Cuando vamos al médico nos hacen una anamnesis, significa que el médico nos preguntará no sólo que nos pasa aquí y ahora sino que intentará averiguar nuestras dolencias anteriores, nuestros antecedentes médicos. Es posible que tambien nos pregunte sobre nuestra familia y las enfermedades que padecieron o de qué murieron. Lo que es poco probable es que nos pregunte cuanto dinero ganamos, en qué cosas creemos, cómo nos divertimos, en qué barrio vivimos o si somos felices con nuestra pareja.
Sucede por una razón, el médico usa un modelo biomédico, que es de alguna forma reduccionista, no se interesa ni por nuestro psiquismo ni por nuestro contexto social. Es por eso que algunos psiquiatras han criticado este modelo y han pergeñado -con distinta suerte- otros modelos que incluyeran variables distintas a las biológicas. Eso hizo George Engel con su propuesta del modelo bio-psico-social.
No conozco a nadie que esté en contra de este modelo, otra cosa es cómo se articula en la practica medica y por eso algunos autores recomiendan incorporar algunos elementos de la teoría sistémica, de la ética y como no -en el caso que nos ocupa y como veremos más abajo- ciertas dosis de contención es un mundo con demasiadas oportunidades para decir nuestra opinión y no cabe duda de que el caso de le Roy fue uno de esos casos donde cada cual tiene su opinión como hoy estamos viendo con la epidemia de coronavirus.
Pero si traigo aquí este recuerdo sobre Engel es por una razón: era uno de los vecinos de le Roy, aquel pueblo donde se desencadenó aquella epidemia de casos histéricos de los que hablé en la parte I y la parte II de esta serie de post. Su influyente artículo de 1977 en Science argumentó que los médicos deberían evaluar las circunstancias de la vida, los antecedentes familiares, los niveles de ingresos y los hábitos diarios de los pacientes, además de su salud física.
Aquí dejo un pdf con una sucinta explicación del modelo que es en realidad un modelo jerárquico de sistemas de abajo-arriba que hay que considerar para hacer buena medicina, más abajo dejó el articulo original en la bibliografía.
Engel habría sospechado factores biopsicosociales en todas partes en Le Roy, una ciudad que cambió, como tantas otras en el oeste de Nueva York, cuando sus fábricas cerraron. El ingreso medio allí, incluso en 1980, era casi un 9 por ciento superior al promedio nacional; ahora está por debajo del promedio. Donde antes había casas unifamiliares propiedad de sus residentes, existe hoy un número de propiedades de alquiler superior al promedio, lo que significa una población más transitoria. Y los cambios en la estructura familiar de la ciudad siguen una tendencia particularmente pronunciada en las comunidades de clase trabajadora: más divorcios, más madres solteras. En 1980, Le Roy tenía menos madres solteras viviendo allí que en la mayor parte del país; ahora ese número también es más alto que el promedio nacional. Económicamente, “se ve una disminución en Le Roy, en relación con el resto del país”, dijo Andrew Beveridge, profesor de sociología en el Queens College y consultor en estadísticas del censo para The New York Times. “El cambio en la estructura del hogar, eso es bastante evidente”.
Y obviamente la epidemia de le Roy afectaba individualmente a chicas que cada una de ellas por su parte tenia sus buenas razones para estar pasando estrés en sus hogares. Este factor sistémico operaba en dos sistemas no biológicos: el sistema familiar y el comunitario. Para que exista una histeria colectiva o una enfermedad psicogénica masiva es necesario que exista una cierta uniformidad entre sus miembros: que compartan creencias y expectativas y que al mismo tiempo interactuen entre sí pues ya vimos en el post anterior que la imitación juega un papel causal en la extensión de esta “epidemia”. Lo que hay de común entre los casos, es la edad, el sexo y salvo excepciones, el compartir un mismo entorno educativo.
Un patrón común se definió en algunas -cinco- pacientes de le Roy:
Ninguna tenía relaciones estables con sus padres biológicos. Y el padre de una sexta niña había visto poco a su hija de secundaria hasta que su preocupación por los espasmos galvanizó su relación. Otro estudiante era un niño adoptado o acogido que cambió de hogar poco antes de que aparecieran sus tics; otro más está bajo la custodia de un hermano mayor. Otros dos tienen un contacto irregular con sus padres. Una joven que entrevisté estaba cerca de personas sin hogar después de que ella y su madre dejaron el remolque de su padre. Se están quedando con una amiga de una amiga mientras su madre, -que fue despedida dos veces en el último año-, trata de reunir el primer y el último mes de alquiler para poder obtener un lugar propio.
Dicho de otro modo: cada cual vivía su propia tragedia de desubicación y desprotección a su manera.
Pero hoy sabemos que la imitación puede darse sin que las pacientes se conozcan entre si, ¿Cómo si no explicar la epidemia de convulsiones de las pacientes vacunadas para el papiloma?¿Cómo se contagian los suicidios de personas que no se conocen?
Una explicación son las redes sociales y la facilidad con que se difunden ideas y formas de adquirir notoriedad entre los adolescentes. La imitación -como podemos ver hoy en Facebook o Youtube- no necesita la interacción directa entre los protagonistas. El “Me gusta” o el numero de seguidores han venido a sustituir a la mimetización de conductas de forma directa. Basta contemplar como algunos muchachos suben videos a YouTube para alardear de alguna “gesta” que aumenta su notoriedad aun cuando su proeza acabe en el juzgado.
Pero sin duda el autor que más sabe de estas cosas es un clásico francés llamado Emile Durckheim, un sociólogo que se especializó en el tema del suicidio y cuya obra muy citada pero poco leída es hoy fundamental para entender. Leámosle:
“Se considera la imitación como el último factor psicológico a tratar antes de poder pasar a hablar sobre las causas sociales del suicidio.
El fenómeno de la imitación se puede dar entre dos personas sin que a estas les una ningún vínculo social, o relación de cualquier tipo, es un fenómeno puramente psicológico e individual, y si llegamos a establecer que contribuye a determinar la cifra de suicidios, resultará que esta cifra depende directamente, total o parcialmente, de causas individuales.
En primer lugar hemos de definir la palabra Imitación que se usa normalmente para designar los tres conceptos siguientes:
Ocurre en el seno de un mismo grupo social, cuyos elementos todos están sometidos a la acción de una misma causa o causas semejantes, en virtud de la que todo el mundo piensa o siente al unísono; en este caso la palabra designa la propiedad que tienen los estados de conciencia, simultáneamente experimentados por un cierto número de sujetos diferentes, y obrar los unos sobre los otros y combinarse, de modo que crean un estado nuevo.
Necesidad que nos impulsa a ponernos en convivencia con la sociedad de la que formamos parte y de este modo a adoptar las maneras de pensar o de hacer que son generales en los que nos rodean. Son un ejemplo muy claro de este caso las modas y las costumbres.
Finalmente puede ocurrir que reproduzcamos un acto que pasa delante de nosotros o que conocemos, únicamente porque ha pasado delante de nosotros (hoy le llamamos efecto copycat) o porque hemos oído hablar de él, se copia por el simple hecho de copiarla. Así bailamos, reímos o lloramos cuando otra persona lo hace, es la imitación por sí misma.
Estas tres clases de imitación son completamente diferentes las unas de las otras.
La primera no puede ser considerada como un hecho de reproducción, ya que esta no se produce sino que surge de una síntesis de estados diferentes.
Solo podemos considerar la imitación propiamente dicha cuando un acto tiene como antecedente inmediato la representación de otro acto semejante, anteriormente realizado por otro, sin que entre esta representación y en la ejecución se intercale ninguna operación intelectual, explícita o implícita, que se relacione con los caracteres intrínsecos de los actos reproducidos, esta es la definición que se debe emplear cuando se trata a la imitación como influencia en el suicidio.
Durkheim opina que no hay duda de que el suicidio y también otros fenómenos como los crímenes de pareja íntima, se comunican por contagio, y relata numerosos casos en los que en lugares donde una persona se ha suicidado después otras de su alrededor lo han hecho también, pero es frecuente atribuir a la imitación cierto número de hechos que pueden tener otro origen, esta es la causa de los que se han tomado a veces por suicidios obsesionales.
Estos suicidios en masa no parece que tengan por origen una o dos causas individuales, si no que más bien parecen resultar una resolución colectiva, más que una simple propagación contagiosa. La idea no nace de un sujeto en particular para extenderse a los otros sino, que es elaborada por el contingente del grupo que, colocado por entero en una situación desesperada, se sacrifica colectivamente a la muerte.
Generalmente para poder imputar la imitación no basta con comprobar que los hechos se produjeron en el mismo momento y en igual lugar bastante número de suicidios, que pueden ser debidos a un estado general del medio, y por lo tanto ser el resultado de una disposición colectiva del grupo, que se traduce bajo un suicidio múltiple. , por lo tanto hemos de distinguir también entre contagio y epidemia, esta es un hecho social producido por causas sociales; El contagio consiste en un encadenamiento más o menos repetido de unos hechos individuales.
Si la imitación es una fuente de fenómenos sociales se debe testimoniar su efecto sobre el suicidio, especialmente, puesto que no existe ningún hecho sobre el que tenga mayor imperio.
Si esta influencia existe debe de sentirse sobre todo en la distribución geográfica de los suicidios, hay pues que consultar el mapa, pero esto ha de hacerse a través de una metodología.
Para poder afirmar que una tendencia se extiende por imitación es preciso que se le vea salir de los ambientes donde ha nacido y extenderse en actos que por si solos no tengan capacidad para producirla.
Ante todo no puede haber imitación si no existe un modelo al que imitar, y no hay contagio si no existe un foco donde el fenómeno tenga su máxima intensidad.
Si Engel hubiera leído a Durckheim hubiera disfrutado tanto como si fuera un sistémico moderno y hay que saber que la teoría sistémica no se conocía cuando Durkheim -mas conocido por el efecto Wherter- expuso sus conclusiones.
Dicho de otra manera: no es necesario invocar ni la imitación, ni el contacto intimo entre los pacientes.
Pero en el caso que nos ocupa: si había un modelo al que imitar, Katie y si había un foco donde el fenómeno tuviera su máxima intensidad.
Obviamente Katie era lo que suele llamarse, un chica muy popular, su primera imitadora fue su mejor amiga y le siguieron las componentes del equipo de animadoras. De ahi se difundió a toda la comunidad, incluyendo a muchachas y muchachos que no estaban en la escuela. Para explicar el fenómeno de le Roy, un fenómeno de contagio histerico de una epidemia de espasmos sin razón médica.
Elaine Showalter ha sugerido que para que se den epidemias histéricas son necesarias algunas condiciones:
- Un foco donde el fenómeno sea mas intenso
- La irrupción de médicos entusiasmados que propongan explicaciones comprensibles para la población como por ejemplo la hipótesis ecológica (intoxicación, gas, veneno)
- Sobreexposición y sobreinvolucración mediática.
- Descontento y sospecha generalizada de la población respecto a dudas o incomprensión de los mecanismos explicativos. Las autoridades no dicen la verdad.
- Escalada de despropósitos y fragmentación de la unidad comunitaria: cada familia busca sus propios tratamientos.
Y esto es lo que sucedió en le Roy: el publico no quiere saber nada cuando se les habla de conversión histérica (aun ocultando la etiqueta histérica) o de psicogénesis.
Debe ser por eso que algunos trastornos conversivos se cronifican, por eso y por las prebendas que acumulan los pacientes.
Beneficio secundario le llamó Freud.
Bibliografía.-
Engel GL: The need for a new medical model: a challenge for biomedicine. Science 1977;196:129-136.
Engel GL: The clinical application of the biopsychosocial model. Am J Psychiatry 1980;137:535-544.