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Engaño y transgresión (VII)

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El concepto de insania moral es ya muy antiguo y fue descrito por primera vez por James Prlchard en 1835 y constituye el armazón teórico de lo que hoy entendemos como “psicopatía”. La novedad de esta conceptualización es muy pertinente porque viene a poner en sospecha la idea de que las enfermedades psíquicas son siempre mentales y los lectores de este blog ya habrán entendido que no siempre las enfermedades mentales afectan al raciocinio o al afecto sino también a otras agencias de lo psíquico como lo moral y el gusto estético que han sido barridas de las clasificaciones actuales.

Es interesante volver sobre este texto de Prichard por varias razones, pero una de las que más me interesan en este momento es el concepto de insania. A pesar de que el español es un idioma muy rico en matices, lo cierto es que el inglés tiene muchos más morfemas para referirse a la locura. Así, no es lo mismo “fool” que más bien tiene que ver con nuestro concepto de estúpido, tonto o excéntrico, con el concepto de “mad” que es algo relativo a la alienación o la enajenación puntual, “crazy” que nombra al clásico loco delirante o “insane” que señala más bien hacia una degeneración, relacionada con el crimen y la maldad. En este sentido “insane” está relacionado con “bad”, es decir con lo malo. Con lo moral o más bien con la falta de moral.

Es interesante señalar que para Prichard el término “moral insanity” incluía a todos los trastornos mentales distintos a la esquizofrenia o el retraso mental. A pesar de que el término ha tenido poco éxito en las clasificaciones actuales lo cierto es que existe numerosa bibliografía clásica sobre el asunto: “la folie raissonante” de Moreau de Tours, la “folie des actes” de Morel. la “folie lucide” de Trélat por no hablar de los trabajos de Esquirol o de Serieux y Capgras. Una de las explicaciones de este interés por delimitar lo patológico de lo normal era por causa jurídica. A finales del siglo XIX, los jueces tenían mucho interés por discriminar la responsabilidad de los delitos basándose en las nuevas ideas médicas naturalísticas. Entonces la idea era que el loco actúa sin uso de razón siendo por tanto inimputable, mientras que otros trastornados saben lo que hacen y son por tanto imputables por sus delitos. Esta distinción se hacia según la disposición hereditaria de los degenerados que “aunque conserven en apariencia un juicio sano y claro razonamiento predominan en ellos las perversiones morales de cualquier naturaleza”.

Un caso ejemplar es el caso del Marqués de Sade representante genuino de aquella época. Sade pasó gran parte de su vida en la cárcel y otra parte en el manicomio sin embargo no cumplía criterios -por decirlo en palabras de hoy- para ser ni un delincuente ni un loco. Sade era un libertino. Sade era un perverso.

No seria hasta la llegada de Freud que pudiéramos llegar a comprender que la perversión es una de las tres estructuras con que la mente trasiega alrededor de la sexualidad infantil y que termina por configurar en el adulto una de estas tres posibilidades. O somos neuróticos, o psicóticos o perversos. La normalidad para el psicoanálisis no existe.

El concepto de perversión sin embargo ha tenido poco éxito en la Psiquiatría por razones históricas que no vale la pena recordar ahora. Lo importante es retener que solo el psicoanálisis recoge la tradición europea que fue la que transitó desde el antiguo régimen teocrático hacia lo naturalístico, en la consideración de que las enfermedades mentales tenían causas naturales del mismo modo que las enfermedades somáticas. Esta idea, fuera verdadera o falsa representó un hito en la concepción de lo mental si bien hoy parece haber alcanzado su propio limite tal y como vemos en la dirección biológica que han tomado las clasificaciones y las investigaciones en nuestra especialidad. La psiquiatría académica hoy se ocupa de las enfermedades mentales cognitivas o afectivas pero existe poca investigación sobre las locuras morales y ninguna sobre las enfermedades estéticas de las que hablé en anteriores post. En mi opinión tal cosa sucede por la dicotómica y falsa idea de que por una parte está la normalidad y por otra la patología, aunque Freud ya en 1900 había considerado que eso que llamamos normalidad es una forma de llamar a la neurosis. La normalidad no existe y se halla tan lejana de la cordura como de la locura. La dicotomía normal/patológico deja sin considerar los estados mentales intermedios que pueden estar presentes tanto en los casos extremos como en los casos más adaptados. Solo los psicoanalistas se ocupan hoy de teorizar sobre las locuras morales sobre todo desde la irrupción de la criminalística o la psiquiatría forense. Gracias a algunos de estos profesionales como Estella Welldon tenemos hoy una idea organizada y operativa sobre qué es una perversión.

Lo moral en tiempos del cobid-19.-

Ahora que estamos confinados disponemos de multitud de ejemplos para chequear lo moral y la ética en nuestros conciudadanos. La mayor parte de la población somos obedientes y seguimos escrupulosamente las reglas, aunque sean injustas, pero es importante saber que seguir siempre las reglas es bastante malo para la salud mental, tanto como desafiarlas continuamente. En el post anterior ya expliqué las diferencias y tensiones que existen entre la ética individual, la moral del grupo y las prohibiciones estatales. Ahora estamos en estado de alarma, es decir bajo una prohibición de salir de casa que procede del Gobierno.

Hay tres clases de ciudadanos: 1) los que cumplen las reglas a rajatabla, 2) los que hacen alguna trampa y 3) los indomables que siguen haciendo lo que quieren como este ciudadano de Elche que ha sido multado 47 veces por la policía.

Lo más frecuente es hacer pequeñas trampas como salir a comprar todos los días, sacar al perro o salir a pasear por el campo. Lo cierto es que yo no salgo apenas y no lo hago porque 1) no quiero contagiarme (egoísmo) y tengo pocas necesidades de contacto social, 2) No quiero contagiar a los demás (ética) y 3) no quiero que me multen o que me delate algún vecino (moral). Pero no estoy de acuerdo con el confinamiento, creo que es injusto, absurdo y medieval combatir la pandemia con lazaretos domésticos, por mucho wi-fi que tengamos. ¿Qué peligro habría si saliera a correr?¿O a pasear?. Lo cierto es que guardando las distancias no habría ningún peligro ni para mi ni para los demás. ¿Entonces por qué lo prohiben? Pues porque el Gobierno no quiere hacer excepciones y nos trata a todos por igual, niños, adultos, ancianos, contagiados, sospechosos de estarlo o convalecientes.Si el gobierno soltara la mano entonces todos saldríamos suelen decir los que siempre cumplen las reglas, sin caer en la cuenta de que no todos pueden ni quieren seguir las reglas. Las reglas están para transgredirse no lo suficiente para que te detengan, pero si lo suficiente para desobedecer cuando alguien está siendo sometido a una prohibición injusta. El caso del indomable de Elche es la prueba de que desafiar la moral del grupo o la Ley tiene consecuencias penosas para el sujeto ilicitano, de modo que su conducta no es adaptativa, no se ha conformado con transgredir una norma sino que se ha metido en un buen lío. Ha perdido.

Con lo cual me he metido de lleno en el tema de la normatividad que me servirá como eje para construir mi próximo post.


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