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Amor canónico y amores terrestres

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fisher

Aquellos de ustedes que hayan visionado los videos que publiqué en el post anterior ya saben a estas horas de qué quiero hablar en esta nueva entrada: quiero hablar del Amor con mayúsculas y de los amores con minúsculas que como se verá son diversos. Y que en otro lugar llamé amores cósmicos y amores terrestres.

Hay muchas formas de amor tal y como sabemos desde los experimentos de Harlow y también a través de la filosofía, arte, mitos, religiones y psicologías tanto antiguas como modernas. Incluso hemos leído a Helen Fisher hablándonos del amor romántico -que es para ella y a juzgar por su cara beatifica, de enamorada- del que más sabe.

Amores terrestres.-

Sabemos que hay -en nuestra Matrix- al menos tres tipos distintos de amor:

1.- El amor de la madre por sus crías. También del padre. E incluye las tareas de cuidado a largo plazo.

2.- El amor de la pareja reproductiva llamado por algunos romántico.

3.- El amor por los iguales, conocido como amistad. Incluye también a los hermanos.

Lo interesante de estos tres amores es que solo uno de ellos implica necesariamente al sexo, si bien existen algunas excepciones como más abajo veremos. Se trata en cualquier caso de programas genéticos, de zombies, de módulos cerebrales que tienen su propia circuiteria neuronal y que muchas veces se solapan entre ellos.

Lo cual nos lleva a una conclusión provisional: muy probablemente el amor evolucionó desde ese cuidado que vincula a la madre con sus crías, al menos entre nosotros los mamíferos, podríamos decir que el resto de formas de amor proceden -todas ellas- de ese “amor original” inscrito en el ADN como un programa instintivo que lleva a las madres a ocuparse de su parentela -no solo de su alimentación, sino de su defensa, cuidado y enseñanzas- durante el tiempo que cada especie precisa para llevar a cabo la emancipación de las crías.

Todo parece indicar que fiarlo todo a un tipo concreto de amor no era una buena idea, es por eso que la evolución nos llevó por otros derroteros a fin de vincularnos más profundamente con nuestras parejas sexuales y también con aquellos que cooperaban con nosotros, ampliando nuestro entorno social hasta un limite de confianza.

Así el amor homosexual se computa en el módulo de la amistad, el amor romántico en el módulo sexual y el amor materno preside todo desde ese oscuro origen donde la Vida se abre paso a través de los comportamientos concretos de preservación. Naturalmente la cercanía de todos estos módulos entre si propicia que haya interferencias entre ellos, por ejemplo la cercanía del módulo del amor romántico está solapado con el módulo de la paternidad lo que implica que existan personas que se sienten irremediablemente atraídos por los niños, les llamamos pederastas. Estas personas representan una prueba biológica de que estos módulos se encuentran conectados entre si y es muy probable que sea la socialización la responsable de inhibirlos (desactivarlos) para que no se solapen entre sí.

Se trata de las octavas bajas (instintivas) del amor y lo que las caracteriza es la ambivalencia, el estar sometidas a tensiones opuestas y que no es otra cosa sino el marchamo de la dualidad.

Así el amor romántico anda de la mano del divorcio, de los celos, del uxoricidio y de la mono-poligamia con sus correspondientes adversidades. La amistad está sometida a las decepciones y a la traición y el amor materno está lleno de “estragos” que llevan a cabo las madres y padres con sus hijos, por no hablar del aborto o el infanticidio, formas extremas de una negación, de un no querer saber.

En su octava más baja el amor se manifiesta por la identificación, algo que compartimos con otras especies, sobre todo con los simios que utilizan la “imitación” como una forma filogenéticamente más antigua que lo que nosotros entendemos como identificación. Probablemente el concepto etológico de “impronta” o el apego de Bowlby es un desarrollo del potencial de este mecanismo que promueve nuestra supervivencia.

patitos

La identificación es un más allá de la impronta: que implica seguimiento y reconocimiento pero no identidad: se trata de un querer ser, un apropiarse de algo, una especie de robo de un bucle que está en otro o de una imitación especular de ese otro. La identificación procede del amor y también del miedo, es pues un mecanismo dual y terrestre, de lo más terrestre.

Dicho de otro modo, a pesar de que identificarse es necesario para construirse una identidad lo cierto es que la identificación es spam psicológico. La función de la identificación es provisional y una vez establecida a través de bucles diversos, de lo que se trata es dejar de identificarse (desidentificarse) cuando ya no tengamos la necesidad de “ser como otro”, una vez que sepamos quienes somos y podamos empezar a podarnos o soltar lastres. No antes de los 50 años.

Los estados elevados del amor.-

A medida que vamos ascendiendo por la ruta de la sublimación y vamos abandonando (después de haberlos satisfecho todos) estos estadíos del amor terrestre aun nos queda descubrir algunos pequeños islotes que se muestran en el horizonte. Estos islotes se llaman Compasión, Devoción y Fusión. Se trata de subproductos del Amor pero ya más cercanos a ese estado canónico que hemos definido con mayúsculas.

La compasión (sufrir juntos) es probablemente también de origen terrestre y se articula sobre la empatía. Pero la empatía por sí misma también es dual (aun lo es) y no logra superar la barrera de los opuestos generando no pocos estados de disconfort o displacer, sobre todo de inadaptación. Bien a través de la abnegación (la negación de las propias necesidades) o la excesiva identificación con el sufrimiento ajeno, el compasivo es todavía prisionero de sus identificaciones más primitivas.

La devoción es la entrega a una experiencia, a un proyecto, a una causa  por lo general de carácter místico. Es también la irresistible atracción hacia una idea, una persona, un rey, un santo, una persona amada o un ser vivo. Por lo general la devoción es una forma sublimada de amor que no necesariamente implica al sexo (aunque tampoco lo niega) pero si la entrega, la pasividad y la adquisición de conocimiento. La devoción es una experiencia noética y no es dual.

Sin embargo para experimentar la fusión es necesario descorrer el velo, salirse de la matrix a través de alguna experiencia que logre perforar la red. Se trata de una experiencia que como todas las experiencias inusuales no puede comunicarse, es inefable, solo puede vivirse en primera persona. Pero existen dos tipos de experiencias fusional, una que preserva y no confunde la identidad propia y otra que aniquila la propia mismidad.

Del mismo modo que sucede por abajo, con respecto a la identificación, hay algo en la experiencia de fusión (la evidencia de que somos Uno) que nos retrotrae a un tiempo y un lugar donde pareciera que ya hayamos habitado, una especie de dejà vu que procede de la regresión que el deseo propicia a ciertas personas que quizá llegaron demasiado pronto a enfrentarse cara a cara con la divinidad, con ese semblante que a veces es benéfico y otras veces monstruoso.

Es por eso que las experiencias fuera de matrix pueden ser aterradoras o bien tan gozosas que algunos místicos nos han señalado que aun así son difíciles de soportar. Santa Teresa pedía a Dios que la liberara de estos raptos donde parecía ser llevada hacia arriba por una extraña fuerza que le parecía levitar. “Arrobamiento” (éxtasis) le llamaba la Santa a esta experiencia, una especie de rapto, una especie de posesión por una Fuerza sobrecogedora que viene de arriba.

El éxtasis no es el orgasmo vulgar sino el orgasmo trascendente. No es un orgasmo vegetativo sino un orgasmo por alineación con el Uno.

Pues el Poder siempre viene de arriba.

El bucle sin fin del Amor.

cintamoebius

El amor canónico es el más abstracto, el amor materno el más concreto, más aun es la identificación: “queremos ser y obtener eso y no cualquier otra cosa”. Pero esta jerarquía de sentimientos y experiencias amorosas no son esencialmente piramidales: no es que los extremos se toquen es que conforman un bucle sin fin, como esa hormiga que circula eternamente por la cinta de Moebius.

Significa que en el bucle del amor no hay principio ni fin y existen múltiples entradas y salidas. De tal manera que a través del amor maternal (o su falta) se puede llegar a la Devoción o a través del sexo (o su privación), se puede llegar a la Fusión.

Y no olvidar que las experiencias fusionales experimentadas de manera extemporánea pueden llevar a la locura.

Todos los caminos llevan a Roma, pues Roma no es un lugar al que se accede tras una carrera de logros sino una torsión de la conciencia que en cualquier caso es accesible a cualquier persona con un mínimo de comprensión, sin habilidades especiales, simplemente basta con mirar y reconocer, aunque no existan palabras para nombrarla.



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