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Trastornos morales y trastornos por moralización (VI)

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Estamos en el cuadrante 4 es decir entre los limites del egoísmo y el colectivismo o gregarismo. Vamos en éste y los sucesivos post a explicar las patologías y condiciones que se encuadran en este apartado. Me referiré a las psicopatías y los trastornos narcisistas, a las perversiones sexuales (parafilias) y a las perversiones no sexuales.

Pero antes tenemos que definir qué es la moral y sus diferencias con la ética y la Ley.

La moral atañe al grupo, la ética al individuo y la Ley al Estado, es decir al sujeto político.

La moral evolucionó como una forma en la que el grupo podía controlar la conducta de los individuos concretos. Vivir en grupo precisa reglas y esas reglas son imposiciones que los grupos sociales imponen a los individuos a fin de controlar su egoísmo, pues siempre será más cómodo para el individuo robar gallinas que criarlas. Pero al grupo le interesa cuando el trabajo se reparte, es decir cuando se inventó la división del trabajo que los que crían gallinas no sean expoliados por otros individuos, pues al grupo le interesa que haya gallinas y huevos disponibles. Lo interesante de la moral es que no evolucionó para el autocontrol sino para el control ajeno. Para ello el grupo dispuso de castigos, exclusiones y también de rituales de redención de los disidentes. Lo usual es que el grupo castigara a estos disidentes con la expulsión y el individuo quedaba condenado a vagar buscando otros grupos a los que parasitar o bien a la muerte en soledad.

Los grupos dictan normas que benefician al grupo y que siempre son nefastas para algunos individuos, aunque soportables para otros, pero también otras normas comprensibles en tiempo ancestral, que en una mirada “moderna” son arbitrarias cuando no injustas. Hoy mismo he sabido que unos vecinos han llamado a la policía porque un individuo bajaba todos los días a pasear por la urbanización en la que vivo. Naturalmente al grupo le interesan los delatores pero todos los niños aprenden muy pronto en la escuela que los chivatos son detestables pues si se institucionalizan los delatores ¿cómo saber cuando nos dicen la verdad o cuando se trata de un ajuste de cuentas individual?

Los grupos dictan normas sobre todo en ciertas cuestiones: la conducta sexual, la alimentación, la propiedad privada, los extranjeros o desconocidos y la violencia interpersonal. A los grupos no les interesan los disidentes de lo sexual, ni los asesinos, ni los ladrones pues generan demasiado caos y venganzas entre familias, tampoco aquellos que no se avienen a comer las cosas que son realmente comestibles y no peligrosas pues en nosotros los omnívoros comer siempre es peligroso. Hay control grupal en todo lo que tiene que ver con los parásitos y el contagio, la promiscuidad, el robo, la violación o el crimen intragrupo. Para que un grupo sea cohesionado y laborioso es necesario que existan reglas, prescripciones y castigos.

El problema que tienen los grupos es que hay otros grupos vecinos que compiten por los mismos recursos, de manera que estas reglas solo funcionan de “puertas para adentro” es decir solo afectan al grupo en sí pero estas reglas cambian cuando de lo que se trata es de defender al grupo de otros o bien atacarlo para obtener beneficios. Entonces el grupo prescribe la guerra, la violación de las mujeres ajenas o el asesinato de merodeadores.

Otro problema que tienen los grupos es que es necesario que no sean demasiado grandes, es por eso necesario que se fragmenten de vez en cuando, algo que terminó definitivamente en el Neolítico cuando los grupos se instalaron -gracias a la agricultura- en ciudades donde los recursos podían ser almacenados y acumulados. Entonces os grupos se transformaron en sociedades. Una sociedad es en este sentido un grupo extendido que ha perdido de alguna manera su firma reglamentaria, su manera de ser y su sentido: fueron necesarias otras reglas dictadas por tiranos, legisladores, jueces o demagogos. La sociedad es el antecedente común a los Estados tal y como los conocemos hoy aunque algunas de esas ciudades como Atenas en la antigúedad eran consideradas estados-ciudad por sí mismas.

Una de las características que tiene el Estado (sujeto político) es que mantiene el privilegio de dictar leyes justas o injustas que implican a todos los ciudadanos y a todos los grupos y sociedades de su ámbito competencial que es un ámbito geográfico con fronteras bien definidas. El Estado tiene el monopolio de la violencia, de los tributos, de los castigos , el culto religioso y de la guerra que otrora conformara las atribuciones de los grupos.

La ética es un atributo moral, puede tenerse una ética u otra o bien carecer de toda ética y en cierto modo procede, es una evolución subjetiva de la moral del grupo, algo asi como una indentificación con una normal ancestral grupal. Los individuos tienen éticas particulares a veces compartidas por muchos de ellos como la llamada por Jonathan Haidt, ética del cuidado. Significa que en el interior de cualquier Estado moderno (e incluso en grupos ancestrales) podemos encontrar una mayoría de personas que creen que cuidar de los niños, de los enfermos o de los incapacitados es un hecho moral, junto con la prohibición de hacer daño a los demás, algo que se extiende a las propiedades materiales ajenas o a su reputación. Hay un amplio consenso sobre esta dimensión ética en todas las sociedades donde el Estado ha logrado penetrar en el ámbito de los grupos concretos. “No matarás” es el eslogan adecuado.

Jonathan Haidt ha descrito 5 dimensiones éticas de las que ya he hablado en anteriores post, pero eso no quiere decir que se haya agotado el tema, por ejemplo yo creo que existe una ética de la privacidad que no contempla Haidt. ¿Por qué nos escondemos para defecar? ¿Por qué nos escondemos para copular? ¿por qué no vamos desnudos por la calle? Algunas personas tratan de preservar su privacidad sexual del mismo modo que tratan de preservar sus funciones corporales, algo relacionado con la degradación de nuestro restos que en tiempo ancestral pudieron ser considerados una fuente de enfermedades. A eso Haidt le ha llamado ética de la divinidad, es decir la tendencia a considerar impuro al cuerpo y sus detritus.

En conclusión existen tantas éticas como individuos y aun más: toda ética es sobornable, es por eso que no hay que fiarlo todo a la ética individual si queremos vivir en sociedades seguras y cohesionadas.

Y así ya podemos comenzar a comprender que ética y moral son ejércitos en continua disputa y en mi opinión es uno de los dilemas humanos que genera más sufrimiento para los individuos comunes pero también para las sociedades.

Y entonces llegó el Estado:

El Estado podría ser considerado con sus códigos jurídicos, es decir con su Ley el “tertium inter pares” de este conflicto. En teoría sería algo así como la introducción de una entidad moral nueva que diera cuenta tanto de la moral del grupo como de la moral individual (ética), algo así como un arbitro o garante de los deseos genuinos de los individuos, como la libertad individual y de los deseos morales de los grupos. Pero ya he dicho más arriba que los grupos -en un momento determinado de su historia- se transformaron en algo distinto a si mismos, se transformaron en sociedades, es decir en entidades muy complejas que tienen visiones muy diferentes entre si acerca de qué es y no es moral.

En algunos casos el Estado funciona bien, al gusto de todos podríamos decir, es por eso que el Estado persigue el robo, el homicidio, la violación o la violencia, pero en otros casos se mete en temas donde no hay consenso entre los individuos, ni entre los grupos. Así hay Estados que prohiben la libre expresión de ideas, (estados totalitarios) y otros son tan débiles que son incapaces de salvaguardar una ética del cuidado suficiente para sus ciudadanos, otros son fundamentalmente extractivos y debilitan el tejido social a base de la explotación flagrante de sus miembros, de sus mujeres o de sus etnias. Pero los estados democráticos tienen otros problemas y necesariamente tiene que manifestarse a través de las leyes que usualmente se votan en parlamentos sobre aspectos delicados de la ética individual, pongo por caso al aborto.

El aborto es un tema controvertido pero nadie estará en contra de que contiene aspectos morales, no solamente morales, sino también sanitarios y sociales. Hay dos posiciones claramente enfrentadas desde el punto de vista moral sobre el aborto y ninguna de ellas es válida,  y no lo son porque ambas tratan el problema como un asunto moral cuando en realidad es un asunto ético. Y decir que tratan el problema como un asunto moral es dividir el mundo entre nosotros-ellos y ellos siempre están equivocados, por eso moralizar es sobre todo moralizar contra alguien. Lo lógico seria considerar al aborto como una cuestión ética que no obliga a nadie a llevarlo a cabo. El problema es que ambas facciones pretenden convencer al contrincante de que tienen razón acusándole al mismo tiempo de “ser un crimen” por una parte o de “ser un derecho de la mujer” por el otro. El aborto ni es un crimen ni es un derecho de la mujer, pues los derechos se otorgan no nacen con el individuo y el que lo otorga es el Estado.

El problema es que el Estado está formado por instituciones perennes pero también por gobernantes que poseen planes políticos concretos y que tienen que pactar con unos grupos o con otros. En nuestro país por ejemplo, el gobierno actual ha pactado con una serie de lobbyes partidarios del aborto y del feminismo. Podríamos decir que ha subcontratado ciertas ideologías que le resultan provechosas electoralmente, sobre todo desde que determinados grupos han comprendido que su influencia política puede aumentar cuando se presentan como gremios, es decir como grupos. Lo importante es retener que no es el Estado el que legisla puntualmente una ley u otra sino cierto gobierno y que esa ley puede ser depuesta cuando las fuerzas políticas cambien, aunque lo cierto es que las leyes promulgadas no suelen ser cambiadas y no lo son porque el Estado ha de dar la impresión o al menos aparentar de que es un Estado jurídicamente fiable de lo contrario nadie invertiría en él. El Estado ha de presentarse como una continuidad y no como una entidad con fisuras y discontinuidades, más allá de las guerras o calamidades severas.

De manera que la introducción del Estado en la lógica dialéctica entre moral y ética, o grupo-individuo parece que ha sido benéfica en algunos aspectos pero sigue enredada en otros a los que no ha sabido dar respuesta como garante de ese equilibrio entre lo individual y lo grupal. Es por eso que algunos Estados como Suiza hacen referendums para saber qué opinan sus ciudadanos mientras que otros se ocupan de -mediante la propaganda- influir en la opinión publica de sus ciudadanos y decidir sin consultarles.

De manera que los individuos comunes hoy tienen dos conflictos paralelos: de una parte quizá no estén de acuerdo con el sujeto jurídico que tendría que liquidar sus problemas ¿Puede el estado prohibir que salgamos a la calle como está sucediendo en este momento a causa del coronavirus? Este dilema solo puede ser pensado de forma ética individual mientras que al mismo tiempo puede suceder que un miembro de mi grupo de vecinos me condene al ostracismo por ser medico y sospechar que soy un vehículo de la infección.

Y por eso el individuo inventó tres estrategias igualmente nefastas para la salud mental de unos u otros: el engaño, la transgresión y la moralización.

 


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