Discordia es una deidad griega ya señalada por Hesíodo en su Teogonia pero que conocemos bien y mejor por su intervención en la Ilíada de Homero; entre sus vicios más importantes estaba la facultad de tejer líos entre las personas, tanto es así que se le atribuyen -entre otras maldades- el desencadenamiento de la guerra de Troya.
La manzana de la discordia ha quedado desde entonces como explicación de esos conflictos que parecen banales pero que al final se tiñen de consecuencias dramáticas.
Para conocer mejor la historia véase el Juicio de Paris.
Hoy llamamos discordia no a una diosa o principio primordial (anterior al orden olímpico) sino a:
Dicho de otro modo: para que pueda existir “discordia” ha de haber “desacuerdo” entre personas que conviven y se relacionan, es decir que dependen unas de otras.
De manera que es muy fácil sembrar la discordia entre compañeros, parejas, padres e hijos, cónyuges. amigos y países. Pues motivos para el desacuerdo nos sobran a todos en cualquier tiempo y lugar. Es por eso que sembrar discordia es muy fácil, mucho más que procurar concordia.
Hoy la discordia se crea básicamente con la propaganda, pues la propaganda es un arma de guerra que no debe confundirse con la publicidad. La publicidad trata de vender o anunciar algo, presentar un producto a la comunidad de consumistas, pero raramente pretende ofender a nadie. La propaganda por el contrario trata de dividir el mundo en dos: los nuestros y los otros, y coloca siempre a los otros, como equivocados, farsantes, ignorantes o locos. Las fake news, obviamente también son propaganda, desinformación o ruido.
Dicho de otro modo: la propaganda opera en los cerebros individuales como la disociación: divide el mundo en dos a través de opiniones, de ideologías, de odios, de adhesiones y devociones, nos permite identificarnos con un grupo de vencedores con sus valores o de vencidos con sus rencores. Nos permite dividir el mundo entre Nosotros y ellos. Lo que crea un cemento de unión invisible pues todos queremos ser parte de algo, pertenecer a algo más grande e importante que nosotros mismos, queremos estar en ese Nosotros y que no nos tomen por uno de Ellos. Lo mejor para Nosotros seria eliminar del todo a Ellos y borrar así definitivamente la odiosa interferencia de la otredad.
Luz de gas.-
Luz de gas es una película de 1940 en la que un hombre trata de enloquecer a su esposa a través de una serie de trucos y es el término informal para definir una serie de estrategias domésticas para el dominio de un miembro sobre el otro, usualmente por parte del hombre hacia la mujer (o de un progenitor frente a su hijo) y es equivalente a lo que entendemos como violencia doméstica, maltrato doméstico, abuso emocional y en su grado más grave, crímenes de género.
“Luz de gas” es también una estrategia de tortura (consciente o inconsciente) que consiste en llevar a cabo acciones destinadas a socavar el principio de realidad de la víctima al mismo tiempo que se niega la autoría de tal estrategia. Algo así como un asesinato de la percepción, un percepticidio. Algo así como “no lo hice yo”, o “no fue mi propósito” o “lamento que lo hayas tomado así”.
“Luz de gas” es lo que hace la propaganda en nuestro cerebro, nos asesina el sentido común, nos mata la percepción sobre todo cuando tenemos que elegir entre lo verdadero y lo falso, lo que sucedió y lo simulado, entre lo imaginado y la realidad. La propaganda asesina nuestro principio de realidad, hasta tal punto de que podemos creernos autores de un crimen que nunca hemos cometido (ver Mystic River) y al contrario: minimizar el daño u olvidarnos del todo del mal que hemos ocasionado.
La estrategia es bien conocida: se trata de polarizar el mundo entre hombres y mujeres, negros y blancos, musulmanes y cristianos, catalanes y españoles, etc. Dado que siempre habrán tensiones entre estos pares, de lo que se trata es de conseguir elaborar una teoría que les enfrente definitivamente: los hombres oprimen a las mujeres, los blancos a los negros, los heterosexuales a los homosexuales, y los españoles a los catalanes. Y llevar la polarización al paroxismo.
Lograr enfrentar a los sexos entre si, a las religiones entre si, a los pueblos y regiones de un país para así poder dividir más y mejor a sus ciudadanos, enfrentados en esa manzana de la discordia que encarna la pizpireta y manipuladora Eris.
De lo que se trata es de que no haya consensos, ni lugares comunes, de que la opinión publica esté confundida y fragmentada, que no haya mayorías, que no haya familias cohesivas, que no haya hogares sino lugares de paso, que no haya conformidad con lo inevitable, que no podamos identificar al enemigo, que destruyamos y desacreditemos a los que piensan de forma disidente. Son Ellos.
Hay muchas razones para que hombres y mujeres tengan problemas entre ellos, ambos sexos no son simétricos aunque solemos decir que son complementarios (sólo lo son si no hay disconformidades graves entre ellos). No somos simétricos y tenemos distintos intereses, que se manifiestan en el deseo, en nuestras estrategias reproductivas, en nuestra manera de ver el mundo, en nuestras necesidades profundas, en los riesgos que tomamos, en el dinero que manejamos, en la previsión del daño y las consecuencias. No somos simétricos porque tenemos distintas manera de entender la vida y de priorizar unos valores (y vicios) sobre otros, tenemos distinta naturaleza. Es por eso que la evolución inventó el amor, sin amor las colisiones entre sexos serian mucho más frecuentes y graves. Tienen algo de razón las feministas radicales cuando dicen que el amor es un invento patriarcal y que el amor nos ata, pues de eso se trata: de que ate lo que puede fácilmente desatarse. Más o menos, porque el amor es en cualquier caso una adaptación ancestral y en absoluto, un invento de los hombres.
El amor debe considerarse un relé, como es el respeto, la buena educación, la compasión, la tolerancia, etc, es decir mecanismos inhibitorios de la discordia. Vivir en sociedad requiere constantemente olvidar los agravios que todos recibimos a lo largo de nuestra vida. El amor es un mecanismo similar que fortalece los vínculos impidiendo que Discordia asome la nariz.
Crear discordia entre los sexos es muy fácil, basta con hacerle creer a uno de ellos que estuvo mucho tiempo en desventaja y darle ahora la oportunidad de un ajuste de cuentas. Eso está pasando ya hoy en nuestro país. Los sexos se polarizan pero a más polarización lo que viene sucediendo es que los hombres son cada vez más femeninos y las mujeres más masculinas. Es algo paradójico porque las mujeres toman a los hombres como referentes y quieren ser como hombres a la vez que pelean contra ellos y les devalúan, Es como si hubieran fracasado a la hora de crear un modelo de mujer femenina y se hubieran conformado con el andrógino. No cabe duda de que la asignatura feminista pendiente es la de crear un modelo de mujer atractivo para las niñas.
Este es un ejemplo de la disociación que sucede en el esquema corporal de algunas mujeres: existe un alter disociado que aparece en es el espejo y que es gordo mientras que el original ni es hombre ni es mujer (es andrógino).
Naturalmente esta polarización no es un fenómeno espontáneo que haya surgido de la nada, es un fenómeno que ha sido pensado, financiado, divulgado y construido desde una cierta ingeniería social y sostenido por distintos gobiernos en Europa sobre todo. Ya he dicho que es un fenómeno de propaganda y que se basa en la capacidad humana de disociarnos de la realidad en función de las demandas del ambiente y de nuestro apetito de pertenecer a algo.
En mi próximo post seguiré escarbando en esta agenda y veremos si existen paralelismos entre distintas subagendas.