No somos ratas pero los humanos somos muy vulnerables al condicionamiento clásico (E. Kandel)
Martin Seligman es uno de los psicólogos vivos más influyentes y reconocidos del mundo por sus estudios experimentales sobre el condicionamiento, estudios llevados a cabo con ratas. A pesar de que sus conceptos más importantes proceden de su experimentación con estos animales en la actualidad se dedica a otra cosa: la psicologia positiva.
No obstante, si Seligman ha pasado a la historia de la psicología es por un concepto especial: la indefensión aprendida (learned helplesness), que actualmente se usa como modelo de depresión en ratas para la experimentación de nuevos fármacos antidepresivos. Se trata de un concepto fácil de comprender y de inducir, tanto en ratas como en seres humanos y que consiste en: aprender que a pesar de nuestros esfuerzos determinada situación no puede ser cambiada, lo que genera un estado de indefensión y desesperanza que nos hace vulnerables a casi cualquier cosa. En este video hay un ejemplo para que el lector comprenda el alcance de este término.
Pero hay otro experimento que es al que quiero referirme ahora y que reproduciré esquemáticamente.
Seligman condicionó a unas ratas a reaccionar mediante un salto a una descarga eléctrica que seguía al sonido de un timbre. A través de una experiencia similar a la de Paulov las ratas “aprendieron” a relacionar el timbre (estimulo condicionado) con la descarga (salto o respuesta condicionada). La descarga eléctrica era lo esperable cada vez que las ratas oían el timbre, de manera que tras una serie de repeticiones logró condicionarlas de modo similar al perro de Paulov y las ratas saltaban cuando oían el timbre aunque la descarga eléctrica no se produjera.
Una vez se producía esta asociación entre timbre y descarga las ratas quedaban condicionadas a reaccionar con un salto cada vez que oían el timbre. Se había logrado condicionarlas. Lo interesante es que esta respuesta es prácticamente para toda la vida, es decir se muestra muy resistente a la extinción.
Pero Seligman estaba interesado en prevenir esta asociación entre estimulo y respuesta. ¿Podíamos inhibir la respuesta convulsiva si la rata desaprendía que ya no estaba relacionada con el timbre?
Se le ocurrió “entubar” a las ratas, es decir impedir su salto. Con este modo de proceder logró inhibir la respuesta convulsiva aun después de que las ratas hubieron sido condicionadas. Dicho de otra forma: logró disociar el timbre de la descarga.
Lógicamente si la rata más adelante volvía a enfrentarse a un estrés cualquiera su reflejo aprendido de “saltar” volvía a aparecer, pero lo importante de esta experimento de Seligman es el hallazgo de que es más fácil prevenir la asociación entre estímulos y respuestas que tratar de extinguirlos una vez se han establecido.
Humanos y ratas.-
Naturalmente los hombres nos parecemos mucho a las ratas y por varias razones, la primera es de orden alimentario: somos omnívoros y nos hemos adaptado a toda clase de hábitats precisamente porque comemos de todo. Tenemos un cerebro muy parecido y aprendemos de forma muy parecida: a través de la exploración; siendo el condicionamiento un mecanismo común de aprendizaje a todos los animales el nuestro es un poco más complicado, puesto que no solamente asociamos timbres y descargas eléctricas a partir de timbres o artefactos eléctricos reales sino que podemos hacerlo a partir de las redes semánticas que establecemos como forma plástica de aprender. Los simbolos nos atrapan y funcionan a veces como timbres o descargas eléctricas, todo depende del significado que les atribuyamos.
Es por eso que los humanos somos tan vulnerables al condicionamiento clásico, algo que explica nuestros gustos, preferencias, creencias, opiniones, aversiones, apetitos y formas idiosincrasicas de responder a “una palabra de más” y que sean tan difíciles de remover. Es posible afirmar que los hombres somos ratas enredadas en un tejido simbólico donde cada “timbre” adquiere una función inexplicable en términos de amenaza o de gratificación para otro congénere.
Algo que explica porqué desarrollamos fobias a estímulos neutrales (estímulos incondicionados) y por qué no desarrollamos fobias a estímulos realmente peligrosos. En la formación de una fobia hay algo ancestral (preparedness según Seligman) y algo nuevo, algo que se ha aprendido ex novo. Es por eso que podemos tener asco a las aceitunas pero no miedo a conducir automóviles. Es por eso que existen personas con fobia a las ratas, arañas o las serpientes a pesar de no vivir entre ellas. Estamos cableados para eso.
Pero también estamos cableados para aprender (condicionar) cualquier estimulo e incluso a esconder ese estimulo en otro neutral al que podamos eludir con facilidad. El asco a las aceitunas sería pues un estimulo incondicionado, un disfraz con el que el miedo condicionado se ha corporeizado en algo real aunque banal.
Timbres y descargas.-
Lo interesante de estos mecanismos es que se desarrollan en dos tiempos cerebrales distintos. Existe por una parte un cerebro antiguo que sabe de timbres y de amenazas, serpientes, arañas, animales ponzoñosos, etc. Y que reacciona en ausencia de consciencia y con mucha rapidez, unos 4 mgs. Es por así decir más rápido (utiliza el bucle largo que no pasa por el tálamo) y que comunica los ganglios basales con la corteza cerebral. Es lógico que así sea: se trata de reaccionar con celeridad ante un ataque o un riesgo sorpresa. No es necesario que exista consciencia del peligro, nuestro cuerpo ha de reaccionar antes incluso de que nos apercibamos del mismo y usualmente lo hacemos a través de señales contextualizadas y patrones de respuesta grabados y conservados en nuestros ganglios basales. Algo a lo que ya me referí cuando hablé del detector de humos. Lo interesante es que ese detector de humos barre la realidad en busca de amenazas sin que intervenga para nada la consciencia o el Yo.
Y naturalmente si no hay Yo nuestro cerebro puede equivocarse a la hora de categorizar la amenaza. Tal y como conté en este post reaccionar ante una amenaza falsa siempre será mejor que no reaccionar ante un peligro verdadero, de modo que este sistema está diseñado para funcionar un poco por encima de sus posibilidades. Las alarmas parecen diseñadas para alarmarse.
Poner Yo allí donde antes sólo había amígdala y ganglios basales es necesario para discriminar la amenaza. Solo el Yo consciente es capaz de saber si hay peligro real o todo ha sido una falsa alarma. Pero para que haya Yo es necesaria una actividad cerebral de 40 Hz (ritmo beta) por debajo del cual el Yo está -por así decir- medio apagado. No es capaz de discriminar la amenaza.
Cuando nuestro Yo vaga, se ausenta, o simplemente divaga sin prestar atención a una tarea fija decimos que se activa la red neuronal por defecto. No estamos durmiendo, sino en un estado como de ensoñación, algo así como en las musarañas, parecemos distraídos, ensimismados solemos decir. Este es el estado que nos hace tan vulnerables cuando suena un timbre. Podríamos decir que este es el estado opuesto al mindfullness, un estado de plena consciencia.
La otra razón de nuestra vulnerabilidad a los condicionamientos clásicos es el tiempo que necesita el Yo para percatarse y discriminar lo banal de lo peligroso. Si oímos un timbre que por alguna razón esta condicionado a algún tipo de miedo, la reacción de miedo será instantánea mientras que el Yo acudirá tarde. El Yo siempre llega tarde cuando estamos distraídos o no concentrados en una tarea concreta. Algo mas de 16 msg en tomar una decisión. ¿era relevante ese timbre?
De manera que el Yo-discriminador es para nosotros los humanos el equivalente a “entubar” a la rata. Es la única instancia psíquica que puede separar lo relevante de lo irrelevante siempre y cuando opere a 40 Hz/sg. Sólo el Yo puede inhibir el condicionamiento de cualquier timbre a cualquier descarga eléctrica y puesto que los timbres suenan sin cesar, nuestra única posibilidad parece estar en que haya Yo allí donde antes sólo había Ello (tal y como decía Freud) a fin de asegurarse que no haya descarga.
No pensar.-
Dado que el automatismo es dos veces más rápido que el acto voluntario, ciertas prácticas incluyen como método de entrenamiento el uso de estos aprendizajes motores unidos a una conciencia plena atenta.
En el film “El ultimo samurai” aparece precisamente esta idea, por otra parte muy enraizada en las artes marciales y tambien en la meditación, el yoga y ciertas variantes como el mindfullnes. De lo que se trata es de no pensar.
Que no es lo mismo que no estar concentrado o atento. Pensar es algo que hacemos constantemente usando nuestra red neuronal por defecto.