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La mente y su alma

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Curarse es poner tiempo en el inconsciente (S. Freud)

Todos sabemos qué cosa es un teatro, cuando pensamos en él, nos imaginamos un edificio singular quizá neoclásico, pero un teatro tiene muchos departamentos; existe sobre todo una escena con su caja negra, el backstage donde se situa la tramoya, los tramoyistas, carpinteros y sastres, y sobre todo hay un patio de butacas y quizá de palcos donde se sientan los espectadores.

En un teatro se representan obras teatrales, pero también se dan conciertos de musica, ballets, conferencias, etc. Todo ello se produce en escena y el espectador solo ve lo que sucede en esa escena, pero no sabe nada de la tramoya que en cualquier caso se encuentra velada al publico.

Por su parte los espectadores, miran y oyen, aunque no sepan nada de musica, ni de teatro, ni de danza. Miran y se extasían o sobrecogen con el espectáculo si les gusta y echan tomates si lo que ven no les gusta en absoluto.

Me parece que este teatro es una buena metáfora para hablar de otro teatro: el teatro de la mente. Así lo que vemos en escena son estados mentales, pensamientos, recuerdos, emociones, sentimientos, etc, Los procesos mentales se encuentran en la tramoya, sin ellos — sin esa trama de neuronas hiperconectadas unas con otras— nada de la escena podría suceder, de manera que podríamos convenir que esta tramoya es el cerebro y sus redes neurales.

Pero falta algo, imaginemos una platea vacía, ¿de qué serviría representar cierta obra o ejecutar un concierto si nadie lo ve u oye? Efectivamente, falta el público, el espectador que es ese otro necesario para que la obra —sea de lo que sea— pueda ser disfrutada. Ese publico que llena la platea y los palcos es lo que podríamos llamar la conciencia. Pues solo el publico puede apreciar lo que sucede en escena.

Es interesante comprender que la mente es en consecuencia un espacio conceptual y que entendamos cada vez mejor la emergencia de una idea que los neurocientificos llaman conciencia, ese espectador que contempla la obra. La conciencia seria algo así como un espectador, un observador escondido. A mí me gusta mucho esta idea del observador escondido porque creo que una de las funciones de esta conciencia (no confundir con la consciencia o estar despierto) es la de percatarse de todo sin saber nada, como un buen espectador. En realidad el que sabe bailar son los bailarines, los que saben declamar son los actores, los cantantes saben cantar y los músicos saben musica. El espectador no está obligado a saber nada de todo eso, basta con que lo que ve u oye le impresiones, le emocione o le traslade a un lugar bien distinto al que ocupa en su silla. Que conecte con lo que ve o escucha.

¿Conciencia o alma?

Ya he dicho que los científicos han adoptado esta nueva instancia de la mente a la que llaman conciencia, pero en realidad se trata de un viejo concepto. Se trata del concepto de alma. No me refiero al concepto teológico del alma (aunque no lo descarto), sino a su raíz etimológica. Alma procede de «anima» y de ahí viene lo de objeto animado. Está animado todo aquello que tiene movimiento, que es lo mismo que decir «todo aquello que discurre a través del tiempo». Existe una diferencia entre mente y conciencia. La mente puede engordar (el Yo puede engordar) pero la conciencia se expande.

De manera que alma, conciencia y observador escondido son el mismo concepto.

Douglas Hofstadter es un prestigioso matemático, filósofo de la mente que escribió uno de esos libros de culto para una generación de programadores de inteligencia artificial y cuya carrera ha estado vinculada a Stanford y al MIT.  Su «opera prima»  «Escher, Gödel, Bach» fue un éxito de ventas a pesar de ser un tocho muy complejo de leer y una heroicidad de terminar. En él abordaba uno de sus temas preferidos, la autoreferencia o la recursividad de la conciencia humana y lo hizo aunando elementos de matemáticas, filosofía, música, arquitectura y psicología intentando aplicar estos conceptos a la idea de ese misterioso y esquivo constructo llamado Yo.

Ahora vuelve con una nueva entrega, más fácil y amena de leer aunque igualmente densa y compleja titulada «Yo soy un bucle extraño» sobre las mismas ideas que al parecer no terminó de resolver en aquel volumen (y que probablemente no se termine de resolver nunca) me refiero al problema dificil de la conciencia. En él vuelve a abordar su concepto autoreferencial del Yo, aborda el tema del alma (luz interior o conciencia), el problema de la dualidad mente-cerebro y se posiciona decididamente en contra de la existencia de Dios pero sorprendentemente nos cuenta su «conversión» al vegetarianismo.

Sin embargo parece que Hofsdadter hace equivaler el concepto de alma con el concepto de esencia (la gema interior le llama), en este sentido todos vendríiamos al mundo con esa conciencia que en mi opinión es algo discutible. Ya veremos más abajo que creo que la conciencia es un subproducto del conocimiento y de una cierta coherencia entre las distintas agencias de la mente.

Hofstadter defiende la tesis de que el yo (la conciencia, el alma…) es una ilusión necesaria, un mito o una alucinación imprescindible, resultado de un complejo perceptivo tan sofisticado, la actividad de nuestro cerebro, que puede contemplarse a sí mismo. Arremete contra el prejuicio cartesiano del alma como «pájaro enjaulado» en un solo cerebro: «un cerebro adulto alberga no sólo el bucle extraño que constituye la identidad de la persona asociada a ese cerebro (extraído de la wiki).

Plantea un coeficiente de almidad

Para Hofstadter el alma (la esencia) seria una adquisición gradual (algo que contradice la idea que más arriba plantée), no una entidad discreta que se tiene o no se tiene sino algo que podríamos medir con puntos en todos los seres animados (conscientes e intencionales)Asi un óvulo recién fecundado llevaría 0 puntos mientras que un adulto sano podría llegar a 100 puntos de almidad. El alma se desarrollaría en forma de un cono invertido y abierto por su parte superior donde el 100 no es un limite sino que podría seguir «abriéndose» o «expandiéndose» hacia nuevos puntajes. En ese cono que en realidad seria un continuo de consciencia habría quien puntuaría 60 los monos o los perros, 50 los gatos, 10 las bacterias o los tomates, etc. Es decir existirían graduaciones de almidad en todos los seres animados, mientras los entes inanimados carecerían de alma y por tanto de conciencia.

Y es este continuo de conciencia lo que lleva al autor a defender cualquier atisbo de vida consciente y a justificar su vegetarianismo revelando al mismo tiempo la inconsistencia de su imaginería religiosa. Naturalmente Hofstdadter en esa clasificación de almidad requeriría un puntaje más alto de 100 (si 100 representa a un adulto normal), y para él -aunque lo niega en su libro- el 100 tiene más valor que el 50, algo que también sucede con los puntajes fetichistas del CI (cociente de inteligencia). El error de Hofsdadter es haber utilizado números en lugar de otros símbolos -simples grafos sin valor- para explicar el desarrollo expansivo de la consciencia. En realidad resulta inevitable interpretar que el 100 es una cantidad superior a 50 pero que en realidad el 50 está plegado en el 100 a poco que dejemos de contemplarlos como cantidades. En fútbol suele decirse que antes del 2-0 hay que marcar el primer gol que adquiere tanta importancia como el segundo.

Dicho de otra manera: si existen consciencias capaces de escribir los «Nocturnos de Chopin» (una alta calificación de almidad) es porque la mayor parte de nuestra especie está compuesta de personas de menor calificación que operan como soportes evolutivos del cambio y la peor noticia: que Chopin estaba lleno de bucles de menor calidad -copias de baja resolución de otros simios- que aquellos que le impulsaban hacia la excelencia musical y que compartían con ellos espacio neuronal y que además de eso competían con aquellos.

¿Existen los desalmados?.-

Fue precisamente un psiquiatra llamado Kurt Schneider el que describió a los desalmados en su libro «las personalidades psicopáticas». Aunque en aquella época el termino «psicópata» no tenia los mismos atributos que hoy le adjudicamos. En realidad los psicópatas de Schneider son llamados hoy, trastornos de la personalidad, pero no deja de ser curioso que describiera a los desalmados, esos criminales que llevan a cabo crímenes con una extrema crueldad y cuyas víctimas suelen ser niños con los que se llevan a cabo toda clase de barbaridades.

Un desalmado es una obra que se desarrolla en una escena sin público.

Si Hofsdadter hubiera leído a Schneider estaría de acuerdo con la idea de que hay personas que puntúan muy bajo en almidad, como esos criminales abyectos, que regulan su vida como simios basándose en sus instintos y en sus caprichos o necesidades sin tener en cuenta la vida o los deseos de otros y que carecen en absoluto de empatía e incluso de humanidad. No vivimos pues en una simulación sino que el universo se autosimula en un bucle extraño.

Una definición de bucle extraño:

«Un bucle extraño es una jerarquía de niveles, cada uno de los cuales puede consistir en objetos, procesos, o prácticamente cualquier otra cosa (esa es la noción general). Cada nivel está vinculado a otro al menos por algún tipo de relación. Un bucle extraño jerárquico, sin embargo, está «enredado» (Hofstadter se refiere a él como una «heterarquía«), en el que no hay bien definidos un nivel más alto o más bajo. Los niveles están organizados de tal forma que, desplazándose a través de ellos, finalmente uno vuelve al punto de partida, es decir, al nivel original. Ejemplos de bucles extraños que ofrece Hofstadter incluyen muchas de las obras de M. C. Escher, el flujo de información entre la red de ADN y enzimas a través de la síntesis de proteínas y la replicación del ADN, y declaraciones «gödelianas» (en alusión a Kurt Gödel) que son autorreferentes en los sistemas formales.»

Yo estoy bastante de acuerdo en esa idea de puntuación de la almidad puesto que creo que eso que los teólogos llaman alma en realidad es un subproducto trascendente de la autoreferencia. En mi opinión la conciencia es una diferenciación de la mente, una prestación de orden superior que se enlaza sobre todo con el saber, con el conocimiento, algo que sucede cuando conseguimos añadir movimiento al trabajo de la mente. Verse desde un ángulo superior, desde el lugar de ese observador escondido es una de las prestaciones más importantes de nuestra mente sapiens.

Aqui nos lo dibujó Escher

Así se expande la conciencia, desde el centro de la mente hacia los bordes

La forma de la conciencia.-

Decía en mi anterior post que:

Un hipercubo es una figura que nosotros no podemos ver, pero que es posible pensar e imaginar gracias a las matemáticas y a ciertos benéficos y generosos usuarios que nos lo desgranan para hacerlo más fácil de entender. El hipercubo sería pues un cubo de cuatro dimensiones, un cubo en movimiento. Si miras el gif de arriba con detenimiento verás como a la izquierda aparece un hipercubo que es en realidad un cubo desplazándose al azar dejando como una estela en su trayectoria. El hipercubo sería el resultado del desplazamiento aleatorio de un cubo sólido a través de la cuarta dimensión, esa 4ª dimensión no puede ser otra sino el tiempo, pero contiene una novedad: el cubo está delante y detrás al mismo tiempo, arriba y abajo, porque el hipercubo está presente en todos y cada uno de esos instantes en que se descompone el tiempo, al menos para hacerlo apreciable a la vista humana.

Pero tampoco la mente se puede ver, solo podemos observar sus movimientos, los de los estados mentales. La función de la conciencia es la de percatarse de todo lo que sucede en la mente.

En el próximo post pienso exponer la influencia que tiene este desarrollo expansivo o su detención de la conciencia sobre la salud mental.

Pero adelantaré algo: curarse es poner espectadores en tu mente.

PD. Gracias a un comentario de un lector he caído en la cuenta de que “en la metáfora del teatro falta algo: la iluminación y el responsable de los focos.¿ pertenecen a la escena, a la conciencia del espectador o es una variable independiente?

Bibliografía.-

Douglas R. Hofstadter. «Yo soy un extraño bucle: ¿Por qué un fragmento de materia puede pensarse a sí mismo?». Tusquets, Metatemas. Barcelona 2008.


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