Habremos de considerar que, desde el punto de vista metapsicológico, el masoquismo estaría causado por la existencia de un “plus” sobrante de energía tanática, que no logró ligarse adecuadamente con las energías de vida llamadas Eros. (Fernando Maestre)
Según Freud el Superyó tiene al menos dos partes: el Yo ideal y el Ideal del Yo. Una parte del Superyó es consciente y otra parte inconsciente.
El Yo ideal es el Yo al servicio del Ello, es decir de los instintos-pulsiones. En el extremo es el Superyó del psicópata: es bueno lo que para mi es bueno, es bueno lo que me proporciona placer. En el centro: es bueno lo que todo el mundo piensa que es bueno, hay que ser como los demás creen que hemos de ser. La moral socialdemócrata con todos sus rastros “buenistas” es un buen ejemplo de ello: “Es bueno que sea así luego es asi”.
La falacia moralista es una buena apoyatura de esta instancia psíquica que efectivamente es moral aunque enfocada hacia nuestros intereses. Y a la mayor parte de las personas les gusta sentir que son buenos, es por eso que los dictámenes de la mayoría social se siguen sin crítica. Es verdad porque es bueno que así sea.
El Ideal del Yo, por el contrario es la parte punitiva del Superyó, es la que nos castiga cuando nos desviamos de la norma introyectada, la responsable de la culpa y del remordimiento. Cuando hacemos algo que sabemos “malo” o no damos la talla que nos exigimos nos castiga de una u otra forma: con ideas culpables o con malestares corporales, con caidas intempestivas o con accidentes. “Es bueno que sea así porque ciertas coerciones son necesarias para la vida”.
El Ideal del Yo es el representante de la primera instancia punitiva que conocimos en nuestra infancia, representante de la madre o del padre. Más abajo hablaré de cómo nos identificamos con esa instancia dependiendo de nuestras figuras parentales y de los mecanismos que usamos para defendernos de sus embates. El Ideal del Yo es un potente inhibidor de la agresión.
Lo importante es comprender que mientras el Yo Ideal sigue el rastro del principio del placer (ser bueno por el placer y las ventajas de serlo), el Ideal del Yo es una instancia antiinstintiva que censura y castiga ese mismo placer. Mientras que el Yo ideal es una fuerza pro-narcisista el Ideal del Yo es profundamente anti-narcisista y se opone a la grandiosidad del Yo tan típica en ellos. Es por así decir su antítesis, la pócima anti-narcisista por naturaleza.
Entendiendo la disociación.-
La mejor forma de entender la disociación es imaginarse a un viajero con una maleta. En la secuencia siguiente pensar en esa maleta abandonada en una estación de tren. La maleta sin su viajero es un objeto sospechoso y que hoy la policía vigilaría muy de cerca: podría contener explosivos. Una maleta abandonada carece de sentido, una maleta sin viajero es una imagen de la nostalgia y quizá del abandono, de la perdida o de la escisión.
Como este hombre de aquí arriba a quien el Sol parece haberle suplantado en lo más intimo: su cabeza, su cara, su semblante.
¿Qué es lo que escinde el masoquista?
Para contestar esta pregunta haré un pequeño recorrido por un supuesto de crianza. Suponga que usted es mujer y que tiene una madre intratable, no vamos a considerar o adjetivar a esa madre, simplemente diremos que es una mujer insoportable y además encargada de su corrección, de la tarea punitiva de la familia, esa que le castiga cuando es necesario y que no pierde oportunidad de lastimarla. Usted tiene con ella una cuenta pendiente de injusticias.. A su lado hay un padre cariñoso, insuficiente pero suficientemente bueno para que usted lo idealice. Precisamente idealizar a ese padre es para usted una necesidad, aunque conoce bien que es un “calzonazos”, y un hombre que nunca supo imponerse a su mujer. Usted lo idealiza, precisamente porque le odia. Usted también tiene con él una cuenta pendiente.
Usted escinde a ese padre en dos partes, una es idealizada y otra donde se asienta el odio y el rencor, ambas partes no se conocen y no mantienen entre sí ninguna relación. Usted puede conseguir de este modo mantenerse a salvo junto con sus imágenes infantiles. hasta que conoce a un hombre de carne y hueso y mantiene relaciones intimas con él.
Lo diré con otras palabras extraídas de este blog:
A través de la idealización se libera de carga a la figura original, pero no del resentimiento que sigue latente en algun lugar del inconsciente, hasta que un día a través de la erotización encuentra salida y la venganza con el padre se escenifica a través de un objeto distinto, en el y de forma erotizada se vuelca aquel resentimiento para conseguir regresar y curar esa herida, escenificando a través de un juego aquellas carencias, aquel padre que derivó siempre la disciplina en la madre, aquel otro que no tenía tiempo para prestar la suficiente atención y en el cual todas las provocaciones caían en saco roto o aquel otro que no fue capaz de enfrentarse a la madre. Así toma forma la venganza del ideal, contra la realidad, buscando la disciplina negada, la reacción a las llamadas de atención o el enfrentamiento contra esa madre metáforica personalizada en si misma, con el añadido que ahora la venganza es doble, porque el padre las ha elegido a ellas, aunque para ello se hayan tenido que parecer y mejorar al objeto de todas sus tormentas: su madre.
Es la ecuación perfecta, el ideal queda salvaguardado libre de resentimiento, la identificacion lleva al triunfo sobre el objeto original, se da un desquite a las carencias a traves de un “padre” incompleto pero que asegura una ley y un orden a través del erotismo.
No se busca un segundo “padre” si no solo aquello, que le falta a ese ideal, eso incluye ser poseida y castigada por el y de alguna manera de forma inconsciente vengarse del padre..
Naturalmente el autor de este blog está hablando del masoquismo reparador que puede llegar a establecerse con el uso de un erotismo consensuado. Es como una dramatización sanadora. Se trata del masoquismo reparador del que habla Rosenberg.
La masoquista erógena busca restablecer su imagen paterna a través de un sustituto masculino protector pero firme en el terreno de lo erótico (lo que le faltaba a su padre) y busca además un triunfo edipico sobre la madre (la posesión del padre), al tiempo que se somete a ciertos castigos escenificados según rituales pactados de antemano donde la sangre no llega al rio. Por lo demás la masoquista no es masoquista todo el tiempo tal y como nos contó Anita Phillips (1996). El masoquismo erógeno “cura” o sostiene de esta forma el masoquismo moral, el individuo puede sanar si es capaz de establecer vínculos duraderos más allá de las catarsis puntuales que procuran sus escenarios exóticos.
El masoquismo moral.-
La forma mas común de masoquismo moral es ese catálogo de victimizaciones y quejas que el masoquista va recolectando a lo largo de su vida y que cuando metemos el microscopio bajo toda esta serie de colección de injusticias nos damos cuenta de que el masoquista sufre de algo llamado akrasia desde Aristóteles, esa manía por elegir siempre lo más inconveniente para sus intereses.
Akrasia remite a aquellas situaciones en que uno se aleja de lo que considera mejor para sí mismo y obra en contra de su juicio e interés. La reflexión filosófica y psicológica sobre este tema se vuelve fundamental, de ella surge la pregunta: ¿por qué el hombre pierde el control y el gobierno de su vida para obrar en contra de su interés, de su propia existencia y de sí mismo, así como para involucrar sus afectos en relaciones interpersonales opuestas a sus sentimientos? Esto significaría palpablemente haber dejado de buscar el placer para sumirse en una atracción por permanecer en la incertidumbre, el dolor moral y el displacer. La filosofía había analizado conceptualmente la akrasia en términos de debilidad de la voluntad y autoengaño, pero fue Freud quien estudió teórica y clínicamente una de las formas que toma la akrasia, como es el masoquismo moral.
Fue Freud el primero en caer en la cuenta de que placer y dolor no eran emociones opuestas y es por eso que ciertas prácticas nos parecen aberrantes en tanto que parecen convocar el dolor, el sacrificio, la falta de libertad o el sometimiento y la humillación en lugar del placer y la autonomía personal que es precisamente la prescripción social políticamente correcta.
Fue en 1924, cuando Freud señaló que el masoquismo moral estaba presente en muchas de las manifestaciones de la conducta del hombre no necesariamente sexuales sino cotidianas, incluso en aquellas consideradas como nobles y elevadas. Por ejemplo, el sufrimiento dentro de las historias de amor, la abnegación, las hazañas heroicas o el altruismo.
Es relativamente nueva la idea de que el masoquismo también pudiera estar relacionado con alguna forma inconsciente que tiene el individuo de superación, elevación y, finalmente, un modo de manejar las desgracias a través de las fantasías, así como de una transformación humana vía el dolor “redentor”, que busca un equilibrio y cuya consecuencia es el sufrir. Dicho de otra manera, existirían ciertas formas de masoquismo que pueden o deben cumplir una función que no es meramente perversa (maligna).
Deseo, excitación, placer, goce, y recompensa.-
Aquello que nos excita bien puede no terminar en placer, la prueba está en que nos gustan las películas de miedo, nos hacen sufrir y sudar y no obtenemos de ellas ningún placer, la excitación termina con la película y los rótulos del final. La mayor parte de los coitos que las mujeres llevan a cabo no acaban en orgasmo a pesar de que casi el 100 % de los hombres terminan con él. Se puede sentir mucho placer sin consumación del mismo, sin orgasmo genital. Hay una recompensa ahí.
Hoy sabemos que nuestro sistema apetitivo es mucho más robusto que nuestro sistema hedonístico que es grácil y difícil de manejar, mucho más en las mujeres que en los hombres. Pero nuestro sistema dopaminérgico no solo se recompensa a través de la descarga de opiáceos correspondiente, sino que puede operar transitivamente: la excitación por si misma puede terminar por recompensar el cerebro de tal modo que aun sin orgasmo una mujer puede quedar satisfecha. Lo importante es que la pulsion parcial no quede abandonada a su suerte. Ahí se convierte en letal: si la pulsión de muerte (tanática) queda sola o desemparejada. Pues solo Eros puede neutralizar a Tanatos. El viajero ha de seguir viaje con su maleta.
La maleta sola acaba por perderse, o por explotar.
Para una mujer siempre será más importante ser deseada que deseante, ser pasiva que activa, ser objeto que sujeto. Su orgasmo es conceptual y cerebral, para un hombre hidráulico, sin eyaculación no hay orgasmo.
Y no cabe duda de que el castigo es también una forma de prestar atención a algo. Y un prestar atención que tiene todo el marchamo de ser equivalente a un niño malo que necesariamente ha de ser castigado por un padre (o madre) preñado de autoridad y que al mismo tiempo nos protege de nosotros mismos. Está es la dinámica del masoquismo erógeno en la mujer, bastante diferente a la dinámica del hombre masoquista.
El hombre masoquista lo que busca es una madre inalcanzable y es por eso que usualmente los rituales Ama-hombre no terminan con el coito. El coito está aquí prohibido -a diferencia del ritual Amo-mujer- y es así como el hombre masoquista preserva su integridad de un padre castrador.
Pero aun hay más. Me refiero al concepto de goce (juissance), un concepto lacaniano que vale la pena recordar para entender que algo puede ser placentero aqui y doloroso alli. Algo puede ser muy doloroso para el Yo pero placentero para el Superyó.
Y a veces hemos de optar por uno de esos Amos, ¿a quién favorecer?. Si nos acostumbramos a pensar lo erótico junto a lo tanático y la imposibilidad de fragmentarlo y optar solo por lo placentero (como pretende la mayor parte de la población) nos encontraremos de bruces con la siguiente fórmula:
Placer es lo que se añade a la vida, goce es lo que se sustrae a la muerte.
Sumar o restar son operaciones que parecen inversas pero depende que cual sea el sumando o el restando.
Por ejemplo:
Si usted siente envidia de alguien (la envidia es siempre inconsciente y es probable que ni usted mismo sepa que está envidiando a ese alguien) pueden pasar dos cosas: usted puede sentir placer cuando obtiene un logro personal que le iguala con el envidiado o bien usted puede sentir goce si las cosas se le tuercen a su envidiado o le acaece una desgracia. El primero de estos supuestos se inscribirá en el Yo (sumando) y el segundo de ellos se adscribirá al Superyó (restando). El primero rinde tributo a Eros el segundo a Tanatos. Placer y goce.
Van juntos aunque lo más probable es que en el segundo caso esa inscripción de goce acabe sepultada en su inconsciente.
No me gustaría despedir este post sin hacer un homenaje a Billie Holiday que nos cuenta en esta canción (Jim) qué es lo que la ata a este hombre. De paso me gustaría hacer notar la relación que existe entre su atormentada vida y su masoquismo moral, quizá las fuentes de su talento musical y su creatividad.
Bibliografía.-
Un buen texto sobre las funciones reparadoras del masoquismo.
Anita Philips: Una defensa del masoquismo (1996). Alba editorial.