El maltrato es la tercera causa de ingreso de hombres en prisión en España (Alvarez Deca)
En general, las políticas oficiales han prejuzgado que el hombre es el perpetrador exclusivo de violencia en la pareja, y que la mujer es la receptora pasiva de esa violencia. Sobre la base de ese prejuicio se ha levantado un complejo andamiaje legal, judicial y mediático que, durante decenios, ha sido el marco de respuesta al fenómeno de la violencia doméstica, rebautizada, para refuerzo de dicho prejuicio, como “violencia de género”, “violencia contra las mujeres” o “violencia machista”.
En el caso particular de España, el principal soporte “estadístico” de las medidas y leyes adoptadas para combatir esa violencia ha sido la “macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres”, que, como su nombre indica, es un instrumento basado en el prejuicio ideológico de que sólo las mujeres sufren violencia en la pareja. Todas las medidas legislativas (en particular la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género) y todos los informes relativos a la aplicación de esas medidas (por ejemplo, los publicados por el Consejo General del Poder Judicial o por el Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer) adolecen de ese vicio de origen: son fruto de un prejuicio sexista que da por sentado, al margen de cualquier comprobación empírica, que la violencia en la pareja es unidireccional.
Sin embargo, no menos de 500 estudios científicos basados en los comportamientos de ambos miembros de la pareja han demostrado de forma inapelable que la violencia es ejercida en proporciones similares por hombres y mujeres, y lo que es más importante, que la violencia perpetrada por la mujer no es meramente defensiva. Al contrario, la inmensa mayoría de estudios que tienen en cuenta el factor de unilateralidad e iniciación de las agresiones físicas llegan a la conclusión opuesta: la mujer es, estadísticamente, la principal iniciadora de las agresiones físicas en la pareja. (Alvarez Deca, op. cit)
El extraño caso de la violencia entre parejas del mismo sexo.-
El prejuicio principal al que se refiere Alvarez Deca en su metaanálisis (que teneís en pdf en la bibliografía) consiste en una tautología, si ya sabemos que la causa de la violencia es el machismo, como explicar los datos que se han ido recogiendo durante estos años, ¿cómo explicar la violencia de la mujer hacia el hombre, o la violencia de hombres con parejas del mismo sexo o en las lesbianas?articulo reciente podemos ver como las agresiones entre miembros de homosexuales son muy parecidas estadísticamente a las que cometen los hombres heterosexuales con sus parejas y en este otro articulo dan la razón a Alvarez Deca en cuanto a la agresión, control y posesividad de las mujeres frente a sus parejas heterosexuales. Otra cosa son las agresiones homicidas que se explican precisamente por lo que en el post anterior ya titulé -siguiendo al magistrado Salas- como que la mayor fuerza física en el hombre y su mayor indice de masa muscular generan las diferencias junto con la mayor agresividad de los hombres, el dimorfismo en suma explica esas diferencias.
El misterioso caso de los países escandinavos.-
No voy a dar datos sobre esta cuestión y los doy por sabidos. Los países mas igualitarios, paradójicamente presentan mas casos de agresiones domésticas que los latinos. Hay algo en nuestra cultura que protege de la violencia y más abajo volveré sobre esta cuestión. Lo importante es retener que la igualdad alcanzada en estos países por si misma no parece proteger frente a la lacra de las agresiones de género o domésticas. Al contrario, todo parece señalar en la dirección de que a mayor igualdad entre hombres y mujeres mayor brecha de género (mayor desigualdad) al menos en la agresión unidireccional de hombres a mujeres (en el caso de los heterosexuales).
Los conflictos de pareja.-
David Buss es un psicólogo social de la universidad de Texas y que es considerado una autoridad mundial en temas de parejas, emparejamientos y preferencias de hombres y mujeres a la hora de obtener, mantener y retener una pareja. Su libro, “La evolución del deseo” es ya un clásico de esta cuestión y enlazo aquí un post que escribí ya hace tiempo sobre sus ideas.
El acceso a las hembras en nuestras sociedades opulentas parece estar presidido por una serie de reglas secretas que casi todo el mundo respeta y conoce intuitivamente aunque casi todo el mundo niega u oculta. Buss las agrupó en 1994 a partir de un análisis transcultural de las preferencias en la elección de pareja:
1.- Las hembras humanas resultan atraídas por el estatus social de los hombres (con alguna divergencia entre si el flirt es a corto plazo o a largo plazo (Buss 1988) y la superior edad (Grammer 1995). Estas preferencias no tienen relevancia en la elección sexual de pareja de los hombres
2.- Los hombres buscan relaciones con parejas anónimas, desconocidas mientras que las hembras entienden que los machos desconocidos son una amenaza en el corto plazo (Lewis et alt 1995) .Tanto en el corto como en el largo plazo los hombres buscan mujeres jóvenes y sumisas (citado por Mc Guire y Troisi, op cit)
3.- Las mujeres hacen continuamente balance entre su tarea reproductiva y sus labores de nursing cuando eligen pareja con independencia de que hoy la reproducción sea electiva, la elección de la mujer viene dictada por la presión evolutiva de sus programas genéticos y por tanto su elección de pareja viene determinada a partir de esa presión selectiva. El número disponible de mujeres que buscan relaciones sexuales a corto plazo es sensiblemente menor que el de los hombres. Si a eso añadimos que los hombres de mayor rango acaparan dos o más mujeres, significa que existen muchos hombres que no consiguen mantener relaciones a corto plazo con ninguna mujer.
4.- El hombre, tiene que disponer de un cierto “patrimonio” para hacer frente al pago o costo que la mujer le exigirá antes de confirmarle como pareja o acceder al coito con él. Hacer regalos, proporcionar comida, la destreza en construir nidos o excavar una buena madriguera son las demostraciones que los machos, en toda la escala animal deben de acometer antes de ganarse el derecho a reproducirse.
Todas estas reglas enunciadas pueden resumirse, en nuestra especie a una regla fundamental: sólo la mujer sabe cuando o a qué precio cederá (Bataille, 2000). El hombre no puede hacer nada sino competir con el resto de los machos acumulando bienes, destrezas, habilidades de seducción que muy a menudo son engaños, o rango social que por si mismo resulte un buen reclamo para las mujeres, y eso es lo que hacen , la mayoría de ellos con mayor o menor éxito y criterio.
Los hombres buscan el poder, el dinero, o las destrezas porque las mujeres buscan ese tipo de recursos en ellos.
Pero más allá de las preferencias a la hora de buscar una pareja David Buss enunció otra de sus hipótesis trascendentales para entender los conflictos entre las parejas:
Dice Buss que gran parte de los conflictos sexuales que se plantean en las parejas, la violencia, los celos, el asesinato, el acoso, la infidelidad, pero también la soledad, el celibato no-electivo, la deprivación sexual o el divorcio proceden de la escasez. O dicho de otra manera el conflicto procede de la escasez de oportunidades sexuales y reproductivas, de la inadecuación de las parejas o por decirlo en sus propias palabras: la escasez de compañeros deseables y valiosos.
Sin embargo, más allá de eso existen variables ocultas que no son tan obvias o evidentes. Una de ellas es precisamente la proporción de hombres y mujeres en edad fértil que existen en una comunidad cualquiera. Otras son el indice de divorcios, la baja natalidad, el paro, la edad en que la mujer queda embarazada por primera vez y por supuesto el dinero que la pareja gana, es decir su bienestar socioeconómico.
Usualmente solemos pensar que la proporción entre hombres y mujeres es de 50:50 y así es en términos brutos, esto es si tomamos como referente enormes cantidades de población. Pero la proporción de sexos de la que hablamos en este contexto es la que está relacionada con la escasez y se refiere a la proporción entre hombres y mujeres susceptibles de formar parejas a largo plazo, es decir se refiere al mercado del matrimonio, a aquellas personas en condiciones de emparejarse a largo plazo.
Y lo que caracteriza a este mercado es el conflicto y la precariedad. Es decir la escasez de oportunidades sexuales que paradójicamente son más restringidas hoy que antes de la llamada revolución sexual. Sobre las consecuencias de la revolución sexual puedes consultar este post.
En realidad el mercado sexual no está ahora más abierto que antes de la “revolución sexual” sino mucho más restringido y lo está porque:
La competencia para atraer a los compañeros más deseables es feroz. Por lo tanto, los más valiosos son escasos en comparación con los muchos que les desean. Las personas que tienen un “alto valor de pareja” parecen además tener éxito en la atracción de los socios más deseables. En una puntuación informal que se llevó a cabo entre estadounidenses, los 9s y 10s se emparejan con otro 9s y 10s. Y con la disminución del valor de la 8s a los 1, las personas deben bajar su mirada de apareamiento proporcionalmente. De lo contrario se produce una mayor probabilidad de rechazo y angustia psicológica. “Lo que quiero me lo niegan y lo que no quiero me lo dan” , decimos nosotros en plan castizo.
Dicho de una manera más clara: la deprivación sexual está en la base del rencor de muchos hombres hacia las mujeres, un rencor que solo tiene invariable protectora: la monogamia.
Para terminar este post me gustaría lanzar una pregunta ya que no he conseguido los datos por Internet. ¿Cuantos hombres que asesinan a sus parejas o ex parejas estaban casados?
Mi impresión es que la mayoría no lo estaba, pero corríganme si me equivoco.
Conclusiones.-
El magistrado Salas tiene razón cuando alude a las tres causas principales de violencia doméstica: 1) la maldad (el síndrome E), 2) la mayor fuerza del hombre y 3) los conflictos de convivencia. En este post y el anterior he intentado ampliar esos tópicos con otros de carácter psicológico. Comparto con él la idea de que la violencia doméstica tiene pocas soluciones políticamente asumibles (¿seria hoy asumible prescribir la monogamia? pero estoy de acuerdo en que la cuestión puede empeorar si seguimos diagnosticando erróneamente el problema y construyendo leyes que en cualquier caso atentan contra el sentido común o la presunción de inocencia.
Bibliografía.-
Javier Alvarez Deca, 2016: 500 razones contra un prejuicio
David Buss (1996): la evolución del deseo.