Dice Serrat en una canción titulada “Esos locos bajitos” que a veces los hijos se nos parecen y es verdad que se nos parecen pero lo hacen de una forma un poco rara. Es cierto que hay rasgos, como por ejemplo sucede con algunas narices que se heredan casi como un clon, me refiero a esas narices achatadas que parecen identificar a todo un linaje, pero lo más frecuente es que los hijos tengan un cierto parecido con sus padres, si bien también es cierto que se parecen más a un progenitor que a otro. Otras veces somos una especie de mezcla azarosa de ambos, así decimos que tenemos los ojos de éste, la boca de aquel, aunque siempre en combinaciones extravagantes o caprichosas.
Más allá del parecido físico, lo cierto es que también nos parecemos a nuestros padres, en la manera de hablar, en ciertas manías, en nuestros gustos y preferencias y hasta en ser del Barça o del Madrid y este parecido se produce más bien por imitación y no tanto por obra de los genes. Si bien es cierto que mas allá de nuestro modo de vida nuestro destino está mas carca de nuestros progenitores en las enfermedades que padecemos o padeceremos.
Los hermanos gemelos univitelinos son sin duda los que más se parecen y es lógico dado que comparten el 100% de sus genes, que es mucho si los comparamos con aquello que comparten dos hermanos cualesquiera, solo un 50%. Tanto es así que el estudio de los gemelos univitelinos ha atraído desde siempre la curiosidad de los científicos, sobre todo para entender aquello que comparten tanto si han sido criado juntos como si su crianza ha sido por separado. Los gemelos univitelinos criados en distintas familias han sido perseguidos por los investigadores precisamente para discriminar los efectos del ambiente y los genes. Los investigadores siempre se han preguntado ¿Qué es atribuible al medio ambiente y qué a la genética? En este sentido los gemelos univitelinos han sido muy útiles para aceptar que la genética nos hace muy iguales más allá de los efectos de la crianza.
En este sentido es un dogma que Turkheimer escribió en tres leyes de la genética de la conducta y su significado:
1.- Todos los rasgos conductuales humanos son hereditarios.
2.-El efecto de criarse en una misma familia es menor que el de los genes.
3.- Una porción sustancial de la variación de los rasgos conductuales humanos no se explica ni por los efectos de los genes ni por las familias.
Los valores de heredabilidad de un rasgo conductual se sitúa aproximadamente en torno al 0.25-0,75, siendo la media el 0,5, lo que a efectos prácticos significa que la mitad de la variación de la inteligencia y de los rasgos de personalidad son hereditarios.
Lo lógico es que cuando hablamos de medio ambiente pensamos enseguida en la familia y en los entornos de crianza, pero “medio ambiente” es algo que va mucho más allá de eso, un niño puede haber tenido una enfermedad, un accidente o cualquier otra calamidad en su infancia que tambien debe ser contabilizada como “medio ambiente”, es por eso que los genetistas hablan de medio ambiente compartido (aquel que comparten todos los hermanos o miembros de una familia) y el medio ambiente exclusivo que difiere para cada caso particular (un hermano tuvo la meningitis y el otro no).
El asunto sorprendente es que el medio compartido solo representa el 10% o menos de toda la varianza, lo que significa que en términos estadísticos es irrelevante, y señala en la dirección de que el medio ambiente exclusivo es más importante que el medio compartido, es decir que las experiencias con amigos o iguales tiene más importancia e influyen más en nuestra personalidad que la crianza que compartimos con nuestros hermanos.
Algo de eso nos cuenta Sidharta Mukerjee en el libro del que hablé en el post anterior
Pero la novedad del enfoque de Mukerjee no está relacionada en aquello que los gemelos comparten sino en aquello que les diferencia y para ello parte de la observación de un par de gemelas univitelinas, en este caso su madre y su tía. Es interesante ver como a través de una serie de revelaciones familiares vamos entendiendo como las gemelas en cierto modo son bien distintas, una observación que cualquiera de nosotros ha podido llevar a cabo en parejas de gemelos. Los gemelos se parecen mucho pero no son iguales y en el caso de la madre y tía de Mukherjee además con distintos destinos, una con un matrimonio ventajoso (su madre) y otra con un matrimonio más bien poco exitoso. Es interesante observar por donde discurren las vidas de dos gemelos univitelinos a partir de las elecciones que hicieron cada uno de ellos en su vida.
La hipótesis de Mukherjee es que las diferencias son producidas por la epigenética, entendiendo como epigenética a una sobreescritura de la genética, son esas marcas y trazas que vamos añadiendo a nuestro genoma y que aun manteniendo la esencia de cada cual configuran diferencias a nivel del fenotipo. Otra parte considerable de estas diferencias la atribuye al azar.
Judith Harris en una psicóloga especializada en investigación bibliográfica de la que he hablado ya en este blog a propósito de su obra seminal: “Nurture and Culture”, o dicho de otro modo naturaleza y cultura. Decía en ese post anterior que:
No es solo naturaleza y cultura sino que falta al menos otro eje: el ontológico.
Y esta es mi opinión:
La mayor parte de nosotros estaríamos de acuerdo en admitir que medio ambiente es sinónimo de crianza, pero no solo de ésta sino también de todas las adversidades que pueden suceder durante la misma: la aparición de una enfermedad, la separación de los padres, la muerte de uno de ellos o un hermano, las desgracias familiares económicas o de otro cariz y en este sentido es difícil hablar de un medio ambiente compartido puesto que esta idea prejuzga 1) que todos los hermanos tienen la misma edad y han vivido el mismo ambiente y 2) que todos los hermanos son iguales en la distribución de prebendas y lugares de privilegio o de exclusión en la familia. ·) que todos los hermanos tienen el mismo poder. En este sentido existen evidencias de que un gemelo puede ser más dominante que el otro desde su época fetal
En este sentido, el medio ambiente compartido simplemente no existe. Cada elemento de la familia tiene su propio microambiente.
El asunto sorprendente es que el medio ambiente compartido solo representa el 10% o menos de toda la varianza, lo que significa que en términos estadísticos es irrelevante, y señala en la dirección de que el medio ambiente exclusivo es más importante que el medio compartido, es decir que las experiencias que nos distinguen con nuestros hermanos, experiencias con nuestro propio grupo social, con amigos o iguales tiene más importancia e influyen más en nuestra personalidad que la crianza que compartimos con nuestros hermanos. O que hay algo más.
Los datos sugieren que la genética explica las semejanzas entre hermanos, o padres e hijos pero no explica las diferencias. Y tampoco lo explica el medio ambiente compartido.
Necesitamos otra cosa para explicar esas diferencias pues efectivamente el efecto de criarse en una misma familia no las explica.
Se llama subjetividad, o dicho de otra manera ¿qué hacemos cuando nos vemos sometidos a un estrés cualquiera, como nos defendemos, como lidiamos las dificultades?
Una de las cuestiones mal comprendidas por genetistas y ambientalistas es la cuestión central que respondería a esta pregunta ¿Qué nos hace humanos?
Lo que nos hace humanos sería respondido por unos y otros en estas dos claves 1) venimos de serie dotados genéticamente para serlo y no otra cosa y 2) lo que nos hace humanos es la sociedad, la cultura en la que nos desenvolvemos. Ambas posiciones tienen una parte de verdad pero en realidad lo que nos hizo humanos fue la adquisición del lenguaje. es decir la capacidad de representarse, compartir y pensar a través de palabras.
A través del mismo transformamos lo instintivo en deseo y cada cual lo construye según sus propias reglas.
Algo que nos separa definitivamente de los animales que efectivamente pueden comunicarse entre sí pero no hablan, es decir no pueden usar signos lingüísticos complejos y si no hablan no pueden pensar, ni por supuesto tener un pasado o un futuro a pesar de tener memoria. Viven en un ahora permanente y tampoco pueden tener una representación de sí mismos.
Es por eso que estoy y no estoy de acuerdo con lo que Harris postula:
No estoy de acuerdo con su idea de que la crianza no tiene ninguna o poca influencia sobre la personalidad y destino de los individuos, pero:
La semejanza genética es responsable de que los gemelos idénticos se parezcan
más en su personalidad que los gemelos fraternos, y de que los hermanos estándar sean
más parecidos que los hermanos adoptivos. Se puede suponer que la semejanza
ambiental posee un efecto semejante, pero no es así: los gemelos criados juntos no son
más semejantes en su personalidad que los criados por separado, y los hermanos
adoptivos criados en la misma familia se parecen tanto como dos personas desconocidas
(es decir, nada).
Admite Harris que la suerte o los sucesos biológicos aleatorios pueden ser
sospechosos razonables. Sin embargo, “ atributos costosos, como la capacidad de ser
modificado por la experiencia, no serian seleccionados [en términos evolucionistas] si
las modificaciones dependiesen del azar, porque las modificaciones aleatorias tendrían
efectos aleatorios en las posibilidades del individuo de sobrevivir y reproducirse (…) mi
hipótesis es que la evolución ha hecho plástica a la personalidad para que los niños
puedan beneficiarse de la experiencia –para poder aprender modos de comportarse que
les resulten útiles en la edad adulta (…) el azar es la explicación, o la excusa, a la que
apela un científico cuando todo lo demás falla”
La tercera pista falsa reside en la interacción genes-ambiente (ni los genes, ni el
ambiente, como factores principales, son relevantes, sino que la clave es la interacción
entre ambos). Algunos psicólogos del desarrollo han comenzando a declarar
recientemente que los efectos de la crianza dependen de las predisposiciones del niño.
Si un determinado estilo de crianza posee un efecto diferente según las predisposiciones
del niño, entonces la crianza puede contribuir a diferenciar a los niños de una misma
familia. Sin embargo, ¿por qué son entonces diferentes individuos genéticamente
idénticos criados en el mismo hogar? Aunque poseen las mismas disposiciones (idéntico
genotipo) por lo que deberían reaccionar igual a las mismas condiciones, resulta que
cuando se controla el efecto de los genes, las diferencias que separan a los gemelos son
tan grandes como las diferencias que separan a los hermanos estándard.
Harris pone el énfasis en el desarrollo social, ahí están las diferencias, algo que yo comparto y aquí es donde entra en juego el azar, un amigo que no se compartió, la influencia de una idea que el gemelo no pensó, un amor que no pudo ser, una caída en bicicleta que tuvo uno pero no el otro, etc.
Lo que configura una subjetividad cuando podemos controlar los genes (y aquí lo están en tanto que estamos hablando de gemelos) es la ontología, el desarrollo del ser. Cada cual tomó su propia bifurcación y siguió su propio camino a pesar de las semejanzas.
Bibliografía.-
No hay dos iguales. Judith Rich Harris. Traducción de J. Rus y M. Lacruz. Funambulista. Madrid, 2015. 488 páginas.
Una entrevista con Judith Harris