el mundo quien se mueve y no ellos mismos con el vehículo.
Dicho de otra manera tiene mucha relación con el conflicto Yo- No-Yo.
El individuo memoriza la experiencia dolorosa pero el organismo extrae de cada evento de nocividad, información. Esa información, esa lección aprendida ,quedará incorporada en el pool de conocimiento sobre nocividad e influirá en las evaluaciones futuras, cada vez que se produzca un nuevo evento. Es por eso que el miedo al daño se manifiesta como dolor anticipado.
Lo importante no es evitar el dolor sino las evaluaciones alarmistas, sensibilizadoras, catastrofistas, erróneas que son típicas de las personalidades psicosomáticas o como se dice ahora el pensamiento operativo. (Arturo Goicoechea).
Y ahora las malas noticias:
Los circuitos de nuestras alarmas son filtros muy resistentes a la extinción. Y lo son por razones evolutivas, para ser eficaces el individuo tiene que mantenerlos operativos y en marcha, una alarma que dejara de sonar dejaria de ser una buena alarma, es por eso que nuestros circuitos neurogénicos guardan copia de todas las ordenes eferentes hasta que reciben la orden de “erase”. Y esa copia es muy dificil de borrar, es por eso que el dolor, el vómito, la diarrea, la rinorrea o la cistitis son sintomas recurrentes, vuelven y vuelven: puesto que se encuentran emparejadas (condicionadas) a un sin fin de situaciones neutrales de la vida cotidiana.
Algunas personas habrían desprogramado o no llegado a establecer estas alarmas que en el párrafo anterior son descritas como filtros y al no disponer de copias eferentes para la distinción Yo, no-Yo podrían atribuir a lo suyo propiedades de lo ajeno, eso sucede precisamente en la esquizofrenia donde la via dopaminérgica se encuentra sensibilizada, y donde la discriminación propio-intrusivo forma parte de la sintomatología más conocida y de otras como la capacidad de autoprovocarse cosquillas.
En el próximo post hablaré de ciertos misterios persistentes de la fibromialgia y de aspectos demográficos, clínicos y de personalidad.