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Llamar la atención

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culo

Hace unos días al llegar a casa me encontré con que el ascensor de mi edificio estaba bloqueado y no había tocado suelo: Me di cuenta enseguida de que había una persona encerrada en el ascensor que estaba en el garaje. Se trataba de Merche un vecina adolescente que situé como la del sexto.

Hablé con ella y enseguida se nos unió otro vecino que decidió llamar a los del ascensor para que rescataran a Merche de su confinamiento. Y añadió:

- Oye, tu que eres psiquiatra, tranquilízala para que no tenga un ataque de pánico.

Naturalmente Merche no tenia pánico, ni siquiera ganas de hacer pipi, pero como soy psiquiatra me quedé al acecho hasta que llegaran los rescatadores y comencé un diálogo con la tranquila Merche.

Hasta que llegó su hermano (el de Merche) que pasaba por allí apresuradamente y se dirigía hacia la calle. Le dije:

-Oye Pedro, que aquí está tu hermana encerrada. Mi pretensión era que alguien me rescatara a mi de la función de rescatador dialogante. A lo que Pedro contestó:

- A mi hermana lo que le gusta es llamar la atención.

Al principio me quedé estupefacto ante el gesto fraternal de Pedro pero más tarde comencé a pensar en esa estrategia tan humana que es “llamar la atención”, y la pensé naturalmente en relación con esas conductas demostrativas desde la agitación, hasta el teatro o el intento o amenazas suicidas que nuestros pacientes nos hacen tan a menudo, a nosotros los psiquiatras.

Llamar la atención es hacerse visible, es como decir “oye préstame atención que estoy aquí”, a la gente le gusta mucho hacerse visible, que le vean, le miren o le admiren, incluso admite que le rechacen después pero que le vean. De hecho en mi vida he conocido más personas con gusto por la visibilidad que por la invisibilidad que también hay. Hay algo en esa visibilidad que tiene que ver con la publicidad, uno se publicita a sí mismo como puede, hay como un afán de notoriedad en las conductas humanas que están destinadas a mostrarse, a enseñarse, a veces bajo pretextos compatibles con lo monstruoso, con los antivalores. No importa dar miedo o asco, lo que importa es que miren pues el monstruo está destinado a mostrarse.

Lo monstruoso existe pero todos sabemos donde se encuentra, habita en la oscuridad, en la tiniebla, en el mundo de abajo. Se encuentra separado de los focos de la escena por barreras difíciles de franquear, barreras que conocemos con el nombre simbólico de laberintos: poblados de personajes benefactores y perversos, el pudor, la vergüenza, el miedo; el monstruo de cada cual se oculta del mundo de los vivos pero el espanto o el horror habitan detrás de las bambalinas del teatro del mundo, en el backstage como se dice hoy. La función del monstruo es guardar la puerta de lo infranqueable como Cancerbero o señalar el centro como el Minotauro, o seducir al navegante como las sirenas, ocupa el monstruo ese lugar, ese centro profundo e inenarrable que sólo algunos fingen desconocer, pero a veces se muestra a la luz, se hace heterotópico al decir de Foucault: su misión es señalar el espanto y lograr el repudio, multiplicar la aversión, diseminar la culpa, socializar el horror. Y es eso precisamente lo que pretenden y consiguen los que en sí mismos encarnan ese antivalor que es el monstruo.

Y para el pensamiento convencional, nada hay tan monstruoso como quitar la vida, bien a sí mismo o bien a los demás. Peor aun es si se la quita a un niño, o a una mujer. Hay crímenes más monstruosos que otros: y son los que se se publicitan.

Lo cierto es que tanto en el crimen como en el suicidio hay elementos publicitarios. Por ejemplo se sabe que el suicidio es contagioso, algo que se conoce desde que Goethe publico su Wherter que desencadenó una epidemia de suicidios en Europa. Desde entonces a los periodistas les enseñan en la Facultad que hay que tratar los temas del suicidio con mucho cuidado, pues la publicidad de una conducta cualquiera genera imitadores.

En un post anterior que titulé “Epidemia de suicidios” ya hablé de un curioso fenómeno de imitación suicida relacionado con las redes sociales.

Claro que este reclutamiento de imitadores no sucede solo con el suicidio, sino también con la delgadez, las drogas, el consumo de alcohol y con los crímenes llamados machistas o los crímenes en serie, se trata de crímenes mediáticos. También sucede con las enfermedades, hablar demasiado del colesterol, las dietas saludables y del cáncer, paradójicamente aumenta el numero de casos de enfermos con colesterol del malo o que siguen dietas caóticas. Nadie sabe el por qué de este fenómeno, pero lo que si sabemos -algunos de nosotros- es que la mejor publicidad sanitaria es la que no existe. ¿De qué les sirve a las enfermas de cáncer de mama tener visibilidad?

En cualquier caso lo que les sirve a los enfermos es tener medicamentos eficaces que traten su enfermedad. Debe ser por eso que no hay asociaciones para visibilizar la apendicitis. La apendicitis se cura y cuando no hay cura o la cura es por sí misma muy agresiva entonces aparecen las asociaciones.

El extraño caso de la epidemia de suicidios en la Grecia clásica.-

Algo parecido a lo de las redes sociales sucedió hace miles de años en una ciudad griega de nombre imposible y que aparece en algunas crónicas médicas mezclada con la leyenda y con algún guiño de oráculo, de esos que han rescatado los terapeutas new age. Pero todo parece indicar que estos casos de suicidios en serie han pasado siempre y sin que Internet mediara entre ellos.

Hace unos miles de años en una ciudad griega cualquiera comenzó una epidemia de suicidios entre jóvenes de sexo femenino de aquella ciudad. Las autoridades pusieron el grito en el cielo y antes que nada inmolaron unos cuantos corderos a todos los dioses, un poco por no saber a qué Dios se habría ofendido en aquel próspero enclave. Se recurrió incluso a la amenaza: a la paradójica amenaza de muerte a todas aquellas que lo intentaran y fracasaran en el intento. El asunto se puso feo, porque al parecer no había supervivientes entre las muchachas que se despeñaban por las almenas, que era la manera como se contagió el suicidio glamuroso de aquella época. O sea que ni la amenaza resultó eficaz ni los métodos policiales.

Fue entonces cuando se recurrió al sabio que vivía en la montaña y que por asi decir estaba fuera del mundo civil y de la política; propuso lo siguiente: “lanzad un edicto y decid que todas aquellas jóvenes que mueran de suicidio en los próximos años serán colgadas desnudas de las almenas más altas, sus familiares no podrán recurrir al boato funerario que marcan nuestras leyes y sus cadáveres no tendrán derecho a ser enterrados, sus restos serán esparcidos por la estepa para que las alimañas devoren sus restos putrefactos”.

Y así terminó la epidemia de suicidios griegos.

El suicidio según Durkheim.-

A pesar del tiempo transcurrido entre el texto de Durkheim y hoy, la verdad es que sigue siendo obligada su lectura por su clasificación -en clave antropológica, no clínica- de los motivos por los que la gente se suicida. Naturalmente no todos los suicidios obedecen a causas tan banales como la imitación, pero en este post me he decantado por esta opción: la que me sopló al oido Pedro, cuando concluyó: “A ella lo que le gusta es llamar la atención”.

Por otra parte incluso en los suicidios mas serios y letales existe una atmósfera de reproche publicitario y de coacción radical, algo que podemos estudiar atendiendo a las notas que deja el suicida para sus familiares o el juez.

“Ya os dije que no haría la mili”

Fue uno de los mensajes que más me llamaron la atención de los que he leído.

Se considera la imitación como el último factor psicológico a tratar antes de poder pasar a hablar sobre las causas sociales del suicidio.

El fenómeno de la imitación se puede dar entre dos personas sin que a estas les una ningún vínculo social, o relación de cualquier tipo, es un fenómeno puramente psicológico e individual, y si llegamos a establecer que contribuye a determinar la cifra de suicidios, resultará que esta cifra depende directamente, total o parcialmente, de causas individuales.

En primer lugar hemos de definir la palabra Imitación que se usa normalmente para designar los tres conceptos siguientes:

Ocurre en el seno de un mismo grupo social, cuyos elementos todos están sometidos a la acción de una misma causa o causas semejantes, en virtud de la que todo el mundo piensa o siente al unísono; en este caso la palabra designa la propiedad que tienen los estados de conciencia, simultáneamente experimentados por un cierto número de sujetos diferentes, y obrar los unos sobre los otros y combinarse, de modo que crean un estado nuevo.

Necesidad que nos impulsa a ponernos en convivencia con la sociedad de la que formamos parte y de este modo a adoptar las maneras de pensar o de hacer que son generales en los que nos rodean. Son un ejemplo muy claro de este caso las modas y las costumbres.

Finalmente puede ocurrir que reproduzcamos un acto que pasa delante de nosotros o que conocemos, únicamente porque ha pasado delante de nosotros o porque hemos oído hablar de él, se copia por el simple hecho de copiarla. Así bailamos, reímos o lloramos cuando otra persona lo hace, es la imitación por sí misma.

Estas tres clases de imitación son completamente diferentes las unas de las otras.

La primera no puede ser considerada como un hecho de reproducción, ya que esta no se produce sino que surge de una síntesis de estados diferentes.

Solo podemos considerar la imitación propiamente dicha cuando un acto tiene como antecedente inmediato la representación de otro acto semejante, anteriormente realizado por otro, sin que entre esta representación y en la ejecución se intercale ninguna operación intelectual, explícita o implícita, que se relacione con los caracteres intrínsecos de los actos reproducidos, esta es la definición que se debe emplear cuando se trata a la imitación como influencia en el suicidio.

Durkheim opina que no hay duda de que el suicidio se comunica por contagio, y relata numerosos casos en los que en lugares donde una persona se ha suicidado después otras de su alrededor lo han hecho también, pero es frecuente atribuir a la imitación cierto número de hechos que pueden tener otro origen, esta es la causa de los que se han tomado a veces pos suicidios obsesionales.

Estos suicidios en masa no parece que tengan por origen una o dos causas individuales, si no que más bien parecen resultar una resolución colectiva, más que una simple propagación contagiosa. La idea no nace de un sujeto en particular para extenderse a los otros sino, que es elaborada por el contingente del grupo que, colocado por entero en una situación desesperada, se sacrifica colectivamente a la muerte.

Generalmente para poder imputar la imitación no basta con comprobar que los hechos se produjeron en el mismo momento y en igual lugar bastante número de suicidios, que pueden ser debidos a un estado general del medio, y por lo tanto ser el resultado de una disposición colectiva del grupo, que se traduce bajo un suicidio múltiple. , por lo tanto hemos de distinguir también entre contagio y epidemia, esta es un hecho social producido por causas sociales; El contagio consiste en un encadenamiento más o menos repetido de unos hechos individuales.

Si la imitación es una fuente de fenómenos sociales se debe testimoniar su efecto sobre el suicidio, especialmente, puesto que no existe ningún hecho sobre el que tenga mayor imperio.

Si esta influencia existe debe de sentirse sobre todo en la distribución geográfica de los suicidios, hay pues que consultar el mapa, pero esto ha de hacerse a través de una metodología.

Para poder afirmar que una tendencia se extiende por imitación es preciso que se le vea salir de los ambientes donde ha nacido y extenderse en actos que por si solos no tengan capacidad para producirla.

Ante todo no puede haber imitación si no existe un modelo al que imitar, y no hay contagio si no existe un foco donde el fenómeno tenga su máxima intensidad.

En esto andaba pensando yo ayer cuando decidí componer este post y otra vez en un ascensor tuve la revelación: una niña de seis años le decía a su abuela:

- Abuela, estoy aburrida de la vida. Siempre es lo mismo, del “cole” a casa y de casa al “cole”.

Efectivamente ¿qué queda si no estamos habitados por símbolos o por valores?

La publicidad.

Y entonces comprendí qué es eso del nihilismo.

 

Saber más sobre el suicidio (según Durckeim)



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