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Freud y la metafísica

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placerPersonalmente creo que la obra más profunda que escribiera Freud fue la que preside este post, el “Más allá del principio del placer” escrito en 1920 y que por alguna razón se la considera una obra metapsicológica. Es interesante este termino de metapsicología aunque uno no acaba de entender porque no se dice claramente que se trata de una obra metafísica pues efectivamente va más allá del mundo físico, del mundo tangible, de lo material.

La metafisica tal y como cuenta la wiki es una rama de la filosofía que se ocupa de la naturaleza, estructura, componentes y principios propios de la realidad junto con la finalidad (la causa última) o telos de cada ser.

La psicología en sus inicios como disciplina formal (William James) era metafísica hasta que se separó de esta manera de ver lo humano por considerarla anticientífica, ahora la psicología es científica lo que es lo mismo que decir que se ha separado de lo humano, pues lo humano no puede entenderse desgajado de la metafísica. La psicología es el estudio de sí mismo en relación con la realidad y el mundo que nos circunda. No hay psicología sin metafísica.

Espero que el lector termine por darme la razón en cuanto les presente mis argumentos. Por seguir con las descripciones de Freud en este post hablaré de Eros y cómo no de Tanatos y daré mi punto de vista sobre estos conceptos.

La idea fundamental de Freud es que lo que orienta del deseo humano -al que se le oponen otras instancias de carácter moral y de carácter adaptativo (la realidad)- es fundamentalmente lo que llamó “el principio del placer”. Nos orientamos hacia la consecución del placer y tenemos por esta razón que despejar “balones fuera” cuando algo se le opone. Los síntomas neuróticos serian soluciones de compromiso, disfraces para que el deseo se consume siguiendo esa senda del principio del placer.

Pero Freud no tardó en caer en la cuenta de que en el humano había algo que no seguía esta dirección finalista: el suicidio, los autolesiones, los gastos excesivos, la repetición de las conductas fracasadas, los amores “locos”, el autoatentado, poner en riesgo la propia vida, el abuso de drogas, y sobre todo el concepto acuñado por él como la compulsión repetitiva. En definitiva, los humanos llevamos a cabo conductas destructivas que van contra nuestra economía, nuestra reputación, nuestra salud, nuestro placer e incluso contra nuestra vida.

Este hecho por sí mismo parece desmentir el “principio del placer” como lo desmiente para la neurociencia-actual el modelo recompensa-placer. Algo que se opone a nuestro concepto de principio o instinto de conservación (o instinto reproductivo) que damos por supuesto que existe sin caer en la cuenta de que no siempre los humanos seguimos esta senda de autopreservación y/o que muchas veces no tenemos descendencia de forma electiva. ¿Cómo explicar este fenómeno desde la teoría del instinto? ¿Cómo queda el fitness de los biólogos una vez comprobado que algunas instancias psíquicas nos llevan en el sentido opuesto al que cabría esperar si el instinto fuera finalista?

¿Qué hay más allá del placer?.-

Se trata de un concepto bien fácil de entender y al alcance de todos_

Comer es un placer pero vomitar o darse atracones no lo es. Copular es placentero pero la promiscuidad es peligrosa para nuestra salud, beber vino es un buen complemento alimentario pero emborracharse ya no lo es tanto. Todo parece indicar que hay un más allá donde el placer se convierte en displacer, en tormento, enfermedad o en condena.

Dicho de otra forma: cuando rebasamos ciertos limites aparece lo tanático, la enfermedad, el vicio, la adicción, el crimen, la locura, en definitiva el exceso o frenesí de cualquier placer termina por convertirse en todo lo contrario. Más allá del placer existe la muerte.

Todo parece señalar en la dirección de que Eros y Tanatos (que eran hermanos en el mito) van siempre de la mano y viajan en el mismo paquete. No podemos de ninguna forma favorecer al uno sin perjudicar al otro. Pero antes de meternos en ese berenjenal es necesario decir algunas cosas sobre Eros.

Eros no es el amor, ni el placer, ni el deseo. Eros no es el sexo.

Para empezar Eros es un concepto metafísico, mientras que el amor es un sentimiento que puede estudiarse desde la Psicología al menos en su parte mas ligada a la personalidad, y el placer es una condición fisiológica de descarga. Se trata de tres idiomas bien distintos que hablan de realidades -próximas- pero no similares. ¿Pero entonces qué es Eros?

Existen dos versiones sobre Eros, una que procede de Hesíodo (La Teogonia) y otra de Platón (El banquete). En ambas versiones Eros se situa como una deidad primordial (en el caso de Hesíodo) o como un semi-dios en la versión de Platón.

Aquellos de ustedes que leyeron este post ya conocerán el origen de Eros, hijo de Poros, un Dios y Penia, una mendiga. O dicho de otra manera Eros es el hijo de un inmortal y de una mortal, del Recurso y la Necesidad, del exceso y la privación. Esa es su condición y lo que le otorga esa cualidad de psicopompo, de mediador entre el mundo de los hombres y los dioses, algo parecido al caso de Prometeo o del propio Narciso.

Vale la pena detenerse ahora en el viejo mito del hermafrodita, donde Platón nos cuenta cual es la finalidad del amor: al principio los hombres estábamos completos, algo que enlaza con el mito bíblico del Génesis y la idea del “Arbol de la vida”, allí transcurría nuestra vida sin tiempo hasta que la aparición de otro árbol “El árbol de la ciencia” aseguraba a quien comiera de él el conocimiento. Esta versión bíblica sitúa en este incidente, la Caída, la perdida de la ignorancia primordial de nuestra especie que a través de este acto de rebelión mordía la manzana de la discordia movida por su deseo de saber, una ganancia de libertad y de dominio sobre la naturaleza que tuvo sus costes: el coste de la dualidad y de la incompletud.

Desde entonces los seres humanos aspiramos a la reunión, movidos por el anhelo, en realidad el recuerdo (anamnesis) de aquella condición de plenitud. Esa es la fuerza que impulsa al hombre hacia la mujer que es eterna -dadora de vida- pero también siniestra pues fue ella la que resultó maldita por Dios.

eva

Hoy diríamos que la mujer es un atractor para el hombre del mismo modo que sucede al revés: dos polos en eterna atracción. Ese es el fin ultimo del amor: reunir los principios masculino y femenino en un solo ser: en un Absoluto (el hombre-hombre o la mujer-mujer), algo que podemos vislumbrar en el amor sexual, en determinados instantes que llamamos orgasmo o la “petite mort“, pues efectivamente hay algo que muere en ese instante: la conciencia de sí. La conciencia de la dualidad.

Pero Eros ha de discurrir dentro de ciertos limites: por una parte ha de limitar con el bienestar y por otra parte ha de rozar la trascendencia sin caerse del otro lado. De lo contrario y debido a la fuerza de su manifestación Eros puede arrastrarnos hacia la condena del mismo modo que puede llevarnos hacia la redención.

No es necesario contar aquí lo trágico que anida en todo amor, la historia de la literatura y la historia oficial de las personas que han sucumbido a los encantos del amor pediendo haciendas, poder, dinero, salud o toda clase de bienestar: reyes que han renunciado a sus tronos por amor, amantes decepcionados que han terminado sus días en la cárcel condenados por asesinato, enfermedades venusianas derivadas del exceso, mujeres victimizadas o maltrechas por delincuentes sexuales de todo linaje, violencia y hedonismo rabioso a partes iguales pueden convivir con el amor en su mas baja octava. Hay algo en el amor que se derrama por el lado de lo tanático cuando excede ciertos limites, cuando se aparta del bienestar y se recurre a él sin tener en cuenta otros condicionantes, pues en el amor existen dos condiciones a controlar: su Fuerza y su desconsideración social.

Eros no es pues el sexo, sino algo que le contiene, una especie de fuerza explosiva que anida en cada uno de nosotros y que precisa de ciertos controles para poderse modular. No es de extrañar que la mayor parte de las enfermedades mentales exploten en la pubertad, en ese momento en que un incendio colosal amenaza con demoler todos los diques de un edificio aun no acabado del todo para soportar la expansión del fuego interior que lleva Eros consigo.

Eros es eso que explota en la manía, y que nos hace sentirnos seguros, fuertes ,poderosos, que nos impide el sueño y nos hace ser promiscuos, jactanciosos y osados. Eros es una embriaguez, pero no todas las embriagueces son iguales como el lector ya sabrá.

Hay una embriaguez que nos asciende (anagógica) y una embriaguez que nos hace descender (catagógica). Eros cuando se incendia en el interior de una persona no debilitada por cualquier causa nos lleva hacia la excelencia a través de la trascendencia y del bienestar en su limite de abajo en favor de la seguridad.

Ahora bien, no todo el mundo es capaz de ascender en esa especie de embriaguez anagógica que he llamado trascendencia. la mayor parte de la gente educada en los mitos de la Psicología o la Sexología cree que Eros es una cuestión de técnicas amatorias, de expurgación de inhibiciones o de culpas y sobre todo de atracción por una pareja concreta o de gestión de emociones o de dilemas de la vida diaria. Todo esto es verdad pero es una verdad superficial.

Hoy a través de la publicidad sexual que procede de la pornografía cualquier persona puede acceder a ciertos conocimientos relativos a la Sexología, una disciplina mecánica que no sabe nada de la metafísica de la que estoy hablando, donde lo que se persigue en la cópula no es la posesión de la hembra sino la captura de la hembridad, la persecución de un absoluto. Un absoluto que es eterno, la mujer es eterna, es la vida, de ahí su enorme empuje y de ahí la maldición de su estirpe.

De manera que en el amor existen al menos tres octavas bien definidas: la más baja donde el amor puede coexistir con el odio, una media donde usualmente el amor coexiste con el orgullo y los celos y se adapta a ciertas condiciones de acoplamiento de la personalidad de los amantes y una tercera octava donde se han resuelto los opuestos.

Decimos entonces que hemos alcanzado la trascendencia, ese ir más allá de uno mismo y que uno ha logrado, aun a tientas, rozar ese absoluto anhelado. Uno ya sabe que tiene un gemelo en alguna parte, un gemelo invisible que es simétrico a nuestro Ser y que es ese No-Ser, sin Forma pero que precisamente por eso puede adoptar cualquier forma.

Pero no hay que echar las campanas al vuelo. La reproducción no es necesaria para alcanzar esta octava alta, pero el embarazo es un subproducto del amor sexual. Y aquí vuelve a aparecer la condena de nuestra especie a través del señuelo de la serpiente. Nuestros hijos son también mortales, un premio de consolación de nuestro anhelo de reunión, pero ellos no reúnen en sí nuestras dos mitades, no al menos las mitades a las que Platón se refirió en su mito del andrógino.

Es por eso que Aristófanes declara que:

 Aunque todos los amores son verdaderos, el amor de un hombre por una mujer (el amor heterosexual) es siempre de menor calidad que el amor homosexual.

Pues en realidad si seguimos el argumento de Platón hasta sus ultimas consecuencias en la cópula heterosexual el hombre (su mitad masculina) busca la mitad masculina de la mujer para completar un hombre absoluto. Del mismo modo la mujer heterosexual busca la mitad de la mujer que reside en el hombre para atisbar la mujer absoluta (el eterno femenino). Dicho de otro modo en el coito no se busca -metafísicamente hablando- la complementariedad del hombre y la mujer, sino que lo que se persigue es un Absoluto de hombre o de mujer, lo que nos Falta para estar completos.

Es por eso que en el coito hay un juego de cuatro personajes tal y como nos contó Lacan y los que se más se buscan son los del mismo sexo.

Un texto relacionado.-

Os dejo aquí un texto de mucho interés para aquellos que quieran seguir escarbando en este tema: se trata de la metafísica del sexo de Julius Evola.



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