Un diálogo imposible sin echar mano de algunos conceptos psicoanalíticos, de eso va este post y el siguiente.
La naturaleza y la cultura son dos nichos de causalidad que suelen dividir al mundo en creyentes: aquellos que ponen el peso de la causalidad en los genes, las neuronas y el cerebro y aquellos otros que la ponen en la cultura, en el medio ambiente y sobre la que cargan la prueba de la causalidad de casi cualquier cosa: los ambientalistas.
Pero no hay dos ejes sino tres: falta el ontológico.
Lo cierto es que naturaleza y medio ambiente están demasiado lejos la una de la otra para comprender sus interacciones y lo están precisamente porque Freud sigue siendo un proscrito a pesar de que fue el que mejor se ha acercado a una teoría que pudiera alumbrar esta distancia, un abismo para la mayoría.
Usualmente la investigación en este tema está del lado de pensar que casi cualquier conducta, cualquier rasgo de personalidad o cualquier preferencia sexual están determinadas genéticamente. Lo cierto es que la frecuencia de estos hallazgos deja un amplio espectro de opciones sin explicar. Los defensores de la idea de “todo puede explicarse con los genes y la herencia” como por ejemplo Judith Harris han teorizado que el medio ambiente contiene al menos dos partes, un medio ambiente que comparten todos los hermanos (criados en una misma familia) y un medio ambiente individual que no comparten los hermanos, por ejemplo: un hermano tuvo la meningitis y el otro no. Con métodos estadísticos estos investigadores han hallado la varianza para un determinado rasgo llegando a la conclusión de que:
Comenzaré por nombrar las tres leyes biológicas -genéticas- que gobiernan los rasgos conductuales y que fue expuesta por Turkheimer en el año 2000 en un articulo de culto y muy provocador titulado “Tres leyes de la genética de la conducta y su significado“. Sin duda uno de los hallazgos fundamentales de la psicologia cientifica a la que por cierto siguen sin asumir gran parte de los psicólogos y no digamos ya los politicos, los jueces y el publico en general. Son estas:
1.- Todos los rasgos conductuales humanos son hereditarios.
2.-El efecto de criarse en una misma familia es menor que el de los genes.
3.- Una porción sustancial de la variación de los rasgos conductuales humanos no se explica ni por los efectos de los genes ni por las familias.
Los valores de heredabilidad de un rasgo conductual se situa aproximadamente en torno al 0.25-0,75, siendo la media el 0,5, lo que a efectos prácticos significa que la mitad de la variación de la inteligencia y de los rasgos de personalidad son hereditarios.
Si la mitad de la variación es genética es evidente que la otra mitad será atribuible al medio ambiente.
Y aqui viene el problema. ¿Qué es medio ambiente?
La mayor parte de nosotros estaríamos de acuerdo en admitir que medio ambiente es sinónimo de crianza, pero no solo de esta sino también de todas las adversidades que pueden suceder durante la misma: la aparición de una enfermedad, la separación de los padres, la muerte de uno de ellos o un hermano, las desgracias familiares económicas o de otro cariz y en este sentido es difícil hablar de un medio ambiente compartido puesto que esta idea prejuzga 1) que todos los hermanos tienen la misma edad y han vivido el mismo ambiente y 2) que todos los hermanos son iguales en la distribución de prebendas y lugares de privilegio o de exclusión en la familia.
En este sentido, el medio ambiente compartido simplemente no existe. Cada elemento de la familia tiene su propio microambiente.
El asunto sorprendente es que el medio ambiente compartido solo representa el 10% o menos de toda la varianza, lo que significa que en términos estadísticos es irrelevante, y señala en la dirección de que el medio ambiente exclusivo es más importante que el medio compartido, es decir que las experiencias que nos distinguen con nuestros hermanos, experiencias con nuestro propio grupo social, con amigos o iguales tiene más importancia e influyen más en nuestra personalidad que la crianza que compartimos con nuestros hermanos.
Los datos sugieren que la genética explica las semejanzas entre hermanos, o padres e hijos pero no explica las diferencias. Y tampoco lo explica el medio ambiente compartido.
Necesitamos otra cosa para explicar esas diferencias pues efectivamente el efecto de criarse en una misma familia no explica las diferencias.
Se llama subjetividad, o dicho de otra manera ¿qué hacemos cuando nos vemos sometidos a un estrés cualquiera, como nos defendemos, como lidiamos las dificultades?
Instinto, necesidad, deseo y sexualidad.-
Una de las cuestiones mal comprendidas por genetistas y ambientalistas es la cuestión central que respondería a esta pregunta ¿Qué nos hace humanos?
Lo que nos hace humanos sería respondido por unos y otros en estas dos claves 1) venimos de serie dotados genéticamente para serlo y no otra cosa y 2) lo que nos hace humanos es la sociedad, la cultura en la que nos desenvolvemos. Ambas posiciones tienen una parte de verdad pero en realidad lo que nos hizo humanos fue la adquisición del lenguaje.
Algo que nos separa definitivamente de los animales que efectivamente pueden comunicarse entre sí pero no hablan, es decir no pueden usar signos lingüísticos complejos y si no hablan no pueden pensar, ni por supuesto tener un pasado o un futuro a pesar de tener memoria. Viven en un ahora permanente y tampoco pueden tener una representación de sí mismos.
Vamos a ver qué itinerarios sigue el instinto en los humanos.
Los humanos venimos de serie dotados de un instinto de preservación individual y otro para la especie, es decir preservar la vida y reproducirse son dos mandatos que hemos heredado de nuestro pasado animal. Le llamamos fitness, es decir aptitud inclusiva. E incluye dos mandatos: sobrevivir y el “creced y multiplicaos”.
El peaje que pagamos por el lenguaje.-
La idea de que las enfermedades mentales están relacionadas en nuestra especie por la adquisición del lenguaje no es solo una hipótesis psicoanalítica sino también una hipótesis evolucionista, sobre todo relacionada con esa misteriosa enfermedad humana que llamamos esquizofrenia.
Timothy Crow es probablemente uno de los psiquiatras actuales que más saben de esquizofrenia. A él debemos una conceptualización clínica nueva que diferencia entre dos tipos evolutivos que Crow llamó el tipo I (con sintomas productivos) y el tipo II (con sintomas cognitivos deficitarios).
Crow además formuló una hipotesis genética de la esquizofrenia -que resultó ser falsa- aunque muy sugerente para seguir investigando en esa dirección y es autor de un articulo de culto sobre el tema que se tituló “La esquizofrenia como el precio que paga el Sapiens por su inteligencia” y que tambien fue publicado en español por Julio Sanjuan en “Evolución y psicopatologia” y que representa un hito en la concepción evolutiva de esta enfermedad.
Para los psiquiatras evolucionistas la esquizofrenia estaría relacionada con la adquisición del lenguaje y las capacidades de abstracción, razón por la que al principio la búsqueda de genes candidatos se limitó a los genes relacionados con la adquisición del lenguaje como el gen FOXP-2 aunque a la larga la investigación se amplió a otros genes llegando incluso al cromosoma X que es donde suponía Crow que estaba la clave del misterio.
Más concretamente Crow supuso que se trataba de un virus que habia sido “adoptado” o “fagocitado” por un cromosoma y que se habia incorporado al genoma humano. En este sentido la esquizofrenia no seria una enfermedad de la hominización sino la causa directa de la misma dado que su planteamiento supone que esa mutación drástica se produjo en algun momento anterior a la diaspora del Sapiens a a través de todo el mundo: sólo asi puede explicarse que la esquizofrenia esté distribuida por toda la tierra y representada en todas las culturas desde Alaska hasta Samoa, algo que ya el propio Kraepelin habia señalado.
Dicho de otra manera: el lenguaje ha hecho estragos en nuestro cerebro y lo hizo porque obligatoriamente instaló en nosotros la dualidad.
Por decirlo en terminos lingüisticos y siguiendo a Saussure en cada palabra hay dos elementos, un significante (S) la palabra en sí y un significado (s) que representa la interrelación entre hemisferios, es decir la conectividad cerebral de izquierda-derecha. El hemisferio derecho se especializó en dotar de sentido (significado) a las palabras en sí (significantes). Dicho de otro modo el cerebro humano está dividido, escindido entre hemisferios en el plano anatómico y entre significante-significado en el plano lingüistico, algo que tiene mucho que ver con la esquizofrenia donde parece existir una especie de disociación entre pensamiento y lenguaje. La esquizofrenia en este sentido seria una dualidad radical.
Los efectos del lenguaje sobre el instinto.-
En nosotros los humanos el instinto ha sufrido una verdadera distorsión cultural, más que cultural ontológica, puesto que nuestro instinto y -aunque nos viene de serie- no alcanza un total despliegue hasta la pubertad, por ejemplo nuestro sistema muscular no nos sirve de nada hasta que el individuo no alcanza cierta madurez, es entonces cuando puede escapar por sus propios medios de una amenaza, nuestro instinto alimentario puede estropearse por múltiples acontecimientos durante la lactancia y nuestro vinculo con la madre. Somos los únicos animales que pueden atentar contra su vida y los únicos que podemos padecer enfermedades del taxón alimentario: podemos padecer anorexia mental por ejemplo algo que seria impensable para cualquier mamífero y para cualquier persona sometida a privaciones forzadas como sucede por ejemplo en amplias zonas de Africa sometidas a las hambrunas.
Es verdad que la anorexia es un mecanismo de supresión de la actividad digestiva que podemos observar también en animales: cuando se sienten enfermos los animales dejan de comer y los pacientes deprimidos también dejan de comer por falta de apetito. Pero la anorexia mental no se debe a falta de apetito sino a la capacidad electiva de una persona para dejar de comer por los motivos que sean. En la anorexia mental y en el suicidio tenemos dos ejemplos para entender que nuestro instinto ha sido sometido a ciertas torsiones en nosotros los humanos.
Es por eso que los psicoanalistas hablan de deseo, libido o pulsión y no tanto de instinto. El instinto parece haber sido colonizado por otra cosa hasta el punto de borrar sus efectos en la conducta aunque no del todo. El fitness sigue existiendo a pesar de haber sido forzado a pasar por un filtro. Para algunos autores ese filtro es el lenguaje, es decir la manera en que pensamos y decimos.
Lo que acabo de decir tiene consecuencias muy importantes en el terreno sexual. Sexo para nosotros los sapiens no es solo reproducción, a pesar que deriva de ese mandato reproductivo y puede ser velado totalmente como sucede en la homosexualidad. La homosexualidad es un ejemplo potente de esa disociación entre sexo y reproducción a pesar de que sin reproducción sexual no habría cerebros ni deseos homosexuales.
El deseo procede del instinto: es el instinto después de haber pasado por el filtro del lenguaje y es ademas infinito en tanto que apenas se sacia vuelve a aparecer en otro lado. El deseo es un subproducto del instinto de preservación pero en su transformación pierde todo su aspecto teleológico (dirigido a un fin).
En el próximo post me propongo explicar como se comporta ese deseo a lo largo del neurodesarrollo, hablaré pues de Freud.
Bibliografia.-
Otto Dorr: La esquizofrenia como logopatia
Crow TJ. Is schizophrenia the price that homo sapiens pays for language? Schizophr Res 1997;28:127–41. (Este articulo se halla en castellano en el libro citado más arriba de Julio Sanjuan.)