Aquellos de ustedes que leyeron el post anterior ya habrán captado la esencia de las ideas que surgieron procedentes de Jerry Fiodor (Fiodor 1983 respecto a la modularidad de la mente.
Hablé tambien de Hugo Bleichmar y de su concepto de modularidad transformacional que en cierta forma se opone a la idea de “encapsulamiento” propia de Fiodor y queda ahora completar este modelo modular haciéndolo extensible a otros sistemas psíquicos: concretamente al inconsciente, a la memoria, asi como la modularidad cognitivo-afectiva. Todo lo cual implica una mayor complejidad y la idea de que es necesario hacer un diagnóstico dimensional en la articulación de los componentes del psiquismo.
Cada módulo está organizado de forma bipolar, hay un polo postivo y un polo negativo. Los módulos oscilan entre el placer-displacer. Así en el módulo de apego de un niño de corta edad su afectividad se regula por la presencia o ausencia de la madre, perdida (separación) y posterior reencuentro, una fase se orienta hacia el polo positivo mientras en otra fase el módulo se orienta hacia el polo negativo: lo importante es que esta oscilación exista dentro de unos limites tolerables, un constructo que ha venido en subjetivizarse con la idea de “madre lo suficientemente buena” (Winnicot). Del mismo modo sucede en el resto de módulos: los éxitos personales cuentan en el polo positivo del narcisismo mientras que los fracasos descuentan.
Dicho de otro modo, cierto módulo relacionado con nuestro sistema de alarma o neurodefensa está implicado en cada uno de estos módulos, de tal modo que cada uno de ellos se “dispara” por un tipo de alarmas y no otras. De este modo el constructo conocido como “detector de humos” descrito por Nesse (Nesse 2001), solo sirve para entender como funcionan estas alarmas cuando nos referimos a la detección de peligros en el módulo de preservación (amenazas para la vida), pero no sirve para entender como nuestro modulo de apego, el sexual o el narcisista reaccionan ante la alarmas. Cada uno de ellos entiende la amenaza a su manera. Cada módulo tiene su saliencia especifica, entendiendo como saliencia a la destacabilidad del estímulo. Robinson y Berridge propusieron que la dopamina media en la prioridad, preeminencia o saliencia del incentivo (al menos en la adicción a las drogas).
Así para el módulo de preservación quedarse sin comida tiene saliencia propia, mientras que perder el contacto con un amigo tiene saliencia especifica para el módulo de apego, romper con un amante tiene saliencia propia para el modulo sexual o salir suspendido en un examen la posee para el módulo narcisista.
Cada módulo está especializado en una emoción fundamental con una función de alarma que se traduce en una conducta observable pues el propósito de las emociones es mostrarse dado que todas ellas están destinadas a lidiar con los módulos del otro o en cualquier caso a inducir conductas destinadas a alejar el peligro. La función de las emociones es la regulación de esos osciladores que más arriba describí como con dos polaridades. La emoción restituye -cuando es adaptada- el estatu quo del módulo que le es propio.
Lo importante es que la emoción sea coherente con el módulo activado y es precisamente “el otro” el que puede perturbar el equilibrio psicofisiológico para que cada emoción regule su porpio módulo. Asi, ese otro puede operar de modo traumatizante, por ejemplo puede satisfacer narcisísticamente al sujeto pero puede aumentar la ansiedad de separación (apego) o bien puede satisfacer el apego pero desregular el módulo narcisista e incluso a veces poner en peligro la preservación como suele suceder entre los maltratados por su pareja.
Algo que nos permite entender que la regulación psicofisiológica de un organismo depende del tipo de relaciones que establece con ese otro, que puede ser la madre, un cuidador o una pareja. A la vez que en cada individuo existe una autoregulación que le es propia.
Cada emoción con su módulo.-
Podemos observar como el miedo procede del módulo “Preservación” que está relacionado con la seguridad, la confianza, y ciertas necesidades humanas fundamentales, comida, bebida, techo y la seguridad entendida de forma extendida. El miedo es una emoción muy arcaica y adaptativa que nos permite sobrevivir en entornos de peligros constantes. Nos permite sobre todo dos tipo de conductas especificas: la lucha y la huida, pero tambien otro tipo de conductas más sutiles que están relacionadas con la evitación: la rendición, el sometimiento e incluso la repugnancia son derivados transformacionales del miedo.
Lo mismo sucede con el resto de emociones, la rabia (la ira) o la envidia son emociones vinculadas al narcisismo y a sus disregulaciones y más concretamente ligadas a la identidad, un constructo que -aun imaginario- todos necesitamos mantener pues como dice Erickson, “no estamos vivos sin un sentimiento de identidad”.
La pena es la emoción propia del módulo de apego, su función es restituir el vínculo después de forzar y reconstruir el abandono o la perdida de un objeto de dependencia.
Y los celos, son el miedo de resultar engañado en una relación sexual, su función es la intimidación y el alejamiento de otros rivales sexuales. Ahora bien los celos son bastante distintos en los hombres o en las mujeres. En los hombres la amenaza de infidelidad se computa (se reescribe) como un ataque a la identidad (narcisismo) mientras en las mujeres puede vivirse como un ataque al apego o a la preservación.
En cualquier caso la idea fundamental es que cada emoción tiene abiertas ciertas compuertas en otros módulos, es por eso que Bleichmar critica la idea de encapsulamiento que propuso Fiodor para el que los módulos habrian evolucionado por separado y mantendrian una autonomía con respecto a los demás.
Con todo, es posible que el encapsulamiento esté relacionado con la altura jerárquica que cada módulo haya alcanzado en la filogenia. Los módulos del nivel más bajo estarían más encapsulados que los módulos más altos, como los cognitivos por ejemplo. Lógicamente, los módulos más bajos (emocionales) son más rápidos y muestran un funcionamiento más simple que los módulos más sofisticados de más arriba, lo que nos lleva a pensar que quizá exista una jerarquía de encapsulamiento creciente de abajo-arriba y que en definitiva los grados de libertad de cada nivel estén determinados por su función.
Bibliografía.-
The Modularity of Mind – J. A. Fodor pdf
Robinson TE, Berridge KC. The neural basis of drug craving: an incentive sensitizacion for addiction. Brain Res Brain Res Rev 1993; 18:247-291.
