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Más acá del Edipo (VIII)

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Aquellos lectores que hayan llegado hasta aquí después de leer todas las vicisitudes que la libido recorre en su camino hacia “la frontalización” es decir ese camino que recorre siguiendo el neurodesarrollo ya habrán caído en la cuenta de que el llamado complejo de Edipo es el eje de torsión sobre el que el ser humano va a girar durante toda su vida, tratando de discriminar qué parejas son potencialmente sexuales y cuales otras son familiares y por tanto prohibidas. Hay que hacer notar que las prohibiciones edípicas afectan tanto a los hombres como a las mujeres: a los primeros marcando lineas rojas sobre la disponibilidad y no disponibilidad de ciertas mujeres y a ellas restringiendo su libertad sexual, pues no hay nada tan perturbador para ese orden que llamamos “patriarcado” que una mujer promiscua, un pederasta o un violador.

No es de extrañar pues que la monogamia fuera la solución mejor para asegurar un buen reparto de mujeres al tiempo que aseguraba un conocimiento de qué hijos son de uno y qué hijos son de otro, pues los hombres están poco interesados en trabajar para alimentar a hijos ajenos, al tiempo que aseguraba para las mujeres y su prole asistencia, alimentación, cuidado y protección. Es por eso que la monogamia ha tenido tanto éxito en nuestra especie a pesar de partir de un entorno de promiscuidad ancestral. 

Aun existen algunas tribus que practican una especie de matrilinealidad como conté en este post sobre las islas Trobiand descritas por Malinowsky; en aquellas latitudes de Nueva Guinea no había Edipo, ni aparentemente coerciones sexuales pero tampoco cultura propiamente dicha, de manera que sugiero a los lectores de este post visionar aquel donde doy una mala noticia: no existe alternativa al patriarcado.

Pero lo cierto es que todos los patriarcados no son iguales, de manera que para entendernos llamaré “primitivo” al patriarcado que aun existe en algunas culturas del desierto, patriarcado moderno al que inauguró la ruptura con el viejo régimen y el patriarcado postmoderno que es el que actualmente podemos observar en todo occidente coexistiendo con nichos de población que aun no han sido seducidos por él . Una de las maneras de clasificar estos “patriarcados” es a través de la condición social y legal de la mujer. Así aun hoy. en algunos países a las mujeres se las obliga a ir cubiertas por la calle, no pueden andar solas o conducir, etc. En el patriarcado moderno las mujeres tienen derechos similares a los de los hombres y derecho al voto (en algunos casos muy reciente como el caso de Suiza, un derecho que se alcanzó en 1991). El patriarcado postmoderno es aquel donde el hombre ha perdido totalmente el control -no ya de la sexualidad de sus parejas , hijas e hijos- sino también el control sobre su propia sexualidad.

De manera que cuando hablamos de Edipo estamos hablando del patriarcado moderno y es muy probable que nosotros los adultos que alcanzamos la mayoría de edad en los 70 seamos los últimos representantes de sujetos edípicos propiamente dichos, pues el levantamiento de las coerciones sexuales que comenzaron en los 80-90 no son sino la expresión del debilitamiento de la función paterna, algo que podemos medir a través del temor que nos inspiraba nuestro padre. No es que todos hayamos tenido padres violentos  o agresivos sino que de la propia autoridad emanaba una amenaza que suscitaba el temor en los niños varones. Una amenaza informe que entre nosotros -los psicoanalistas- llamamos castración.

Y hay que reivindicar aquí el papel del temor a la autoridad, pues junto a la culpa se trata de un potente inhibidor de las conductas transgresoras y peligrosas.

En este sentido me gusta recordar una frase de Jesus Maestro que nos puede servir de guía para entender como el debilitamiento del patriarcado a través de Edipo explica en gran parte la aparición de patologías nuevas, más cercanas al marasmo, la irracionalidad y la anomia que la inhibición neurótica o el frenesí psicótico.

“La desaparición del temor no nos hace valientes sino temerarios es decir vulnerables”

Pero de este tema hablaré en un próximo post puesto que en este me gustaría volver sobre el Edipo clásico recordando que toda la patología mental clásica descansa sobre este dilema. Edipo clásico significa que hay un padre de la potencia, una madre subordinada a él pero igualitaria en derechos (como sucede en todo el mundo cristiano) y un orden social que reproduce en todas sus estructuras esta jerarquía.

El Edipo en tres tiempos.-

Fue Jacques Lacan el que trató de resignificar el concepto edipico de Freud, al proponer un Edipo en tres tiempos. Para entenderlo mejor trataré de recapitular tres escenarios que los que ya he hablado en esta serie de post. Tres escenarios que son en realidad hitos de la maduración, aunque cada hito tiene una parte sombría: las dificultades que el niño atraviesa en cada una de ellas. Así hablare de tres hitos:

  • La separación del niño de la madre.
  • El descubrimiento del padre fálico.
  • La simbolización del falo.

Este es el itinerario completo que siguen niños y niñas incluidos a los de hoy que no por ser postmodernos dejan de poder simbolizar “lo que les falta” es decir el falo. Es a través de este itinerario como el niño convierte un Yo primitivo que es en realidad imaginario pues está relacionado con el “deseo del otro”, en este caso de la madre hasta un sujeto deseante que se escribe así, $, una S barrada, que es la forma simbólica de representar el sentido de la adquisición por parte del niño de  su subjetividad, antes de ser sujeto, el niño no es sino un apéndice de su madre y es por eso que Lacan propone diferenciar el Yo, del Sujeto, ya simbólico.

Lacan formuló esta idea en forma de tres anillos entrelazados (nudo borromeo) para describir los tres registros de la mente: lo Real, lo imaginario y lo simbólico. De lo real no voy a hablar ahora porque es un registro difícil de pillar y me voy a limitar a una breve descripción de lo imaginario y lo simbólico en relación con el complejo de Edipo.

Como el lector ya habrá podido adivinar en los tres tiempos de Edipo hay dos fases imaginarias y una fase simbólica de resolución que termina con la identificación no con el padre sino con lo que él representa la Ley. Freud llamó a este fenomeno relacionado con la conciencia moral Superyó, Lacan habla de la Ley.

En lo imaginario hay imágenes, en lo simbólico letras y cifras pero no hay que confundir el registro imaginario con la imaginación que denominamos fantasía o ensoñación sino con un registro ontológico donde “todo es posible” puesto que está gobernado por el pensamiento mágico y la omnipotencia que el niño extrae de su narcisismo primario. El registro imaginario es mucho más divertido pues no contiene prohibiciones aunque si algunos temores como la separación, el miedo al extraño, o la fustración de la que ya hablamos cuando abordamos los “terribles dos años”.

De manera que el niño ya sabe -a medida que va progresando en su exploración del ambiente que existen coerciones. A estas coerciones primarias le llamamos Yo ideal que es también imaginario y no contiene inhibiciones sino promesas y señuelos de goce. No confundir el Yo ideal con el Ideal del Yo que ya es simbólico y representa la ley paterna tal y como definí mas arriba. El Yo ideal es un precursor del ideal del Yo, del mismo modo que el padre fálico es el antecesor del padre simbólico.

Un padre simbólico que aparecerá por identificación secundaria (la primitiva identificación es con la madre) en aquel tiempo donde aun no había separación y ambos eran Uno.

¿Pero identificación con qué?

No se trata de identificarse con un rasgo del padre o con su profesión o carácter se trata de algo más profundo: identificarse con la Ley que el padre representa a sabiendas que el propio padre está sometido a esa misma ley y que en definitiva todos estamos castrados, es decir incompletos y es precisamente por eso que somos sujetos deseantes y poseemos una subjetividad diferenciada de cualquier otro, ya no somos un espejo sino una roca. Hemos alcanzado el nivel de lo simbólico que no hay que confundir con la capacidad de simbolizar: cualquier persona educada es capaz de simbolizar aun viviendo en un mundo imaginario. Alcanzar el nivel simbólico es aceptar la castración y termina la maduración de la libido.

Ahora bien, no hay que imaginar estos estadíos como escalones autónomos e independientes donde una vez alcanzado el más alto ya estamos a salvo de cualquier penalidad. la posibilidad de volver atrás (regresión le llamó Freud) es muy posible y frecuente, al fin y al cabo el registro simbólico es muy vulnerable y muy fácil de sortear, es además aburrido y convencional, es por eso que la vida de la mayor parte de los humanos es un continuo balanceo entre avances y retrocesos, hacemos paradas y regresiones puntuales a lugares más plácidos o cómodos.

Pero no tenemos más remedio que comprometernos con estos escalones que representan en sí mismos el peregrinaje de la humanidad: una búsqueda continua de volver al origen después de esa aventura que fue la vida para los que tomaron riesgos.

 


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