Cuando yo era niño no había calefacción central, tampoco había estufas salvo un brasero de orujo que presidía aquella camilla donde hacíamos la vida en invierno, allí estudiaba, comíamos y cenábamos. El brasero era nuestra única fuente de calefacción, descontando aquellas bolsas de agua para calentar la cama.
Más tarde inventaron las estufas de gas butano, aquellas que tenían tres hornillos y que usualmente manteníamos enchufado solo uno para no gastar demasiado gas. En algunos lugares había calefacción central con calderas de gas oil pero en los hogares corrientes no solía haber este tipo de artilugios.
Lo que supuso un hallazgo no fue la estufa eléctrica que vino s sustituir al gas butano sino el termostato. Un aparato que conectado a cualquier estufa la apagaba cuando la temperatura ambiente superaba la temperatura con que la habíamos programado. Fue un invento extraordinario porque nos permitió mantener la temperatura ambiente estable tal y como hoy tenemos en casi todos los hogares urbanitas. Una caldera que calienta agua y un termostato que desenchufa la caldera cuando ya estamos bien calientes y la vuelve a enchufar cuando baja la temperatura.
Pensándolo bien, el termostato impidió que a través del calor alcanzáramos temperaturas veraniegas en pleno invierno y nos permitió ahorrar energía. Una caldera sin termostato seria un despropósito pues solo tendría dos opciones: o apagada o enchufada, mientras que el termostato permite una regulación autónoma mientras se atraviesan distintas fases de frio-calor.
Pues algo así sucede en nuestro cuerpo, pero no voy a hablar de nuestro termostato sino del eutoestato, es decir el sistema que procura eutaxia.
La teoria polivagal de Porges.-
Tal y como conté en un post anterior las patologías del sistema nervioso pasaron a conceptualizarse como mentales bien entrado el siglo XX. las emociones capturaron gran parte del interés de los investigadores y clínicos que acabaron desentendiéndose de lo que sucedía en el sistema nervioso autónomo. Aun hoy, se considera en privado a la fibromialgia como una enfermedad mental a pesar de las evidencias en contra, lo mismo sucede con otras condiciones nerviosas antes llamadas psicosomáticas: se sospecha siempre de algo mental en su origen, cuando no se apela al estrés como causa de todo mal.
Dicho de otra manera, se presta mucha atención a la caldera y muy poca al eutostato. Hasta que llegó Stephen Porges.
Nuestro sistema nervioso autónomo o vegetativo se ocupa de inervar sobre todo las vísceras de nuestra cara, cuello, tórax y abdomen y se diferencia del sistema nervioso voluntario -que nos hace mover músculos y esqueleto- en que es autónomo, es decir va a la suya y no depende de la voluntad. Regula los bronquios y el grosor de su apertura y exigencia de aire, nuestro corazón y su frecuencia y la motilidad intestinal sobre todo.
Y lo hace a través de esas dos ramas, una de ellas el simpático es la que se ocupa del gasto, es decir de las situaciones de estrés o emergencia, así el simpático aumenta la frecuencia del corazón, la tensión sanguínea, abre los bronquios para que entre más aire e inhibe la digestión. Dicho de otra manera nos prepara para situaciones de exigencia, la carrera, la huida, el esfuerzo.
En el otro lado el sistema parasimpático a través del nervio vago se ocupa del descanso y procura calma y relajación, cierra los bronquios, relaja la frecuencia cardiaca, baja la tensión y estimula la motilidad. Todo esto sucede a través del nervio vago que aun hoy contiene varios misterios como más adelante veremos. Lo importante ahora es retener que este nervio sale del cerebro y vuelve a él: comunica pues el diencéfalo (nuestro cerebro más arcaico) con las vísceras relatadas.
Hasta que llegó Porges veíamos ambos sistemas como complementarios y sujetos por una especie de “ley del equilibrio”. Lo normal es que entre simpático y parasimpático existiera un equilibrio entre ambos sistemas o que uno de ellos se active en las circunstancias apropiadas: así cuando nos disponemos a dormir, lo ideal sería desactivar el simpático y sus epifenómenos mentales (como las preocupaciones) y activar el parasimpático y darle trabajo al vago. De manera que esos pacientes que antes se conocían con el nombre de “nerviosos” son personas que manejan mal estos tiempos y ponen a trabajar al vago cuando no toca o al simpático cuando toca relajarse. Es una manera de comprender lo que los antiguos querían decir con eso de la “distonía neurovegetativa”.
El nervio vago contiene no pocos secretos evolutivos se trata de un par craneal (nace en el cerebro) y es mixto, es decir tiene fibras motoras y fibras sensitivas, y funciona con la acetilcolina como neurotransmisor. Inerva la lengua posterior, la faringe, la laringe, el esófago, el estómago, el corazón, los pulmones y el intestino. La fibras motoras van hacia abajo , es decir llevan la corriente desde el cerebro a las vísceras (hasta el ombligo) y las fibras sensitivas llevan las impresiones sensoriales viscerales de abajo hacia arriba. Este doble flujo arriba (sensorial) y abajo (motor) tiene una traducción inmediata, el impulso que viaja hacia abajo (eferente) tiene una función motriz y secretora para todas las vísceras que dependen de él mientras que la función aferente tiene como objetivo informar al cerebro como andan las cosas por allá abajo, de manera que nuestro cerebro profundo o visceral tiene información constante de las vísceras alejadas del cerebro y al mismo tiempo es capaz de influir en ellas ralentizando el corazón y la digestión, cerrando el cardias y contrayendo la luz bronquial que para eso es parasimpático, es un nervio muy yin por decirlo en la terminología china.
Es decir, el eutostato está dentro y fuera del cerebro, en las vísceras.
Lo usual es que pensemos el sistema parasimpático como un ahorrador de energía mientras que el simpático lo relacionamos con el gasto de energía. Y a sus transmisores: la acetilcolina en el caso parasimpático y la noradrenalina en el caso del simpático como su gasolina.
Nos imaginamos a estos sistemas como complementarios y sujetos a una cierta oscilación, cuando nos excitamos estamos bajo los dominios del simpático y cuando dormimos del parasimpático. Pero hay algo que mantiene al sistema dentro de unos parámetros de normalidad y de tensión, por eso no nos morimos de un acelerón de noradrenalina ni de un síncope vagal.
Según Stephen Porges el vago tiene dos secciones, una amielínica y otra mielínica. El vago amielinico es el más antiguo y el que hemos heredado de los reptiles a pesar de que en nosotros los mamíferos es poco útil y responsable de los estados de congelación (que veremos después) y fue el primero que evolucionó en la escala animal, se trata pues de un resto reptiliano, mientras que el vago mielinizado evolucionó como parte del cerebro social y está muy bien representado por la cara, incluyendo la voz y la mirada, es importante señalar que la cara es muy importante en las interacciones sociales de los mamíferos pero trivial para un reptil. En la cara está reflejada el alma de cada individuo y también los malestares que le aquejan, algo que el propio Darwin investigó en un libro muy citado pero poco leído tal y como conté en este post.
La idea original de Porges es que ambos sistemas no son como nos los imaginábamos sino que ambos están dedicados casi en exclusiva a chequear el medio ambiente en busca de amenazas. Y que disparan las alarmas de una forma jerarquizada
Es decir tiene un funcionamiento discreto por niveles de definición donde cada nivel superior abarca a los inferiores, lo que en términos comprensibles significa que el pensamiento (y por tanto la conducta) es algo que emerge de ciertos estados de conciencia que muchas veces pertenecen a niveles arcaicos de pensamiento o de reacción, algo que llamó neurocepción. No pensamos siempre con nuestro cerebro cortical, con nuestro cerebro inteligente sino que las más de las veces estamos prisioneros de una preconceptualización arcaica que impone sus leyes desde niveles inferiores, evolutivamente hablando.
A todos nos ha pasado que en ciertas situaciones sociales estamos incómodos sin saber porqué, tenemos malestar o simplemente nos aburrimos. Cuando esto le suceda es seguro que su interlocutor siente mas o menos lo mismo, hay un sistema preconsciente (la neurocepción) que percibe una amenaza que no llega a percibirse por la conciencia. Esta amenaza puede ser falsa o verdadera, es decir usted -o mejor su sistema de neurocepción- puede estar alterado (supongamos que tiene una fobia social) y entonces le manda el mensaje de alarma sin haber ninguna razón para ello.
Esta idea de Porges es similar a la de Randolph Nesse, “el detector de humos” de la que hablé aquí, sin embargo contiene una novedad que es la activación jerárquica de estos sistemas de neurodefensa, algo que no plantea Nesse. También la idea de “marcador somático” de Damasio nos recuerda la importancia de la señal visceral en el reconocimiento de las emociones, sin embargo la idea de Damasio no es la misma idea en Porges. Damasio cree que la taquicardia es necesaria para identificar el miedo y lo que dice Porges es que la taquicardia es la que provoca el miedo consciente o al menos que ambos sistemas: el visceral y el cerebral funcionan a la vez en eso que llamó “neurocepción” que es una hipótesis de amenaza regulada al alza, pues siempre será mejor el falso positivo que el falso negativo.
La neurocepción es una pre-percepción que emerge del sistema límbico y de las vísceras inervadas por el sistema polivagal: no contiene palabras, es inconsciente y automática.
Niveles de acción del sistema polivagal.-
El sistema polivagal tiene cinco niveles de neurodefensa que operan jerárquicamente, cuando el superior no puede dominar la amenaza, desciende al siguiente inferior.
La teoría sugiere que las dos ramas del nervio vago están relacionadas con estrategias conductuales. Una está relacionada con las interacciones sociales en entornos seguros y la otra es una respuesta adaptativa a las amenazas vitales, algo que lleva a cabo mediante un freno vagal. El repertorio conductual es el siguiente:
1.- Un estado dependiente de interacción social bien definido que promueve las interacciones sociales positivas, reduce la distancia y promueve la intimidad y seguridad entre las personas. Está relacionada con el bienestar, la estimulación visual y de señales en la cara y auditiva (la voz) son cruciales para este estado. La risa y los abrazos son comportamientos típicos de este nivel.
2.- Movilización, lucha-huida, este estado mantiene los comportamientos de lucha o huida y requiere un aumento de producción metabólica, a través del sistema simpático-adrenal y las hormonas de estrés. está relacionado con el miedo y la rabia. Clínicamente hablamos de ansiedad o pánico.
3.- Juego y preliminares sexuales, mezcla de los anteriores, mitad simpático y mitad parasimpático, se trata de un estado híbrido que requiere tanto de las características de los estados de movilización. Es por eso que los preilimares sexuales se parecen tanto al “juego de las cosquillas” (una forma de estimular el vago y la lucha-huida al mismo tiempo) hasta que se llega al momento cumbre donde el juego desaparece y pasamos al nivel 5.
4.- Inmovilización-amenaza vital. se caracteriza por un estilo que podríamos llamar “hacerse el muerto” o freezing (congelación). Se caracteriza por anestesia-analgesia siendo la disociación su característica psíquica mejor conocida. Es muy inadaptativo entre los mamíferos. Y tiene además equivalentes en la defecación, desvanecimientos y sincopes vagales.
En este sentido la teoría polivagal habla de tres fenotipos para el miedo: el primero es el clásico de lucha-huida, el segundo está relacionado con la inmovilización o freezing que todos conocemos bien por la frase popular de “cagarse de miedo”, con una patología especial: el colón irritable. La tercera es lo que conocemos como “conducta de enfermedad” algo muy parecido a la depresión que requiere reducir los comportamientos pro-sociales hasta averiguar el nivel de seguridad que podemos alcanzar en ellos: la evitación es el estado más conocido de este ultimo fenotipo. Es por eso que muchos autores hablan de la depresión como una muerte aparente, social para más señas.
5.- Inmovilización sin miedo se asocia con los estados prosociales y positivos que requieren una reducción del movimiento sin reducción de los recursos metabólcos, es el mecanismo que se usa en la crianza, el nacimiento de los hijos, el sexo y los procesos restaurativos. Su estado mental más conocido es la reacción voluptuosa y el éxtasis.
En mi opinión conocer la teoría polivagal de Porges me ha llevado a comprender un termino que los psiquiatras utilizamos con mucha frecuencia, me refiero a la regulación-disregulación afectiva. ¿Como regulamos nuestras emociones, nuestros afectos? ¿Por qué algunas personas son incapaces de regularse de forma autónoma? Creo que al menos después de leer este post tenemos algunas pistas.
La teoria polivagal de Porges está muy bien explicada en un libro coral donde Porges tiene junto a Panksepp y Siegel uno de los capítulos más interesantes: “El poder curativo de las emociones”, un titulo algo banal pero que esconde los últimos hallazgos de la neurociencia afectiva:
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