Artemisa de Efeso,una diosa primitiva y matriz de la femineidad se representaba cargada de ubres y fetos. Mujer y vida son sinónimos. La mujer no tiene sexualidad, es la sexualidad misma. (Extraido de la web de Roberto Ferri)
Cuando se comete un crimen -sea cual sea su naturaleza- todos estamos persuadidos de que hay un vínculo entre su autor y el móvil del mismo. Asi trabaja la policía para descubrir al autor de un asesinato: hay que ir a buscar en aquel lugar donde alguien gane algo. Ese algo puede ser dinero, sexo, venganza, celos, etc.
El problema de este tipo de crímenes en masa como el que protagonizó Kevin en la ficción (el mismo tipo de crimen que otros asesinos en masa) es que carecen de móviles objetivos y comprensibles y cuando a un crimen no le encontramos razón estamos persuadidos de que el autor está loco.
En realidad no está enfermo pero podriamos decir que está alienado como aquel antibatman que se identificó con el malo de la serie, el Joker y atacó en un cine a los espectadores amantes del personaje.
Y lo cierto es que estos crímenes no son ni psicopáticos (carecen de objetivos o ventajas para el criminal) ni esquizofrénicos pues presuponen una planificación que precisa una inteligencia muy lúcida y mantenida durante mucho tiempo. Lo cierto es que no sabemos responder a la pregunta ¿Por qué lo hizo? ¿Cual fue su móvil?. O al menos no resulta fácil desde una perspectiva naturalística.
Mejor dicho no puede explicarse desde una perspectiva naturalística, pues la maldad no hay que ir a buscarla en los genes sino en la moral. En algo externo al individuo y consensuado por el grupo de pertenencia. Es moral lo que el grupo considera moral y es inmoral lo que el grupo así considera, aunque lo moral y lo inmoral sean a veces categorías injustas. Pues lo moral no se inventó para resultar justo o equitativo sino para proteger al grupo (al colectivo) de las trampas y los egoísmos individuales.
La erosión de lo simbólico.-
Una de las características de las sociedades opulentas y avanzadas es la erosión que ha sufrido nuestro simbólico dando preeminencia a la subjetividad, a lo imaginario, un derecho de paso que podemos rotular de esta manera: los individuos creen que tienen derecho a todo, sobre todo a aquello que tiene que ver con el deseo. El problema es que sin un simbólico adecuado ¿cómo diferenciar el deseo de la necesidad? En un mundo donde las necesidades han desaparecido todo lo que queda son lujos y nuestra especie no parece muy hábil para ejercer una jerarquía de consecución en lo que al lujo se refiere.
Si a esto unimos que el simbólico ya no ejerce su papel protector, de colchón de seguridad podemos comprender que andamos a la intemperie. Lo real nos devora sin esa especie de protección que son los símbolos, es decir las cadenas significantes con sentido. El sentido de la realidad es erosionado precisamente a causa de este debilitamiento y es muy posible que el individuo no sepa discriminar entre matar marcianitos en un ordenador y matar escolares en el gimnasio.
Los crímenes anómicos no pueden entenderse desde la vieja perspectiva de los móviles tradicionales que son siempre comprensibles naturalísticamente. El móvil en este tipo de razones es subjetivo, el criminal no mata por nada en concreto sino por el hecho de llevar a cabo un crimen lo más espantoso posible en el plano cuantitativo, es decir causar un gran daño.
¿Y por qué podrán decir ustedes?
Pues precisamente porque todos nosotros condenamos este tipo de actos criminales. Si existen estos crímenes espantosos es precisamente para causar espanto.
La madre de Kevin.-
En la película no podemos averiguar nada del deseo de la madre de Kevin, pero en la novela de Shriver podemos indagar más profundamente en su personalidad y a mi personalmente me han llegado mucho uno o dos capítulos donde Eva plantea a Franklin su marido, una especie de deseo vago de ser madre. Creo que en esos capítulos podemos averiguar muchas cosas sobre el deseo femenino de ser madre aun cuando su marido no las tenga todas consigo.
Lo interesante de la disertación de Eva es caer en la cuenta de que elegir entre ser madre o no serlo es un dilema bastante moderno. Antes de los anticonceptivos las mujeres no se planteaban ese dilema que sólo es psicologizado precisamente en el momento en que aparece la opción de elegir. Sólo que …aumentar las opciones de elección no siempre nos hace más libres sino menos.
El embarazo es una consecuencia del sexo, un subproducto. Nadie en su sano juicio copula para dejar o quedar embarazada sino por placer. Copular es más divertido que parir hijos, qué duda cabe.
Antes de los anticonceptivos y durante eones de tiempo las hembras humanas quedaban o no embarazadas pero no tenían opción de elegir a la carta como en la actualidad. La elección se ha hecho consciente y voluntaria. Quitarse el DIU o dejárselo puesto, tomar o no la píldora, abortar o seguir con un embarazo o recurrir a una inseminación artificial si no se dispone de una pareja adecuada son hoy opciones elegibles, a la carta. Una para cada subjetividad, para cada capricho. El embarazo ha dejado de ser un accidente más o menos deseado y se ha convertido en algo independiente del sexo: se puede hacer incluso en el quirófano, no hacen falta ni violines, ni una cena encantadora seguida de una copita de buen vino. Todo ha devenido estéril y pulcro.
Dejado al albur de la subjetividad, quedar o no quedar embarazada pertenece más al territorio de lo subjetivo que a la tragedia sacrificial del sexo. Eva quiere tener un hijo por un motivo tan banal como el que declara en la novela: “que alguien de mayor hable de mi”, algo que descubre en una cena con amigos donde pasan toda la velada criticando a sus propios padres. Al finalizar Eva se pregunta ¿No somos demasiado mayores para estar hablando tanto tiempo de nuestros padres? Y concluir con la sentencia: “hay algo nihilista en no querer tener hijos, es como si no creyeras en la humanidad”. O esta otra perla “Los adultos sin hijos son eternos adolescentes” (que hablan de sus padres en lugar de hablar de sus hijos).
Y es verdad: la vida puede contemplarse como una sucesión y superación de etapas y existen algunas que borran a las anteriores, son como dice Eva, un “borrón y cuenta nueva”, un “pasar página”. Efectivamente, para la mujer tener hijos supone el advenimiento de una ruptura con lo anterior (no así en el caso del hombre que puede seguir “negando” su paternidad y no cambiar en absoluto).
Eva supone que la maternidad es uno de esos hitos que la sacarán de su hambre de estímulos, de su aburrimiento crónico, tendrá a alguien de quien ocuparse, un reto que la proyectará más allá de su cómoda y rutinaria vida, puesto que “todos los aeropuertos son iguales”, aunque es muy consciente que esta atención se la sustraerá al marido a quien ama sinceramente, pero no quizá lo suficiente como para imaginarse una vida con él sin otros sucedáneos. No lo suficiente para ejercer su papel Afroditico.
Y sucede por una razón fundamental: Afrodita y Demeter son arquetipos opuestos. La activación (constelación de un arquetipo Demeter supone la supresión del arquetipo Afrodita).
Y es por eso que en la maternidad se pierde y mucho a la mujer anterior, algo que todos los hombres sabemos por experiencia.
Afrodita y Demeter.-
Afrodita y Demeter son aspectos de la Gran Madre, el arquetipo original, el Eterno Femenino, o Durga la madre radiante de los hindúes. Todo rasgo arquetipal en la femineidad procede de ese arquetipo originario de los mil brazos, al que se considera eterno porque no tiene más remedio que volver, bien en forma de semilla (Persefone, la doncella), en forma de espiga (Demeter, la madre) o en forma de grano (Hécate, la bruja).
Y es verdad que la mujer actual puede compaginar su arquetipo Demeter con su arquetipo Afrodita, la mayor parte de ellas lo hacen, si bien sacrificando siempre uno de los dos aspectos. Hay mujeres dedicadas a los hijos y hay hetairas dedicadas a sus maridos, como hay “mujeres fatales” para los hombres, en su octava más baja. Lo cierto es que es difícil de compaginar un arquetipo con otro.
Y eso parece que le sucede a Eva, algo que comienza a temer ya desde el embarazo al que siente como “un secuestro de su femineidad”. No es de extrañar pues que en el embarazo y en sus fantasías comenzara ya a tomar forma el rechazo hacia el feto.
Y lo más probable es que Kevin lo supiera, no con un saber convencional del que sabe algo -¿como sabemos lo que sabemos? sino con ese otro “saber” en forma de displacer que es a fin de cuentas como el feto debe procesar sus sensaciones. “Mi madre no me acoje, este lugar no es seguro, lo mejor es arreglárselas por uno mismo y no confiar en los demás”.
Este debió ser el discurso corporal de Kevin.
Y la causa de su odio, un odio informe que se extravasa hacia el resto de su familia y de sus iguales y que se resuelve con un “paso al acto”, con una matanza en masa y que incluye a sus rivales por el amor de su madre: su padre y su hermana.
Pero para mi la novela aporta todavía algunas ideas liminares, su final. Después del juicio y de su encarcelamiento, Eva visita a su hijo en la cárcel y le pregunta ¿por qué?
La pregunta se queda sin respuesta, pero Eva tiene con su hijo quizá por primera vez un contacto físico afectivo. Se constela definitivamente su arquetipo Demeter en una de esas visitas y por decirlo en términos comprensibles, le perdona. Pues el amor de Demeter no es un amor ético que ama aquello que merece ser amado, sino lo que es propio. Demeter ama a sus hijos precisamente por ser suyos. No hay nada de ético en ese amor.
Definitivamente y después de todo Demeter le gana la partida a Afrodita.
La fuerza de lo femenino vuelve a emerger de una manera o de otra.