Freud escribió en 1919 uno sus ensayos más literarios y que hoy consideraríamos como critica cultural más que ciencia pura y dura. Tituló a este ensayo como “Umheinlich” que ha sido traducido como “lo siniestro” o “lo ominoso”aunque en realidad debería llamarse “fuera de casa”. Se trata de una vivencia contradictoria donde lo extraño se nos presenta como conocido y lo conocido como extraño.
Se trata de fenómenos relacionados con la psicopatología y también con la neurología aunque pueden ser experiencias normales si bien fuera de lo común. Está relacionado con el doble, que en su versión más radical encontramos en el delirio de Capgras, el conocido como delirio del doble, pero también con su opuesto: el síndrome de Frégoli donde cualquier cosa extraña nos resulta familiar y como no en esos fenómenos normales que algunos niños presentan en forma del amigo invisible con el que se mantienen conversaciones sobre temas diversos.
Para Freud la ilusión del doble es un subproducto de la escisión del Yo que se lleva a cabo con la escisión fundacional de nuestra especie, donde el Yo, da lugar a derivados morales como el Superyó: el heredero del complejo de Edipo. Así en cada uno de nosotros habita un doble separado de la conciencia mediante la represión: el doble seria la parte rechazada de nosotros mismos.
Un rechazo que nos puede llevar a entender el tema de la oikofobia, que es el repudio de lo familiar, de lo conocido y su reemplazo por afinidades exóticas, distintas. Lo diferente es celebrado como propio al tiempo que lo propio, la misma cultura, la misma identificación que procede de lo próximo es desplazada y repudiada. La oikofobia es el núcleo causal de la manía viajera y como no de la radical fuga disociativa, del gusto por las culturas exóticas, de ese viaje continuo que es en realidad una forma de viaje eterno: una forma de escape y repudio de lo propio. Se supone que ambos destinos proceden del mismo núcleo conflictual: la escisión del Yo en dos partes, una de las cuales se mantiene como perseguidora de la otra. Es bien sabido que los paranoicos cambian mucho de domicilio e incluso de ciudad.
Recientemente Mark Fisher ha escrito un libro donde aborda precisamente este tema para ampliarlo, a través de dos conceptos adyacentes: lo raro y lo espeluznante, a través de un viaje muy interesante por películas de cine y obras literarias, un material del que no dispuso Freud. Freud nunca conoció a Hicthcock, ni a sus pájaros.
El ensayo de Freud ha tenido mucha influencia en la narrativa del terror y la ciencia ficción, con su definiciones del doble y la repetición compulsiva que parecen explicar en el ensayo de Freud todos los fenómenos siniestros. Sin duda -afirma Fischer- lo raro y lo espeluznante comparten con lo siniestro algunas propiedades: son modos narrativos similares a los cinematográficos, modos de percepción y apercepción, es decir modos de ser. La diferencia entre lo raro y lo espeluznante es su forma de lidiar con lo siniestro. Ya he dicho que lo siniestro es el tratamiento de lo familiar como extraño, es decir la manera en que el mundo doméstico no coincide -no es compatible- con uno mismo y que lleva al extrañamiento de muchas de las nociones que tenemos sobre la familia y de los recuerdos. En realidad en este sentido el psicoanálisis es un genero siniestro en tanto que se persigue una exterioridad a la que se le dan vueltas para transformarlo en algo familiar. De lo que se trata es de hacer coincidir lo desconocido con lo inconsciente que es el otro desconocido y que por estar en nuestro interior debería ser reconocido como propio. Una interpretación psicoanalítica es una forma de reconocer lo propio en lo que el paciente siente como ajeno, como alienado, como algo que simplemente sucede. ¿No es el inconsciente una entidad que gobierna nuestra vida pero que es desconocida para nuestra conciencia?
Lo raro y lo espeluznante actúan a la inversa: nos permiten ver lo interior desde la perspectiva exterior. Lo raro es aquello que no debería estar allí. Y en este sentido los sueños representan a lo raro: esta noche sin ir mas lejos he soñado que estaba en una ciudad que no identifico (que no conozco) volviendo a estudiar medicina junto con unas personas de mi pasado que no tienen ninguna relación con mi biografía estudiantil y que no deberían estar allí, pues no forman parte de mis recuerdos de esa época. Son una compañía -en este sentido- rara.
Lo raro trae al dominio de lo familiar algo que por lo general está más allá de esos dominios y que no se puede reconciliar con lo doméstico. Es por eso que los sueños, el inconsciente y la muerte no pueden naturalizarse y se libran así de cualquier forma de familiaridad.
Lo espeluznante también está relacionado con lo exterior, no hay que confundir lo espeluzanante con lo terrorífico, hallamos lo espeluznante en paisajes parcialmente desprovistos de lo humano. Las ruinas, las calles desiertas (como ahora sucede por la epidemia del coronavirus), Stonehenge es un magnifico ejemplo de lo espeluznante. ¿Pues qué tuvo que suceder para causar aquellas ruinas, aquella desaparición?¿Para qué se construyó Stonehenge o los gigantes de la isla de Pascua?.
Dicho de otro modo, lo espeluznante está ligado a la naturaleza que provocó la acción. ¿Qué clase de agente operó?, ¿pues si no somos lo que creemos ser qué somos en realidad?
o ¿Por qué hay algo cuando no debería haber nada?.
En suma: lo raro equivale a lo erróneo, a algo que no debería estar allí y que sugiere que estamos en presencia de algo nuevo (como un cisne negro) y que puede ser placentero si somos capaces de fundir lo placentero con el dolor en eso que Lacan llamo “goce”, mientras que lo espeluznante conlleva una desafección a nuestros vínculos actuales pero no es capaz de sorprendernos, pensemos en ese silencio sepulcral que podemos sentir en el interior de una Iglesia desierta. Algo que explica su atractivo y por qué nos gustan tanto esas narraciones pues lo espeluznante es en realidad una experiencia estética: sugiero que el lector lea “La piel fría de Alberto Sanchez Piñol, una novela sobre el amor transhumano que es efectivamente espeluzanante a la vez que una novela muy bella.
La sensación de lo espeluznante es diferente a lo raro: pensemos en una oposición entre ausencia y presencia. En lo raro hay una presencia, una presencia que no encaja. Lo espeluznante se constituye por por una falta de ausencia o por una falta de presencia. En este caso en la novela de Albert Sanchez es la falta de condición humana de Aneris (la criatura marina protagonista) la que representa esta ausencia, de ahí la sensación espeluznante o escalofriante. Una sensación que surge cuando hay una presencia donde no debiera haber nada o si no hay nada cuando debería haber algo.
Daphne du Morier fue una escritora inglesa clave para comprender este concepto de “lo espeluznante”. Entre sus cuentos cortos destaca “los pájaros” bien conocida por todos aun que sea por la película que llevó a cabo el genio del suspense Alfred Hitchcock. Si bien la película carece de los elementos que hacen del cuento su entorno más lugubre: no es lo mismo la soleada California que la húmeda Cornualles. Hichcock ademas aprovecha para mostrarnos sus fetiches (las rubias) en una banal historia de amor que no se encuentra en el cuento original sino la supervivencia de una familia ante el ataque de los pájaros.
Un pájaro no tiene nada de espeluznante, es algo casi doméstico, familiar, sin embargo el ataque perpetrado por todo un reino de pájaros que parecen haberse puesto de acuerdo para atacar a la humanidad tiene algo de espeluznante, pues el horror no radica en los pájaros mismos sino en la desconocida entidad que los dirige, algo ausente. Algo parecido sucede con la epidemia actual de coronavirus. Nadie ha visto nunca un virus ni sabemos qué propósitos tienen: es absolutamente humano – nuestro pensamiento causal lineal- que especulemos sobre qué entidades diseñaron ese virus y qué pretenden conseguir. Cualquier cosa menos admitir que el virus actual es el producto de la evolución natural de esos trocitos de material genético escapado de ciertas células que ni están vivos ni están muertos solo que necesitan células vivas para replicarse.
La película de Hitchcock sin embargo tiene un final suspendido. No parece que la voluntad de los pájaros vaya a torcerse del mismo modo que en el cuento de Du Morier. la familia se encierra en casa y espera que el gobierno disponga lo necesario para el rescate. pero ya no hay gobierno y nadie vendrá en su rescate.
Su confianza era ilusoria.