Forclusión es un término propuesto por Jacques Lacan para explicar las psicosis. Como es sabido Freud no trató nunca psicóticos pero si pergeñó una teoría las de estructuras donde a cada una de ellas le correspondería un mecanismo concreto. Así a la neurosis le correspondería la represión, mientras a la psicosis le correspondería el término werwerfung que puede traducirse como “desmentido”.
Freud construyó esta hipótesis en función de un caso literario, “Las memorias del Dr Schreber”, que fue un juez alemán, hijo de un exitosos y conocido medico rehabilitador que a raíz de una serie de escaladas en su vida laboral sufrió una paranoia (hoy hablaríamos más de una esquizofrenia paranoide a pesar de su desencadenamiento tardío) que le indujo a creerse “la mujer de Dios”, de ahí procede la celebre teoría de que la paranoia seria debida a una supuesta homosexualidad latente que el propio Lacan se ocuparía de rebatir al sustituirla por la teoría del “empuje hacia la mujer” de la que hablaremos otro día.
Lacan amplió y de alguna manera sustituyó la werwerfung por la forclusión, que viene a decir que hubo algo que se expulsó del foro. Forclusión= foro+ clusión. Algo ha sido eliminado de su inscripción inconsciente. Para Lacan este algo es un significante primordial, es decir un significante muy importante. A este significante expulsado le llamó “El nombre del padre”.
Y es muy importante porque este significante es el inicio del resto de significantes, algo así como el significante rey que da inicio a la cadena de significantes con la que nos representamos el mundo. Es por eso que Lacan llama a este despliegue de significantes, la Ley, que no es otra cosa sino las leyes gramaticales por las que -queramos o no- discurre nuestra vida psíquica, pues es obvio que existe aquello que podemos representarnos con palabras y este despliegue de palabras tiene leyes semánticas y sintácticas. Ese orden o Ley permite que el lenguaje sea capaz de construir metáforas y metonimias. El nombre del padre es una metáfora, la metáfora paterna, que podemos pensar a través de desplazamientos y condensaciones, así es como se despliega la cadena del lenguaje. Es interesante además saber que para Lacan el inconsciente no es un lugar sino que es precisamente todo él, lenguaje.
De manera que una falla en el despliegue de esta cadena de significante obviamente llevar al sujeto con esta falla a un marasmo explicativo de si mismo. Una persona así no podría entenderse ni hacerse entender por un ciudadano que hable el mismo idioma.
No todos los profesionales utilizamos este concepto (solo los psicoanalistas lacanianos), yo mismo tampoco lo uso con frecuencia porque no estoy seguro de que tenga nada que ver con la psicosis, pero es un concepto que me gusta y que estoy seguro gustará al lector cuando les explique en qué consiste y les ponga algunos ejemplos de forclusiones que podrá aplicar a su propia experiencia de vida.
Ejemplos de forclusión.-
Imagine que usted vive con su pareja en una ciudad y tiene tres o cuatro hijos (no importa el numero). Por razones de su trabajo o el de su mujer ambos están obligados a vivir separados viéndose de tarde en tarde. Los niños permanecen con la madre. ¿Qué sucede en una familia así?
Bueno, pueden suceder muchas cosas que no tienen nada que ver con la forclusión sino con la distancia. Lo que tiene que ver con la forclusión es la no implicación emocional y afectiva usualmente por parte de uno de los progenitores. Diríamos que hay uno de ellos que o bien por decisión propia o bien por las circunstancias no participa en la vida familiar emocionalmente hablando. Esta situación de no-involucración puede ser por dos razones A) o bien uno de los progenitores no está interesado en absoluto en sus hijos en cuyo caso hablaríamos de una forclusión egosintónica o B) bien, uno de ellos (usualmente al padre) es expulsado por el otro miembro de la vida afectiva de la familia que se apropia de los hijos en exclusiva.
Este tipo de dinámica familiar era antes mucho más frecuente que ahora, me refiero al reparto de roles tradicionales en el interior de la familia. No era raro en tiempos de mis abuelos e incluso de mis padres, que los padres no participaran en la vida de sus hijos. Las mujeres se ocupaban de la familia y la casa y los hombres de su trabajo y la vida social. Esta es una posición egosintónica, y lo es mientras los dos miembros de la familia mantengan este pacto, pero puede romperse y se rompe usualmente o bien por las vicisitudes laborales del padre o bien por la incomodidad creciente de la madre en una vida monótona y gris. En un escenario de este tipo no hay una forclusión completa: el padre puede existir más allá de su ausencia que en cualquier caso depende de la consideración de su esposa: de si tiene o no tiene una marido interno, es decir su propia metáfora paterna.
Un ejemplo mucho más extremo de este mecanismo de forclusión , en este caso impuesta es lo que hoy se conoce cono síndrome de alienación parental. Donde usualmente la mujer expulsa al padre no solo del hogar sino también de la estima de su hijo socavando la necesidad y el cariño del niño o bien devaluando gradualmente el recuerdo del padre ausente, probablemente tras un divorcio complicado. El niño es usado como moneda de intercambio vengativo y aunque este síndrome aun no está aceptado por los consensos internacionales, es obvio que existe si bien sus consecuencias son inciertas. Se trata de una verdadera forclusión forzada es decir no es un trastorno psiquiátrico en si mismo sino un termino jurídico que no puede entenderse sin operar con el concepto de forclusión.
Y no olvidemos que la forclusión es una expulsión. Y no olvidemos tampoco que se trata de una expulsión del padre, y de la patria potestad como se decía antes. Hemos de recordar ahora que la forclusión afecta siempre al padre y es así porque es el padre lo que opera como metáfora. Seria imposible forcluir a la madre, pues la madre está más acá de la metáfora. La madre esta en la naturaleza, el padre en la cultura.
La función del padre consiste en separar madre e hijo e introducir al niño en la cultura y en la Ley. La función del padre consiste en no dejar que su hijo haga lo que quiera o que consiga siempre sus caprichos y solo puede hacerlo a partir de una aceptación de esa potestad por la madre y por supuesto del hijo. El padre no puede operar como metáfora paterna si él mismo es un niño o bien cuando ya ha sido rechazado y expulsado, o se ha autoexpulsado del hogar viviendo una vida “como si” fuera todavía un niño. Pues un padre es aquel que ya no es un niño. Peter Pan no podría ser padre aunque tuviera hijos con Wendy. Sin embargo Wendy podría cumplir su papel de madre sin cambiar nada de sí misma.
Se me ocurren muchos ejemplos de forclusiones intermedias en ciertos núcleos familiares tanto actuales como pasados. Es casi imposible que ambos progenitores se involucren de forma similar en la crianza de los hijos. Es obvio que aquí la igualdad es imposible, siempre habrá uno que romperá la igualdad poniendo más esmero que el otro en la crianza de sus hijos. Pero aquí no se trata de respetar la equidad en los esfuerzos, de lo que se trata es de conservar los roles que operan en el inconsciente y es bueno recordar que el padre siempre opera como metáfora, lo que no le imposibilita para cuidar, alimentar o vigilar a sus hijos como haría una madre. Un padre puede hacer de madre, pero una madre es muy complicado que ejerza de metáfora paterna sin renunciar a su esencia maternal, pues una madre es aquella que amará a sus hijos hagan lo que hagan, lo que debilita su posición en relación con la Ley.
Hoy hablamos de familias desestructuradas cuando el poder deja de ser funcional y piramidal y se convierte en transversal y disfuncional, allí donde los hijos tienen más poder que los padres y/o el padre ha desaparecido o vive una vida errante con entradas y salidas del campo familiar añadiendo incertidumbre y confusión. Allí donde se encuentre este fenómeno podemos empezar a pensar en la forclusión.
Personalmente no creo que la forclusión sea la causa de la psicosis pero creo que es uno de los fenómenos que causan mayor malestar y disfunciones psicológicas en los adolescentes de hoy necesitados cada vez de limites más claros debido a un exceso de oferta de goces que no operan desde el deseo sino desde el capricho.
Lo mejor seria no forcluir la forclusión, me refiero al “concepto” que es uno de esos conceptos malditos que parecen haber sido sustituidos por otros políticamente más correctos. Me pregunto cuantos pacientes son diagnosticados de apegos patológicos y que en realidad son hijos de padres expulsados del edén. Niños que viven sin metáfora paterna.