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Tenemos que hablar de Kevin (I)

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Este post contiene spoilers, es decir revela contenidos de la novela y película homónima. El lector que quiera leer o visionar la película deberá detenerse aquí.

Suele decirse que las buenas novelas casi nunca son superadas por su versión cinematográfica, pero este no es el caso de “Tenemos que hablar de Kevin” una novela escrita por Lionel Shriver y recientemente llevada al cine por Lynne Ramsay que aguanta bien el versionado cinematográfico a pesar de ciertos datos que quedan oscurecidos en la película y más claros en la novela.

La dificultad de llevar una novela al cine procede precisamente de los distintos estilos narrativos que utilizan escritores y directores, unos con el uso que dan a las palabras y otros a las imágenes. Concretamente, la novela es un relato retrospectivo en forma de cartas que la esposa dirige a su marido después de que ambos se han separado y organizando sus recuerdos sobre Kevin. Sin embargo en la película los planos del ahora y el pasado aparecen tratados en forma de intermitentes y discontinuos flashbacks que iluminan hasta cierto punto algunos puntos oscuros de la novela a la vez que oscurecen otros.

Algo que deja al espectador colgado de la incertidumbre, pues en realidad somos obligados o bien a pensar que Kevin es un malvado innato (en realidad una especie de psicópata tal y como defienden aqui) o bien que se trata de una patología psiquiátrica atípica cercana al autismo o al síndrome de Asperger, tal y como sucedió con el reciente caso de Adam Lanza en Newtone que tanto se parece a esta película.

El espectador común se ve forzado a elegir entre estas dos dos opciones cuando se trata de explicarse lo inexplicable. ¿Cómo es posible que alguien en sus cabales entre en un colegio con un rifle de repetición y comience a matar indiscriminadamente a sus profesores y compañeros, sin mostrar ningún atisbo de piedad sobre seres indefensos como niños de corta edad? ¿qué clase de locura puede generar un monstruo así?

En realidad existen algunas explicaciones para este tipo de fenómenos tan comunes en la opulenta sociedad americana, pero no los queremos ver y preferimos adherirnos a ciertas teorías sobre el mal que hemos naturalizado a través de ciertas conceptualizaciones que llamamos psicópatas y antisociales, un cajón de sastre que nos impide ver lo que realmente no queremos ver. Es más tranquilizador creer en unos supuestos genes malvados que leer e interpretar una novela familiar. La novela que nos cuenta precisamente Shriver a propósito de Eva, la madre de Kevin.

El verdadero personaje central de esta historia.

Una historia que tiene en mi opinión tres ejes: el odio, una madre-nevera y un padre infantil, que trata a Kevin de “colega”.

La idea de la madre-nevera es una idea maldita de la psicología y la psiquiatría recientes. Se le ocurrió a Leo Kanner que fue el psiquiatra que describió el “autismo infantil” y que al mismo tiempo sugirió que el autismo podría tener su origen en un trastorno del vínculo entre madre e hijo, al observar que las madres de sus pacientes presentaban en común una serie de rasgos que podríamos denominar “frialdad emocional”, de ahí lo de “nevera”.

Lo cierto es que al menos en la película, Eva, la madre de Kevin interpretada por una hierática Tilda Swinton -en un papel excepcional- presenta no pocos de los rasgos que Kanner había identificado como propios de las mamás de los autistas. Lo interesante de la idea de Kanner es que su conceptualización fue un escándalo aun en su época y fueron muchas las voces que se alzaron contra esa idea: las madres no podían generar trastornos mentales en sus hijos, precisamente porque son sus madres y están infiltradas de algo sagrado y arcangélico: un amor sin limites. Mas abajo veremos como esta apreciación es de lo más sabia y que es además el eje de torsión de todas estas ideas sobre la supuesta imposibilidad de la maternidad de causar estragos en los hijos.

Pero la idea más potente que se lanzó contra Kanner (y más tarde contra todos los que han apoyado esta idea de la madre como causa de trastornos psiquiátricos) es que la acusación de “perversidad” culpabiliza a las madres, y por tanto no se puede decir. ¿De qué serviría culpabilizar a una madre que ha tenido la desgracia de tener un hijo enfermo mentalmente o haya criado a un asesino en serie?

Como el lector podrá observar el argumento se cae por su peso y el peso del poder ginecocéntrico de la sociedad actual. Pero si es cierto que la maternidad tiene efectos secundarios en el psíquismo de los hijos, si hay eso que se ha llamado “estrago materno” sobre el que volveré mas abajo,  la ciencia tendrá que abordarlo y no seguir escondiendo esta causalidad -aun incómoda- en el armario.

Pero en realidad el diagnóstico de “autismo” está en este caso descartado. Eva lleva a Kevin al médico que no observa ninguna patología reglada en él, pero no importa demasiado el diagnóstico porque la conducta y la afectividad de Kevin ya indican desde su época de bebé que algo no anda bien en el desarrollo de su personalidad.

Para empezar Kevin es un llorón, un niño difícil, exigente, que rechaza la interacción social y que nunca devuelve un gesto de cariño. Es oposicionista, burlón, se niega a interactuar con la madre y la somete -podríamos decir- a un dominio y desafíos constantes tratando de sacarla de quicio. Lleva paquete hasta una edad bastante insólita y se niega a hablar a pesar de que lo entiende todo. Su rostro impenetrable es una mueca, una mueca de odio ¿Qué le sucede a Kevin?

Para saber qué es lo que le sucede a Kevin tenemos que preguntarnos que le sucede a Eva. Veamos.

Es una mujer de un relativo éxito, que se dedica a escribir libros de viajes (como en el Turista accidental) que tiene una empresa editorial y que viaja bastante (eso se ve mejor en la novela que en la película) y casada con un fotógrafo de cierto éxito que viven una vida sosegada y práctica. El caso es que un buen día decide (a los 40 años) quedarse embarazada, una decisión que no consulta con su marido salvo cuando la decisión ya había sido tomada.

No sabemos qué la induce a tomar esta tardía decisión pero lo cierto es que un poco más tarde vuelve a quedar embarazada, esta vez de una niña.

El caso es que -en la novela se puede ver mejor- la madre Eva no se aclara demasiado con su hijo y su interacción con él podría decirse que es una prueba constante a la que Kevin somete a su madre en un juego de poder que acaba siempre por ganar el hijo.

En la película Eva aparece más solicita, aunque siempre melancólicamente fría, de calmar los llantos del niño, de abrazarlo y sostenerlo en sus brazos (algo que el padre es capaz de hacer), como si le tuviera miedo o asco, más tarde incapaz de poner limites a las exigencias del niño o de responder a sus llamadas de amor y más aun: incapaz de imponerse aun a la fuerza. Y todo sucede en un entorno de deprivación social: no hay amigos, ni abuelos, ni familiares o vecinos. Kevin no juega nunca con niños y no tiene ni un solo amigo. Se trata de una familia que destaca por su aislamiento.

La ineptitud para la crianza de Eva no es menor que la puerilidad del padre para relacionarse con su hijo desde una posición de autoridad. El padre tiene una actitud negligente en el sentido que minimiza la escalada de agresiones que Kevin va cometiendo tentando los limites de su propio poder y parece instalado en una especie de nebulosa ignorante sobre lo que sucede en su propia casa. Si la madre es incapaz de ofrecer amor y/o de poner limites a su hijo no menos ineptamente se comporta el padre relativizando todos sus comportamientos como “cosas de niños”, en una actitud cuanto menos de complicidad indulgente con el hijo.

Lo interesante de este tipo de casos -que son por otra parte muy frecuentes en la sociedad actual- es que no vamos a encontrar abusos, malos tratos, abandonos o negligencias graves en el cuidado de los padres hacia sus hijos, todo sucede en un territorio mucho más sutil que esos trazos groseros que identificamos como malos tratos. Se trata de otra clase de malos tratos, de algo intangible que no podemos cuantificar.

fuerzaLa fuerza, arcano XI del Tarot expresa la intensidad del arquetipo de la femineidad abriendo la boca a un león. Observese que la figura es femenina y que está tocada con un sombrero en forma de infinito.

Pero existe y además existe en un mundo donde el poder de las madres es incuestionable. El poder femenino. El poder de la Gran Madre.

¿Pero, entonces de donde procede el odio de Kevin?

El odio de Kevin procede del hecho de que ha sido rechazado por su madre que es el amor por el que suspira. El amor del padre no le interesa, Kevin busca desesperadamente llamar la atencion de su madre. Busca ser amado.

¿Y que le pasa a Eva? ¿Qué le pasa en relación a Kevin? ¿Por qué le rechaza aun inconscientemente?

Será en el próximo post donde veremos cómo los niños no se relacionan solamente con sus madres reales sino tambien y necesariamente con el arquetipo materno. En este sentido trataré de explicar las razones por las que una mujer puede rechazar a sus hijos y al mismo tiempo no ser considerada moralmente perversa,indagaré sobre los vericuetos del deseo materno y sobre los estragos de las madres en sus hijos.



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