Estaba oyendo a Alan Parsons en “Freudiana” cuando caÍ en la cuenta de que en la obertura no se habla del principio del placer sino del principio de Nirvana. Y claro, me puse a escarbar en las diferencias entre ambas concepciones. Es obvio que lo que entendemos como placer (o recompensa cerebral) no es el mismo concepto que el Nirvana, que en cualquier caso es la ausencia tanto del dolor como del placer, un estado en el que por fin hemos desaparecido del todo después de navegar por distintas reencarnaciones, de modo que el tema me pareció lo suficiente sugerente como para escribir este post.
Definir el Nirvana es bastante complicado porque existen varias versiones de lo mismo según procedan de la tradición hinduísta, búdica o incluso la psicoanalítica.
De manera que lo mejor que podemos hacer para entender este concepto metafísico, es recurrir a la etimología: Nirvana significa apagado.
Y deberemos recurrir a una definición negativa, qué no es el Nirvana (según la wiki)
No es la existencia común a la que está sujeto el ser humano.
No tiene principio ni fin (no se encuentra dentro del tiempo medible).
No se puede generar o fabricar.
No tiene dualidad, por lo que no puede ser descrito con palabras.
No es un estado subjetivo de conciencia.
No está condicionado a nada o por nada.
No es ningún tipo de desarrollo o conversión.
No tiene partes o etapas que se puedan distinguir unas de otras.
Por otra parte y según la psicoanalista Barbara Low (recogido en el diccionario de Laplanche) el Principio de Nirvana seria:
“Término propuesto por Bárbara Low y recogido por Freud para designar la tendencia del aparato psíquico a reducir a cero o, por lo menos, a disminuir lo más posible en sí mismo toda cantidad de excitación de origen externo o interno”.
Otra vez la idea del apagado, la reducción a cero. Es decir la muerte verdadera, la muerte total con desaparición de cualquier actividad mental.
Algo así propuso Freud con su concepto pulsión de muerte (Tanathos) en la que la repetición seria su oficina abierta en el mundo sensible, su franquicia principal, una muerte parcial. En el lado contrario el desapego seria la solución para este dilema de continuas repeticiones.
Un mapeo del inconsciente.-
Eduard Von Hartmann fue un filósofo alemán que vivió durante el siglo XIX hasta 1902. El concepto de inconsciente se le atribuye a Freud equivocadamente pues fue Von Hartmann el primero en hablar del mismo. Para Hartmann el inconsciente es el principio metafísico fundamental, una idea bastante cercana al concepto espiritual de Nirvana del que estamos hablando. Dicho de otra manera: el Nirvana es el inconsciente, solo que el inconsciente no es algo fisico ni unitario, ni un órgano del cerebro al que se le pueda meter el dedo. El inconsciente es por definición aquello que nos vuelve. Algo parecido a una energía, un continuo despliegue de recuerdos y de haces de sentimientos, imágenes, sonidos y emociones. Algo que se manifiesta sobre todo en los sueños, en la vida fantasmática y más allá de eso, en nuestro carácter, nuestras creencias y nuestra manera de vivir. Dicho de otra manera, el inconsciente vive en nuestras palabras, pensamientos, y conductas si bien existen algunas diferencias en sus manifestaciones según una u otra plataforma de expresión.
No cabe duda de que Freud tomó prestados algunos de los conceptos que Hartmann describe en su “Filosofia del inconsciente” sobre todo en aquellos que consideran al inconsciente como deseo y sinrazón. En el inconsciente no rigen las leyes de la lógica de la consciencia sino una especie de “si o si” que es el lado contrario de las leyes de la contradicción, de la negación y del tiempo. El inconsciente es pues un Absoluto, una especie de Nirvana. donde lo que está en juego es esa tendencia a la reducción a cero, una tendencia a la indiferenciación con el ambiente que llamamos entropia u orden absoluto. Pulsión de muerte según Freud.
Lo que ocurre es que no nos morimos de golpe. significa que ese despliegue de potencialidades de disipación a la que tiende el Nirvana, no ocurre todo de una vez. De ahi la repetición, repetir es la forma mental de vivir varias vidas, de reencarnarnos y de ascender en esa supuesta pirámide de vidas jerarquizadas desde lo más simple hasta lo más complejo, un ascenso. Varias vidas y varias muertes en una sola existencia.
Un ejemplo de la vida cotidiana.-
Hace unos días una amiga mía divorciada me contó un sueño que no comprendía. El sueño repetía una situación ya vivida por ella anteriormente: volvía con su anterior marido. El sueño se desarrollaba en una atmósfera de perplejidad dado que ella no pretende “ni muerta” volver con él y se extrañaba del contenido de su sueño que para ella resultaba inexplicable. Más aun cuando en él, ella estaba contenta y muy feliz, hasta “se volvia a casar con él y todo”. Todo lo contrario a lo que sucede en su vida consciente.
Ella me dijo: “se que algo significará” y se equivocaba, el sueño de volver con su marido como cualquier otro sueño no significa nada pero está para ella “lleno de sentido” pues la apela a si misma en lo más profundo de su ser. Pues -siguiendo a Hartmann el ser es el inconsciente y sin inconsciente no habría Ser.
¿Qué es lo que vuelve en este sueño?
Lo que vuelve es aquello que no está simbolizado, es decir aquello que no se ha resuelto por decirlo en términos coloquiales. Más concretamente lo que vuelve es su deseo irrazonable de volver con su marido anterior, pero es irrazonable sólo en tanto en cuanto ella misma ya no es la misma que fue cuando se enamoró de él. Pero a diferencia de la mente que sueña el sueño es atemporal. Es otra mujer, aquella ya murió.
Pero no murió del todo, el Nirvana no se ha consumado y lo que vuelve es ese resto de “la mujer que fue”, esa muerta-viva que anida en el inconsciente y que reclama manifestarse en lo simbólico.
Usualmente es el orgullo el obstáculo principal que impide encarnar a esos muertos que ya no somos. Al fin y al cabo -y por las razones que fuesen- fue el marido quien la abandonó y aquel rencor quedó como indiferencia y al decir de ella “ni muerta vuelvo con él”.
Es necesario pues dejarla morir del todo y que se cumpla lo nirvánico.
Dejarle ir y desprenderse del todo.
Y que no vuelva, ni siquiera disfrazado de otro.