El miedo es una emoción ancestral que nos viene de serie y es filogenéticamente más antigua que nuestra propia especie. El miedo ha prestado en toda la escala animal buenos servicios a todas las especies que la poseen o dicho de otra forma, el miedo es una emoción muy adaptativa que nos permite sobrevivir, predecir y eludir amenazas y peligros de distinta índole.
Pero no todos los individuos somos igualmente miedosos, los hay hipofóbicos y los hay muy temerosos y asustadizos, es algo que viene en nuestro temperamento y que ya podemos observar en bebés de pocos días. El miedo es una emoción innata que como la rabia viene impresa en nuestra paleta emocional del mismo modo que otros instintos, como hozar, sobresaltarse, estornudar, bostezar, succionar o llorar.
El miedo está emparentado (ver el mapa de las emociones que preside este post) con otras emociones vecinas: la vergüenza, la culpa, el desprecio, la perdida, la tristeza, el asco y la ansiedad son las más cercanas, un poco más alejadas tenemos el pánico y la rabia, todas ellas clasificadas como emociones negativas en el sentido de que pueden dar lugar a disfunciones, malestar y enfermedad. En el costado derecho hay un mapa de emociones positivas que rara vez dan lugar a malestar y patologías, en medio una serie de funciones neurofisiológicas que no son exactamente emociones pero muy relacionadas con la homeostasis corporal (como el hambre o la sed) y abajo a la derecha las más cognitivas de entre ellas y que también son pro-activas como el recuerdo o el olvido. Cada una de estas emociones tiene una función evolutiva como podemos leer en este post donde podéis consultar las funciones que cada emoción lleva a cabo en nuestra supervivencia y reproducción (fitness).
Las emociones que están en la parte superior izquierda como el miedo no se regulan solas (como el hambre o la sed) sino que precisan de cierta ayuda para que el individuo aprenda a auto-regularse. Esta ayuda procede de los cuidadores, más concretamente de la madre. Es la madre la que se sincroniza con su bebé y así durante el primer año (que es vital para la vida de cualquier bebé) ayuda a negociar las emociones simples que en este periodo van apareciendo, básicamente el miedo y la rabia, pero también el aburrimiento o el dolor. La madre y los cuidadores “se hacen cargo” de estas emociones tramitando su gestión y ayudando al niño a hacerlo por si solo paulatinamente. Los temores más precoces son el miedo al extraño, el miedo a la separación y el miedo a la oscuridad. El miedo al abandono es un poco más tardío.
En este sentido podemos hablar de tres tipos de cuidadores:
1.- Los que son competentes para regular a sus bebés, comprenden el llanto y las necesidades del mismo y actúan en consecuencia proveyendo tranquilización. Dentro de este grupo hay que distinguir a aquellos cuidadores que siendo responsables y competentes para el cuidado no regulan bien su estado de ánimo y son -a su vez- asustadizos, tímidos, preocupados o miedosos.
2.- Los que son competentes pero poco fiables en el sentido de no estar disponibles, ser descuidados, imprevisibles o negligentes.
3.- Los que representan por sí mismos una amenaza.
Cada uno de estos modelos de cuidadores generan un estilo de apego bien distinto: los cuidadores tipo 1a generan confianza básica y por tanto un apego seguro. Un apego seguro significa que el niño crecerá en un entorno donde podrá explorar su medio ambiente con la seguridad de que puede volver y re-encontrar a sus cuidadores donde les dejó. Los cuidadores tipo 1b generan apegos ansiosos en el sentido de que el niño aprende bien pronto a restringir su campo de interés y a pegotarse o ser demasiado dependiente de ellos.
Los cuidadores tipo 2, son en cierta manera impredecibles y poco confiables, el niño desarrollará un apego evitativo en el sentido de que tenderá a regularse por si mismo, fiándolo todo a sus propias fuerzas o bien se alejará de ellos paulatinamente buscando otros apoyos afectivos confiables.
Los cuidadores tipo 3, por fin representan en si mismos una amenaza y generarán apegos desorganizados donde se darán cita estrategias de control, pegoteo y evitación alternante.
Alostasis del miedo.-
Aquellos de mis lectores que leyeron el post anterior ya estarán familiarizados con los conceptos de homeostasis y alostasis, de manera que no voy a insistir en definir que es alostasis y me limitaré a decir que el miedo como cualquier otra variable biológica se regula a través de un complejo sistema que podemos denominar para entendernos “control” que está emparentado con el concepto “locus de control“.
El control es la forma en que nosotros tramitamos nuestro miedo y lo ajustamos a la realidad externa o interna a fin de que sus expresiones sean lo más adaptativas posibles, es decir que exista una relación proporcional entre los estímulos amenazantes y la respuesta fisiológica. De lo que se trata es de minimizar el impacto de ciertos estados mentales que por si mismos pueden desorganizar al sujeto si son muy intensos como sucede en el ataque de pánico. He de decir en este momento que “nombrar las cosas”es decir la adquisición del lenguaje nos separó del determinismo puro de la naturaleza y en este sentido fue el mejor remedio para tramitar con nuestros miedos ancestrales. La simbolización es el primer agente anti-fóbico que encontró nuestra especie.
Con el control lo que hacemos son fundamentalmente dos cosas, o bien lo dejamos en manos de otros, como sucede en todos los individuos con un estilo de apego ansioso o bien nos hacemos cargo de él por nuestra cuenta si no podemos confiar en los demás. En este sentido existen personas controladoras y personas delegadoras de control.
La persona que controla excesivamente su medio ambiente o a si mismo gasta mucha energía en ello, su carga alostática es muy alta y es muy posible que se fatigue demasiado en asegurar un entorno predecible, pues es predictibilidad lo que busca el controlador. Este cansancio se traduce en múltiples problemas de dolor y fatiga crónica por sobrecarga alostática. No sabe duda de que ese cuadro que llamamos fibromialgia (antes llamado neurastenia) tiene mucho que ver con esa necesidad de control que procede naturalmente del miedo, ese miedo a lo desconocido, a lo incontrolable a lo impredecible. Es obvio señalar que el controlador siempre fracasará en sus intentos de predecir los riesgos y las amenazas de la vida, que es en este sentido, impredecible. Abandonar conscientemente parte de ese control siempre será una buena estrategia terapéutica.
Itinerarios del miedo.-
Hace unos días llevé a cabo una pequeña encuesta en twitter para conocer los estilos (algunos estilos) del miedo, es decir cómo se constela el miedo en las personas comunes y me encontré algo que ya esperaba: las fobias simples son muy frecuentes, el 31% de las personas comunes viven con alguna fobia. Afortunadamente se trata de fobias que no interfieren gravemente con la vida diaria: se trata de temores relacionados con nuestra evolución como especie: las ratas, los perros, los insectos, las serpientes, las tormentas, etc. Dicho de otra forma: se teme el daño que estos animales pueden causar o bien se trata de fenómenos incomprensibles para una mente pre-racional como las tormentas. Son de poca monta por así decir, pues la probabilidad de encontrarse con un animal peligroso de este tipo en nuestro entorno es muy baja, en este sentido este tipo de fobias son “económicamente” eficientes en el sentido de que representan buenas perchas para colgar los miedos infantiles que quedaron sin tramitar. Casos mas perturbadores son la fobia a los aviones (si uno ha de viajar) o a conducir si uno depende de un automóvil para moverse.
Pero para mi lo interesante de esta encuesta era averiguar el porcentaje de personas hipofóbicas (temerarios) que andan por ahí como población general y que rondan el 10%. Era lo esperable a pesar de que esa encuesta carezca de validez estadística. También es interesante observar como los muy miedosos rondan también el 10%.
Es lógico porque ser muy miedoso es difícilmente asumible y gobernable, el miedo no es algo que suceda en el vacío, sino que está sometido a esa especie de gravedad que llamamos alostasis y es por eso que siempre hay un apellido detrás del miedo, se tiene miedo a algo o de algo. Pero existe otra razón por la que el miedo en estado libre es difícil de mantener, las personas miedosas son catalogadas como cobardes, el miedo es siempre indigno y ha de disfrazarse de una manera u otra, el miedo o ser miedoso es un tabú. Es por eso que el miedo utiliza disfraces.
Los disfraces del miedo.–
La mayor parte de los miedosos tienen alguna fobia simple de esas fácilmente manejables; si no estamos condenados a la exposición incluso podemos disimularla toda la vida. Pero la mayor parte de los miedosos en realidad son evitadores del daño, una variable biológica temperamental que nos viene de serie y que puede medirse a través del modelo de Cloninger. Las mujeres por lo general puntúan más alto en evitación del daño que los hombres por razones evolutivas: los hombres han de demostrar valentía y disposición si quieren reproducirse, las mujeres no la necesitan, es por eso que las conductas de riesgo siempre serán más frecuentes en los hombres que en las mujeres, así como los alardes y la fanfarronería.
El miedo a la exclusión social, debemos a W.D. Hamilton nuestro conocimiento actual sobre los riesgos del ágora: a través de su su teoría sobre la geometría de las manadas. intuyó que en las marchas nomádicas de ciertos rebaños de herbívoros existía un orden casi militar de desfile. Para mí lo importante de su formulación reside en la descripción que hace de los lugares de honor en esa marcha que no son otros sino el centro. La periferia de esta columna es ocupada por aquellos sujetos prescindibles desde el punto de vista del rebaño: los viejos, los heridos, los huérfanos o las climatéricas son los individuos que son desplazados a estos lugares de riesgo y los que pierden la vida con mas facilidad en su trashumancia por las praderas africanas.
Este hallazgo -aunque parezca banal- tiene una enorme importancia en psicologia humana porque entronca con uno de los temores humanos mas conocidos y universales: el miedo a la exclusión social. Y cuenta además con una patología especifica: la agorafobia o el miedo a los lugares abiertos como sustituto simbólico del riesgo de la exclusión y /o la muerte.
Naturalmente no hace falta ser muy miedoso para desarrollar un trastorno como la agorafobia, pues el miedo se halla bien a cubierto y disfrazado por aquello que se evita: andar solo por ciertos lugares. Del mismo modo no hace falta ser conscientemente miedoso para desarrollar una somatización cualquiera. En el post anterior ya conté como ciertos órganos son verdaderas dianas para el miedo, concretamente el corazón (en lo simpático) y el intestino en lo parasimpático. Existen intestinos miedosos como cuenta Arturo Goicoechea en su blog destinado a síndromes “miedosos” como la jaqueca y la fibromialgia. No hace falta ser miedoso para desarrollar un colón irritable o una migraña, basta con haber sido capaz de pasar el miedo al polo físico, algo que algunos de nuestros pacientes hacen de forma excelente.
En síntesis hay dos formas de enfrentar el miedo: la evitación y el control. Ambas con una inmensa carga alostática.
Por eso hay que evitar evitar y evitar controlar.
Si se puede claro.
Bibliografia:
WD. Hamilton: “Geometria de la manada egoista”. J. theor. Biol. (1971) 31, 295-311.
Bowlby,J. (1969). Attachment.New York:Basic Books.
Ekman, P. (1992). Are there basic emotions? Psychological Review,99,550-553
Ekman, P.,& Davidson, R.J.(1994) The Nature of Emotion. New York:Oxford University Press
Keltner, D.,&Haidt,J.(2001). Social functions of emotions. In T.Mayne & G.A. Bonnano (Eds.) Emotions: Current issues and future directions. New York:Guildford Press. (pp.192-213)
Keltner,D., Haidt, J., & Shiota, L. (2006). Social Functionalism and the Evolution of Emotions. In M. Schaller, D.Kendrick, & J. Simpson (Eds.)Evolution and Social Psychology pp.115-142.