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La histeria del trauma (V)

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Cuando Freud cayó en la cuenta de que no todas sus pacientes habían sido víctimas de abusos sexuales durante su infancia abandonó la teoría del trauma “janetiana” si bien mantuvo los ejes de su pensamiento en torno a dos cuestiones seminales: había un trauma sexual y sin embargo ese abuso sexual no parecía haber sucedido en la realidad aunque si en la imaginación de sus pacientes.

Esto no quiere decir que abandonara la etiología traumática sexual de las neurosis, -como lamentan algunas pensadoras del mundo feminista- sino que perfeccionó su teoría para entender mejor qué había sucedido históricamente con sus pacientes.

Pues la infancia es un territorio de enorme vulnerabilidad, allí donde el individuo ha de tejer las relaciones mas significativas de su vida, la urdimbre de sus deseos, y la dirección que ha de tomar en vida adulta, tanto su personalidad como su identidad. Eso no significa que Freud diera por falsas las apreciaciones que había aprendido en su época de Paris o que el absuo sexual no fuera frecuente en aquella época, pero el abuso sexual no era el único trauma que podía encontrarse en las historias de sus pacientes, había otros traumas que explorar mucho más sutiles.

Es por eso que tuvo que construir una teoría sobre la sexualidad infantil. A nadie se le había ocurrido que niños  y mujeres tenían sexualidad y sus hallazgos fueron en este sentido revolucionarios. Al poner de manifiesto que un niño pasaba por distintas etapas psicosexuales sentó las bases de la comprensión de “traumas” que vistos de otro modo. -solo con la exploración de eventos gruesos o robustos- no alcanzarían a ser contemplados como lo que realmente son: eventos traumáticos. Freud puso el microscopio sobre donde nadie había mirado antes.

En Tres ensayos para una teoría sexual  Freud nos ilustra como el desarrollo psicosexual avanza en cuatro fases: oral, anal, fálica y latencia para llegar hasta la adolescencia y estallar allí coincidiendo con la maduración sexual completa. Es importante comprender que lo que nosotros entendemos -como adultos- como sexualidad no es trasladable a lo que sucede en los niños. Los niños tienen una sexualidad infantil (que Freud llamó libido) que va madurando a través de orificios (boca, ano, ojos, uretra) y arrastrando tras de sí ganancias madurativas y cognitivas en otros niveles. Por ejemplo, para un niño en fase anal lo importante es el control, conocer sus capacidades de control y saber como puede resistirse al control de los otros, es por eso que la teoría de la reactancia considera a la edad de 2 años de un niño (Los terribles 2 años) como la época en que va a oponerse y va a consolidar sus habilidades de resistirse a los demás y a dominarles. O bien a someterse y no resistir, obedeciendo las indicaciones que le den sus cuidadores.

Los traumas infantiles han de leerse en este contexto de evolución de la libido, no es lo mismo perder a un progenitor a los 7 años que a los 4 años. No es lo mismo sufrir abusos a los 2 años que a los 14.

Y no lo es porque hay que distinguir los abusos que son expectativa de vida (abusos constantes y crónicos) que un abuso puntual y aislado. Lo que Freud descubrió fue que los traumas de la infancia eran abusos durante toda la infancia. Si un niño tiene un padre alcohólico que maltrata a su madre y a los hermanos, esa pauta se convierte en habitual y es traumática aunque ese padre nunca ejerciera violencia directa contra él. Vivir en ese entorno aterrorizante e incierto da lugar a desarrollos especialmente neuróticos y mucho más vivos y duraderos que un contacto sexual aislado.

Naturalmente el trauma padecido por una crianza de este estilo desarrollará a largo plazo una clínica bien distinta a aquel que ha sufrido abusos sexuales. Es por eso que algunos autores como Bessel Van del Kolk han hablado del espectro del trauma: los desarrollos posteriores al hecho traumático dependerán en gran manera de la cualidad del trauma, del tiempo de exposición y de los mecanismos puestos en marcha por la víctima para sobrevivir. A veces no se trata de sobrevivir sino de emanciparse, evitar la vergüenza o la culpa, de adquirir una identidad propia distinta al magma de lo común. Lo que queda como resto no digerible es el trauma en sí mismo, una especie de chiclé.

 

Abraham Kardiner fue un psiquiatra americano interesado en el tema de las neurosis de guerra, que habia seguido las ideas de Oppenheim y que además estaba interesado en el psicoanálisis. En 1921 se trasladó a Viena y fue analizado por Freud, fue asi que Kardiner promovió en estados Unidos al establecerse en New York, las ideas del psicoanálisis difundiendo la teoria freudiana e intentando aplicarla al campo de su interés. A él debemos nuestra concepción actual del TEPT (trastorno de estrés postraumático): la idea de que las neurosis de guerra -básicamente observaciones sobre veteranos de la primera guerra mundial- dejaban un trauma de por vida, un cuadro de curso crónico que tenia sus propias caracteristicas clinicas y que era bastante distinto a las histerias (agudas) de combate. Hoy diferenciamos entreel trastorno por estrés agudo y el trastorno por estrés postraumático.

Si recordamos el caso Sassoon (del que hablé aqui) podremos recordar que la clinica predominante en este caso estaba relacionada con un cambio de personalidad. Sassoon que era un escritor y un poeta antes de la guerra, después de su experiencia bélica se convirtió en un agitador político, su carácter se modificó en el sentido de convertirse en una persona bien distinta a la que era antes de la guerra, padecia ataques de rabia y sobre todo continuas pesadillas que no cedieron en toda su vida.

Para entonces habia quedado establecido que el origen del trauma era una situación de indefensión con la que se vivía una situación de inmenso terror vivido en combate  y la indfensión puede definrise de la siguientemanera: “no hay manera de escapar de esa amenaza”, algo que sobrepasa los mecanismos de “lucha o huida” que se ocupan de la preservación de la vida. No era por las bombas, ni por el deseo de los soldados de escapar de aquella situación por cobardía sino que era un síndrome bien establecido que afectaba a la mayor parte de soldados expuestos al combate en trincheras, sometidos al fuego enemigo, que veían caer constantemente a sus compañeros y expuestos a combates cuerpo a cuerpo o a ataques químicos. Lo importante es que más allá de los efectos agudos de estos eventos el cuadro adquiría una consistencia clínica en su desarrollo a largo plazo, y es por eso que sele llamó postraumático. Duraba toda la vida y estaba presidido por un cuadro clinico uniforme y común en los veteranos de guerra.

El recuerdo traumático.-

Desde Janet sabemos que el mecanismo que subyace en todos los fenómenos psíquicos traumáticos es la disociación. Y la disociación afecta a la memoria, al recuerdo, de tal modo que los recuerdos traumáticos pueden identificarse precisamente por su morfologia. Concretamente Janet que exploró en profundidad estos recuerdos traumáticos concluyó que:

“El recuerdo traumático en realidad no es un recuerdo”, pues no puede construirse un relato sobre el mismo, está compuesto por imágenes, sensaciones o percepciones fragmentarias y ahistóricas, de tal modo que no pueden ordenarse en una narrativa coherente sobre lo que sucedió. El recuerdo traumático recuerda mucho a los sueños en su fragmentación.

Establecimiento del cuadro por estrés postraumatico.-

La tríada postraumática se caracteriza por estos tres elementos:

1.- Hiperactivación  autonómica.

2.- Reexperimentación.

3.- Constricción.

Sobre ellos hablaré más adelante, pero lo que me interesa señalar en este momento es que este desarrollo clínico es muy diferente al que llevan a cabo los “traumatizados infantiles” a los que más arriba me refería. Para diagnosticar un TEPT es necesario que exista un estrés objetivable, intenso y que produciria síntomas en la mayoría de las personas. Hablamos de desastres, accidentes, muertes colectivas, presenciar atrocidades, o ser víctima de violaciones, apaleamientos, o violencia física.

El estrés postraumático tiene una morfología y unos desarrollos mas bien distintos a los “traumas infantiles de Freud”.

Y sin embargo son la misma enfermedad.

Las sociedades han de cambiar para que acepten como genuinas determinadas enfermedades y sufrimientos. Del mismo modo que la “neurosis de guerra” no fue aceptada por la Psiquiatría ni por la sociedad mientras vivíamos de ideales como la valentía, el honor y el patriotismo. Y la histeria no fue reconocida hasta que ciertos médicos comenzaron a escuchar a las mujeres, no para saber qué decían sino para introducirse en su mundo interior, los desarrollos infantiles del trauma no serán reconocidos hasta que se acepte la sexualidad infantil y sus múltiples e inciertas derivas.



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