El tiempo es una metáfora de la eternidad (J. L. Borges)
La serendipia es cuando nos encontramos con algo que no andábamos buscando y la sincronicidad es una casualidad significativa, de manera que no sé si lo que me pasa es una cosa u otra, aunque quizá haya un poco de ambas cosas. Hallazgos curiosos y hechos aislados que se conectan. De manera que les revelaré algo sobre cómo suelo trabajar y cómo funciona la licuadora de mi mente.
Después de subir mi ultimo post en el que hablé de la triple red neural que es una teoría que explica como funcionan los distintos módulos o agencias de nuestro cerebro cayó en mis manos una recomendación, alguien —quizá al dia siguiente— me sugirió un libro de Jorge Wagensberg titulado «El pensador oculto». En él el físico y pensador fronterizo que ya no se encuentra —por desgracia— entre nosotros aborda el tema del conocimiento y lo hace con la idea de trazar un mapa del mismo. Describe tres tipos de fuentes en la creación de conocimiento, la científica, el arte y la revelación (inspiración, intuición). Cada una de estas fuentes se caracterizan por el objeto, contenidos y lenguaje con la que se presentan a esa licuadora que es nuestra mente y se detiene sobre todo en pensar sobre las zonas limítrofes entre las diversas disciplinas que componen cada una de estas fuentes. El libro en esencia es un elogio de la multidisciplinariedad, que en otro lugar yo mismo he llamado «saber generalista», ese tipo de saber que carece de profundidad pero que es ancho y largo.
Para ello, explora Wagensberg el tema de lo liminar, del espíritu de la frontera, es decir lo que hay entre disciplina y disciplina, esa tierra de nadie ignota y de la que muy pocos saben algo, pues la academia está forzada a meterse cada vez mas tierra adentro, en el centro de su propia disciplina, el saber fronterizo es para los héroes, aquellos que no temen encontrarse con lo banal y no están —estamos— obligados a pensar dentro de la caja. El héroe fronterizo —como en las películas del oeste— es un explorador.
El espíritu de la frontera.-
La liminalidad es cuando no se está ni en un sitio ni en otro. Este «sitio» puede ser tanto un lugar como un estado mental. El termino fue descrito por un antropólogo francés llamado Arnold Van Gennep muy poco conocido a pesar de que su libro -escrito en 1909- es reconocido hoy como un clásico en el estudio de los ritos de paso.
Liminalidad además señala hacia actividades donde parecemos flotar y fluir sin necesidad de pensar demasiado en nosotros mismos: el servicio militar, el viaje, la enfermedad, el ingreso en un hospital o el domestico duermevela son situaciones o sitios donde parece abrirse un paréntesis en nuestra vida. Un paréntesis que puede cerrarse o no pero en cualquier caso una interrupción a veces liberadora y otras veces trágica y que casi siempre nos cambia para siempre. Lo liminar es la liquidación de lo viejo sin saber donde vamos a llegar, pues lo nuevo todavía no ha aparecido y es evidente que vivimos en una época liminar, de transición y de cambio.
Este concepto de liminalidad ha sido abordado por otros pensadores como Xavier Trias del que ya hablé aquí. La idea fundamental del profesor Trias es la diferencia que encuentra entre el concepto de muro y el concepto de puerta. Un muro no se puede franquear pero una puerta se puede atravesar:
Ante todo esto tenemos que ser capaces de rescatar la vigencia de las formas simbólicas, de las comunidades de relato, de la propia tradición, tan olvidada por la modernidad”. “También hay que rescatar el concepto de persona, en su sentido etimológico, es decir la máscara a través de la cual una voz propia se expresa”.
No nos queda otra opción sino la multidisciplinariedad. Todo es multidisciplinar.
Lo que Trías quiere señalar es que en nuestra vida necesitamos «iniciaciones» o «ritos de paso» que nos permitan atravesar de forma segura esas transiciones de la vida y propone que hemos quedado desnudos en cuanto a mediadores simbólicos:
Pues lo más importante de esta serendipia es que Wagensberg habla en su libro de tres, si tres modos de capturar el saber. Lo importante y curioso es que estos tres modos no son puros, del mismo modo que en la teoria de la triple red neural, se comunican unos con otros, se mezclan y se confunden como si ciertas neuronas anduvieran saliendo de juerga con otras similares. Decimos que son tres modos de conocer (o de procesar la información) pero en realidad no podemos saber qué modulo se encuentra funcionando en cada momento, puesto que el movimiento entre modulos es la regla y no la excepción.
Pero Wagensberg aporta una nueva idea. ¿Son realmente tres los módulos del conocer? ¿O hay algo más?.
¿Qué sucede si añadimos una nueva, una cuarta dimensión?
¿Qué le sucede al cubo si le añadimos una nueva dimensión?
Lo convertimos en un hipercubo.
Y aquí viene el tema de la sincronicidad porque yo he escrito mucho sobre el hipercubo, una figura fascinante a la que no podemos meter el dedo, ni verla pero los matemáticos la pueden teorizar y abstraer. El hipercubo existe, véanlo:
Una geometria de la mente.-
Que la mente tiene una forma geométrica solo se le puede ocurrir a un psiquiatra liminar como yo, aunque lo cierto es que ya algunos antes que yo lo habían intuido. La base del conocimiento son los textos de otros, ya alguien ha pensado lo mismo que tú o que yo, si bien no lo habia formalizado. Yo escribí ya hace tiempo en mi otro blog lo siguiente:
Un hipercubo es una figura que nosotros no podemos ver, pero que es posible pensar e imaginar gracias a las matemáticas y a ciertos benéficos y generosos usuarios que nos lo desgranan para hacerlo más fácil de entender. El hipercubo sería pues un cubo de cuatro dimensiones, un cubo en movimiento. Si miras el gif de arriba con detenimiento verás como a la izquierda aparece un hipercubo que es en realidad un cubo desplazándose al azar dejando como una estela en su trayectoria. El hipercubo sería el resultado del desplazamiento aleatorio de un cubo sólido a través de la cuarta dimensión, esa 4ª dimensión no puede ser otra sino el tiempo, pero contiene una novedad: el cubo está delante y detrás al mismo tiempo, arriba y abajo, porque el hipercubo está presente en todos y cada uno de esos instantes en que se descompone el tiempo, al menos para hacerlo apreciable a la vista humana.
Y aquí está la clave: el hipercubo es un cubo en movimiento, es decir un cubo que añade a su estructura tridimensional, la cuarta dimensión, el tiempo. Antes de eso el cine inscribió el movimiento (tiempo) en el plano y transformó la fotografía en cine. Algunos artistas han echado mano del hipercubo para sus narraciones.
De manera que el hipercubo es una magnifica metáfora (o acaso no es una metáfora) de la manera de comportarse de nuestra mente cuando navega de aquí para allá en el proceso de creación: apresar una idea, comprenderla, añadirle algo propio —algo intrínseco, de la propia experiencia— y después comprimirla y destinarla al consumo de otro, pues ningún proceso de creación está acabado sino hay un receptor que —a su vez— lo pueda utilizar según su disposición e interés.
Comprensión y compresión son necesarios en este movimiento de crear algo nuevo.
Pero aquí no termina mi expedición a lo largo de esta doble vía de serendipia y sincronicidad, porque inmediatamente después de comenzar el libro de Wagensberg alguien de mis amigos virtuales y a raíz de publicar en redes el gif del hipercubo me recomendó este video que se titula ¿Qué hacia Dios antes de crear el tiempo?
En él aparece otro físico del CERN también fronterizo y que me enseñó algo nuevo. apelando a un texto de San Agustin (Confesiones), el primer relato autobiográfico de la historia, donde el santo nos cuenta su trato con la concupiscencia juvenil que al parecer le mantuvo como adicto al sexo, hasta que su madre Mónica le convirtió al catolicismo y donde hizo una buena carrera como obispo de Hipona. El bueno de San Agustin además era un pensador notable que adelantó a Hawking en un buen numero de años y nos habló de la singularidad antes que el propio Hawking lo hiciera. (El que quiera profundizar sobre ese tema mejor que vea el video completo aunque la velocidad de palabra de ese hombre (taquilalia) es difícil de seguir).
Para mi la conexión que tienen las ideas sobre el alma de San Agustin, el tiempo y lo que hoy llamamos la conciencia es que hay conexiones entre ellas.
¿Y si el alma o conciencia estuvieran representadas por el hipercubo?
¿Y si el tiempo fuera lo que conecta —a escala humana— el todo con la parte?
¿Y si la conciencia humana fuera —mas allá de la mente— la delegada del tiempo cósmico?
El tiempo es un subproducto a escala humana de la eternidad.
El lector puede consultar estos post donde hablé de la emergencia del hombre cósmico, los catalizadores cósmicos aquí y aqui.