No hay conversión sin disociación (Janet)
En inglés -a diferencia del castellano- hay dos maneras de referirse al hecho de sentirse enfermo: una posibilidad es tener una enfermedad (disease) y otra es sentirse enfermo sin enfermedad (sick).
Sentirse enfermo sin estarlo es mucho más frecuente que estar enfermo de verdad, lo que sucede es que la medicina actual carece de conceptualizaciones claras y comprensibles que den cuenta de esa grieta que separa mente y cuerpo. Es notable señalar que los médicos no hemos sido capaces de explicar a la población general ni a nosotros mismos y tampoco a nuestros enfermos el por qué podemos sentirnos enfermos sin estarlo.
Gran parte de la responsabilidad en este fallo a la hora de explicar nuestra dualidad fundacional procede del hecho de que es dificil separar la ficción del simulacro, por ejemplo escribir una novela es ficción ¿pero qué ocurre cuando uno habla de sí mismo en una especie de biografia novelada?. Lo que separa la ficciónde la no ficción es una linea muy delgada que traspasamos con frecuencia en nuestra vida diaria. Es difícil explicar que una persona puede sentir dolor, parálisis de un miembro, un defecto sensorial o un episodio convulsivo sin ninguna razón médica (material) que lo justifique. El dificil explicar que dolor no es lo mismo que daño.
O que ficción no es lo mismo que narrativa.
Y hasta la fecha las tentativas de explicación han fracasado. La palabra “histeria” cargada de condicionamientos negativos o peyorativos ha sido expulsada de los diagnósticos médicos y otras intentonas como el concepto de Smith de no enfermedad (no disease), no terminan de aportar la suficiente información ni para el publico en general ni para nuestros pacientes ni siquiera para los profesionales.
Lo que la gente entiende acerca de “lo psicógeno” es que si se padece una no-enfermedad es porque se quiere, por algun defecto del carácter o porque se es un mentiroso o un tramposo. Los médicos tambien abrazan en su mayor parte este prejuicio. Es imposible o parece imposible separar las no-enfermedades de la falsificación, la autosugestión o la búsqueda de prebendas.
Reconsiderando la disociación.-
Probablemente la disociación -aun siendo muy frecuente en la población general, al menos en sus versiones menores- es uno de los temas más desconocidos en medicina y psicología. La mayor parte de los clínicos saben identificar los fenómenos disociativos dentro de las entidades psiquiátricas más comunes. Por ejemplo en las depresiones, suele decirse que los ISRS son la opción cuando aparecen fenómenos disociativos en su curso. Pero lo cierto es que los clinicos han sido entrenados para identificar tan solo tres de los fenómenos disociativos más corrientes: la despersonalización, la desrealización y o la heautoscopia.
La mayor parte de ellos, sin embargo no han oido hablar de la enantiodromia o metanoia de las experiencias cercanas a la muerte ni por supuesto de los estados disociativos (hipnoides) de la psiquiatría clasica, ni de los estados segundos. o la escritura automática.
La metanoia es una transformación de la personalidad que sucede sin explicación médica.No es posible encontrar una explicación con el único paradigma del cerebro, necesitamos saber algo sobre la mente (ese interface entre el cuerpo y el medio ambiente), necesitamos recordar que mente y cerebro son y no son la misma cosa y que paradójicamente: una transformación de la mente no siempre lleva aparejada una modificación cerebral ni mucho menos puede decirse que esta transformación obedezca a una patologia determinada.
La disociación de la conciencia no debe considerarse de ningún modo un hecho patológico, se trata de un mecanismo primitivo de preservación, una especie de alarma neurobiológica diseñada para escapar de la intensa angustia que acompaña a ciertas experiencias que amenazan la preservación, la disociación es una alarma ancestral que compartimos con todos los mamíferos y que se encuentra filogenéticamente emparentada con la convulsión critica y con el freezing (congelación), sobre la que hablé precisamente en este post.
La histeria -comentada en el post anteriormente señalado- representaria el encendido (kindling) de estas alarmas primitivas en condiciones no relevantes para la vida aunque con repercusión emocional. Una especie de alarmismo excesivo e infundado: una hipérbole. Pues estos mecanismos fueron diseñados para aliviar el tránsito hacia la muerte, la verdadera, no las pequeñas muertes simbólicas que nos acaecen a lo largo de nuestra vida.
Su objetivo es facilitar analgesia, tranquilización y anestesia emocional, es por eso que las descripciones de este tipo de experiencias cercanas a la muerte recalcan la beatitud, la tranquilidad y una sensación de felicidad teñida de luz, de túneles protectores y de hipermnesia (la brusca aparición de escenas de la vida pasando a una intensa velocidad), como si el individuo viera una pelicula de su vida proyectada rápidamente, un documental de su trayectoria. Un epílogo.
Ahora bien la disociación es un mecanismo que hunde sus raices en algo mucho más profundo y que nos viene de serie: se trata de la asimetria de nuestro cerebro, dos hemisferios no simetricos separados por una grieta fundamental la cisura interhemisférica y que contiene dos cerebros unidos por un grueso cordón que llamamos “cuerpo calloso”. Nuestro hemisferio izquierdo contiene estructuras vinculadas al lenguaje y al habla y aunque estas estructuras se encuentran también en el hemisferio derecho, en éste tiene funciones bien distintas a las originales del area de Broca izquierda.
Muy probablemente y según cuentan todos los psicólogos evolucionistas que han estudiado la adquisición en nuestra especie del lenguaje, todo parece señalar en la dirección de que: el lenguaje está estructurado con una gramática interna que da cuenta de esta disociación. El lenguaje nos divide o profundiza aun más en esta dirección disociativa. No solamente porque lo que designamos con las palabras no es la “cosa en sí” (sino su representación) sino tambien porque el lenguaje es categorial y binario. Es dificil para nosotros pensar en terminos de dimensiones, que operamos por defecto en terminos de “si” o “no” o de “verdadero” o “falso”.
Dicho de un modo más claro: venimos de serie dotados para disociarnos, para escindir el mundo en partes siguiendo el principio del placer. Y lo hacemos desde nuestro nacimiento, asi en el primer año de vida nos espcializamos en escindir lo bueno de lo malo. Lo que nos aportan nuestros cuidadores (la madre sobre todo) de placentero o displacentero. En el segundo año de vida cuando ya sabemos que estamos separados de nuestra madre entonces abordamos el tema del poder y del control. Escindimos otra vez el mundo en dos partes, aquello que nos somete y aquello que hacemos para controlar a los demás. Dos partes,en una nos sometemos y en otra reinamos sobre los demás. A los seis años nos especializamos en otra serie de disociaciones relacionadas con la autoestima y la autoafirmacion y dividimos el mundo en dos partes: aquellas que favorecen nuestro autoconcepto y aquellas que lo cuestionan.
Todo aquello que amenace el principio del placer corre el riesgo de ser disociado de oficio, entre lo bueno o permitido que permanece en la conciencia y lo amenazante o malo que pasa al inconsciente y es sellado por la represión. Es por esta razón por la que lo “traumático” siempre va acompañado de fenómenos disociativos en el largo plazo.
Y merece la pena recordar que el alcohol es el disociador más usado en nuestra cultura.
Ahora bien, la disociación tiene costes, pues no cabe duda que es el proceso contrario a la integración. La disociación mantiene separados elementos que deberian ir asociados y bien cosidos, y puede afectar a los recuerdos (memoria) a las cogniciones (pensamientos) a las emociones, a la conducta, la personalidad y la identidad. La disociación al menos rompe la continuidad de nuestra experiencia yoica y añade irrealidades a nuestra comprensión del mundo. La disociación es un mecanismo burdo (robusto) que carece de la gracilidad de la reflexión y la historicidad. Y una vez puesto en marcha se comporta como un vórtice o una espiral: atrapa cada vez más cogniciones, emociones y memorias y lleva la personalidad y la identidad hacia una incierta deriva cuando no hacia una escalada de inadaptación.
Disociación y neurociencia.-
Otra forma de pensar la disociación es a partir de ciertos postulados o hipótesis que la neurociencia ha ido poniendo a punto desde Freud para acá. Me refiero sobre todo a la hipótesis de Fodor de que la mente está fragmentada o compartimentalizada. En este post de Pablo Malo podemos leer algunas cuestiones relativas a este hecho.
Lo más importante de la teoría modular de la mente son estas cuestiones relevantes:
1.- Los distintos módulos de la mente están especializados en cierto tipo de tareas, del mismo modo suelos órganos de cuerpo.
2.- Cada módulo evolucionó con independencia de sus vecinos por tanto es posible que un modulo lleve su tarea con completa ignorancia para su vecino.
3.- Ciertos módulos se encuentran en la conciencia o cerca de ella, mientras otros son inconscientes.
4.- Los módulos no ocupan un lugar determinado sino que se encuentran distribuidos por toda la red.
5.- Los módulos representan subrutinas del mismo modo que sucede en los sistemas operativos de los ordenadores, algunos colaboran unos con otros, otros compiten pero la mayoría ni siquiera se conocen.
Significa que un módulo puede operar competitivamente con otro, mientras otros pueden cooperar entre sí. Si un módulo desconoce las actividades de otro representaría una explicación de la disociación: sencillamente una parte de nuestros módulos querría una cosa y otra serie de módulos perseguiría otros objetivos y más sencillamente: lo que aquí es displacer allí puede ser placer. Lo que aquí se conoce allí es un insabido.
Engaño y autoengaño.-
No cabe duda de que si existe la posibilidad de sentirse enfermo sin enfermedad es porque poseemos módulos especializados en el engaño. Muy probablemente el engaño y la detección del engaño evolucionaron juntos y es también muy probable que -tal y como asegura Robert Trivrers- el autoengaño suponga una especialización relativamente moderna, una sofisticación del engaño, pues ¿existe una forma mejor de engañar que engañarse uno a sí mismo?
Es por eso que todos nos parecen hipócritas pues al fin y al cabo nuestros módulos de escrutinio de los demás son siempre más eficaces que los que nos autoevaluan probablemente porque son dos módulos diferentes.
La idea de Trivers es que el autoengaño evolucionó a partir del engaño: a fin de hacerlo más fiable en su propósito de engañar. Efectivamente los mentirosos con la repetición de sus mentiras corren el riesgo de ser descubiertos con lo que sus engaños resultarían cada vez mas ineficientes. Es por ello que la detección de mentirosos y la sofisticación de los engaños coevolucionaron.
Los humanos gracias a la aparición del lenguaje hemos refinado mucho nuestros métodos de engaño, hasta tal punto que Guidano supone que no hay conciencia humana sin autoengaño, o dicho de otra forma, el autoengaño parece ser la prestación por defecto de nuestro cerebro: de lo que se trata es de construir un mundo que encaje con el modelo original, un modelo coherente o de alta relevancia en relación con el contexto, hacer encajar un mundo cambiante con el modelo previo que el cerebro ya ha construido. Nuestro cerebro no está pues destinado a encontrar la verdad sino a hacer congruente lo que se encuentra ahi afuera con el mapa que tiene de sí mismo adentro: el autoconcepto.
La mejor forma de mentir es que los demás no detecten nuestras mentiras- a través de esas pequeñas señales psicosomáticas que delatan una falsedad- y la mejor forma de hacerlo es llegar a creerse las propias mentiras. Esto es precisamente el autoengaño, una adaptación destinada a incorporar nuestras mentiras y hacerlas inconscientes o poco visibles a fin de aparentar ser fiables pues todo engaño está destinado a la autopromoción.
Llegados a este punto parece que hemos llegado a un callejón sin salida. ¿Es pues sentirse sick (enfermo) una forma de engaño o autoengaño en ausencia de enfermedad real? ¿Es la disociación un mecanismo destinado a engañar a los demás y a nosotros mismos de un modo más eficiente?
La respuesta a esta pregunta es complicada, pero no imposible. Es evidente que nuestro cerebro evolucionó para hacernos más valiosos para los demás y hacernos sentirnos a nosotros mismos más importantes de lo que somos, del mismo modo que evolucionó para captar recursos y no corresponder con nuestros esfuerzos, siempre será más cómodo robar gallinas que criarlas. De manera que siendo honestos con nosotros mismos hemos de admitir que lo más probable es que nuestro cerebro nos engañe.
Pero no nos engaña porque el sujeto (el Yo) quiera engañarnos sino porque es víctima de los engaños de su propio cerebro, algo que nos viene de serie y que es imposible hackear. Es por eso que es posible afirmar que podemos entrenarnos para desvelar no solo nuestras propias mentiras sino -más fácil aun- las mentiras de los demás.
Estas personas que han especializado algún tipo de módulo en chequear las mentiras ajenas se llaman psiquiatras o psicólogos, quizá psicoterapeutas o psicoanalistas, con una condición: han de haber pasado a su vez por una serie de procesos personales que borren los escotomas o áreas oscuras de su propio psiquismo. Es difícil decir como se hace y más difícil es reglamentarlo. Una profesión imposible.
Pero si no lo haces corres el riesgo de convertirte en un hiperempático que puede reconocer cuales son las áreas oscuras de los demás pero no las tuyas.