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La locura de los Austrias: Don Carlos

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felipe II

Dado que hoy es el dia de reyes he pensado en escribir un post sobre ellos. Sobre los reyes, princesas e infantes de España, los que reinaron y no reinaron y sobre todo acerca de las locuras que padecieron y nos hicieron padecer a los españoles. Es por eso que he elegido a los Austrias, sobre todo después de leer el magnifico ensayo histórico de Manuel Fernandez Alvarez que nos brinda un panorama muy documentado sobre el Cincuecento español, aquel siglo de oro para los intereses imperiales de España que seria al fin y a la postre también el siglo del comienzo de su decadencia.

Suele decirse que la locura entró en la casa de los Austrias por Juana la loca que se desposó con el primer Habsburgo (Austria) de España, el conocido como Felipe el Hermoso, primero a la sazón. Sobre Juana la loca escribí hace poco un post que vale la pena releer para saber de dónde viene la serie de enfermedades mentales que afligieron a los Austrias hasta el fin de su estirpe en la persona de Carlos II, llamado el hechizado.

Aquí hay un genograma de esa estirpe, partiendo de uno de los casos más sonados y misteriosos de la misma: el príncipe Carlos, hijo de Felipe II y Maria de Portugal heredero de la corona imperial que moriría en extrañas circunstancias y amplificadas por la leyenda negra que los enemigos seculares de nuestro país difundieron sobre su padre Felipe II.

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Como puede verse en este árbol genealógico lo curioso de las ramificaciones de los ancestros del príncipe Carlos es que a diferencia de usted o yo que tenemos, 2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos y 16 tatarabuelos, solo tenia 4 bisabuelos y 6 tatarabuelos, debido a la cosanguinidad de su parentela.

Sus padres Felipe II y Maria de Portugal eran primos hermanos por doble via y para acabar de jugársela al pobre Carlos, su madre Isabel murió en el parto, algo que era muy frecuente en aquella época, los partos, las enfermedades infecciosas, y los accidentes de armas solían ser las principales causas de muerte, del mismo modo la mortalidad infantil era una pandemia continua: dos de cada cinco niños no llegaban a adultos con independencia de que fueran nobles o vasallos.

El paludismo, el raquitismo y la TBC eran la pauta en los enfermares de aquella época y no es raro -algo que podemos ver en las pinturas de la época- que los estigmas del bocio, el enanismo o las deformidades esqueléticas acompañaran de por vida a sus protagonistas.

Más difícil es perseguir las enfermedades mentales (que no dejan rastros pictóricos), para lo cual no tenemos más remedio que recurrir a los documentos de la época, que sin ser historias clínicas nos proporcionan algunos detalles de observación interesantes sobre la patología de algunos personajes.

El personaje de Don Carlos es interesante porque sirvió tanto a Verdi como a Schiller para componer sendas historias que venían a reforzar la “leyenda negra” de Felipe II, una especie de conspiración mediática que sus enemigos inventaron con el fin de socavar la inmensa influencia y poder del rey en cuyo imperio “jamas se ponía el sol”.

Entre otomanos, flamencos, ingleses y franceses tramaron aquella conspiración que hace que el propio Felipe II haya sido señalado como culpable por la muerte precoz de su hijo Carlos.

¿Pero es cierta esta teoría?

La psicopatía del príncipe Carlos.-

Tenemos datos y detalles tanto de la crianza del príncipe como de sus precoces aficiones. Dicen los cronistas que fue un niño mimado por sus tías (que fueron quienes lo educaron y criaron en ausencia de madre), También son de destacar las largas ausencias del rey Felipe y la mala salud el infante D. Carlos, aquejado siempre por fiebres (seguramente paludismo), y el tener un hombro mas bajo que el otro seguramente por raquitismo, aunque lo que mas destaca de sus antecedentes es su extrema crueldad.

Una crueldad que le llevaba a maltratar y torturar animales vivos:parece que se distraía quemando liebres y conejos vivos e incluso parece que en una ocasión dejó ciegos a los caballos de las cuadras reales. Estos antecedentes junto por su gusto por azotar a las criadas, maltratar a sus vasallos e incluso en una ocasión a quemar una casa por haber lanzado un orinal a su paso por una de las calles de Madrid, parece que apuntan hacia una psicopatía o un trastorno antisocial de la personalidad como diríamos hoy. Su escasa empatía, su abuso de sus subordinados y la crueldad parecen señalar hacia un desarrollo psicopático. De libro.

Ahora bien, su padre Felipe no era desde luego un santo, aunque de temple melancólico y taciturno según las crónicas y dícese que tuvo muchas dificultades para poner en vereda a su hijo: peor si contamos con sus continuas ausencias y peor aun si contamos con que le quitó la novia a su hijo.

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La bella isabel de Valois 

Efectivamente Felipe II tuvo cuatro esposas, la primera Isabel era la madre portuguesa de D. Carlos, la que murió en el parto, la segunda fue Maria Tudor (la hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII) con la que también estaba emparentado y con la que no tuvo hijos. La tercera fue una muchachita francesa jovencísima que había prometido a su hijo y que terminó por apropiársela, dicen que por razones de Estado. Y no es que las razones de Estado no tuvieran peso en aquel entorno pero dicen ciertos cronistas que el atractivo, belleza y saber hacer de Isabel eran notorios. Me inclino pues por cierto regusto de Felipe por la adolescente Isabel que cuando se casó tenia 17 años. También moriría en el parto de su tercer embarazo.

La cuarta esposa de Felipe II fue Ana de Austria con la que también estaba emparentado y de esa unión nacería el sucesor Felipe III de España, para entonces el príncipe Carlos ya había muerto y dado que del matrimonio con Isabel de Valois solo nacieron niñas es obligatorio pensar que este cuarto matrimonio si fue dictado por razones de Estado. Ana moriría de una gripe epidémica a los 29 años estando embarazada de nuevo.

La reclusión y muerte del príncipe.-

Las relaciones entre Felipe II y su hijo no fueron nunca fáciles si bien hay que achacar sobre todo a la personalidad del príncipe tales desavenencias. Las cosas empeoraron mucho después del accidente que sufrió el príncipe cayendose por unas escaleras y provocándose una lesión en el cerebro.

Probablemente se trató de un hematoma subdural que necesitó una intervención quirúrgica a cargo del mejor médico de la época. Vesalio que le practicó una trepanación que seguramente le salvó la vida pero que también aceleró un proceso mental de desinhibición, perdida del sentido social de la oportunidad, atracones, preferencia por el agua fría y aumento de la impuslividad.

Si entendemos las razones de D. Carlos que debería estar bastante desesperado porque no conseguía que su padre le diera ningún cargo de responsabilidad podemos entender que en un caso así, tomara la peor de las decisiones: enfrentarse a su padre y conspirar con sus enemigos de Flandes. La peor opción.

Todo llegó oidos del rey que terminó por tomar una decisión. Una decisión que habia estado postergando (Felipe II era bastante irresoluto) desde que su hijo amenazara con un cuchillo al propio Duque de Alba en publico al envidiarle al temible general por su puesto de gobernador de Flandes.

La decisión que tomó el rey fue prenderlo y encerrarlo como años atrás había sucedido con su abuela Juana. Sin embargo no duró tanto: decepcionado y encolerizado se dió a una huelga de hambre que después cambiaría por una estrategia más a su gusto: los atracones. Dicen que fue su preferencia por el agua fría quien realmente le mató. Una diarrea le llevó a la sepultura 3 años después de comenzar su encierro.

La saga de los Austrias.-

Con independencia de los antecedentes de locura en Juana y su abuela isabel de Avis, lo cierto es que los matrimonios cosanguíneos repetidos por razones de Estado (sobre todo con Portugal) fueron socavando el linaje de los mismos. Felipe II y su padre Carlos I fueron buenos gobernantes aunque de tintes melancólicos pero sus matrimonios cosanguíneos pasaron factura y factura acumulativa.

El linaje de los Austria terminó con Carlos II el hechizado biznieto de Felipe II, de una salud tan delicada, inteligencia tan corta y huesos tan débiles que no pudo ponerse en pie sin ayuda hasta bien entrada la adolescencia y que muy probablemente padeció un sindrome de Klinefelter y murió sin descendencia



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