Tendria unos 16 o 17 años y corria un encierro delante de los toros, lo haciamos todos los años con todos nuestros amigos de entonces, pero aquel dia algo se torció y me caí casi cuando el toro que me perseguía acababa de entrar en la plaza, creo que tropecé, el toro me miró (según me contaron) pero no me embistió. No sufrí ningun daño pero quede congelado por el terror. Durante un tiempo indeterminado no sentí nada aunque mantuve la conciencia, lo se porque recuerdo que me protegí la cabeza,un estado de calma, un estado endorfínico.
Cuando el toro se fue, mis amigos me levantaron y se burlaron de mi, se me llevaron detrás de una barrera y me quedé solo tratando de descongelarme, lo hice pensando en lo que habia pasado (aunque no pude recordar los detalles), moviéndome, sacudiendome el polvo y volviendo al ruedo.
Aquellos lectores que leyeron el post anterior donde hablé de las hipótesis de Robert Scaer sobre el trauma ya tendrán bien claro que sus ideas sobre el trauma aportan una lectura neurofisiológica muy alejada de las hipótesis psicológicas que usualmente nos sirven como apoyatura a nuestra concepción de lo traumático.
No es de extrañar puesto que Scaer es un médico rehabilitador y su especialidad son los accidentes de tráfico. Dicho de otro modo, sus pacientes son supervivientes de este tipo de accidentes, algunos de los cuales sufrieron síndromes postraumáticos en ausencia de daño, es por eso que Scaer propone el “sindrome de latigazo cervical” como modelo traumático puesto que – en sus propias palabras- “es la experiencia traumática en sí misma la responsable del desarrollo del síndrome y no el daño sufrido en estructuras tendinosas u oseas”. Naturalmente si hay daño fisico el traumatismo se amplifica, pero la idea original de Scaer es que no es necesario el daño fisico para que aparezca ese curioso sindrome sin explicación médica que llamamos “sindrome postconmocional” o “sindrome de latigazo cervical”. Este modelo sirve además para explicar otros sindromes dolorosos inexplicales con el dolor lumbar y otros.
Más concretamente, Scaer propone una lectura del trauma en clave de biología evolucionista.
Recordemos:
Los efectos sobre el Sistema Nervioso Central puestos en marcha por la suelta de noradrenalina incluyen un estado de alerta aumentado y dan lugar a una facilitación inmediata de la memoria a corto plazo, a una dilatación pupilar y a una divergencia de los globos oculares al mismo tiempo que provocan un incremento del tono muscularesquelético.
Los efectos inmediatos de la adrenalina y noradrenalina preparan el organismo para una actividad muscular intensa, requerida para asegurar la supervivencia en presencia de una amenaza: es lo que conocemos como respuesta de lucha/huida. Estos efectos promueven la preparación por parte del cerebro de una respuesta a corto plazo anteuna alerta intensa. Al mismo tiempo, se prepara una actividad intensa de los sistemas neuromusculares y cardiovasculares a través de una activación del músculoesquelético y de un gasto energético elevado. La activación de la respuesta lucha/huida puede ser disparada, por supuesto, tanto por excitación como por amenaza. La respuesta fisiológica básica de la víctima en respuesta a la amenaza tiene su imagen especular en la del predador que prepara su ataque.
Temblores de excitación antes de la caza, miedo escénico, excitación sexual, la angustia de la montaña rusa… todas estas experiencias reflejan sensaciones físicas asociadas con la excitación ante la amenaza. Lo que diferencia la experiencia de la respuesta lucha/huida de la de la excitación anticipatoria como las anteriores es, por supuesto, el significado del evento para el que participa en ella.
Dicho de otra manera: las respuestas fisiológicas en la lucha y en la huida son similares en toda la escala animal, pero existe otra posibilidad que se pone en marcha o se activa en situaciones de indefensión, es decir cuando el animal percibe que haga lo que haga no le va a permitir escapar de la amenaza, se llama congelación o freezing que ya describí en el post anterior como parte del repertorio defensivo frente al estrés severo.
Los animales, sin embargo han desarrollado una estrategia de descongelación, mientras que esta estrategia en los humanos parece no desempeñar ningún papel relevante pues probablemente ha sido sustituida por la mentalización y otras estrategias cognitivas relacionadas. Los animales se decongelan moviéndose, agitándose, convulsionando, o sacudiéndose, del mismo modo puede ser “congelados” experimentalmente a través de la inmovilización. Los humanos tambien podemos desarrollar convulsiones críticas (pseudoconvulsiones después de un susto importante) pero la tesis de Scaer es que en los humanos por lo general este mecanismo se encuentra inhibido o domesticado de tal manera que no se completa nunca o casi nunca el ciclo de la descongelación.
La teoria de Scaer explica además otros misteriosos fenómenos relacionados con el trauma: lo que Freud llamó la compulsión repetitiva y que ahora llamamos reexperimentación. Scaer relaciona esta conducta repetitiva con los fenómenos fisiologicos de la congelación.
¿Qué sucede en la congelación?.-
La suelta de endorfinas como parte de la excitación también tiene interesantes implicaciones en lo que se refiere a los mecanismos de recompensa cerebrales en la conducta humana. Dado que la activación relacionada con la predación o excitación está vinculada a la suelta de endorfinas, es fácil darse cuenta que la recompensa que se encuentra en actividades de recreo de alto riesgo está asociada con un “fogonazo
de adrenalina”, ya que esta experiencia también incluye una gratificación endorfínica simultánea o inmediatamente posterior.
Eso es precisamente lo que le sucede al corredor de encierros que preside este post, donde podemos observar la secuencia completa: excitación, congelación y descongelación.
La excitación derivada de las conductas de riesgo parece exclusiva de la especie humana y parece claro que ciertos rasgos de personalidad (la busqueda de sensaciones) pueden predisponer a esta conducta. Incluso hay alguna evidencia de que este rasgo puede estar presente de forma regular en la infancia.
En la congelación suceden otros fenómenos no tan obvios como la inmovilidad (hacerse el muerto), la perdida de la noción del tiempo y una intensa anestesia y analgesia lo que señala directamente hacia la disociación. En la congelación hay una intensa disociación, asi como bradicardia, bajada de tensión y a veces un estado de intensa calma o indiferencia. Dicho de otra manera la congelación es cosa del vago.
Cosas del vago.–
El nervio vago contiene no pocos secretos evolutivos se trata de un par craneal (nace en el cerebro) que es mixto, es decir tiene fibras motoras y fibras sensitivas, es además parasimpático. Inerva la lengua posterior, la faringe, la laringe, el esófago, el estómago, el corazón, los pulmones y el intestino. La fibras motoras van hacia abajo , es decir llevan la corriente desde el cerebro a las vísceras (hasta el ombligo) y las fibras sensitivas llevan las impresiones sensoriales viscerales de abajo hacia arriba. Este doble flujo arriba (sensorial) y abajo (motor) tiene una traducción inmediata, el impulso que viaja hacia abajo (eferente) tiene una función motriz y secretora para todas las visceras que dependen de él mientras que la función aferente tiene como objetivo informar al cerebro como andan las cosas por allá abajo, de manera que nuestro cerebro límbico o visceral tiene información constante de las vísceras alejadas del cerebro y al mismo tiempo es capaz de influir en ellas ralentizando el corazón y la digestión, cerrando el cardias y contrayendo la luz bronquial que para eso es parasimpático, es un nervio muy yin por decirlo en la terminología china.
Lo usual es que pensemos el sistema parasimpático como un ahorrador de energía mientras que el simpático lo relacionamos con el gasto de energía. Y a sus transmisores: la acetilcolina en el caso parasimpático y la noradrenalina en el caso del simpático.
Sistema nervioso autónomo o vegetativo (simpático y parasimpático) con especial atención al vago.
Nos imaginamos a estos sistemas como complementarios y sujetos a una cierta oscilación, cuando nos excitamos estamos bajo los dominios del simpático y cuando dormimos del parasimpático. Pero hay algo que mantiene al sistema dentro de unos parámetros de normalidad y de tensión, por eso no nos morimos de un acelerón de noradrenalina ni de un síncope vagal.
Según Stephen Porges el vago tiene dos secciones, una amielínica y otra mielínica. El vago amielinico es el responsable de los estados de congelación y fue el primero que evolucionó en la escala animal, se trata de un resto reptiliano, mientras que el vago mielinizado evolucionó como parte del cerebro social y está muy bien representado por la cara. En la cara está reflejada el alma de cada individuo y también los malestares que le aquejan, algo que el propio Darwin investigó en un libro muy citado pero poco leído tal y como conté en este post.
Otra idea importante de Porges es que el SNA (sistema nervioso autónomo) está organizado jerárquicamente, es decir tiene un funcionamiento discreto por niveles de definición donde cada nivel superior abarca a los inferiores, lo que en términos comprensibles significa que el pensamiento (y por tanto la conducta) es algo que emerge de ciertos estados de conociencia que muchas veces pertenecen a niveles arcaicos de pensamiento o de reacción. No pensamos siempre con nuestro cerebro cortical, con nuestro cerebro inteligente sino que las más de las veces estamos prisioneros de una preconceptualización arcaica que impone sus leyes desde nieveles inferiores evolutivamente hablando.
El vago, es en este sentido muy traidor.
A veces pensamos con las tripas.
Bibliografia.-