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La belleza atroz y lo monstruoso (V)

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¿Por qué las mujeres miran a la cámara si no tienen ojos?

Marlène Dietrich es un mito, no una mujer aunque haya existido en realidad, encarna un arquetipo fundamental para comprender algunas cuestiones sobre la belleza, sus contenidos, sus condiciones culturales y sus patologías. Encarna el mito de la mujer fatal a la que seguirán una multitud de actrices de Hollywood como Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Judy Garland, Elisabeth Taylor por nombrar tan solo a las clásicas.

La mujer fatal atrae a los hombres, no cabe ninguna duda y por eso decimos que son un mito y no solo algo contingente. algo que procede del gusto solo de algunos hombres. La mujer fatal atrae a (casi) todos los hombres y de alguna manera son su perdición como dice la copla.

En este post me planteo hacer un diagnóstico diferencial entre dos condiciones femeninas y dos condiciones masculinas. Lo apolíneo en la mujer equivale a su fatalidad es decir a su falicidad, una mujer sin falo es demasiado ctónica -demasiado mujer- para el gusto actual. Lo apolíneo en el hombre es el efebo, que tanto gusta tanto a algunos hombres  y lo monstruoso en la mujer equivale al mito de la Gorgona o Medusa, esa que cuando es mirada petrifica a los hombres. Lo monstruoso en los hombres podría ser representado por este hombre musculado, una especie de coloso donde el músculo asoma por encima del cuerpo constituyéndose como una especie de Falo destinado a horrorizar a hombres y mujeres. Un fetiche pues.

Ni la Gorgona ni el coloso gustan a nadie pero atemorizan a todos.

Y esta es la clave.

De todo lo cual podemos empezar a distinguir dos clases de vocaciones en hombres y mujeres.

La belleza fatal.-

La mujer fatal posee ojos y parece que nos mira y aunque lo haga a la cámara. Nos sugiere que nos está mirando, nos seduce, nos atrapa, pues cada observador siente que le está mirando a él. Pero aquí hay una trampa: la mujer es aquella que es mirada no la que mira. Es el hombre el que desea a la mujer, pues el cuerpo de la mujer es el falo para el hombre (lo que le falta para sentirse completo). Sin embargo el cuerpo del hombre no es el Falo para la mujer sino acaso sus ojos, su mirada (aquí podéis entender el conceptp psicoanalítico del Falo).

Así es como Hans Bellmer defragmenta el cuerpo de la mujer

En este sentido algunas mujeres saben muy bien por donde va el deseo de los hombres y saben como instigarlo. El deseo de los hombres y su mirada defragmenta el cuerpo de la mujer y lo transforma en pequeños trozos que representan la totalidad de la que el hombre no quiere saber, a eso le llamamos fetichismo: una parte que representa al todo. Son las que se ofrecen al deseo de aquel que quiere trocearlas en imágenes fetichistas. Y eso mismo hacen los niños cuando abren el vientre de sus caballitos de cartón, al menos cuando los juguetes del niño eran desmontables hacia dentro, el niño quiere saber lo que hay dentro del caballito, es decir quiere saber qué hay en el interior del cuerpo de la mujer. Ese es el verdadero misterio, el misterio ctónico, el misterio telúrico.

Es por eso que a veces se impone vendar los ojos para que ellas no vean y no petrifiquen con su mirada a quien la contempla. A Eros no se le puede mirar a la cara, de hacerlo se desvanece.

Pues la belleza atroz posee mirada, una mirada simétrica a la del hombre, entonces hablamos de semblante fálico, algo omnipresente en los síntomas comtemporáneos. 

Vivimos en una época de mujeres fálicas (andróginas) pues la femineidad clásica ha sufrido ya demasiados desprecios históricos para encontrar a alguien que la reinvindique. Solo parece mantenerse a flote en la pasión por los glúteos y por los implantes mamarios, formas absolutamente incompatibles con la delgadez. de ahí el éxito de la cirugía o el fitness agotador al que se someten algunos, tanto hombres como mujeres, si bien por distintas y a veces por idénticas razones.

En los huesos.-

La imagen femenina del cuerpo delgado se ha convertido ya en un icono social, pero la pasión anoréxica no equivale a la pasión femenina hacia el ideal asexuado o unisex del cuerpo delgado. En la mujer corriente su deseo consiste en encarnar el deseo del otro sin embargo en la anorexia parece haber una ruptura: la anorexia ha roto con el otro incluso podríamos decir que se mantiene en abierta oposición. La anoréxica parece haber sustituido el rechazo histérico del cuerpo en un rechazo al otro como tal. Expresión de este rechazo a complementar la mirada del otro (ser el fetiche de la belleza) es tanto la posición de rechazo como la de la adopción de un cuerpo monstruoso (Recalcati, 2006).

La pasión por el hueso como fetiche de la imagen del cuerpo

En el primer caso, la desconexión del otro se produce evocando una imagen de belleza no destinada al deseo del otro pues suprime las formas sexuales y eróticas del cuerpo. Un cuerpo despojado del placer, que representa el anti-amor en tanto que no espera nada del otro. Goza de si misma, goza de su imagen, de una belleza macabra que procede de la misma muerte. En este sentido la maniobra de la anorexia descubre el cuerpo del otro como puro fetiche, se trata pues de una venganza que niega la castración al tiempo que deniega el sostenimiento del fantasma masculino.

La mujer-monstruo.-

La infancia está poblada de monstruos destinados a aterrarnos pero también a ofrecer un espacio de libertad. Lo monstruoso nos atrae al mismo tiempo que nos perturba, nos provoca asco o inquietud como sucede también con lo grotesco, lo siniestro o lo espeluznante.

La mitología y los cuentos, historias, leyendas, películas y novelas revelan que Dragones, Minotauros, Gorgonas, Erinias, Cíclopes, Sirenas, Gigantes, King Kong o asesinos en serie reales o imaginarios consumen y pueblan nuestras fantasías más abyectas. Es por eso que lo terrorífico y lo monstruoso sea físico o moral nos atrae a las pantallas de los cines, a los juegos de rol o a los videojuegos. Somos consumidores de monstruos y de monstruosidades.

Y lo importante es comprender que estas monstruosidades no son naturales, no se deben solo a obesidades patológicas sino diseños quirúrgicos, buscados voluntariamente con esos pechos exhuberantes  o esos glúteos imposibles.

La chica mala.-

Hoy estaba viendo un reportaje de esos de viajes y una de las entrevistadas era una mujer de generosas piernas y caderas con un glúteo exhuberante que contrastaba con un cuerpo -de cintura para arriba más bien corriente. La mujer que decía que era cantante en un momento determinado declaraba:

“Soy una chica mala”

¿Por qué ser una chica mala hoy es algo deseable, algo que se publicita?

No cabe duda de que Hollywood, las series, los espectáculos musicales están llenos de chicas que o son malas o lo parecen. Pero ser mala -psicológicamente hablando- significa algo así como “soy tan mala como los hombres”, de donde puede deducirse que lo que estas mujeres persiguen es un ideal masculino sin renunciar a su atractivo femenino. Quieren las dos cosas: son y representan al andrógino. Pero ¿por qué emular la maldad de los hombres? ¿Es porque es en la maldad donde un hombre puede ser reconocido? En cualquier caso este deseo de ser mala entronca con una igualación con la maldad pero no con lo masculino. ¿No hay otra manera de conseguir eso que llaman la igualdad sino repitiendo todas las ignominias que se atribuyen al genero masculino?

En realidad sucede así porque no existe un modelo atractivo de femineidad que sea imitable, no hay modelos femeninos atractivos a las que imitar y no las hay porque vivimos una época donde el ideal estético es unisex. la igualación con el hombre, es por eso que lo único que se les ocurre a algunas mujeres es imitar a los hombres para ser reconocidas como tales mientras conscientemente se reivindica la igualdad al imitarles en sus juegos y sus deportes a sabiendas que nunca podrán competir con ellos directamente sino en un “como si”. Ningún equipo de futbol -por ejemplo- femenino podría competir con un equipo masculino. Es por eso que las mujeres compiten con las mujeres y los hombres con los hombres, salvo las transexuales que pueden jugar en ambas ligas.

El deporte y sobre todo los deportes de contacto reclutan a una buena cantidad de mujeres tan competitivas como los varones que nunca vencerían a un varón en su mismo dominio deportivo. Esta es una verdad dolorosa pero irrenunciable lo que las lleva a reivindicar más igualdad.

En realidad se puede hacer deporte por diversas cuestiones, algunas de ética competitiva y otras de desafío personal pero lo más corriente es que la gente haga deporte por razones estéticas: para adquirir musculación, “buena forma”, aumentar la capacidad de resistencia y sufrimiento o adelgazar. Es poco frecuente que la gente haga deporte por salud como recomiendan los médicos bienpensantes. La salud es una entelequia que no recluta motivaciones robustas, pues quien ya tiene salud ¿para qué necesitaría más salud?

Las mujeres pueden ser malas, tanto como los hombres y podemos verlo no solamente en el cine sino en las noticias diarias. Crímenes execrables pueden ser cometidos tanto por mujeres como por hombres y planes maquiavélicos pueden ser trazados también por mujeres a pesar de que las psicopatías son más frecuente en los hombres, quizá por sesgos de discriminación.

En el caso de la mujer-monstruo la desconexión con el otro tiene lugar mediante el rechazo, un rechazo que pretende arrojarlo a la angustia. Estas exhibicionistas del horror rompen aun mejor con el fantasma fetichista del hombre porque declara el rechazo absoluto a asumir el semblante de la femineidad a consentir su degradación como objeto parcial del hombre mientras parece evocar lo que se oculta bajo la mascarada femenina. (Recalcati 2002). Un pasaje al acto del cuerpo que hace visible aquello que debería permanecer velado. El goce aquí es típicamente perverso y consiste en capturar la mirada angustiada del otro, una captura icónica como sucede en sentido inverso con el síndrome de Stendhal. donde el espectador es capturado por la belleza del cuadro que mira.

La dimensión apolínea de la forma que procura la industria de la moda y del cine no protege ya del caos informe de lo dionisíaco y así el cuerpo se manifiesta directamente como cuerpo-despojo o cuerpo-monstruo.

O animal o cadáver parecen ser las dos únicas opciones de las anoréxicas más graves y de aquellas mujeres-monstruo que inyectan en el otro su propia angustia de muerte.

 

 


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