Los lectores de este blog saben que personalmente estoy inclinado a definir como “sociogénicas” a muchas enfermedades mentales contemporáneas, un ejemplo es la anorexia mental. Significa que ciertas enfermedades se “contagian” es decir se transmiten de persona a persona siempre que estas personas compartan un mismo sistema de creencias y vivan dentro de un contexto social similar.
Esta idea ha sido siempre “ninguneada” por la ciencia que se ha dedicado sumariamente a buscar explicaciones biológicas a todos y cada uno de los síntomas que presentan nuestros conciudadanos, no sólo eso sino que la ciencia ha desatendido también la psicogénesis de los síntomas mentales más comunes al atribuírselos a la genética, los procesos neuroquímicos o a oscuros planes de cerebros, sistemas inmunes o endocrinos alterados. Hoy, por ejemplo todavía leemos artículos que sostienen la idea de que los trastornos alimentarios y más concretamente la anorexia es una especie de condición biológica heredable por vía genética sin que nadie haya aclarado qué sentido evolutivo podría tener el disponer de genes dedicados a adelgazar y una vez conseguido este adelgazamiento seguir haciéndolo hasta la completa inanición.
El desplazamiento de la investigación hacia estos lares ha tenido consecuencias interesantes. Para mi el repudio de algunas cosas que sabíamos a través de la psiquiatría clásica: que la histeria se contagia o dicho de otra manera que el contagio es un efecto histérico de algunas enfermedades, pues la histeria es un protolenguaje que participa en muchas de las patologías mentales transmisibles y es por eso que afecta más a muchachas con edades alrededor de la adolescencia. Pues las muchachas son más sensibles a la sugestión por su propia idiosincrasia pro-social.
Precisamente hoy andaba leyendo un articulo sobre la prevalencia de la disforia de genero en Suecia y me he encontrado con que los diagnósticos de transexualidad han aumentado un 1100% y lo peor: los médicos están dispuestos a hormonar y a intervenir quirúrgicamente a los pacientes que así lo desean sin tener en cuenta los informes previos que son en cualquier caso obligatorios al menos en España.
Los autores señalan a la publicidad y sobre todo a la irrupción de las redes sociales y youtubers en esta “epidemia” de casos. Un adolescente puede llegar a pensar que la solución a todos sus problemas está en cambiar de sexo, tanto si es homosexual como si no lo es. El incremento se ha invertido en favor de las muchachas que pretenden cambiar de sexo al menos en los últimos años. Este es un ejemplo de sociogénesis, es decir de cómo se puede inducir en una población sensible la idea de “disforia de género” aun en aquellas personas que no dieron señales de tal disforia en la niñez. Dicho de otra manera: la disforia se puede inducir, pues es una explicación a malestares difíciles de entender para una mente tormentosa como son todas las mentes adolescentes.
Pero la lista de enfermedades transmisibles por imitación es bien conocida desde la antigüedad. Las epidemias de danzantes, las epidemias de suicidios, las epidemias de risa y más recientemente la epidemia de espasmos faciales de Le Roy, una comunidad al oeste de New York donde se produjo una explosión de casos, el articulo esta fechado en 2012.
En síntesis el fenómeno Le Roy es el siguiente: Katie es una muchacha, animadora de secundaria que al despertar de una siesta, supo que algo andaba mal. Su barbilla sobresalía incontrolablemente y su cara se contraía en espasmos. Todavía estaba temblando unas semanas más tarde cuando su mejor amiga, Thera Sánchez, capitana de uno de los escuadrones de animadoras de la escuela, se despertó de una siesta tartamudeando y luego comenzó a temblar, agitando los brazos y sacudiendo la cabeza. Dos semanas después de eso, Lydia Parker, también una estudiante de último año, estalló en tics y movimientos de brazos y zumbidos en los oídos.
Los números fueron in crescendo (12, luego 16, luego 18, en una escuela de 600) y, a medida que aumentaron, las filas de los pacientes llegaron a incluir a afectar a otras personas: chicas que no eran animadoras, chicas solitarias y que tenían tachuelas en los labios o pertenecían a alguna tribu urbana. Incluso había un niño y una mujer mayor, de 36 años.
Los expertos comenzaron a llegar a Le Roy ofreciendo explicaciones sobre el fenómeno, los maestros cerraron la escuela y los padres comenzaron a buscar un culpable: y el primer sospechoso en estos casos es algún tóxico, algún gas, algún herbicida, algo ambiental. se hicieron las denuncias pertinentes e incluso se pensó en que la escuela estaba construida encima de un terraplén donde se había derramado tiempo atrás tricloroetileno. Se comenzaron las pesquisas en este sentido pero no se hallaron ni gases, ni tóxicos nuevos o antiguos.
No deja de ser interesante comprobar que en ningún caso se apeló a nada parapsicológico o a la brujería. Muy cerca de allí en Salem había ocurrido algo similar esta vez en una pequeña comunidad de puritanos, aunque es cierto que en el siglo XVII. Hoy la ecotoxicidad parece haberle ganado la batalla al demonio.
La primera hipótesis de los expertos fue el socorrido estrés y /o trauma. Cuando los médicos le dijeron a la madre de Thera, que los tics de su hija estaban relacionados con el estrés, ella “estuvo de acuerdo”, me dijo. “Sé que tiene un corazón enorme y está herida”. Thera también tuvo un episodio de tics hace tres años. Pero cuando Phillips se enteró de que otras chicas tenían síntomas similares, comenzó a preguntarse si había algo más que estrés.
Recientemente hubo en Valencia y otros lugares una explosión de casos de desmayos y pseudoconvulsiones en muchachas que tenían en común el haberse vacunado contra el papiloma. El caso fue estudiado por psiquiatras de Valencia pero la Conselleria pidió consejo a un comité de expertos que hubo que traer desde Francia. Los expertos concluyeron que se trataba de un “síndrome paroxístico” que naturalmente no significa nada.
La historia de hizo mediática rápidamente, no solo en las noticias locales y nacionales, sino también en los blogs y sitios de Facebook y autismo dedicados a problemas de salud mental y medioambientales. El día después de que Katie y Thera aparecieron en “Today”, un neurólogo en Buffalo cuya práctica había visto a muchas de las niñas recibió luz verde para hablar sobre el diagnóstico: era un trastorno de conversión, dijo, lo que significaba que las niñas estaban subconscientemente convirtiendo el estrés. en síntomas físicos. Y debido a que muchos estudiantes padecían síntomas similares, también se consideró una enfermedad psicógena masiva, que es otra forma de decir histeria masiva.
Pero los padres no aceptaron el diagnóstico y criticaron al experto de haberlos insultado con tal diagnóstico: “Es una píldora muy difícil de tragar, ¿Estamos viviendo en el siglo XVII?” dijo el profesor de una de las chicas. Además, los niños siempre están estresados, y algunos de estos niños pueden haber estado menos estresados que la mayoría. En la CNN, James DuPont, el padre de una niña afectada, dijo: “Muchos de estos niños simplemente tenían una vida feliz y normal”. Miller me dijo que no compró el diagnóstico, ni un poco. “Mi hija no ha tenido ningún trauma”, dijo. “Ella estaba feliz de seguir adelante. Ella estaba tan feliz como puede ser una niña de su edad.
Comenzaron a correr rumores sobre la calidad del agua y del aire, sospechas sobre ciertos cánceres que habían surgido en una misma calle, se levantó todo el suelo de la escuela, se revisaron todas las posibilidades pero la ira y el desconcierto de los padres no hizo sino aumentar. La sospecha generalizada era que los expertos ocultaban algo. Las televisiones apoyaban esta sospecha lanzando continuas proclamas y entrevistas que no hacían más que aumentar el nivel de desinformación.
Poco a poco cada familia fue tomando sus propias posiciones, unas fueron al neurólogo correspondiente, otras optaron por otros especialistas, y otras incluso creyeron en la teoría del PANDAS, en la creencia de que habían sufrido una infección estreptocócica. este ultimo grupo fue tratado con antibióticos y antiinflamatorios. Sin embargo había dos pegas para este síndrome 1) es muy raro y 2) no se contagia de persona a persona.
El retorno de la histeria.-
El repudio del diagnóstico de histeria ha tenido consecuencias muy graves para los pacientes que presentan síntomas de conversión como estas muchachas. Se trata de síntomas autolimitados que desaparecerán del mismo modo en que aparecieron sin saber porqué. La histeria sigue existiendo pero el peligro es la yatrogenia, es decir que al no considerar la psicogénesis del síntoma se acabe en una espiral de tratamientos médicos ineficaces y peligrosos.
Los síntomas histéricos se contagian y los médicos no sabemos porqué. ¿Cómo es posible que un espasmo salté de cuerpo en cuerpo y se constelen en otra persona? Probablemente es esta ignorancia la que determina que exista un rechazo de tal diagnóstico entre los profesionales y que haya desaparecido de los manuales donde el trastorno por conversión sigue existiendo pero sin explicar como se contagia de una persona a otra como es el caso que nos ocupa. Otra de las razones del rechazo del publico es la convicción popular de que los síntomas psicogénicos son autoprovocados, es como si uno mismo se provocara el malestar.
La cobertura sensacionalista del fenómeno hizo aumentar el numero de casos a la vez que se negaba una y otra vez el estrés como causa del fenómeno, pues efectivamente la palabra “estrés” es demasiado ambigua y ubicua y no explica nada.
Katie y Thera no negaban la existencia del trastorno de conversión en otras chicas de la ciudad, pero no ellas. ” No ” , dijo Katie. “Thera y yo definitivamente hemos tenido momentos en los que hemos estado estresadas, pero este no era el momento en que estábamos estresadas”.
Efectivamente el estrés no causa la conversión al menos no la conversión crónica que manifestaban las pacientes, el desencadenante puede ser algo tan banal como cualquier idea, sueño o fantasía en el paciente 0. El dilema entonces no es saber como empezó con Katie, sino como se transmitió al resto de la población afectada. Pero la madre de Katie:
Tenia un tumor y además sufría de neuralgia del trigémino, una afección nerviosa que le causa un dolor insoportable en la cara. En las semanas previas a la cirugía, estaba tan enferma que a veces tenía problemas para levantarse de la cama. La cirugía se realizó solo una semana antes del inicio de los tics de Katie.