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Más allá de la modularidad

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Suele ponerse como ejemplo de la multimodularidad de la mente a cierto síndromes del espectro autista, y más concretamente al síndrome de Williams como representantes de la conservación y aun exageración de talentos que coexisten en un mismo individuo con ciertos deterioros. Por ejemplo en el síndrome de Williams coexiste el retraso mental con una amplia sociabilidad, una empatía extrema o un talento memorístico en relación a la música.

El oido absoluto suele ser patrimonio de los afectados por este curioso síndrome del mismo modo que sucede en otras bandas del espectro como el síndrome de Asperger o en los conocidos como “savants”, verdaderos genios de las matemáticas o de la música que es esa otra forma en que los talentos matemáticos se despliegan.

En otros post ya he hablado de la modularidad de la mente, de modo que no voy a volver sobre ello sino para señalar en la dirección de la evidencia. Parece que en nuestra mente existen módulos especializados en tareas concretas, algo que en otro lugar he llamado zombies.

Sin embargo es necesario aclarar que estos módulos no son compartimentos estancos y que más allá de eso mantienen relaciones entre ellos tal y como ha sugerido Karmiloff-Smith. Y más: se desarrollan durante toda la etapa de desarrollo y más allá de ella, están siempre reescribiéndose. Se trata de una idea muy interesante y con gran eco y valor evolutivo.

Nosotros los médicos estamos educados en la idea de que existen variantes en la normalidad pero creemos que aquello que no es normal es patológico, si bien estamos entrenados en reconocer las interfases que suelen ser lineas bastante gruesas e indefinidas. Hay un cerebro funcional y otro dañado, esa es la forma de pensar de los médicos.

Y la verdad del asunto parece ser otra: no es necesario que haya daño para que el cerebro no se ajuste a las prestaciones que consideramos normales. Es muy probable que ciertas patologías del neurodesarrollo sean intentos de la evolución de promover otro tipo de conexiones y otro tipo de complejidad.

Hugo Bleichmar es un psicoanalista que ha promovido un modelo interesante -el enfoque modular transfomacional- para comprender nuestras motivaciones, desde un modelo dinámico, siguiendo esta idea original de Fodor. Podemos imaginar nuestro cerebro con cuatro módulos fundamentales:

  1. El módulo de autopreservación
  2. El módulo de apego
  3. El módulo narcisista
  4. El modulo del sexo

El primero en aparecer es el módulo de autopreservación, que regula, el hambre, la sed, el llanto, la seguridad, la búsqueda de techo, la defensa del organismo en toda la extensión de la palabra. El segundo módulo es el apego, con su ansiedad de separación, su adherencia a lo conocido, la dificultad para separarse, la dependencia de otros, la sociabilidad etc. El tercero en aparecer es el módulo narcisista que implica a la autoimagen, la autoestima y el autoconcepto. Por ultimo aparece el sexo que cierra el circulo de los tres que le precedieron ontológicamente y que enlaza y relaciona todos los anteriores.

Bleichmar sugiere que cada uno de estos módulos está especializado en un tipo de conducta y motivación especifica y coexiste con sus vecinos regulando la actividad psicofisiológica. Es el trasiego de cada uno de ellos con los demás que define una conducta adaptada de otra neurótica o inadaptada. La idea es que cada módulo se ocupe de lo suyo y más allá de eso que se las arregle para dejar de competir con su vecino, en esas franjas de Gaza donde suceden todos los conflictos. Por ejemplo, la vida puede definirse como una pugna continua entre nuestras necesidades de apoyo (apego) y nuestras necesidades de autoafirmación (narcisistas). Autonomía y dependencia no encajan bien una con otra. Se trata de hacerlas compatibles.

De manera que el peor espejo motivacional de un humano es otro humano, ese otro que es portador a su vez de módulos distintos a los nuestros y con relaciones diferentes. Algo que explica porque los módulos de uno pueden interferir en los módulos del otro. Pero,a la vez, cada uno de estos módulos poseen derivados transformados, -por nombrar sólo a los más importantes-de la siguiente manera:

  • La autopreservación en necesidad de seguridad y /o confianza.
  • El narcisismo en identidad
  • El apego en vínculos
  • El sexo en deseo.

Tal y como podemos ver en este gráfico:

imagen maestro2

Donde también podemos observar cual es la mejor solución a esta democracia parlamentaria basada en el conflicto: el amor. Un campo donde se dan cita todos los módulos junto con sus transformaciones.

Naturalmente el amor no puede aparecer sin las principales transformaciones de los módulos: si no hay deseo, identidad, vínculos de apego o seguridad-confianza, es inútil buscar a ese Dios alado que nos hiere con sus flechas. El campo amoroso emerge precisamente del conflicto que plantean los derivados de cuatro módulos que pugnan entre sí por imponer su ley.

Cada uno de esos módulos sin embargo puede imponer sus propios derivados a los otros, nombraré solo algunos de los conflictos más frecuentes:

  • El sexo puede utilizarse como autoafirmación narcisista aun sin deseo.
  • El apego puede imponerse incluso a amenazas contra la vida o a la seguridad.
  • El deseo de seguridad -por ejemplo económico- puede imponerse al deseo sexual e incluso al apego.
  • Una identidad narcisista puede prescindir incluso del deseo sexual.

Lo interesante del modelo de Bleichmar es la idea de que cada uno de estos derivados, unos conscientes y otros inconscientes pueden reescribirse, asi el narcisismo puede ser reinscrito desde el apego, entonces decimos que tal persona tiene una baja autoestima, “pienso que me van a abandonar si”, “no valgo nada”, etc.

Os dejo aqui una conferencia del Dr Ivan Lerma que habla precisamente de estos temas:



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