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Tu y tus zombies

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Incognito

Aquellos de ustedes que hayan leido este post que titulé “Homúnculos y módulos de adicción” ya saben a qué llama David Eagleman un zombie.

Pero les refrescaré la memoria:

Se trata de una idea que cuando fue publicada tuvo escaso éxito, sin embargo David Eagleman la retomó recientemente en su libro “Incógnito”si bien en lugar de módulos habla de “zombies”. Un libro que subtitula como “Las vidas secretas de la mente”.

La idea del zombie me parece muy tridimensional y acertada si la comparamos con la idea de módulo que parece referirse a algo mecánico y en cierto modo artificial e inanimado, también recuerda al término de bucle extraño propuesto por Hofsdadter y por supuesto evoca la idea de “lo reprimido” freudiano. El zombie es un “muerto vivo”, algo que posee vida pero no conciencia de sí mismo, de ahí el acierto de la metáfora.

Dicho de otra manera, los zombies se parecen mucho a los virus, no son seres vivos sino replicantes que precisan de células vivas para reproducirse. El término meme, acuñado por Dawkins vendría a ser algo parecido, si bien el zombie es algo más parecido a un circuito neural mientras que el meme seria una idea, algo externo que parasíta nuestro cerebro y produce copias de sí mismo saltando de huésped en huésped.

La idea a retener es ésta: el zombie solo atiende a sí mismo. Un ejemplo de lo que es un zombie puede el lector encontrarlo en un post anterior donde hable de un zombie con mucha reputación: el perfeccionismo.

Cómo son los zombies.-

Un zombie solo obedece a sí mismo (a su telos o propósito), como la Justicia o la Ciencia que son también zombies más elaborados y no podemos ni hackearlos, ni penetrar en su funcionamiento, algo así como si pretendiéramos averiguar como componen sus telas las arañas, son inescrutables y no podemos saber como funcionan. Simplemente las hacen.

Sólo podemos -en todo caso-, neutralizarlos a través de otros zombies como propone Eagleman y por cierto ya adelantó Spinoza: una emoción negativa -decía Spinoza- solo puede combatirse con su opuesta, (por ejemplo la soberbia se combate con la humildad) pero hay una emoción -un zombie- que es un comodín: la alegría o por decirlo en términos griegos, la virtud, es decir la eutimia a diferencia de Kant que propuso a la Razón como antídoto.  Un zombie es por definición estúpido y solo tiene un plan: gozar.

Pero antes de seguir adelante hemos de hacer un descanso para hablar de las diferencias entre placer y goce: el placer y el goce no son la misma cosa. Ya lo dijo Lacan: “placer es aquello que se añade a la vida mientras que el goce es aquello que se sustrae a la muerte”. Dicho de una manera más clara: el goce es algo individual y que no necesariamente procura placer, se trata de algo idiosincrásico que no compartimos con los demás. Nadie compartiría la idea de que sufrir o sentirnos culpables por personas que ni nos van ni nos vienen resulte placentero. No lo es. Pero en la lógica del zombie puede serlo aunque para ello sacrifique al organismo entero.

Diríamos que hay un placer en positivo (que añade) y un placer en negativo (que quita o sustrae), por ejemplo un envidioso puede sentir placer cuando tiene más éxito que sus envidiados y logra que los demás le envidien, pero también puede sentir placer (goce) si sus envidiados fracasan en sus planes.

En realidad el zombie vive para gozar (según su idea del goce) y no según los consensos de la sociedad de los seres vivos. Personalmente me parece una idea brillante que viene a sustituir la vieja idea del inconsciente freudiano con sus pulsiones enfrentadas por la Moral, el Ello y el principio de realidad.

Se trata de una idea de democracia parlamentaria basada en el conflicto, y que es bastante aproximada con nuestra experiencia subjetiva y diaria. Cuando hemos de tomar una decisión ¿no intervienen acaso partes en conflicto que enfocan el problema cada una de una manera llevándonos a un estado de duda? ¿No hay una “vocecita interior” que nos avisa, confronta y aconseja en sentido contrario de lo que deseamos? ¿No ha oído usted nunca una declaración como ésta: “Se que no me conviene pero le quiero”?

Estos módulos funcionan automáticamente y se les llama así porque son tan estúpidos como cualquier programa de ordenador, solo que tienen ciertas características que les hacen imprescindibles: 1) son automáticos, 2) son inaccesibles y 3) operan más allá de la conciencia, es decir son inconscientes. 4) Están orientados hacia el goce  5) Forman parte de nuestra naturaleza y 6) Mantienen su propia coherencia.

Estamos habitados por zombies que tratan de llevar el ascua a su sardina compitiendo con otras entidades, algunos de ellos predominan sobre los demás y entonces hablamos de trastornos de personalidad o de estilos de carácter: el dominio de un zombie sobre cualquier idea de placer y sobre cualquier otra consideración bienintencionada. El zombie no atiende a razones.

Hoy hablaré de un zombie mal conocido, el zombie de la procrastinación que pertenece a la triada de la obsesividad duda-deuda-culpa. El zombie del perfeccionismo del que ya hable aqui y el zombie de la duda que es más concretamente el que equivale a la conducta que llamamos procrastinar,

El zombie procrastinador.-

Existe una definición de mínimos sobre el verbo “procrastinar”, una definición vulgar que viene a señalar ese tipo de aplazamientos que llevamos a cabo cuando tenemos una tarea y que se combate con la diligencia, virtud teologal que viene a decir: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Pero procrastinar es algo más profundo y complejo, no olvidemos que es un zombie, un muerto-vivo del que cuelgan actitudes, conductas y visiones del mundo precisas. Y sobre todo que tiene un propósito: el propósito del zombie procrastinar es hacernos dudar.

Pues dudar es una pasión y no sólo un sintoma neurótico.

La duda es el vicio visible del zombie procrastinador como la búsqueda de la excelencia lo es del perfeccionista y la mortificación lo es del culposo, del que se siente en deuda. En realidad los pacientes obsesivos recorren de alguna manera todas las características de estos tres zombies, pero me parece interesante apreciar al zombie procrastinador porque solemos pensar poco en él como un componente esencial de la obsesividad.

Millon

Lo cierto es que Theodore Millon escribió un libro donde planteaba una nueva clasificación de los trastornos de personalidad, mucho más fina y sutil que la del DSM, pero cayendo -si cabe- en los mismos defectos que aquél. Se trataba en cualquier caso de una clasificación ateórica que no obstante contenía algunas novedades con respecto al DSM. Me refiero al patrón vacilante como uno de los trastornos con conflictos intrapsiquicos, una especie de antagonismo entre zombies.

El patrón vacilante equivale al zombie de la procrastinación que se caracteriza por una duda cartesiana constante que interfiere más o menos gravemente en la adaptabilidad impidiendo constantemente al individuo llevar a cabo las tareas que se propone incluso la de dormir a una cierta hora o acudir a una cita en el horario pactado. Una persona asi puede dudar con cualquier objeto buscando siempre una idoneidad ideal. El procastinador comprará un objeto para después devolverlo, elegirá algo para poco tiempo después arrepentirse de su elección o comenzar a rumiar sobre su decisión. Aparentará una indecisión y una parsimonia insoportables para sus familiares o parejas.

Se agobiará constantemente porque es incapaz de priorizar sus actividades. El ordenamiento de estas actividades no se lleva a cabo a través de una jerarquización u orden de importancia sino que responde a impulsos sentidos todos ellos como urgentes. Asi es posible observar que este tipo de personas llevan a cabo dos o tres actividades simultáneas que se solapan unas con otras terminando por agotar al individuo que siempre emitiré esta queja: “no tengo tiempo” y dando una impresión de ineficacia.

En realidad consume el tiempo por su mala gestión debido a que el zombie procastinador le induce a llevar a cabo sus propias tareas sin el mando superior de algún otro zombie que ponga orden y jerarquice su actividad. Algo que se solapa paradójicamente con actividades que se aplazan o que no se llevan a cabo precisamente por “falta de tiempo”. Un tipo de conducta que concuerda con las observaciones de los clínicos de todos los tiempos: los obsesivos son ordenados y pulcros pero simultáneamente presentan sintomas de desorden y suciedad en otras areas distintas a las habituales. Lo retentivo se solapa con lo expulsivo diria un psicoanalista.

Barry Schwartz propone el zombie “Menos es más” para combatir al procrastinador. Asi en el libro de este mismo titulo Schwartz dice:

Schwartz denomina “satisfactores” a aquellos que, sin ser meros conformistas que cogen lo primero que ven, buscan optimizar su compra, pero que en cuanto encuentran algo razonablemente bueno se detienen y eligen. Frente a ellos nos presenta otra figura poética, los “maximizadores”. Estos últimos son personas que quieren obtener lo mejor de lo mejor, algo único que reúna unas cualidades excepcionales en precio, calidad, originalidad, modernidad o lo que al maximizador le pase por la cabeza. El caso es que estas dos figuras poéticas (estos seres ideales), habitan en distinta proporción en cada uno de nosotros, y me atrevería a decir que también en cada uno de nuestros distintos yoes a lo largo de una vida que va de la maximización a la búsqueda de la satisfacción. El maximizador, a la hora de comprar, por ejemplo, un coche, no parará de dar vueltas hasta dar con aquel que cumpla al máximo con sus expectativas ideales (tantas veces irreales), o acaso un libro, o un pantalón, o un servicio de telefonía para llamadas internacionales, o un seguro médico. El satisfactor, en cuanto haya dado un par de vueltas y comparado dos o tres productos, si uno de ellos le satisface, lo tomará y se irá tan contento a su casa ahorrándose quebraderos de cabeza del tipo: “¿y si hubiera mirado en una tienda más?”, y sufrimientos como el de ver, al día siguiente, a un amigo que tiene ese producto que estaba buscando obtenido a mejor precio y más de su gusto. Como  dice Schwartz, aunque con otras palabras, todos llevamos dentro un homúnculo maximizador y otro satisfactor. Pero el problema reside en quién gana la batalla el mayor número de veces. Los que en una escala de maximización realizada por Schwartz daban puntuaciones más altas solían ser bastante desdichados (medido esto con otra escala de felicidad y complacencia con sus propias vidas y elecciones).

Dicho de otra manera: la diversificación en la elegibilidad no nos hace mas felices o libres sino más insatisfechos.

Y todo parece indicar que es precisamente la abundancia la que constela y activa el zombie procastinador.



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