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El miedo subumbral

Dolor y daño no son la misma cosa

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Recientemente estaba leyendo un articulo periodístico cuyos titulares eran estos: “los músculos tienen memoria”, relativo a lo que les sucede a aquellas personas deportistas que por alguna razón dejaron el deporte y más tarde lo reanudan. Me dije , claro no es que los músculos guarden memoria de si mismos, es que nuestro cerebelo guarda memoria de los PAFs es decir de los patrones de acción fijos que guardamos de anteriores aprendizajes musculares.

Es lo mismo que sucede cuando nos subimos en bicicleta después de muchos años de no entrenar: enseguida conseguimos mantener el equilibrio gracias a esos patrones que guardamos de nuestros movimientos musculares.

Miedos tipo IV.-

En el post anterior ya abordé, los distintos clusters del miedo, siguiendo esta nosotaxia abordaré los miedos subumbrales que se caracterizan por no ser conscientes y que traducen perfectamente el sistema de neurocepción y sus relaciones con el dolor y la anticipación. La diferencia con los anteriores miedos es que estos no llevan apellido pues son inconscientes y pertenecen a nuestro sistema neuroceptivo o como dice Randolph Nesse “el detector de humos”.

Se trata de un sistema subcortical y vinculado con el vago que no tiene nada que ver con la “memoria muscular” que cité anteriormente, pues los músculos son órganos voluntarios que no dependen del vago sino de los nervios espinales que a diferencia del vago son voluntarios pero que a semejanza de él llevan fibras sensitivas y fibras motoras. Esto nos permitirá más abajo entender algo sobre el dolor sin causa médica.

El sistema neuroceptivo se ocupa de chequear continuamente nuestro medio ambiente en busca de amenazas y como no es un sistema cognitivo sino emocional se equivoca con mucha frecuencia. Pero la evolución propició que los falsos positivos fueran superiores a los falsos negativos. Tener miedo sin razón siempre es más adaptativo que no tener miedo ante amenazas reales. Vivir alarmados parece ser una ventaja para nosotros los sapiens.

Pero la cosa deja de ser adaptativa por una razón: nuestro sistema neuroceptivo es capaz de alarmarse anticipadamente. Es decir puede adelantar una respuesta de alarma antes de que estemos enmedio de la alarma propiamente dicha. Pensemos en el día anterior a un examen, una entrevista de trabajo, una cita romántica o cualquier situación social donde vamos a ser evaluados. Es muy posible que el día anterior tengamos un exceso de ansiedad (miedo) y que tengamos un despeño diarreico, que nos quedemos bloqueados y no recordemos todo lo que aprendimos para salir airosos de esa circunstancia. Algunas personas incluso pueden enfermar de cualquier cosa, ¿No has oído nunca la declaración: “cuanto mas fiesta era más enfermo me ponía”? Algunas personas enferman cuando anticipan incluso una alegría, una celebración o una festividad, algo que desean hacer. Es como si el sistema neuroceptivo de esas personas les dijera “quédate quieto en casa y no salgas, hay amenazas”. No se trata de pensar en que el sujeto en realidad no quiere ir a ese sitio o lugar sino que su sistema neuroceptivo sabotea al organismo por temor o por dolor.

Pues el dolor también puede ser anticipado.

Lo interesante es que este tipo de personas no son esencialmente miedosos, a veces pueden sentir aversiones o repugnancias pero no son fóbicos tal y como cuenta Arturo Goicoechea en su blog, algo así como una alergia fóbica.

Efectivamente el dolor (y el miedo) pueden darse sin daño y el miedo sin amenaza objetiva pero para ambos casos es necesario un aprendizaje. ¿Cómo se aprende el dolor? ¿Cómo se aprende el miedo?

La copia eferente.-

Guardamos copia de los movimientos, sensaciones y emociones que hemos sentido en nuestra vida  o de nuestras experiencias siempre y cuando lleven un afecto adherido y la guardamos para refinar la respuesta motora o sensitiva a nuevos estímulos.

Esa memoria existe, pues los algoritmos de este movimiento que hemos aprendido por repetición se encuentran archivadas en la vía eferente. Pero no en la vía eferente principal que es por donde viaja la orden de teclear aquí y ahora, sino en una vía paralela que conocemos con el nombre de copia eferente. Allí se encuentran los PAFs (patrones de acción fijos) que hemos ido archivando con el paso del tiempo y que nos permiten teclear sin apenas pensar donde están las letras, de este modo solo debemos concentrarnos en lo que queremos decir y olvidarnos casi del lugar que ocupan los símbolos del teclado, los conocemos de memoria, casi instantáneamente. Automáticamente.

De manera que la vía eferente contiene como un resguardo de las acciones que ya hemos realizado, que hemos llevado a cabo millones de veces y que nos permite refinar y maximizar los resultados de cualquier acción al mismo tiempo que minimiza el “gasto” de esas mismas acciones. La función de la copia eferente es atenuar e inhibir a la propia vía eferente refinando su perfomance.

Pero ya sabe usted lo que pasa con las copias con respecto a un original, una copia puede:

  • Perderse
  • Perder definición o contener borrones.
  • No haberse nunca realizado.
  • Contener errores o discrepancias con el original.

Es por esa razón que cuando usted quiere validar un documento le piden siempre el original. La administración pública por ejemplo no admite copias sino que exige el original a efectos de compulsar su veracidad. Las copias son poco de fiar, precisamente porque pueden estar falsificadas o no contener la misma información que sucede con los originales.

En el sistema nervioso sucede con bastante frecuencia que la copia eferente de un movimiento no sea fiel al propio original. En este post hablé precisamente de ciertos fenómenos muy conocidos como las cosquillas -que no pueden nunca ser autoinducidas- o el mareo del acompañante del conductor como ejemplos de distintas funciones de la copia eferente: si no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos es porque nuestro cerebro predice el movimiento que vamos a hacer y lo atribuye al Yo y a la intención voluntaria, para que pueda haber cosquillas tiene que haber un no-Yo, el efecto sorpresa, etc. Del mismo modo el conductor de un coche no se marea nunca a diferencia del copiloto porque aquel mantiene (o cree que tiene) el control sobre el movimiento del coche (al que siente como una prolongación de su propio Yo) mientras que el copiloto – sobre todo los niños o aquellos que aun no han tenido tiempo de congifurar una copia eferente del movimiento- creen que es el mundo quien se mueve y no ellos mismos con el vehículo.

Dicho de otra manera tiene mucha relación con el conflicto Yo- No-Yo.

En este post puede leer las razones de un fenómeno muy común y que tiene que ver con esto de lo que hablo: me refiero a la vibración fantasma, esa que sentimos los que llevamos el móvil en el pecho o en el bolsillo de atrás de los pantalones. Alucinamos la vibración del móvil aunque ya no esté ahí, del mismo modo que alucinamos un miedo o un dolor sin daño.

El individuo memoriza la experiencia dolorosa pero el organismo extrae de cada evento de nocividad, información. Esa información, esa lección aprendida ,quedará incorporada en el pool de conocimiento sobre nocividad e influirá en las evaluaciones futuras, cada vez que se produzca un nuevo evento. Es por eso que el miedo al daño se manifiesta como dolor anticipado.

Lo importante no es evitar el dolor sino las evaluaciones alarmistas, sensibilizadoras, catastrofistas, erróneas (Arturo Goicoechea).

Y ahora las malas noticias:

Los circuitos de nuestras alarmas son filtros muy resistentes a la extinción. Y lo son por razones evolutivas, para ser eficaces el individuo tiene que mantenerlos operativos y en marcha, una alarma que dejara de sonar dejaria de ser una buena alarma, es por eso que nuestros circuitos neurogénicos guardan copia de todas las ordenes eferentes hasta que reciben la orden de “erase”. Y esa copia es muy dificil de borrar, es por eso que el dolor, el vómito, la diarrea, la rinorrea o la cistitis son sintomas recurrentes, vuelven y vuelven: puesto que se encuentran emparejadas (condicionadas) a un sin fin de situaciones neutrales de la vida cotidiana.

Algunas personas habrian desprogramado o no llegado a  establecer estas alarmas que en el párrafo anterior son descritas como filtros y al no disponer de copias eferentes para la distinción Yo, no-Yo podrian atribuir a lo suyo propiedades de lo ajeno, eso sucede precisamente en la esquizofrenia donde la discriminación propio-intrusivo forma parte de la sintomatologia más conocida y de otras como la capacidad de autoprovocarse cosquillas.

Post relacionado: “Ontología de las cosquillas”

 


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